Volcán Peña Blanca
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Hacia finales del 2004 ya teníamos un pequeño grupo bien afiatado que se había ido formando poco a poco, desde finales del 2003; en aquellos tiempos nos juntábamos de manera recurrente en el Bar Bucaneros, frente al cerro Santa Lucía, a compartir y pensar en montañas; fue en una de esas juntas que el “Pelao Correa” dijo: “me gustaría hacer algo grande en febrero”, y yo le dije: “vamos al Ojos del Salado”, ese cerro es grande…
Lo dije medio en broma, pero al final fuimos. Fue nuestra primera experiencia en el norte, me parece que también el primer viaje largo que hacíamos con objetivos de montaña, fuimos en una camioneta Chevrolet Custom Deluxe C20 gigantesca, saliendo desde Santiago, y tuvimos problemas mecánicos y un montón de cosas más, pero fue un viaje maravilloso, no tuvimos buen clima y nos quedamos como a 6700 metros, pero fue un detalle, ahí fue cuando se abrió el gusto por los viajes de montaña.
En aquellos tiempos aun no era tan “ratón de biblioteca” en los temas de montaña, estaba recién comenzando a trabajar en Ciencia y eso se llevaba la mayor parte de mi tiempo, así que no conocía mucho de las demás montañas del sector, sus rutas y todo eso, fuimos solo enfocados en la montaña más conocida de la zona.
Creo que el mismo año volví al norte, aprovechando una invitación de mi amigo Norberto Alarcón al volcán Púlar. Era un viaje parte del proyecto aquel de dejar cajas de cumbre en los seismiles, en esos tiempos tampoco tenía idea quien era Andrónico Lucksic, así que acepté nomas. Fue un ascenso duro, que me dejo bien apaleado, y me hizo entender que el desafío en las montañas no está solo en lo técnico.
Foto: En panne, durante el viaje del 2005… |
Con los años supe de lo nefasto que era aquel miserable personaje y me dio lata haber participado de aquel proyecto de las cajas, pero ya estaba hecho, me quede con lo humano del viaje y lo bien que lo pase con mis compañeros, el tiempo me daría la opción de ir “limpiando” algunas cumbres como compensación…
Y esa fue mi interacción con las montañas del norte, después vinieron los viajes a las cordilleras de Perú y Bolivia, la Patagonia Argentina y Chilena, África etc. etc., pero del norte nada más, y aunque reconocía la particular belleza de los paisajes desérticos, simplemente nunca tuve grandes ganas de volver, hasta que se me dio la opción de regresar el verano del 2022, y sentí que era el momento…
La planificación del viaje fue tortuosa, del grupo original que me había invitado, por diferentes motivos no quedo nadie, y al final termine viajando con la persona que había invitado yo, para reemplazo de una de las primeras bajas, Marcela Backit, con quien no nos veíamos hace tiempo, pero que teníamos la experiencia de haber ascendido juntos el volcán Tupungato allá por el 2007…
Ella no se hizo problemas, yo tampoco, y nos fuimos pal norte…
Sabía que el viaje tendría para mi ciertos dejos de nostalgia, años atrás, cuando aún era parte de Andeshandbook, antes de que el proyecto se fuera al carajo, me habían invitado a viajar a la zona con buena parte de los gastos pagados; esa vez no quise ir por que tenía otros planes, pero básicamente porque siempre quise volver con el “Pelao Correa”, quien ha sido una de mis mejores cordadas y amigos durante todos estos años de viajes, y con quien planificamos aquel ya lejano viaje al norte del 2005, pero en los últimos años una rebelde lesión de rodilla lo alejo de las montañas, y se veía difícil la opción de volver juntos, así que decidí que era hora de avanzar.
En este viaje el Ojos del Salado era algo así como un último objetivo, Marcela ya lo había subido y para mí era más importante recorrer otras montañas del sector, y si todo se daba bien, igual le haríamos un intento.
Viajamos de madrugada directo de Santiago a la laguna Santa Rosa, como para aclimatar un poco, y por qué yo no la conocía. Fue un viaje largo, pero sin inconvenientes, llegamos como a las 22:00 a la laguna, que esta concesionada, y no pudimos evitar meter algo de ruido al armar la carpa, lo que molesto a un alemán que estaba acampando al lado; al día siguiente resolveríamos el tema con un encontrón que no paso a mayores por que el tipejo, después de “echar la foca” al ver la respuesta se metió adentro de la carpa. Lo busque en Laguna Verde pero no prendió, ya estaba más tranquilo, así que cerramos el tema ahí. Se salvo de que Marcela le sacara la cresta…
De Laguna Santa Rosa, que está en franco retroceso, nos fuimos a Laguna Verde, la llegada fue maravillosa, el temporal de días pasados tenía todo los cerros nevados hasta su base, había nieve incluso a nivel del camino, nunca vi tanta nieve en esa zona, además en la laguna solo había una camioneta intentando partir (le echamos una mano y se fue) y otras dos personas que andaban de paseo solo por el día, también venían de Santa Rosa, así que teníamos el sector solo para nosotros, y adornado con un manto blanco que le daba al paisaje una belleza fulminante.
