Cerro Vega
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Creo que en más de algún relato he comentado que cuatro montañas marcaron mis comienzos hace muchos años ya, el Puntiagudo, el Piuquencillo, el Mirador del Morado y el Vega. Todos intentados en una época donde no existía el acceso a información que tenemos hoy, y donde obtenerla era difícil para quienes no nos acomodábamos a la absurda burocracia jerárquica de los clubes. Así que obviamente rebotamos muchas veces en cada uno. A estas alturas todos están subidos, algunos más de una vez, y en algunos incluso hemos abierto rutas nuevas.
De todos estos cerros el Vega es el que más significa para mí, recorrí ese cajón cuando muy niño sin saberme siquiera los nombres de las montañas, y ahí comencé a sentir esa especial sensación de querer llegar al punto más alto de un cerro.
En octubre pasado con mi sobrino segundo Willy "Messner" Acevedo abrimos la Arista Sur del cerro Asociación, 49 rutas nuevas, la siguiente tenía que tener algo especial, 50 es un número bonito, aunque no tenga mayor importancia, es solo un dato estadístico.
De inmediato pensé en hacer algo en el Vega, ideas de rutas tengo tres o cuatro en este cerro, y elegí una que podría intentar en solitario, la Arista SO, esa que conecta el Vega con el Amarillo de Valdés y después con el Diente del Diablo.
La verdad la había mirado muchas veces, nevada, con cornisas y pasos complicados, y seca, con terrenos de tierra amarillenta y muchos gendarmes de roca que de lejos se veían bastante poco amigables, ahora estaría en un punto intermedio entre nevada y seca. Y me decidí a intentarla, bastante poco convencido la verdad.
Para autoengañarme me dije a mi mismo que quería investigar una pasada desde el cajón de lo Valdés al del estero Diablo, lo que igual es verdad, pero lo cierto es que quería recorrer esa arista, y cierto también es que me sentía algo extraño, en una temporada de montaña francamente mala, con muchos accidentes fatales, uno incluso en este mismo valle hacía unas pocas semanas atrás, debo admitir que no estaba del todo convencido de meterme en terrenos complicados y además solo. Decidí partir y en el camino ver como me sentía.
Tomé la micro que sale de San José de Maipo a Baños Morales a las 05:40, y rato después me despedía del Tío y comenzaba a caminar hasta Lo Valdés. El tramo es corto y me permitió ir aclarando ideas.
Llegué a Lo Valdés, lugar donde he estado tantas veces y con tantos amigos, tantos recuerdos en un lugar tan pequeño.
Decidí no parar para no pensar mucho y comencé a subir por el conocido sendero, me di cuenta de que la última vez que vine fue el 2013, diez años ya, demasiado tiempo.
El sol no salía aun así que aproveché de avanzar lo mas rápido que pude, que en mi caso no es mucho, para no freírme después, aunque al final el día estuvo bastante agradable, este cajón es muy ventoso lo que ayuda mucho en días de calor.
Fui pasando lugares y recordando cosas y personas, pasé por los socavones que ahora están gigantes, me asomé al valle y las vistas en todas direcciones me animaron bastante, descansé un poco y seguí.
La caminata hasta las Vegas del Corona se me hizo corta, aquí me pegué una siesta y después seguí hasta el refugio, ese querido refugio que tantas veces nos recibió, ya sabía que estaba destruido por unas fotos que vi, pero verlo en persona me dio mucha pena.
Acá me quedé otro rato, ya se asomaban las montañas del fondo del valle, pero no la arista completa, seguí la caminata y cerca ya de la base del Retumbadero Alto decidí armar la carpa, o bueno, esa especie de carpa vivac que uso en épocas de calor.
Y para ser honestos creo que me acosté sin saber bien si al otro día iba a intentar la ruta, me daban vuelta bastantes cosas en la cabeza.
Dormí bien, cosa rara en mí, despertaba solo para darme vuelta y seguir durmiendo, ojalá siempre fuera así. No puse alarma así que desperté solo en la mañana, ya con algo de luz.
Ordené mis cosas y partí, caminando sin mucho rumbo, cargado hacia el lado de los Colmillos del Diablo, pensando en quizá subir otro, pero a mitad de camino cambié el rumbo y me fui en busca del punto más bajo de la arista que une el Vega con el Amarillo de Valdés, pensando en buscar una pasada al estero Diablo, y, bueno, ver el comienzo de la ruta.
