Cerro Rotario
|
¡Que buen fin de semana! pensaba, mientras bajaba de la cumbre del cerro Puente Alto en dirección al Paso Piuquenes, para acometer el último objetivo del día, el cerro Rotario.
Estaba siendo un fin de semana genial, con un primer día muy relajado, donde aparte del cruce del río Yeso que estaba algo torrentoso, no habíamos tenido ninguna dificultad, salvo encontrar un buen lugar para poner la improvisada parrilla.
Mis acompañantes eran Cecilia Martínez, amiga del Club Alemán Andino, con quién habíamos estado hace un par de semanas en las cumbres del Marisemberg y la Punta Equivocados, y su cordada de intento de vivac, Constanza Jara, montañista muy simpática a quién tuvimos el gusto de conocer en esta salida.
Foto: El grupo en el campo base. |
Los otros dos, bueno, que puedo decir de ese parcito, Jaime Wastavino y Juan Carlos Caro, cuantas aventuras y desventuras con esos dos seres, cuantos recuerdos desde aquel ya lejano 2003 cuando hicimos nuestra primera cumbre juntos, el Mirador del Morado. Recuerdos que me trasladan a un escape al límite en un intento invernal al volcán San José, un vivac improvisado en el Alto de los Bronces, un viaje a Bolivia frustrado por la burocracia, una caída, un edema pulmonar, muchas cumbres, muchos intentos, muchas rutas nuevas, muchas cervezas… lo típico. |
Y bueno, Christian Quezada, postulante al grupo a quién no conocíamos en persona ya que las salidas del G.A.M rara vez se cruzan con las del G.T.M, pero esta vez lo llevamos, y fue un acierto, ya que llevó comida que alcanzaba para todos, con lo que se ganó el cariño inmediato del grupo.
Ese día sábado Cecilia y Constanza ascendieron una primera cumbre más cercana al campamento, en la cual encontraron testimonios, pero no un nombre del cerro, al menos la descartaba como el perdido cerro Quilpué.
Eso mientras Christian y Jaime reconocían terreno, y Juan Carlos y yo, pataneabamos en el campamento, tomando cerveza sin ninguna vergüenza.
Ya oscuro, además de comer y tomar, esta vez té y café, Constanza nos dio una buena clase de estrellas, constelaciones, e historias de nombres galácticos.
Foto: Constanza llegando a la cumbre del Rotario. |
Al sobre nos fuimos relativamente temprano (creo), y nuestras valientes compañeras dejaron el vivac para otra oportunidad y se repartieron en las carpas. Dormí bastante bien, de hecho, creo que duermo mejor en la montaña que en la ciudad, lo que no impidió que me diera mucha lata escuchar de la otra carpa, "Cochoooooo, las 04:00", de voz de Jaime. Pero a pesar del sueño tenía muchas de ganas de empezar a caminar luego, no hacía frío, y el salir temprano nos permitiría abordar los objetivos con más tiempo y calma. |
Desayunamos huevos (gracias Christian), nos preparamos y partimos. La marcha es por un sendero ultra mega híper claro y fácil de seguir. Para variar un poco la Ceci se adelanta, con Juan Carlos vamos conversando, no me acuerdo bien de que, de mujeres seguramente. Jaime y Christian andan por ahí, más adelante, pero los pillamos en algún descanso.
Toda la subida es muy sencilla y tranquila, algo de frío a ratos en los dedos de las manos. El aclarecer trae consigo hermosas vistas, como siempre en la cordillera. Cuatro horas después de salir de las carpas estamos en la primera cumbre del día, el cerro Puente Alto.
Bueno, mi relato debió comenzar aquí, ya que quedamos de acuerdo con Jaime de que el escribiría el Puente Alto y yo el Rotario, pero no caché como conectarme al Rotario sin al menos mencionar lo agradable del primer día, y toda la primera parte de la subida al Puente Alto. Cosas gramaticales.
