Cerro Gloria
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Me costó dormir esa noche del jueves en la víspera de la partida. Hacía mucho que no salía a pernoctar y hacer altura a un cerro, y “este” en particular me gustó desde aquella salida apatotada, que hicimos hace algunos años atrás.
Pensando en que nada se me quedara logré conciliar algunas horas de sueño, y a las 08:00 horas de ese viernes estaba en el punto de encuentro en la bomba bencinera del 14 de Vicuña.
El viaje fue tranquilo, sólo que nos costó encontrar un lugar donde desayunar, y eso fue en Guardia Vieja, ya bien adentrado en el camino internacional hacia Mendoza. Obviamente acá solo se habla de aventuras pasadas y vividas en cerros y de los proyectos futuros, grupales o individuales.
Foto: Para "no variar", tomando "chela" en el CB. |
El vehículo de Juan Carlos -y con él como chofer- comenzó el zigzagueo por el camino de tierra que lleva hacia el interior de este vallecito, por una cantidad importante de metros que es un alivio no menor. Llegamos hasta pocos metros antes del fin del camino, y nos comenzamos a desdoblar y a tomar consciencia de que era hora de comenzar a caminar. Pensaba en cómo me sentiría con el peso de la mochila, pero me tenía confianza en el estado físico, ya que he estado haciendo deportes; bicicleta, trote, etc. |
No debo olvidar además que el tiempo ha pasado y que ya cumplí 65 años. El resto de estos “kiltros” anda alrededor de los 30 a 35 años, es harta la diferencia, pero es gratificante aún llevarles el ritmo de caminata y compartir este estilo de vida.
Acompañado del MP3 comencé junto al resto de la manada, a adentrarme en el valle que da al cajón del Peñón. Este vallecito topa en su parte media con una caída de agua que desde lejos no deja ver el sendero que nos llevará hacia arriba, hasta el inicio del cajón. Muy parecido a la subida del valle del Mesoncito.
A lo lejos habíamos divisado que iba más gente delante de nosotros con el mismo destino, por lo tanto no seríamos los únicos.
A las 15:00 horas aprox, ya estábamos en el lugar del CB dispuestos a montar el campamento. Hernández y el Cocho en una carpa, Juan Carlos y yo en la otra. Una familia de cuatro personas en otro lugar y cuatro universitarios amigos un poco más allá. La vista impresionante de la majestuosidad de este cerro, te desafía a que lo vayas a ascender, su figura recortada contra el cielo azul lo hace ver aún más grande. Lo de siempre, té, café, pelambres, cahuines varios, todo compartido en una de las carpas y el tema no falta. Tenemos claro por dónde tomar el sendero para comenzar nuestra próxima aventura. El intento de una cumbre más para el palmarés de esta linda “manada”. |
Foto: Jaime en "su" Canalón. |
Prácticamente una hora más tarde de lo presupuestado fue la salida. Una noche tranquila, no fría y de buen dormir, nos permitió comenzar a movernos dentro de los sacos de dormir. Gritos a los “vecinos” Cocho y Hernández. Asomarnos en la carpa y ver que los otros grupos ya remontaban los primeros acarreos, sus linternas así lo demostraban, nos llevaban ventaja. Nos despercudimos para hacer el desayuno, buscar todo lo necesario para el día etc., etc.
07:15, partimos. Todo comenzó lento, como adivinando que la jornada seria larga. A poco andar ya sentía calor pero no quise desabrigarme. A medida que subíamos en altura ganábamos luz y bajaba algo la temperatura. Un eterno subir y bajar acarreos me comenzó a latear.
Foto: Jaime cerca de la cumbre. |
Nuestra ruta era totalmente diferente a los demás grupos que estaban en la zona, bueno, eso es característica nuestra, nos hacemos las cosas como los otros, buscamos dejar nuestras huellas perrunas en los cerros, obviamente sin poner en riesgo la integridad física de nadie. Sabíamos hacia qué punto debíamos ir, subir, bajar, remontar, acarreos, piedras gigantes que nos permitían saltar de una a otra y ganar tiempo y altura. |
Cada tanto una parada, conversar, opinar por donde seguir, nuevo consenso y partir de nuevo. Un traverse largo a medio cerro, a tantos el Lobo adelante, a tantos el Cocho, y de pronto pillamos a los primeros que habían salido antes. Casi no tenían experiencia, solo andaban “tentando estado físico y altura" como dijeron ellos, parecían milicos o marinos, eran de Valparaíso.
Ahora ya todo es un poco más plano. Ya han pasado varias horas desde que salimos, el otro grupo ya viene de vuelta pero sin haber hecho el cerro, no encontraron la metida al parecer. Intercambio de palabras y “palante” de nuevo.
Foto: Cumbre del Cerro Gloria. |
Me quedo un poco atrás y voy conversando con los supuestos marinos-milicos, hasta donde comienza el acarreo que al parecer lleva a la cumbre. Ha pasado la hora y debo decidir, sigo o me quedo, se me hace que falta mucho todavía, el acarreo se ve pesado ¿y si quedara poco? ¿me quedaré sin la cumbre? noooooo!!
Sigo, me siento bien, muy bien. Me han sacado ventaja y ya van bien encumbrados, apuro el paso, la roca me gusta, me siento bien subiendo por ellas, en menos de 10 minutos alcanzo al Lobo y Hernández, en realidad esto se complica en la medida que sube, mucha piedra suelta que cae, además la inclinación aumenta en cada paso.
Foto: El equipo. |
Entre los tres continuamos y apoyándonos vamos saliendo hacia arriba, cuesta afirmar los pies que se resbalan en las piedrecillas que cubren las rocas más firmes. A la vez que subimos la pendiente del terreno declina un poco, y la vista se va tornando muy linda, mezcla de nubes, cerros altos, valles, sol, etc. Adelante el Cocho y el Lobo nos llevan varios metros de ventaja, la ruta va hacia la derecha, nada que ver con lo que yo pensaba. |
Una precumbre, otra antecumbre y otra, yaaaaaaaaa basta quiero llegar!!. A la izquierda un precipicio de varios cientos de metros, a la derecha casi plano. Una preciosa vista de los cerros argentinos de todo tipo, y el Aconcagua tapado por las nubes, mala suerte.
Soy el último, ya estoy cansado, me queda poca agua, y de pronto siento los gritos, no los veo, llegaron, menos mal. Me doy ánimo y apuro el paso, ahora los veo, ahí están. Un palo parado indica la cumbre, estamos todos, emoción, alegría, fotos, abrazos, una más, pero ésta es diferente, ya tengo 65 años y sigo disfrutando de la naturaleza y todo esto que nos da “gratis”.
Autor: Jaime Wastavino.
"Daniel le veía perpetuamente en cuclillas en alguna pared norte, aguantando las tormentas, y los terrores de las grandes caras, con un ojo desdeñoso dirigido a sus dioses malignos. No me pueden hacer pasar más hambre, les diría, de las que siempre he pasado, ni causarme más dolor, del que siempre he sufrido, ni hacerme más solitario. Y allí se quedaría para siempre..."
Roger Hubank.