La subida fue agradable, nieve precisa para los crampones, sentía el crujir a cada paso, veía las montanas comenzar a iluminarse por los rayos del sol, un espectáculo siempre hermoso.
Me demoré poco en llegar al portezuelo, encontré lo que parecía una vieja pirca, recordé que la ruta original del Diente del Diablo no es la de la canaleta que hoy todos suben, sino que va por este lado, quizá cuantas historias tendría esa pirca para contar.
Ya venía mas relajado, el día estaba perfecto, paré a comer algo y me di cuenta de que se me había quedado la ración de marcha en la carpa, y el cortaviento en la casa, bueno, cosas que pasan. Miré hacia el cajón del estero Diablo, por este lado la bajada es posible, pero es bastante vertical, pero eso yo ya lo sabía, era cosa de mirar un mapa, dejé de mentirme a mí mismo y miré la arista, en fin, ya estaba acá, voy a mirar nomas...
El primer gendarme que es más como un promontorio lo subí por una corta canaleta nevada, acá me asomé arriba y tuve buena visual de gran parte de la arista, parecía recorrible. Fui avanzando, la idea era mantenerme siempre en la arista misma o bajar solo unos metros si era muy necesario, pero si tenía que bajar demasiado para esquivar alguna pasada la ruta perdía su esencia, así que fui trepando y destrepando puntas rocosas bastante expuestas pero manejables, la caída hacia el sur era vertical, hacia el cajón de Lo Valdés un poco menos. No quería quedarme atascado así que miraba bien posibles vías de escape que me permitieran llegar a los neveros del lado NO, y cada cierto tiempo siempre aparecía alguna bajada relativamente decente como para arrancar.
Foto: Comienzo de la Arista SO del Vega. Al fondo a la derecha se ve la cumbre sur. |
Foto: Visual después de superar los primeros gendarmes. |
La arista es entretenida si es que uno se puede entretener en un terreno así, pasadas angostas y muy expuestas pero fáciles, fui ganando metros y llegué a un resalte más alto, me asomé y no creí llegar abajo, tampoco pensé mucho en desescalar a pelo sabiendo que la roca se podría desarmar en cualquier momento, pero miré por ambos lados y no había ninguna pasada mejor, o me mandaba directo o se acababa el intento.
Calculé la hipotenusa del cateto al cubo y pensé que estirándome bien podía pisar un par de agarres que se veían algo firmes, y confiando en que los agarres de las manos no cedieran, poder pasar. En teoría parecía una buena idea. Al final la pasada no fue tan terrible, pero para alguien de menos de 1.60 o 1.65 podría ser difícil. Abajo del resalte pensé que este era el primer punto donde la vuelta podría ser complicada, así que probé un par de movimientos para trepar de regreso y parecía poderse.
Foto: “La Pasada” una vez superada… |
Fui avanzando hacia un gendarme grande, que se me hacía evidente que tendría que rodear, pero antes había otro, menos complicado pero que parecía tener una caída vertical en el lado que no veía. Bajé con cuidado unas partes algo complicadas y subí el primer gendarme que se ensanchaba un poco y permitía algo de relajo, caminé hasta el borde casi convencido de que no podría bajar, pero cuando me asomé vi una bajada no tan complicada. Alivio.
Bajé al portezuelo entre los dos gendarmes que bautice originalmente como “Portezuelo de los dos Gendarmes" y me encontré una roca perfectamente equilibrada que marcaba este punto, si parecía que alguien la había puesto en su lugar.
Miré el gran gendarme que venía y lo bautice originalmente como "El Gran Gendarme"; quería mantenerme en la arista, pero idiota no soy, no tenía como pasarlo de manera directa, pero tampoco lo iba a rodear por la base, lo pasé por su lado izquierdo según mi marcha, trepando con cuidado y apretando los dientes para que al otro lado hubiera pasada. Había.
Foto: Llegando al punto donde se baja al “Portezuelo de los dos Gendarmes”. El primer gendarme a continuación es “El Gran Gendarme”… |
Acá salí al nevero y de inmediato recuperé la altura hasta la arista, la que alcancé rápido, miraba para adelante y todo se veía bastante horrible e impasable, pero son solo vistas, cuando uno avanza siempre va encontrando pasadas que de lejos no se ven.
