Cerro Vicuñas

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  • Altitud: 6.070 msnm.
  • Ubicación: Cordón Foerster - Región de Atacama.
  • Fecha: Febrero del 2023.
  • Integrantes:
    • Fernanda Weinstein (Invitada)
    • Elvis Acevedo (P. Alpinos)
  • Ruta: Arista Norte.

Después de subir el Mulas Muertas y con la cordada todavía algo apunada, decidimos arrancar de Laguna Verde y su gente, y movernos al refugio Murray. Nuestra estrategia original de ir a instalar algunos campamentos altos estaba mermada por el dolor de cabeza de Fernanda, acampar a 4.800 o 5.000 metros no era una buena idea en estos momentos, así que tuvimos que adaptarnos, y pensamos que de 4.200 a 4.500 no era un cambio tan exagerado. Desde Murray podríamos pensar en algunos objetivos.

No teníamos contemplado en el plan original ir al refugio, ya que sabíamos que hace varios meses estaba ocupado por algunas personas de manera permanente; un amigo de Fernanda había tenido problemas, le habían pedido algo de propina y al no darla al parecer le rajaron dos neumáticos. Esas maravillas que nos perderíamos si viviéramos en Europa…

Pero el mismo amigo que había estado por la zona algunas semanas antes, nos sopló que los ocupas se habían ido. Así que partimos a Murray.

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Foto: Refugio Murray.

Llegamos y había un grupo de chicas que ese mismo día iban a partir al refugio Tejos; también unos brasileros con los que terminamos forjando una hermosa amistad estaban alojando en el lugar. Nosotros nos instalamos en el segundo piso, en unas literas con colchón muy cómodas para estar a 4.500 metros en pleno altiplano.

Nos acomodamos mientras conversábamos con el grupo de chicas, una chilena, una costarricense creo, y su guía argentina a la que yo conocía de redes sociales (Paula Godoy) todo en un ambiente muy agradable. Como era temprano, con Fernanda decidimos ir a mirar la ruta de acercamiento al cerro Barrancas Blancas, para que así entre subidas y bajadas de altura, fuera completando su etapa de aclimatación. Fue un bonito paseo donde creo que no le apuntamos bien a los caminos, ya que al parecer quedamos bastante lejos de la base de la montaña. Regresamos al refugio.

Cuando llegamos las chicas ya habían partido a Tejos y los brasileros andaban explorando un acercamiento diferente el Peña Blanca, así que descansamos un rato y optamos por seguir moviéndonos.
Fuimos a mirar la ruta de aproximación al Vicuñas.

Todo bien esta vez, le apuntamos a los caminos que no estaban en tan mal estado, y decidimos al día siguiente intentar el cerro. De vuelta los brasileros ya habían llegado, tuvimos una animada conversación, al día siguiente ellos partirían al Barrancas Blancas, luego de eso comer, abrigar el motor del “Tiburón” para que no fuera a estar muy helado en la mañana, y a dormir.

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Foto: “Tiburón” desde el punto donde iniciamos la caminata.

Despertamos temprano, estando en refugio todo el trámite de levantarse es bastante menos traumático que en una carpa. Nuestros vecinos de la planta de abajo se levantaron como dos horas antes que nosotros así que cuando sonaron nuestras alarmas ya estábamos despiertos hacía rato.

Vestirse, desayunar, ver si “Tiburón” partía sin problemas y a darle. A los pocos metros recordamos que no le habíamos sacado las mantas del motor. Sin comentarios.

Desde Murray seguimos el camino vehicular que va hasta el campamento Atacama, pero después de algunos kilómetros tomamos un desvío al oeste por una quebrada que nos permitió llegar a unos 4.700 metros si mal no recuerdo. Había huellas que seguían, pero nuestra política era subir lo que considerábamos decente, y no forzar tanto las subidas en auto.

El hermoso amanecer nos pilló equipándonos, y cuando comenzamos a caminar ya había bastante sol y un cielo limpio que auguraba una buena jornada.

Primero nos fuimos en leve travesía apuntando al portezuelo entre el Vicuñas y el Barrancas Blancas, entre quebradas y pedregales avanzamos tranquilos, y con el portezuelo a la vista -pero bastante lejos aún- comenzamos a subir derecho por la cara norte del cerro.

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Foto: Barrancas Blancas desde el Vicuñas.