Así pues, estando en la ventosa cumbre del Puente Alto comenzamos a bajar en dirección al Paso Piuquenes, que me imagino se llamará así por el pajarraco ese, del cual no vi ninguno.
El grupo se juntó de nuevo aquí para sacar algunas fotos, comer algo, fumarse unos puchos y partir al Rotario que se veía bastante más cerca que el Puente Alto. Pensamos en demorarnos unos 30 minutos a la cumbre.
Cecilia ya había ascendido el Rotario en una salida que no puedo dejar de mencionar en este relato ya que son indisolubles (que no se pueden disolver), cuando en marzo del 2009, junto a Álvaro Vivanco, Eduardo Atalah, Beatriz Delgado, Gabriel Muñoz, Ulli Sander, y la misma Cecilia, habíamos llegado a Termas del Plomo para hacer un asado de hamburguesas tipo carne molida, y al día siguiente nos repartimos en las cumbres del Puente Alto, Rotario y Gastón Norte. Todos buscando el cerro Quilpué, que aún no encontramos.
Foto: Cony, Ceci, y JC, en la cumbre del Rotario. |
De vuelta en Santiago Eduardo y Beatriz, hicieron un gran trabajo encontrando a Don Fernando Rouliez, primer ascensionista del Rotario y el Puente Alto, llamando a todas las personas con ese apellido en la guía de teléfonos, preguntando si en casa vivía alguien que alguna vez hubiera subido unos cerros en Termas del Plomo. Menos mal que eran pocos los Rouliez, si es González todavía estarían llamando... En esa oportunidad Don Fernando los recibió en su casa, explicándoles los detalles de la ascensión y el origen de los nombres de ambos cerros. |
Después del minuto cultural prosigo:
Caminamos desde el Paso Piuquenes y en pocos minutos estábamos en la base de la placa final. Juan Carlos trepó por la arista norte, Cecilia y Constanza por el centro cargadas a la izquierda, yo por el centro, pero cargado a la derecha aprovechando una especie de diedro descompuesto.
Jaime se quedó ayudando a Christian que es más nuevo en estas cosas y que después decidió esperarnos abajo, con el Puente Alto podía darse por satisfecho para una primera salida por estos lados.
Cada uno subió por su lado, nos juntamos todos en la cumbre y se vinieron las celebraciones, abrazos, fotos, videos, todo en un espacio bastante reducido ya que la cumbre es bastante expuesta, vertical por el oeste y muy filuda, por lo cual no es bueno estar mucho rato sentados en ella.
La vista, igual a la de la cumbre del Puente Alto, pero más al norte, era muy motivante, el Nevado Piuquenes, la cara norte del Marmolejo, los valles argentinos, y por ahí, en alguna parte... el Quilpué...
Cuando las piedras filosas hacían más daño del tolerable comenzamos a bajar (todos decían que el viento, la hora etc., pero yo sé que era por las piedras), con bastante cuidado por la placa, ya que por sencilla que sea un descuido y una caída podía tener malas consecuencias.
Llegamos al comienzo de la placa y el resto de la bajada al campamento fue volar, nos topamos un par de personas haciendo trekking, un par de toros -uno bastante agresivo- hartas vacas, un par de pájaros, y muchas piedras. Ya en el base se vino el chapuzón en el estero helado para no tener tan mal olor, desarmar las cosas y bajar a los autos.
¿Se acabó la historia?, no, quedaba lo mejor, o lo peor no sé, el cruce del río Yeso tuvo lo suyo, venía muy caudaloso por la hora, cruzamos en filita, agarrados unos de otros, menos mal porque Jaime casi se nos va, debe ser de los peores cruces que he realizado, y aunque los ríos no son lo mío, he hecho muchos, ya que siempre están entre los cerros y uno.
Pasamos el río, y ahora sí, fin de la historia...
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
"La auténtica meta no es alcanzar la frontera más lejana, sino una perfección que no conoce ningún límite"
Rabindranath Tagore.