Venían tramos angostos de roca suelta, sin ganar mucha altura, me sentía bien, estaba haciendo las pasadas más expuestas bastante tranquilo, pero en un resalte de un par de metros paré a mirar donde poner los pies, y justo el pedazo de roca donde estaba parado cedió...
Por suerte para mí la roca que estaba justo abajo era firme y ahí caí parado, fue solo un salto, no muy largo, pero mientras veía el resto de las rocas rodar decidí no darle vueltas al tema y continuar.
Foto: Pirca natural que marca el “Portezuelo de los dos Gendarmes”. |
Foto: “El Gran Gendarme”, la pasada va por la izquierda. |
Seguí avanzando hasta un terreno amarillo muy fácil de reconocer en la ruta, el “Yellow Edge”, recordé un terreno de colores similares en el cerro Picarte Norte, y pensé que tal vez me iba dar problemas, pero pude superarlo sin mayores sufrimientos. El final de esta sección amarillenta marca el comienzo del último tercio de la arista suroeste, hasta el punto donde conecta con la arista oeste, y desde ahí es terreno conocido.
Foto: Final del “Yellow Edge” e inicio del último tercio de la Arista SO. Se ve el “Gran Promontorio” donde se funden ambas aristas y las dos cumbres del Vega. |
Foto: Tramos de la Arista SO. |
Pasé de manera directa varios gendarmes que hubiese sido más inteligente pasar por el lado, pero a pesar de la exposición al salir arriba de aquellas subidas a ciegas siempre se abría el camino, tenía buenas sensaciones, la ruta estaba intensa.
En las cercanías del "Gran Promontorio", donde se funden las aristas oeste y suroeste, me encontré el que parecía el último gendarme -al que le puse “El Último Gendarme”- que podía amargarme la vida. Este fue el segundo que no pude pasar de manera directa, pero de nuevo decidí perder la menor altura posible y me mandé una de las pasadas más expuestas de la ruta a pesar de superarlo por el costado, pero no por la base. Como sea pasé y ya estaba listo, algunas decenas de metros más por terreno suelto y llegué al final de la arista.
Foto: “El Último Gendarme”. Se pasa por el lado izquierdo pero por el centro, no por la base. |
Miré hacia atrás, el recorrido se veía lindo, estaba justo en el punto donde la ruta se junta con la que abrimos el 2013, el terreno que venía era conocido, el trayecto nuevo estaba completado, pensé que fácil seria bajarme aquí siguiendo ese concepto de "ruta nueva sin ascenso integral" donde cualquiera se baja sin hacer cumbre diciendo que abrieron una ruta. Eso es solo un intento y nada más.
Hay matices claro, no es un tema blanco y negro, pero es un recurso fácil de utilizar de manera poco honesta para bajar y hacer pasar un intento como un éxito. Extraño como piensan algunos, un intento no es un fracaso, es experiencia y aprendizaje, no hay por que disfrazarlos, la presión social por logros también llega a las montañas...
En este punto descansé un rato y armé una pirca de piedras que marca la unión de las dos aristas “La Pirca de la unión de las dos Aristas”, y también se me prendió la ampolleta y recordé algo no menor, durante el ascenso del 2013 a la Arista Oeste, “La Arista de los Vampiros”, hicimos un rapel corto, de unos veinte metros, esa pasada venía ahora, algunos minutos más adelante, y yo no andaba con nada de equipo técnico...
Foto: “La Pirca de la unión de las dos Aristas”. |
Venía recorriendo una arista llena de pasadas expuestas, estaba seguro de poder pasar ese punto de alguna forma, ni idea como, pero me sentía bien, y cuando me siento bien pasan cosas.
Recorrí algunos gendarmes y llegué al punto del rapel, reconocí el saliente de roca donde pusimos el cordín Homecenter que tanto susto le dio a Ramiro aquella vez, lo bueno es que seguía ahí, el saliente, no el cordín.
Miré bien para abajo, bajé unos pocos metros para ganar visual, no se veía nada de simpático el tramo, entendí que hiciéramos un rapel aquella vez, donde la arista estaba mucho más nevada. La bajada directa que hicimos en esa oportunidad era imposible de bajar sin arriesgar todo, pero por la derecha había una destrepada más corta, angosta y suelta, muy poco amigable la verdad, pero bueno, ya estaba ahí...
