Pico Wheelwrigth
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Luego de subir el San Francisco queríamos ir por algo menos conocido, las montañas del sector oeste de la caldera Wheelwrigth son escasamente visitadas, claro, no superan por poco los 6.000 metros, lo que inmediatamente hace que la gente no los tome en cuenta, pero para nosotros eran muy buenos objetivos en una zona extremadamente interesante.
Así que nos pusimos como objetivo ir a la zona de los cerros Wheelwrigth, Pircas de los Indios y Rex, los cuales están unidos por un portezuelo, y estando en él, decidir bien que hacer.
Una vez más salimos de Murray, esta vez en dirección del campo de Piedra Pómez, para acercarnos a la base de las montañas por una ruta similar a la que usamos cuando fuimos al Boris Kraizel, pero más hacia el oeste, donde al costado de la carretera nace un camino que avanza en línea recta hasta la base de las montañas.
Foto: Wheelwrigth desde la base. |
Este camino no se acerca tanto, después hay que continuar por huellas menos marcadas y algunos sube y bajas más blandos los unos, y pedregosos los otros, pero poco a poco ganamos algunos metros y quedamos a una relativa buena distancia del primer objetivo del día, el portezuelo entre el Wheelwrigth y el Pircas.
En el plan original nos habíamos despedido de Murray, ya que la intención era acampar acá, se nos acababan los días y ya no podíamos tomar uno de descanso si queríamos hacer algún otro cerro, por lo que pensábamos subir en días consecutivos.
Ya estaba claro cuando empezamos a caminar, muy entusiasmados por estar en un lugar mucho menos visitado que otros de la zona, las visuales cambian y se ganan perspectivas diferentes de las demás montañas, incluso de las que ya habíamos subido, y además uno no se encuentra con tanto pelmazo de los que abundan por el sector.
La caminata hasta el portezuelo fue tranquila, con algunos tramos de nieve y otros de acarreos relativamente firmes. Con paciencia ganamos metros y terminamos saliendo al portezuelo desde donde obtuvimos una poco conocida vista del volcán Rex, de frente hacia el norte, a nuestra derecha, o sea al este, el Pircas de los Indios, y a la izquierda, al oeste, el Wheelwrigth, además de buena parte de la majestuosa caldera Wheelwrigth.
Foto: Fernanda en un descanso justo antes del cambio de pendiente. |
Nos sentamos a descansar un rato al abrigo de una roca y a disfrutar de la vista, mientras decidíamos a que cerro partir. Después de algunas deliberaciones ilógicas, sin argumentos y apoyadas en nada, decidimos ir el Wheelwrigth. ¿Por qué? Ni idea…
Nos acercamos a la base a través de suaves lomajes con nieve, donde nos topamos con una hermosa lagunita que con las antiparras puestas se veía de color rojizo, y al mirarla a ojo desnudo, según yo mantenía el tono, pero era difícil de determinar. De todas formas algo muy lindo de ver.
Era evidente que el tramo final del cerro sería un acarreo muy empinado, así que intentamos cargarnos un poco hacia la arista de más a la derecha, pero el terreno era bastante similar en todo el cono. Esta parece ser una zona bastante activa de la caldera, ya que nos topamos terreno arcilloso y amarillento con mucho olor a sulfuro en tramos de la subida, características típicas de cerros volcánicos.
Entre nieve y acarreos de una escala CSM-9 por lo menos, recortamos al distancia con la cumbre, pero a base de un gran esfuerzo, el terreno era exigente, de pendiente fuerte y muy suelto, la verdad estaba un poco sorprendido, al final las montañas que uno menos espera pueden ser la que más exigen.
Foto: Cerro Pircas de los Indios desde su vecino inmediato, el Wheelwrigth. |
Fue una subida agotadora, pero de una forma u otra llegamos a la parte superior, donde entre trepadas por una zona más rocosa, logramos salir a un tramo plano, y desde acá una corta caminata nos llevó al punto más alto, la cumbre del Pico Wheelwrigth, la quinta del viaje. Decir felicidad y satisfacción es quedarse cortos.
Encontramos una pirca y una maltratada bolsa que tenía un maravilloso testimonio, nos dio mucho gusto leerlo. Esta vez escribimos algo, para Fernanda era un día particularmente especial, así que se extendió en un hermosos texto que dejo en la cumbre. Yo fui menos poético.
En el Wheelwrigth estuvimos poco más de una hora en la cumbre, fue el cerro donde más tiempo estuvimos, nos quedaban pocos días, quizá intuíamos que podía ser la última cumbre del viaje, aunque habría algún intento (y cumbre más) en ese momento no lo teníamos claro. Quizá por eso sin darnos cuenta la verdad es que no queríamos bajar.
Pero todo lo que sube tiene que bajar y nosotros también, así que con mucha calma comenzamos el descenso.
Foto: Vista desde la cumbre. |
El tramo más empinado lo hicimos con mucha calma, y una vez que la pendiente cedió un poco apuramos el paso. Como siempre en estas bajadas tranquilas fue momento de disfrutar las extensas vistas que nos ofrecía el altiplano atacameño, paramos un buen rato en la laguna roja, y nos lanzamos por el lado contrario de por donde habíamos subido, por terreno muy similar. En unas cuantas horas estábamos de nuevo junto a “Tiburón” que nos esperaba como siempre, pacientemente.
Aunque el plan original era acampar acá, y ver si al día siguiente subíamos el Pircas de los Indios, la verdad no habían muchas ganas de repetir toda la primera parte de la subida, y además Fernanda quería un remate de viaje más ambicioso, así que tomamos nuestras cosas y nos devolvimos a Murray, nuestro querido refugio.
Llegamos y lo encontramos vacío, veníamos bastante hiperventilados así que además de comer, armamos la tremenda fiesta con luces de frontal y un tremendo disco de Memphis La Blusera, bien bailado y cantado. Una locura total…
Después a dormir.
Y colorín colorado, el Pico Wheelwrigth se ha acabado.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“El deseo de perderme en la inmensidad se hizo más fuerte que la ambición de ser el primero”
Reinhold Messner.