Volcán San José
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Subí el volcán San José el año 2004, con mis mejores cordadas de aquellos lejanos tiempos, Juan Carlos Caro y el “tata” Jaime Wastavino (ya era “tata” en esos tiempos…). Esa vez llegamos a la cumbre chilena, porque fue donde vimos un palo parado; la verdad creo que en esos tiempos no sabíamos que había una cumbre chilena y una internacional y todo eso, y no le dimos mayor importancia.
Con los años y aprendiendo más de montañas, y afinando también mi ética personal, asumí que algún día tendría que volver al volcán para subir al punto más alto, la cumbre internacional. Lejos de darme lata, encontré que era una estupenda excusa para volver a una montaña tan linda.
Febrero del 2020 y me encontré con poco tiempo para un viaje largo, pero algunos días para hacer algo por la zona central, y además preparándome para un viaje a las montañas de Kirguistán en julio, así que pensé en los cerros más altos de la zona central y obviamente recordé al San Pepe. Sus casi 5900 metros serian un buen entrenamiento para julio, y podría saldar mi deuda con la cumbre principal.
Prepare mi mochilita para partir solito, una modalidad a la que -debo reconocer- le he tomado bastante el gusto. No he realizado ninguna escalada difícil aun en solitario, pero en cerros sencillos he podido sentir las ventajas de moverme a mi ritmo y con total independencia.
Me tuve que levantar temprano, la micro que sale desde San José de Maipo hasta Baños Morales parte a las 06:00, y que bueno que llegue antes al paradero, porque en la práctica partió 15 minutos antes. El viaje tranquilo y somnoliento. Me baje antes del desvío a Baños Morales, me estire un rato en el paradero, y decidí -sin muchas ganas- comenzar mi caminata hasta el refugio Plantat, mi objetivo de ese día. Camine y camine, y como el destino es burlón, cuando me faltaba súper poco para llegar una camioneta que iba a Termas de Colina se ofreció a llevarme. Igual me ahorre un buen rato.
Desde “El Cabrerío” comencé a caminar bastante contento, el día despejado, pero aun frío a la sombra. Cuando me asome al valle de La Engorda me dio el sol y pare un rato a disfrutar del calor de ese solcito mañanero. Ese día subí tranquilo por un sendero que no recorría hacía bastantes años, disfruté los pasos recordando viejas ascensiones y viejos amigos. Es bueno vivir en paz con uno mismo.
Temprano llegue a Plantat; no había gente a esa hora, pero un cartel indicaba que un grupo había partido al C1 para realizar un porteo. En fin, cada uno en su estilo. Llegaron en la tarde, eran unos brasileros que andaban con un “guía” chileno que hablaba, hablaba, hablaba, y no paraba de hablar. Igual era simpático. En la tarde bajaron otras personas que parece venían de vuelta de un intento, y llego otra pareja de chicos creo. En resumen, bastante movimiento. En la tarde comida y alejarse un poco del refugio para disfrutar el entorno, y al sobre.
Desperté temprano para no subir con tanto calor, me despedí de los demás que ya estaban casi listos para partir también. Tomé el sendero ultra mega marcado y fui ganando metros con toda calma, al rato me alcanzaron los brasileros y los deje pasar para que me sacaran un poco de ventaja, eran muchos y por tanto difíciles de adelantar. A pesar de eso me los volví a topar más arriba en un descanso y esta vez seguí de largo.
Es difícil describir la sensación que tenía en esos momentos. El 2004 subimos el volcán completamente nevado, prácticamente cramponeando desde la puerta del Refugio, por tanto, nuestra estrategia aquella vez era partir muy temprano y acampar también temprano, para evitar meternos mucho en nieve blanda. Ahora estaba todo seco, así que básicamente no reconocía nada de lo que veía, era otra montaña completamente diferente, iba por senderos y buscando pircas de piedra que jamás vi la vez anterior, todo muy rocoso, muy seco.
En un rato llegue al sitio del C1. Estaban las carpas que habían porteado el día anterior el grupo que venía más abajo, pero era temprano aun, y encontré que estaban un poco bajos de altura, por lo que decidí descansar un rato y continuar la subida. En eso estaba cuando fueron llegando los brasileros y su guía.
Me despedí y seguí subiendo un rato más, hasta encontrar unas pircas que me parecieron buenas para quedarme. La visual se abría con la altura, se veía toda la cordillera central, un espectáculo que nunca me agota. Fue una buena marcha, podría haber continuado un rato, esa zona tiene muchas pircas, pero decidí que estaba bien por aquel día, quería comerme mi atún con choclo, mi carbonada y mis duraznos, así que me instale y disfrute con total soledad y paz el resto de la tarde. Un verdadero lujo en estos tiempos locos.
