Nevado Vicos
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Antes de los 30 nunca me llamó la atención viajar a subir montañas fuera de Chile. Estaba muy metido en la exploración de los cerros de mi propio país, y no tenía mayor interés en viajar afuera, a pesar de ver como en todas las ramas universitarias, siempre después del Plomo y el San José, venían los viajes a Bolivia y Perú. Eso no significa que no quisiera hacerlo, pero tampoco quería que pasara lo que veía en las mismas ramas y clubes donde tenía amigos; que después de hacer un viaje casi todos se daban por satisfechos y nunca pensaban en volver o en nuevos proyectos, eso me sonaba a un montañismo “por cumplir”, donde solo vas tachando lugares de un listado que muchos consideran clásicos, solo porque los montañistas chilenos los han visitado reiteradas veces a lo largo de las últimas décadas.
Yo si quería ir a esos lugares, pero no para tacharlos de una lista y poder decir “yo también estuve ahí”, quería encontrar motivaciones más potentes que me hicieran alejarme de las montañas de casa. Me había propuesto escalar, recorrer y explorar solo en Chile hasta los 30, y después, bueno, después veríamos que pasaba…
Subí muchos cerros, asimilando un estilo que me hiciera sentir feliz y motivado, con un excelente grupo humano a mi alrededor, vinieron las rutas nuevas y los primeros ascensos, siempre atentos a no perder la motivación por las cosas simples y sencillas, a no volverse loco con las emociones que te dan las rutas técnicas y olvidarse de lo lindo que es hacer un trekking relajado, recorrimos lugares que llevaban décadas sin ser visitados, nos metimos al glaciar Juncal Sur, al Esmeralda, a las montañas de la VI Región, y un largo etc., hasta que el 2011, con 31 años, me acordé de mi auto promesa y decidí partir a tierras lejanas…
Hoy estamos en el 2019, y en mi cuarto viaje a Perú, mirando la pared sur del Nevado Copa por si aparece una línea que no tenga 80% de riesgo de caída de un serac, pienso en todos los lugares que he podido visitar, y todas las personas que he podido conocer desde aquel lejano 2011 donde viajé por primera vez a Argentina, país que visité en cuatro oportunidades más, entre Patagonia y su cordillera central, más otros ocho viajes repartidos equitativamente entre Bolivia y Perú, y hasta un viaje a las montañas del Alto Atlas, en un país tan lejano y diferente como Marruecos. Me sentía muy pleno metido en un lugar recóndito de las montañas peruanas, a pesar de no encontrar una línea que me pareciera muy segura, de todas formas, estábamos aquí y aprovecharíamos de ascender el pequeño y hermoso cerro Vicos.
Foto: Observando la Pared Sur del Nevado Copa. |
Habíamos partido de Huaraz en las clásicas “combis” o furgonetas que van a Yungay, y nos habíamos bajado en Marcará, para tomar un colectivo rumbo al pueblito de Vicos, donde nace la aproximación a la laguna Legiacocha, campo base para el nevado Copa y el cerro Vicos.
La aproximación es linda pero bastante larga, casi 1.700 metros de desnivel en un recorrido bastante extenso, algo calurosa en un comienzo después pasa por unos bosques bastante bonitos, hasta salir a la parte alta y en interminables zigzags ganar altura hasta llegar a la laguna, o cerca de ella, en un punto donde varias ruinas de construcciones de piedra (no arqueológicas) permiten instalar un campamento muy, pero requete muy cómodo.
Foto: Campo Base con el Nevado Copa como hermoso telón de fondo... |
Desde ahí teníamos hermosas vistas de las montañas de la zona, el lugar era muy agradable, y a pesar de que el Vicos es una montaña muy sencilla, estaba muy feliz y tranquilo de estar ahí, pensaba que había sido una buena idea usar los días que nos quedaban para conocer este lugar, subir otro cerrito, y poder estudiar bien la pared sur del nevado Copa, aunque a la vista de los sucedido con los argentinos en el nevado Caraz, no había mucho ánimo de meterse en rutas complejas, además que mi cordada estaba bastante resfriada y no se sentía en muy buenas condiciones.