Pasé, de alguna forma, muy concentrado bajé y logré quedar en la base de una trepada que recordaba fácil; después del rapel se acababan las dificultades, la ruta sería solo cosa de paciencia para llegar arriba.
En eso estaba cuando casi en la última trepada, otra piedra cedió, la de apoyo de mi pie izquierdo, tenía las manos bien asentadas, el pie derecho también, no resbalé, solo perdí el impulso, y subí de inmediato mientras sentía el alboroto que causaban las piedras al caer al vacío... No miré…
Llegué a la parte fácil, el último tercio de la ruta es solo acarreo, bastante demoledor pero sencillo, algunos neveros de nieve blanda y penitentes ayudaron a hacer mas infeliz este tramo. Bastante demolido llegué a la base del torreón cumbrero de la cumbre sur del Vega. Alegría.
Trepé por el centro, igual que la vez pasada, y me di cuenta de que estaba a mejor hora que la vez anterior, eran como las 15:00 horas y tenía luz de sobra para hacer todo. Que bueno porque andaba sin linterna...
Me quedé un buen rato en la cumbre sur, tomé la altura, esta vez quería compararla con la norte que se supone es la más alta, pero quería estar seguro. Saqué fotos y grabé un rato, después partí rumbo a la cumbre norte recorriendo la arista que recordaba fácil, en 15 minutos pensé llego a la otra cumbre.
Foto: Cumbre Sur del Vega. |
Creo que me demoré como 40 minutos y el tramo sin ser difícil tampoco fue fácil, más gendarmes, acarreos y roca suelta por todos lados, pero de una u otra forma llegué, después de muchos años, a la cumbre norte de mi querido cerro Vega.
Descansé, tomé fotos, altura, lo mismo de siempre, el trabajo estaba terminado, la ruta más larga del cerro Vega sin duda, la arista SO es menos empinada que la arista oeste, que es un recorrido directo entre el valle y la cumbre sur, con tramos verticales, pero más corta, un recorrido más tumbado, pero mucho más expuesto, una línea elegantemente suelta y angosta, una fina línea de locura.
Foto: Cumbre Norte del Vega. |
Venía la bajada por la ruta normal de la cara oeste, no se veía muy corto, pero, en fin, ya estaba, era cosa de tiempo llegar a comer a la carpa, no había comido nada en todo el día y el último sorbo de jugo me lo tomé en la cumbre sur.
Bajé por acarreos desagradables y luego por un nevero más horrible que todos los pasos expuestos que había superado en el día, blando, con penitentes, yo sin polainas, mojado hasta en los pensamientos...
Fui ganando metros de bajada y dejé atrás los penitentes, la nieve se puso pareja y aquí si pude ser un poco más feliz. Llegué rápido al final de la nieve solo para recordar que la ruta normal sale a la altura del ahora ex-refugio, y que yo había puesto la carpa más al fondo del valle, así que tendría que caminar.
Me dio lo mismo, venía demasiado contento y no eran más de 30 minutos o quizá menos. Conecté el sendero y paso a paso fui acortando distancia con el campamento, hasta que divisé a lo lejos la carpa, el trayecto se me hizo más corto de lo esperado.
Llegué, y en vez de abalanzarme sobre la comida, me preparé un jugo, me saqué los zapatos, me acomodé tranquilamente, inspiré, expiré, miré el paisaje, probé el jugo, hice crujir los dedos, medité sobre la inmortalidad del cangrejo, elongué el cuello...
Y me lancé al ataque...
No sobrevivió casi nada, entre sanguches, galletas, quequitos, chocolates etc. etc., fue una masacre. Después de eso, me fui a dormir feliz de la vida.
Desperté temprano al otro día, tenía tiempo como para intentar más cosas, pero la verdad es que la crujidera de rodillas y el dolor de cadera me indicaban que era mejor volver, la ruta me había dejado tan conforme que me sentía satisfecho con lo realizado, no necesitaba nada más.
Fue una bajada tranquila, con un día medio nublado que ayudó a no freírme la testa, en pocas horas estaba en Lo Valdés donde descansé un poco para luego caminar a Baños Morales a tomar la micro a casita.
Y colorín colorado... ustedes ya saben.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“Los viejos caminos tienen mucha experiencia”.
Joan-Enric Farreny.