Volcán Planchón
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Enero del 2010 y recibí la invitación de integrantes del Club Andino Cipreses, de la VI Región, para integrarme a un grupo que intentaría el volcán Planchón. Después de pensarlo un rato decidí aceptar, sería bueno cambiar un poco de aire.
Tenía que estar muy temprano en San Fernando, para conocer a este grupo de personas con las cuales compartiría un fin de semana de montaña, por lo que me tuve que levantar muy temprano y partir al terminal en radiotaxi.
Estando ya en el terminal compré un pasaje y me fui durmiendo hasta pasar por Rancagua, ahí llamé a Waldo, mi contacto, con quién me había estado organizando y quedamos de acuerdo en que me recogerían en el cruce de la carretera con San Fernando.
Allí nos encontramos, conversamos un rato y partimos a buscar a los otros dos integrantes del equipo. Mientras ordenaban las cosas en la camioneta los miraba y me alegraba estar ahí, personas sencillas, mayores que yo, muy simpáticas y amables, con equipamiento muy sencillo, como el que yo usaba cuando comencé a subir cerros, pero más que suficiente para una ascensión como la que teníamos planeada.
El viaje hacia las lagunas de Teno se hizo bastante largo, pasamos a comprar algunas cosas en el camino y a tomar desayuno en la localidad de "La Montaña". El camino de tierra era muy sinuoso, pero nos regalaba unas vistas preciosas de la cordillera de la zona, que yo no conocía, lo que me hacía disfrutar mucho más del momento.
Luego de varias horas de viaje, a media tarde llegamos a la laguna de Teno, caminamos un poco hasta el borde del agua, la vista del Planchón como telón de fondo de las tranquilas aguas era hermosa.
Rato después comenzamos a caminar en dirección al volcán, como me adelanté un poco me detuve a esperar a mis compañeros solo para ver que iban por delante, habían pasado por otra parte mientras los esperaba y no los había visto.
Apuré el paso para alcanzarlos, lo que logré al comenzar la subida final hacia el hito fronterizo, no sin antes fotografiar y filmar el espectacular entorno, el sol en el horizonte iluminando las aguas del lago, mucho más grande de lo que yo pensaba que era, todo muy agradable y motivante.
Cuando alcancé a mis compañeros el viento ya golpeaba fuerte, muy fuerte de hecho, por lo que hubo que abrigarse y aprovechar de tomar algo caliente, la vista hacia el norte me alegró con una grata sorpresa, la visión del volcán Palomo, Sierra del Brujo y glaciar Universidad, escenario de un gran proyecto que tenemos en la zona.
Llegamos para armar campamento sin sol y con mucho frío, el viento soplaba con mucha intensidad en el lugar donde nos acomodamos, sin embargo, la vista era de esas que no se olvidan, mucho más cuando en la noche la luna lo iluminó todo todo todo, ¡notable!
Nos juntamos todos en una carpa a comer, tomar once y compartir en un ambiente muy distendido y relajado, muy cargado a la talla y a las historias de otras ascensiones.
Me limité a escuchar las divertidas aventuras de mis improvisados compañeros, no suelo salir a la montaña con gente que no conozco, pero esta vez hice una excepción por ser un cerro fácil, y creo que no me equivoqué.
Algo muy bonito en el montañismo es precisamente conocer gente, no solo montañistas, sino también arrieros, mineros… tanta gente de la cual uno puede tomar tanto y que piden tan poco a cambio, y ahora, compartiendo la carpa con estas personas me sentía muy relajado, tanto que ni siquiera pensaba en la ascensión del día siguiente.
Pero amaneció y a lo que vinimos, a subir el volcán. Partimos ya con luz día, la primera parte es de poca pendiente entre neveros y acarreos secos hasta llegar al punto desde donde hay que comenzar a subir directamente hacia el cráter, el terreno es de lo más malo, arenoso, blando, una lata, la visual lo compensa todo, con la salida del sol todo se veía espectacular, no había ninguna nube en el cielo, con un día así, no hay excusa para no llegar a la cumbre.
Esperé a mis cordadas un momento, nos juntamos y pasaron arriba, llegaron a un punto que desde abajo parecía cumbre, pero estaba claro que no era, en ese lugar nos volvimos a reunir, quedaba una subida por una especie de filo rocoso, se veía bien, pero al parecer mis compañeros no pensaban igual, en ese punto decidieron regresar.
Les pregunté si estaban de acuerdo en que yo siguiera, quería seguir ya que no se veía nada del otro mundo hacia arriba y además no quería comenzar el año con un rebote, me dijeron que ningún problema, que siguiera, les aseguré que subiría lo más rápido que pudiera.
Así partí, continué por el filo que tenía una que otra pasada rocosa sin dificultades, trepes varios en roca mala, pero era mejor que las partes donde había que subir por ese terreno de arena suelta, que a su vez era peor que subir por nieve blanda ¿se entendió? No importa, así que intenté mantenerme lo que más podía por las rocas.