Fue emocionante volver al lugar después de 17 años, toda una vida para mí, un suspiro para las montañas, que parecen no cambiar casi nada… me entro una Laguna Verde al ojo…
Foto: Cerro Laguna Verde reflejado en la laguna homónima… |
Foto: Cordillera Sundt vista desde la Laguna Verde, de izquierda a derecha se ven los volcanes Peña Blanca, |
Nos acomodamos y armamos un buen campamento, fui a ver como estaba la casucha que tiene un pozón termal adentro, donde me había bañado de joven, estaba limpia pero con el obvio olor a encierro, no me dieron muchas ganas de entrar la verdad, basura y escombros la rodean y está bastante derruida, yo la echaría abajo y dejaría el pozón al aire libre, pero las expediciones comerciales se apropian de ella y la usan de campamento, así que no creo que pase. De todas formas, hay dos pozones al aire libre mucho menos tóxicos y con una vista espectacular.
Ese día se nos fue descansando y disfrutando lo vacío que estaba el lugar…
Al día siguiente ya había más carpas que llegaron durante la tarde-noche, yo me sentía bien así que fui al Mulas Muertas mientras Marcela navegaba en SUP por la laguna, los días siguientes esperando que mi compañera aclimatara mejor, intente el cerro Laguna Verde, pero en el acercamiento me tope una quebrada gigante que no conocía y que me corto el camino, la del río Peñas Blancas, hermosos paisajes igual. Después, ante el hecho de que el lugar de campamento se había repletado de expediciones comerciales y ya parecía más feria libre que campo base de montaña, decidimos movernos e intentar un cerro más grande. Nos fuimos al volcán Peña Blanca.
Es un tema lo de las expediciones comerciales, que llegan con sus clientes y sus carpas comedor acaparando cualquier espacio útil, a veces sin saber comportarse, bueno, son clientes, no montañistas.
Había un tipo que ponía a volar un dron como a las siete de la mañana, y no sé si de idiota o de pajarón, o ambas, lo hacía pasar sobre las carpas, de verdad hacen más ruido de lo que habría imaginado. Reconozco que me reí bastante el día que se puso a lamentar fuertemente por que el aparato cayó en el agua. Al final creo que con Marcela éramos las únicas personas que no andaban con un “guía”, bueno, guía bajo el concepto chileno claro, donde hay escasa regulación en el tema. Espero no ver el día en que esta hermosa zona termine convertida en un circo como el del Aconcagua, lleno de cualquier cosa menos montañistas.
Nos fuimos de Laguna Verde para no volver…
Volcán Peña Blanca.
Nos devolvimos desde la laguna por el súper bien pavimentado camino que yo recordaba de tierra, hasta el desvió hacia el refugio Murray, si, Murray, no le pongan nombres de viejos chantas, se llama Murray.
En este punto nos metimos en la dirección contraria, norte, en busca de las huellas que nos dejarían a unos 4800 metros, en la base del volcán. Tuvimos que buscar un poco, pero en general le apuntamos bien, y no tuvimos mayores inconvenientes para llegar al lugar de campamento.
Técnicamente uno podría salir temprano de Laguna Verde para subir el volcán sin necesidad de armar un campamento, pero habíamos tenido problemas para echar a andar el auto en las mañanas, cuando aún está muy helado, y también queríamos arrancar un poco de un lugar de campamento tan masificado, además al llegar nos dimos cuenta de la formidable vista que teníamos, lo cual justifico por completo movernos a ese lugar, lo recomiendo fuertemente.
Foto: Hermosa visual desde el CB del Peña Blanca.. |
Armamos bien la carpa ya que igual es un lugar expuesto al viento, el cual por suerte nos trató muy pero muy bien, y disfrutamos del resto de la tarde hasta que llegó la hora de dormir.
Al día siguiente salimos temprano pero no tanto, al estar altos, el sol llega rápido a iluminarnos, así que cuando comenzamos a subir ya estaba claro y el día se perfilaba hermoso. Así pasaron las primeras horas, subiendo por acarreos, con un día soleado y casi sin viento, con unas vistas increíbles de la Puna de Atacama.
