Volcán Casablanca
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Después de subir el volcán Copahue y de despedirnos de nuestra extrañamente amable anfitriona, regresamos a Santa Bárbara y después a Ralco, donde almorzamos con una horripilante sensación térmica de como 45 mil grados a la sombra. A pesar de eso no perdoné mi infaltable cazuela, que estaba buena pero no increíble...
Desde acá realizamos un intento al volcán Callaqui, con una aproximación vehicular muy linda, con un acercamiento a pie muy lindo, con unas vistas desde el campamento muy pero muy lindas, y con un día para subir el cerro no tan lindo, porque se nos cerró con nubes y tuvimos que regresar. Pero como se deduce, fue todo muy lindo.
De vuelta tuvimos la intención de alojar en cualquiera de los pueblos antes mencionados, pero no encontramos nada. Mientras bajábamos en dirección a Los Ángeles, nos dimos cuenta que todos subían, y claro, había una especie de festival con música ranchera y todas esas cosas que hacen las delicias de los vacacionantes. Nosotros arrancamos raudos.
Fernanda tenía un amigo en Temuco, con el cual ya se había contactado en caso de tener que alojar de emergencia en esa ciudad, pero repetía con toda la convicción del mundo que no pensaba manejar tres horas hasta allá. Por alguna razón ni siquiera entramos a Los Ángeles, y simplemente por inercia tomamos la 5 Sur y terminamos llegando a Temuco, donde se suponía que en ningún caso íbamos a llegar, pero, en fin, ya estábamos ahí, y nos alojamos en la casa del amigo de Fernanda, René “apellido impronunciable” Hoffstetter (espero haberlo escrito bien...) al cual aprovecho de agradecer la tremendísima hospitalidad que nos ofreció.
Como llegamos tarde, al día siguiente nos tomamos las cosas con calma, nos levantamos tarde, preparamos almuerzo, bueno, preparamos dijo el barza porque yo tomaba cerveza mientras los chicos cocinaban, arte que a mí no se me da muy bien la verdad, y ya entrada la tarde nos despedimos de nuestro gran anfitrión -al cual ya considero un amigo más- y partimos en el fiel Tiburón con dirección al volcán Casablanca, sin tener mucha idea de donde íbamos a alojar. Como sea, podíamos parar en cualquier parte y tirar las colchonetas, pero después de pasar a comprar provisiones en un supermercado en cualquier lugar, optamos por entrar donde arrendaban cabañas para pasar la noche.
Al día siguiente tempranito partimos hacia el volcán. Llegamos a la entrada del centro invernal que nos recibía con la barrera abajo, acá estacionamos, y con un día bastante helado comenzamos la caminata.
El primer tramo hasta el cráter Rayhuén es por un camino vehicular, que entre suaves zigzags va ganando altura. El paisaje es muy verde y húmedo, el día helado, pero hasta el momento despejado, el sol adorna, pero no calienta mucho. Es una subida muy agradable. En el cráter descansamos un poco antes de continuar. Ahora la subida deja el camino vehicular y sigue por un sendero que a veces se pierde un poco, pero el cono final del Casablanca destaca como telón de fondo, al igual que la arista por donde debemos subir, así que es imposible perderse.
Cuando vamos subiendo las últimas pendientes antes de ganar la arista, nos alcanzan las nubes que hacía un rato vimos que se venían aproximando, parece ser nubosidad local solamente, pero son muy densas y la visual se restringe a no más de diez metros alrededor de uno. El camino es claro, lamento no poder admirar más el paisaje a mí alrededor, pero las nubes le dan un toque tétrico a la subida, también hay más viento y la temperatura baja mucho.
Continuamos subiendo, ya estábamos en el cono final del volcán, el sendero es claro, las nubes continúan, pero poco a poco se comienzan a hacer menos densas, estamos llegando a la parte alta del colchón de nubes, el sol ya empieza a filtrar sus rayos por la gris capa nubosa.
Poco rato después estamos sobre las nubes, literalmente, el paisaje es sobrecogedor, en diferentes direcciones se ven los volcanes Puntiagudo, Puyehue, el monte Tronador, todos sobresaliendo de una uniforme capa nubosa que parece un mullido colchón, si hasta ganas de tirarse un piquero dan...
Estaba alegre, había pensado que no íbamos a poder ver nada desde la cumbre y ahora el paisaje se mostraba majestuoso, los últimos metros hasta el punto más alto, superando uno que otro paso rocoso fácil, se pusieron muy ventosos y helados, pero la vista compensaba todo.
Cumbre, con una vista sencillamente hermosa. Fernanda venía algunos minutos atrás, así que me acomodé como pude entre las rocas para evitar un poco el viento, no estaba muy abrigado, había pensado que el día iba a estar más calurosito. Al poco rato llegó Fernanda, celebramos esta segunda cumbre de nuestro periplo sureño con un buen mate admirando la linda vista que se nos habría para donde pusiéramos los ojos.
Sacamos hartas fotos, descansamos, nos relajamos, pero el día estaba heladito, así que decidimos bajar.
A poco de comenzar la bajada las nubes ya se habían disipado, así que aprovechamos de hacer un desvío y bajar siguiendo por el filo, para pasar por las cumbres de los cerros Mirador Don Pedro y El Peñón, y luego de eso llegar al camino vehicular por el cual, haciendo algunas bajadas directas para ganar tiempo, llegamos al jeep.
Fue un ascenso muy sencillo, y sin embargo uno de los que mejores vistas me ha dado, a veces las montañas menos complejas nos sorprenden con este tipo de regalos.
En la bajada fuimos recorriendo algo de la infraestructura del parque nacional Puyehue, lindos miradores donde fuimos parando, este sector es básicamente lo que hay a los costados del camino y no mucho más.
Ya en la tarde llegamos al camping de Conaf, donde nos alojamos, y nos preparamos para ir a estirar los huesos a las fabulosas termas. El camping es muy bonito y está muy bien armado, buenos lugares, cómodo, y está al lado del complejo termal por lo que se puede ir y volver sin problemas.
Al día siguiente, aprovechamos de ir por última vez a darnos un chapuzón a la piscina termal techada, y luego emprendimos rumbo a nuestro próximo objetivo.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
¿Porque una montaña puede dar a los hombres conocimientos y dimensiones de las cuales no tiene siquiera idea?
Kurt Diemberger.