Foto: Atún con choclo y una tremenda vista; que más se puede pedir… |
Al otro día partí temprano en busca del último campamento. El camino ahora no era tan obvio en algunas partes, incluso termine metido en algunos sectores bastante erosionados. Me fui por el filo superior de la quebrada, no por el sendero que va por la parte baja, ambos son caminos marcados, pero al parecer el del filo se usa menos. Llegue a un sector con unas pircas espectaculares, grandes y sólidas, pero al igual que ayer era temprano como para pensar en quedarme ahí.
Se me perdió el sendero y no lo pude encontrar, así que subí directo por un acarreo del demonio, para tomar el filo más alto que se veía desde donde estaba parado, una subida horrible, por piedras sueltas y bastante parada, aunque cuando baje y di bien con el camino, tampoco lo encontré mucho mejor para la subida. En fin, salí a la parte superior y casi me tropiezo con la pirca que me estaba esperando, casi por azar di justo con el lugar del campo alto, a pesar de que subí por cualquier lado.
Me instale feliz, arme la carpa mega tranquilo y partí a buscar algún hilito de agua. Encontré unos neveros en una quebrada, baje un poco, el día estaba frío así que el deshielo era poco, aplique algunos conceptos de ingeniería y deje las botellas llenándose al lento pero constante goteo de la nieve fundiéndose.
Este campamento tiene una vista espectacular, y la cumbre que se ve tan cerca le da un toque especial. Fue una agradable tarde, pensé que los grupos que venían más abajo iban a llegar también, pero no llego nadie. Fui a buscar mis botellas y preparé las cosas para el día siguiente. Estaban siendo unos días muy reponedores en la montaña, me sentía feliz y tranquilo.
Foto: Campamento Alto. |
Día de hacer cumbre. Me apesta esa frase, la cumbre ya está hecha. Partí con las primeras luces. Según había observado, cuando en la mañana no había ninguna, pero ninguna nube, el día se mantenía despejado, pero si había una, aunque fuera chiquita, al mediodía la cumbre se tapaba. El patrón era claro, no fallaba. Cuando partí en la mañana las partes bajas del cerro estaban con bastante nubosidad, así que asumí que iba a tener un día no muy soleado.
Le di tranquilo por el sendero, tenía el cerro para mí solo. Fui feliz cuando me dio el solcito, no tanto cuando llegué al cruce del glaciar, que estaba con bastante hielo y yo sin crampones. Pase igual, con bastante maña fui buscando el camino. Salí al otro lado justo en la continuación del camino, y al rato ya estaba subiendo el cono final, hasta aquí un buen día, pero el viento comenzaba a soplar y supe que no sería una subida tan placentera como hubiese querido.
Ya en la pendiente final el viento me dio con todo, subía y subía, paraba y trataba de refugiarme un poco agachándome para descansar un poco de la sensación de estar dentro de una lavadora, o con un secador de pelo gigante soplándome encima, las nubes ya comenzaban a formarse en el cono final, quería sacar una foto bonita del cráter, la vez pasada llegamos a la cumbre en un día nuboso y extremadamente ventoso, estuvimos poco rato, además había olor a sulfuro, pero no parecía que hoy me fuera a tocar un día mejor.
Salí a la parte superior del cráter, vi el camino que va a la cumbre chilena y tome el desvío para rodear el cráter hacia la cumbre principal, el cráter se veía hermoso, pero había tanto viento que decidí no irme por el filo mismo sino bajar un poco para evitar el riesgo de que una ráfaga me enviara cuesta abajo. A estas alturas era una brutalidad la ventolera, no me dejaba avanzar, me daba en la cara, me sacaba el gorro, en algún paso más inestable me podía botar, caminaba un poco y me agachaba tratando de respirar un poco mejor, para continuar la pelea.
Fui ganando terreno, la subida final me dejo un poco más protegido, pero cuando salí arriba de nuevo me las vi de frente con Eolo. Llegue a un punto con una clara pirca, pero la loma que venía era evidentemente un poco más alta, no mucho, pero lo suficiente para que no hubiera dudas. Este tramo sin viento debe ser menos de cinco minutos de marcha, pero la ventolera infernal ya me tenía andando casi a punta y codo, así que claramente se me hizo bastante más largo.
Le di como pude, avanzando unos pasos y agachándome no tan voluntariamente de vez en cuando, hasta que llegué el punto más alto, donde la pendiente comenzaba a bajar hacia la cara sur del volcán, esa que se ve hermosamente glaciada desde el camino al Paso Nieves Negras. Estaba en la cumbre internacional del San José, el punto más alto del cráter, y al mirar atrás el punto del que venía, donde había una pirca y algunos despojos de testimonios, la diferencia en altura era clara, no dejaba lugar a dudas. Casualmente donde estaba no encontré indicios de ninguna pirca.