Llegando al primer tercio de la ruta yo había pensado desviarme de la ruta normal para conectar la arista NE, más cercana al cerro vecino (volcán Boris Kraizel) y ver la opción de hacer ambos, en este punto llegamos a la nieve y el terreno se puso más mixto, acá también Marcela decidió volver. Le dije que bajaba con ella, pero me dijo que siguiera, la bajada desde este punto era sencilla. Me dio mucha lata seguir solo, tenía muchas ganas de llegar a la cumbre con Marcela después de tantos años, pero como el terreno de bajada era fácil, y el día estaba increíblemente bueno, decidí continuar.
Desde acá la nieve se hacía presente en grandes cantidades, pronto llegue a una especie de terraza más plana, con mucha nieve, desde donde veía bien el inicio de la arista NE del volcán, y también podía ir mirando por donde ir al Boris Kraizel en caso de que me diera el tiempo. Conecté la arista en su base y después de comer algo y tomar juguito, partí para arriba.
La subida es sencilla, la nieve blanda la hacía más pesada, el día estaba soleado, pero a esa altura no muy caluroso, no había casi nada de viento salvo alguna ráfaga dispersa, en resumen, estaba todo dado para llegar a la cumbre, sentía que la montaña me recibía con una cálido “bienvenido”.
Subí hasta un punto que parecía la cumbre, pero ya sabía que no era, así que nada de sorpresas, el segundo promontorio ya no sabía si era o no era, así que al llegar igual me dio lata ver el pináculo final tan lejos, aunque después de la primera impresión me di cuenta que no era tan lejos, me deje de reclamar y partí para la cumbre.
Foto: La cumbre al fondo… |
Acá ya no había dudas, estaba en la parte alta del volcán con vista libre en todas direcciones, mire bien por si había otro punto que se viera más alto, pero nada, la cumbre es clara, no da lugar a errores.
Poco me demoré en llegar a la base del pináculo final, estaba completamente nevado, se veía hermoso, me sentía afortunado de encontrar el volcán en estas condiciones y no solo como un montón de acarreos sueltos, si bien el esfuerzo es mayor, lo hermoso del entorno y lo motivante de un terreno así compensan con creces el cansancio.
Subí rápido, al final la pendiente aumento un poco y traté de no ir tan relajado, salí a un filo y vi a los pocos metros una pirca de piedras no muy grande, ni rastro de caja de cumbre, alguien la habrá bajado tal vez. La verdad no moví ninguna piedra buscando nada, solo me aseguré de estar en el punto más alto, me senté, y di gracias por aquel día tan maravillosamente ideal para subir una montaña.
Foto: Últimos metritos... |
Saque hartas fotos, algunos videos, disfrute como niño las vistas en todas las direcciones, mire el Boris Kraizel y aunque tenía muchas ganas de ir, me iba a tomar al menos una hora más, no sabía si Marcela quería moverse de campamento, aún tenía dolor de cabeza y dormir a 4800 otra vez quizá no era buena idea, o si se iba a preocupar si me demoraba mucho, en fin, ante tantas dudas opte por bajar, me quede con las ganas pero en ese momento pensé que era lo mejor, no andaba solo y tenía que pensar de forma colectiva y no individual.
Baje, me desvié en la bajada, tuve que recuperar por sectores de acarreos sueltos, lo típico, hasta que divise la carpa y me fui directo a ella, la que parecía que no se acercaba nada a pesar de que bajaba y bajaba. Las dimensiones acá son diferentes, la inmensidad del paisaje me hacía sentir pequeñito.
Llegué a la carpa y todo bien, Marcela había llegado bien, conversamos un rato y decidimos quedarnos, no le complico, para mi mejor, desarmar y bajar con lo cansado que venía no era mi mejor alternativa, así que con el relajo a cuestas me prepare un choca moka para disfrutar la vista.
Foto: Cumbreando en la zona tras 17 años de espera… |
Al día siguiente desperté con la luz del sol, no quise desaprovechar la oportunidad de salir a tomarme un café con las luces del amanecer iluminando la puna, no hacía frío, no había viento, era todo demasiado perfecto. Después de disfrutar de manera intensa tanto el hecho de acampar en ese lugar, como del ascenso mismo, me sentí listo para partir en busca de los objetivos que teníamos para los siguientes días…
Fue un ascenso maravilloso.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“No te sientas cordillera, pues en la vida rutera, aquel que se cree muy grande, se pone al lado de los Andes, y es un enano cualquiera…”
Atahualpa Yupanqui.