La subida es por terreno bastante clásico de la zona; grandes acarreos de piedras, por esta vez, firmes, que nos permitieron ir ganando altura de a poco, aunque de manera bastante monótona. En la parte superior grandes planchones de nieve nos ayudaron a ganar terreno un poco más rápido, y en el último tercio la pendiente aumento bastante y el terreno se puso bastante incómodo a ratos.

Moviéndonos por aquí y por allá, buscando la mejor subida, me pasé a un espolón rocoso el cual seguí de manera directa hacia lo que pensaba que debía ser la cumbre, pero cuando llegué arriba me di cuenta de que estaba más atrás, que había que bajar unas decenas de metros y luego subir la última loma, en la cual se veían rastros de un claro sendero tapado en parte por la nieve. Ya soplaba bastante viento y una gran nubosidad local comenzaba a cubrir el Barrancas Blancas, y venía hacia nosotros.

Bajé rápido, no me di tiempo de latearme por la bajada, la cual no me esperaba, también quería que Fernanda, que venía más atrás, se diera cuenta rápido de que esta no era la cumbre.

En pocos minutos estaba en la hondonada hundiéndome en la nieve blanda, hasta que llegué al comienzo del sendero y empecé a subir otra vez. La subida era sencilla pero el día ya se había puesto muy helado, eran pocos metros, pero ya se me estaba haciendo largo, sin embargo de a poco llegué a la parte superior de la loma, y desde ahí me moví por roqueríos cubiertos de nieve blanda en dirección sur, buscando asomarme al punto más alto. Caminé unos metros por la cara este protegido en parte del viento, pero tuve que salir al filo principal donde el viento me llegó fuerte. Por este filo seguí en dirección sur buscando el punto más alto de esta gran loma nevada, cuando vi que el terreno comenzaba a bajar en dirección sur, supe que estaba en la cumbre.

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Foto: Fernanda cerca de la cumbre.

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Foto: La cordada en la cima.

Felicidad, frío y viento. Había mucha nieve así que no tenía ninguna intención de ponerme a escarbar para encontrar alguna caja de cumbre, solo me puse a sacar algunas fotos, tomar la altura, y grabar algún video mientras esperaba a Fernanda, la cual no se asomaba.

Cuando estaba comenzando a preocuparme la vi salir al filo y avanzar los últimos metros hasta la cumbre, su primera cumbre en la zona y aun no aclimatada. Felicidad al cubo.

Estuvimos poco, el Barrancas Blancas estaba muy tapado y las nubes ya llegaban a nuestra ubicación, sabíamos que era solo nubosidad local, todo el entorno a lo lejos estaba despejado, pero estaba muy ventoso y helado, y perder altura nos ayudaría a llegar a terreno más benigno.

Comenzamos la bajada, la primera parte la forcé un poco, bajar la loma, subir al otro lado, y pasar el sector más empinado y duro del acarreo, no quise parar antes de estar en terreno más amigable, Fernanda me siguió sin decir nada aunque la notaba cansada.

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Foto: Colores del desierto durante la bajada.

Ya en terreno más agradable paramos a comer algo, un poco más protegidos del viento por el espolón rocoso. Estaba plumillando levemente producto de las nubes que nos pasaban por encima, pero a la distancia veíamos todo soleado. Después de comer seguimos por terreno menos empinado donde pudimos bajar más rápido, la siguiente parada fue mucho más abajo, sin viento, sin frío, con solcito, y una visual hermosa hacia los valles del este.

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Foto: Compartiendo el “día después” con Renata, Carlos y Marcelo.

Desde acá todo relajado y fácil, el atardecer creando unas tonalidades maravillosas en las montañas vecinas, son todo un espectáculo los atardeceres en el altiplano.

Lo único malo es que pasamos de largo y tuvimos que subir como 200 metros en dirección al “Tiburón”. Con el cansancio que traíamos no fue tan divertido.

Después de la parte difícil del camino relevé a Fernanda en el manejo hasta el refugio, donde casi al mismo tiempo que nosotros venían llegando nuestros amigos brasileros Carlos, Renata y Marcelo, de un exitoso ascenso al Barrancas Blancas. Felicitaciones mutuas en un ambiente de montañismo de verdad, compañerismo y buena onda.

Fue un gran día.

 

Autor: Elvis Acevedo Riquelme.

 

“El alpinista es quién conduce su cuerpo allá, dónde un día sus ojos lo soñaron”

Gastón Rebuffat.