Avancé rápido, miraba hacia arriba y pensaba “ya estamos”, pero la subida se alargaba y se alargaba, tanto que comencé a latearme un poco, paré a descansar y comer algo, la vista era increíble, las lagunas de Teno como telón de fondo, me imaginaba en kayak navegando por ellas, aunque primero tendría que comprarme uno…
Después de animarme un rato continué, logré salir al cráter para ver el hermoso espectáculo que me esperaba, al fondo el volcán Peteroa, y entre ambos un cráter que emanaba grandes columnas de humo sulfuroso. El cráter es un filo angosto de roca podrida y tierra, me imagino una gran erupción hace miles de años que desintegró tres cuartas partes de los que debe haber sido este cono volcánico, dejando solo una muralla, que desde abajo pareciera ser amplia y como casi todo volcán circular, pero al salir arriba uno se da cuenta del tipo de terreno.
Recorrí el filo en ambas direcciones, desde mi punto de salida hasta donde pude, buscando algún tipo de testimonio, cajita de cumbre o lo que fuera.
En el que consideré el punto más alto de los diversos torreones tomé algunas fotos y filmé el panorama, estaba muy contento, pero decidí bajar luego a un lugar más estable, ahí tomé algunas fotos más, otro poco de video, medité un rato y comencé a bajar, ya que había prometido a mis compañeros demorarme lo menos posible.
Me fui derecho hacia abajo, no bajé exactamente por donde subí y terminé pasando por algunos acarreos bastante empinados y no muy agradables, pero de una u otra forma fui acortando la distancia con el campamento, que, gracias a la carpa naranja de mis compañeros, era visible desde bastante lejos.
Avanzaba y avanzaba y no veía movimiento en las carpas, pensé que estarían adentro descansando, a veces confundía piedras con personas, soy bastante piti y eso me juega malas pasadas. Recorrí inquieto los últimos metros hasta el campamento, solo para darme cuenta que no había nadie en las carpas. El viento azotaba las carpas con fuerza, me saqué la mochila, tomé algo de jugo y me puse a mirar el cerro a ver si lograba ver algo, esperé unos minutos, comencé a pasarme rollos, ¿un accidente?, pero como, son tres y el terreno no es difícil, me puse en las peores situaciones que se me ocurrían y traté de buscarles una solución, cuando tuve mis planes A, B, C y D listos, decidí esperar un poco antes de salir a buscarlos.
En eso estaba cuando divisé unos puntos en los neveros más alejados, ¿Serán piedras?, tuve que seguir esperando a ver si se movían, cerrando los ojos para tratar de enfocar, después de unos minutos ya no tuve dudas, soy piti pero no tanto, eran ellos, venían siguiendo mis propias huellas, de todas formas no entendía de donde venían para haberse demorado tanto en llegar al campamento, más que yo en subir y bajar de la cumbre, de echo pensé que quizá habían decidido subir a la cumbre también, y como yo me había desviado un poco en la bajada no nos habíamos topado. Nada de eso, al llegar a las carpas me contaron que se desviaron en la bajada y terminaron bastante lejos, casi en la laguna, debiendo subir bastante para recuperar el camino etc. etc., una historia bastante más larga, pero lo importante es que estaban todos bien.
Reunidos ya, y después de comer y beber algo, desarmamos todo y emprendimos el regreso, este se desarrolló sin inconvenientes, muy tranquilos hasta la camioneta, algo largo se nos hizo a ratos, yo tratando de apurarme un poco ya que debía volver a Santiago ese mismo día.
Llegamos a San Fernando ya oscuro, me bajé rápido para preguntar en el terminal sin había pasajes, nada, mis compañeros me llevaron a un cruce que no recuerdo como se llama dónde puede tomar un colectivo a Rancagua, a ver si ahí tenía más suerte. Estaba justo en la hora, los últimos buses a Santiago desde Rancagua salen tipín 23:00.
Llegué al Terminal de Rancagua, me bajé raudo y con la poca agilidad que me quedaba enfilé al terminal con escasas esperanzas la verdad, pero al entrar el típico “Comparito va a Shantiago” me alegró como nunca antes.
Ya arriba del bus me vino el relajo del trabajo hecho, la experiencia del fin de semana súper buena, lo pasé bien, disfruté el cerro, compartí con personas muy agradables, y a pesar del cansancio me sentía recompensado por todo eso.
La parte fea, bueno, siempre hay algo de eso, llegué a la hora del ñafle a Santiago, solo para ducharme, tirarme en la cama, dormir un par de horas y escuchar el maldito despertador… había que ir a trabajar…
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
"No hay arte exagerado, solo hay salvación en los extremos"
Paul Gauguin.