Estuve poco rato porque sencillamente sentía que en cualquier momento salía volando, así que bajé unos metros hacia el este para ocultarme un poco del brutal viento y tomar algunas fotitos y grabar un poco el paisaje. Ya entraban nubes altas, esas que cubren solo la parte final del cono; la bajada iba a estar helada.
A pesar de las condiciones disfrute el momento, la vista era espectacular; sin montañas que se acerquen a la altura del volcán, se adentra kilómetros y kilómetros en todas direcciones hacia lugares llenos de montañas, valles y sueños. Desperté de esos sueños y decidí regresar.
La bajada fue incomoda, principalmente porque ahora tenía el viento completamente de frente (viento oeste), así que ya no me empujaba, me frenaba, y me sacaba la capucha de la chaqueta, me tiraba piedrecillas, me zarandeaba para cualquier lado y un largo etc. Además, la nubosidad había aumentado bastante y ya me encontraba metido en una neblina que me daba unos cinco metros de buena visibilidad, así que me fui bastante atento a no meter la pata y equivocarme de camino.
Después de un tiempo que me pareció una eternidad llegue al borde oeste del cráter y encontré el sendero de bajada, así que me lance a velocidad luz tratando de perder altura lo más rápido posible, mis planes de ir a las otras cumbres del volcán tendrían que quedar para otra oportunidad. Ya plumillaba y hacia un frío de aquellos, tanto que se me congelo la manguera del camelback cuando trate de tomar juguito.
En la medida que bajaba las condiciones se ponían un poco más benevolentes, el viento ya no era tan fuerte y plumillaba menos, aunque la visibilidad no mejoraba, lo que no me importaba mucho porque ya iba en la parte donde el sendero es imperdible. Llegue al cruce del glaciar, se veía menos amigable que en la mañana para cruzar sin crampones, con menos visual y más tétrico por la neblina. Intente encontrar el mismo camino que seguí en la mañana, por plataformas de hielo planas que me permitieron avanzar con cuidado pero tranquilo, pero en la mitad llegue a un punto donde para llegar al otro lado solo se veía una pendiente de hielo duro y resbaloso, y una caída larga, así que baje a un poco hasta un afloramiento rocoso, y en un momento en que la niebla se despejo un poco pude ver algunas decenas de metros más abajo una línea continua de penitentes que atravesaba el glaciar de lado a lado. Por ahí el cruce seria seguro. Pasar por penitentes es muy sencillo, así pude llegar al otro lado del glaciar, subir un poco para retomar el sendero y lanzarme en picada hacia el campamento. Tenía hambre.
Llegué a la carpa y me encontré bastante gente de los grupos con los que había compartido en Plantat, se habían tomado un día más para llegar al campamento alto para dividir el esfuerzo supongo, y aclimatar. Conversamos un rato, les indiqué donde podían sacar agua y me fui a estirar un poco y comer algo. El resto de la tarde lo gaste en leer (Los Renglones Torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena. Buen libro) comer y relajarme, el trabajo estaba hecho, subí la cumbre que me faltaba del San José, en una subida con poco equipo, trasporte público, y sin ningún tipo de inconveniente. Cero tema con la altura, que en ese momento era lo importante por mis planes para Julio, que al final se suspendieron igual. Me sentía conforme. Las nubes se disiparon como para sacarme pica, pero pude disfrutar un hermoso atardecer.
Al día siguiente los otros grupos fueron a la cumbre, les debe haber tocado hermoso, no había nubes en la mañana por lo que imagine que no iba a nublarse en todo el día, y así fue. Me dio envidia, y no de la sana.
Después de perderme un buen rato entre piedras y morrenas por venir pajareando, llegue a Plantat a media tarde, y lo disfrute para mí solo todo el resto del día. Me terminé mis choclos con atún, metí las patas a la poza de agua, me dormí alguna siesta en el pastito etc. etc. Descanso merecido en ese hermoso refugio que no visitaba desde hace tantos años.
Hice cálculos. La micro de la mañana se devuelve desde Baños Morales a San José como a las 07:30, así que tenía que madrugar bastante para alcanzar a tomarla, lo que al final no logre. Baje de Plantat aun a oscuras, y cuando llegue al valle de La Engorda ya estaba aclarando, camine lo más rápido que pude, pero cuando llegue al camino principal asumí que iba atrasado para tomar la micro, así que me relaje y continué la bajada más tranquilo. En Baños Morales me puse a un costado del camino a estirar el pulgar y al poco rato una simpática pareja de chicos que venía de las Termas de Colina me pego el aventón hasta San Pepe, y de ahí a dormir a mi camita. Buena aventura.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
" Cree lo suficiente en lo que haces, como para que no te importe lo que piensen los demás..."
Mark Twight.