Cerro Róbalo
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El Róbalo es algo así como el eterno olvidado de los Dientes de Navarino, no porque este muy escondido, es completamente visible desde Puerto Williams, ni por que sea una ascensión complicada, sino simplemente porque -hasta ahora al menos- su ruta de ascenso quedaba relativamente apartada del ya famoso circuito de trekking, y quizá apartada tampoco es la palabra adecuada, a trasmano podría ser la expresión correcta.
Información del cerro hay poca, como de casi toda la zona cuando no se busca el trekking y se buscan ascensos, pero siendo un cerro tan cercano a la ciudad es esperable que sea ascendido con relativa frecuencia, aunque no queden muchos registros de ello.
Antecedentes de una ruta existen en internet, que parte desde Puerto Williams, y que para quienes tengan como objetivo hacer solo el trekking, implica usar tiempo y recursos extra, por lo mismo, poder subir el cerro desde alguno de los campamentos habituales del trekking era una buena idea, aunque implicara agregar un día más al itinerario.
Cuando nos acercábamos a la laguna El Salto, el día uno del Trekking a los Dientes de Navarino, en ese largo traverse antes de la bajada final, fuimos mirando todo el tiempo las opciones de subir el cerro desde aquel campamento, eso, más una rápida revisada a las fotos cuando ya estábamos instalados, nos hizo decidirnos por al menos hacer un intento.
Foto: El Róbalo es visible durante casi todo el primer día de caminata hasta la laguna El Salto. |
Despertamos algo tarde y el día estaba un poco inestable en lo climático, pero tipo 10:00 de la mañana decidimos partir igual. Lo primero fue bordear la laguna el Salto hasta su desembocadura y desde ahí comenzar una bajada directa hacia la laguna Palanchique, por terreno sencillo de pastizales húmedos.
Una vez abajo bordeamos nuevamente la segunda laguna, siempre en dirección al Róbalo, esquivando zonas de troncos muertos producto de la actividad de los castores. Subiendo y pasando algunos sectores de arbustos más densos, llegamos a otra laguna, desde aquí ya no tengo idea si tienen nombre, no creo.
No encontramos por donde saltar el estero, así que la rodeamos por el sur, donde para poder pasar otro estero, el que viene de las partes altas del Diente Grande de Navarino, tuvimos que hacer un delicado trabajo de ingeniería con troncos muertos para hacernos un puente. La idea era no sacarse los zapatos.
Foto: Diente Grande de Navarino. |
El puente duró lo justo y necesario para pasar al otro lado, donde seguimos buscando un camino lo más directo posible hacia una amplia meseta sin vegetación justo en las faldas de la montaña. Esta búsqueda nos llevó a pasar por terrenos fáciles y algo más complicados, básicamente por lo espesa que se ponía la vegetación en algunos sectores, pero siempre pudimos seguir avanzando. Algún amago de lluvia tuvimos en algún momento, pero fue solo eso, un amago.
Paramos a descansar en algún punto y continuamos, ya estábamos cerca de la meseta, y desde ahí el camino se veía sencillo. El día estaba agradable, nublado, poco viento, nada de frío. Mientras nos acercábamos pensaba que en la arista final del cerro podía tocarnos una ventolera fuerte.
Logramos -pasando arbustos, algunas lagunas más, un puente de castores, y algunos sectores rocosos- salir a la amplia meseta donde está el Róbalo, y donde hacia el sur se ven más montañas, sin nombres, probablemente -la mayoría- sin ascensos ni intentos, algunas fáciles, otras no tanto. Maravilloso entorno.
Desde acá no le dimos muchas vueltas y ascendimos directo por la pendiente en busca de ganar la arista sur. Solo intentamos no meternos en acarreos muy sueltos. Desde abajo parecía que el terreno podría ser algo incómodo, pero salvo algunos tramos cortos, la pendiente fue bastante sencilla y agradable. Llegamos a la arista, pudimos ver el Beagle, y se nos abrió una fabulosa visual de las montañas, valles y lagunas de la isla. El día ya no estaba bueno, estaba perfecto, nada de viento, y ahora el cielo mostraba claros azules por donde el sol penetraba y nos acompañaba en los metros finales hasta la cumbre.
Foto: Dientes de Navarino. |
Este tramo final de arista fue maravilloso, fácil claro, pero gratificante como cualquier escalada vertical. La vista era hermosa en todas direcciones, pero lo principal -y por lo que no me cansaba de agradecer- el día estaba espléndido.
Llegamos a la cumbre del Róbalo, lo subimos desde la laguna El Salto. Información que nunca pudimos encontrar, pero que ahora que ya lo hicimos queremos compartir, para invitar a quienes hagan el trekking, que agreguen un día para subir a esta hermosa cumbre.
Comenzó el show de fotos. La cantidad de lagunas de la isla es impresionante, por todas partes y de todos los tamaños y colores. Se veía Puerto Williams, el canal Beagle, el Diente Grande de Navarino y todo el sequito de agujas que lo acompañan, y mucho más lejos se veía una impresionante montaña en forma de puño, con una canaleta que llegaba casi hasta la cumbre, una mole hermosa y poderosa. Me prometí no morir sin escalarla. En ese momento no tenía idea como llegar a ella, pero después de completar el trekking, ver las fotos y los mapas, ya la tengo identificada. Otro motivo más para volver.
Foto: Observando sueños y metas desde la cumbre. |
Lo cierto es que montaña que veía montaña que quería subir, pero algunas me llamaban más la atención que otras, algunas parecían estar más "a mano", pero otras se veían muy alejadas.
Estuvimos harto en la cumbre, hasta algo de sol nos tocó. Una botella de whisky escondida en las rocas dejada por alguien que visitó el cerro antes, quedo ahí como motivación extra para quien quiera probarla.
La bajada fue sencilla, algo cansadora pero tranquila. Un poco más al sur de por donde subimos encontramos terreno un poco más despejado de arbustos y vegetación. Como sea, no habiendo senderos, hay que buscárselas, pero en general es fácil ir encontrando pasadas.
Durante el regreso algo más de sol nos acompañó haciendo de todo este paisaje de lagos, vegetación, troncos caídos, bosques, ríos, esteros y montañas, algo de ensueño, sobre todo para el que está más acostumbrado a las áridas alturas de los andes centrales, a los quebrados y agrietados glaciares de cordilleras lejanas, o a la monocromática verticalidad de las rutas más técnicas. Todo un placer para los sentidos.
Haciendo honor a su ya conocida variabilidad climática, poco después de meternos en la carpa se puso a llover, para así mantener el acertado dicho de que en estas latitudes se pasan las cuatro estaciones por día.
Y eso fue el Róbalo, súbanlo, no se arrepentirán.
Autor: Elvis “Cocho” Acevedo Riquelme.
"Esperemos lo que deseemos, pero soportemos lo que acontezca..."
Marco Tulio Cicerón (106 a.C. - 43 a.C.).