Cerro Puntiagudo
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El Puntiagudo fue otro de esos cerros que intenté repetidas veces cuando no tenía ni la experiencia ni los medios necesarios, junto con el Vega, el Piuquencillo y el Mirador del Morado. Ahora, habiendo subido los otros tres, solo me quedaba llegar a su cumbre para sentir que había cerrado ese ciclo que comencé cuando niño.
Hace algunas semanas ya habíamos estado con mi hermano Fabián y mi amigo Jorge Figueroa acá en Termas de Colina, con la intención de subirlo, pero el clima sumado a factores de salud de Fabián nos habían hecho desistir del intento.
Pero ya estábamos de vuelta - y con refuerzos - que se materializaron en las personas de Jaime Wastavino y Juan Carlos Caro.
Además en el intento anterior habíamos conocido un camino del cual nos habían dateado tiempo atrás, que nos permitía acercarnos mucho al cerro en auto y así acortar parte de la aproximación.
Foto: "El mío es de este porte"...."Naaaaaaaaaaaaaaaa" |
Partimos temprano ese Sábado de Abril del 2005, con la idea de subir el cerro en el día y bajar a hacer un asadito en las termas en la noche, para volver temprano el Domingo a la ciudad. Queríamos un fin de semana regalón. El cielo estaba completamente despejado, poco viento, nada de frío, el grupo motivado y alegre, todo parecía dársenos a favor esta vez para subir el cerro. |
En el camino a Colina paramos a tomar desayuno en un pequeño kiosco después de San Gabriel, y nos encontramos a Manuel Reyes y un amigo que iban al choriboulder, la actividad de escalada era en la noche y se animaron a intentar el cerro en el día y bajar a la fiesta en la tarde. Llegamos a las termas y armamos campamento para comenzar nuestro ascenso.
Avanzamos por el camino antes mencionado hasta la base de la montaña y nos cargamos las mochilas. Todo el primer tramo era para mí bastante conocido, había estado en el cerro seco y nevado, con buen y mal tiempo, pero siempre había tenido que devolverme por una u otra razón.
Foto: La Chimenea. |
Ahora la marcha era consistente, íbamos rápido y nos sentíamos bien, había sol pero el viento ayudaba a regular la temperatura, de esta forma y parando pocas veces llegamos al filo derecho de la triangular Cara Oeste del Puntiagudo, hicimos un giro a la izquierda y comenzamos a conectar placas a través de algunos cortos acarreos y planchones de nieve. Superamos una entretenida chimenea y algunas placas de adherencia para ponernos justo bajo la pirámide final que daba a la cumbre, acá tendríamos que hacer un par de pasadas por el filo y escalar el último tramo por la Cara Oeste. En este punto me encontré con Manuel y su amigo que se nos habían adelantado un poco, estaban esperando que los alcanzáramos, así que después de comer alguna ración de marcha y reunir al grupo completo iniciamos el ascenso final a la cima. |
El viento era fuerte pero la alegría mayor, ya lo teníamos, lo veía, no había nada que nos pudiera detener en nuestro camino a la cumbre, y nada nos detuvo. Llegamos todos juntos a la pequeña pero hermosa cumbre de este cerro, que era el último de los emblemáticos que me vieron crecer y madurar en este cuento de subir montañas.
Estaba contentísimo, siempre es difícil describir todas las cosas que uno siente al cumplir un objetivo tantas veces deseado. Estuvimos bastante rato en la cumbre, el viento era fuerte pero habíamos llegado a buena hora y la bajada debía ser tranquila, además nos esperaban abajo los cálidos pozones termales y un buen asado para recuperar fuerzas.
Foto: Fabián saludando en la cumbre en el Puntiagudo. |
En el camino recogimos algunos fósiles de los muchos que hay en ese sector, llegamos al auto y bajamos cantando y mirando otros cerros de la zona, la mayoría con pinta de poco visitados. Nos comimos el asado, nos metimos en las termas, nos dormimos felices. Al otro día despertamos tarde, desarmamos las carpas y emprendimos nuestra vuelta a casa, sabiendo que son tan pocos los cerros que se pueden subir con un nivel de placer y comodidad tan alto. |
Autor: Elvis Acevedo.
"Lo esencial no es escalar rápido sino durante mucho tiempo"
George Livanos.