Pasamos una buena noche, y con las primeras luces del día partimos al Vicos. Agarrando senderos, pircas y cualquier cosa que pareciera indicarnos el camino, ganamos altura por terrenos pedregosos hasta llegar a los clásicos slabs de roca lisos que quedan producto de los retrocesos glaciares. Sin mayores inconvenientes llegamos a la base del casquete glaciar, donde me puse a esperar a “Parrita” que venía bastante abajo.
Cuando llegó, nos pusimos crampones y todo eso para afrontar el último tramo hasta la cumbre, que parecía, y estaba, bastante cerca. Comencé a “cramponear” con buen ritmo, la nieve estaba perfecta, decidí tomar una subida algo más empinada, y con alguna travesía algo expuesta llegué al filo desde donde empecé a subir fuerte y derecho en dirección a una cumbre que se veía muy estética y fotogénica, por su caída vertical al lado sur, y su forma puntiaguda y estilizada. Mi compadre se había quedado bastante abajo, pero lo sentía patear nieve, así que sabía que venía en camino.
Foto: Laguna Legiacocha vista desde las pendientes del Nevado Vicos. |
Llegar al filo me permitió ganar una hermosa visual hacia el sur, donde veía las caras norte de los nevados Urus, el este, el central y el oeste. Recordaba sus cumbres y la vista que tenia de ellas en el que fue mi primer viaje a Perú, un ya lejano año 2013, más al sur se veían también las impresionantes moles del Ranrapalca y Ocschapalca, y muchos otros cerros más.
Fui ganando metros mientras el filo se angostaba, las nubes cubrían el cielo de manera parcial y corría algo más de viento, pero en general era un día muy agradable para “cumbrearse” una montaña.
Me acerqué de a poco a la parte más angosta del filo, me aseguré que no hubiera cornisas al lado sur, para así poder caminar tranquilo, subí un tramo algo más empinado y llegué a lo que desde abajo parecía ser la cumbre, pero como siempre, faltaba un poco más, el filo continuaba casi plano algunos metros más al oeste, así que continué buscando los que parecía el punto más alto, algo difícil de encontrar en un filo tan parejo, pero cuando me di cuenta de que comenzaba la bajada hacia el portezuelo que separa el Vicos del Copa, me devolví unos metros y me paré en la cumbre…
Foto: En la cumbre del Nevado Vicos. |
Alegría tranquila, nada muy eufórico, por muy lindo que fuera el cerro era una ascensión sencilla, las vistas eso sí, maravillosas como siempre en estas montañas. Aproveché de sacar hartas fotos mientras esperaba a “Parrita” que no pensaba aparecer.
Después de un rato me dio frío, quería esperar a Andrés porque sabía que era su primer viaje a Perú y quería que llegara a la cumbre, pero estaba bastante helado. Decidí devolverme hasta el borde del filo donde podría mirar para abajo y ver si venía o no, pensando que quizá se podía haber devuelto.
Me asomé y lo vi, bastante abajo, recién comenzando la subida al filo y aun ritmo de “resfrío” bastante tortuoso. Estaba helado, pero en ningún caso me estaba congelando -todavía- así que decidí esperarlo y sacarle unas fotos mientras ganaba metros.
Foto: "Parrita" poniendole bueno... |
Se demoró bastante, pero por suerte el viento se había transformado en una leve brisa y el clima estaba bastante agradable, caminando como “zombi” se asomó a la cumbre que pudimos disfrutar juntos.
Alegría definitiva, dos cerros, un viaje bastante exprés de poco más de una semana, sin inconvenientes y todo muy fluido. La bajada fue tranquila hasta las carpas, donde llegué tan animado que me puse a buscar tronquitos para una fogata.
Foto: Comenzando la bajada. |
Esa sería nuestra última noche en las montañas, al día siguiente bajamos a Huaraz, donde nos encontramos de nuevo con Gina Alvarado con quien habíamos compartido cervezas e historias antes de subir, fuimos a conocer las ruinas Chavín para sacarme la espina que sentía de haber realizado cuatro viajes y no haberle dedicado un día a conocer un poco las hermosas ruinas arqueológicas que hay por las cercanías de Huaraz, y después enrumbamos una vez más de vuelta a Chilito, a descansar un poco antes de pensar en los proyectos que vienen.
Y eso jué...
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
"Dos caminos se bifurcaban en un bosque, yo tomé el menos transitado, eso ha marcado la diferencia..."
Robert Frost.