Punta Ulrich
|
La quebrada El Yesillo es uno de esos lugares muy cercanos, pero poco visitados, y con buenas alternativas para hacer montaña. El cerro San Simón, es el principal y más conocido del sector, sus 3.580 metros lo hacen -por poco- el más alto de la zona, o, mejor dicho, de su cordón, ya que hay que considerar que la cara oeste del Retumbadero Alto, por donde va su ruta normal, también cae a esta quebrada, y el Retumbadero es casi 500 metros más alto.
Pero si consideramos las cumbres que comienzan con el cerro El Salto, y siguen en dirección sur con el San Simón, la P-3543 (Punta Schneider), la P-3538, la P-3568 (casi de la altura del San Simón) y los cerros Coyesillo y Yesillo (o la Gringa) tenemos un entretenido y hermoso cordón de siete cumbres de media montaña, que en invierno se visten de blanco y presentan interesantes opciones para subirlos.
Al verlas en el mapa siempre es difícil saber si una de estas “puntas” tendrá la prominencia como para que valga la pena un intento, así que la primera vez que fui a esta quebrada, subimos el más famoso del sector, el San Simón, y ahí me di cuenta que al menos las cumbres más visibles de este recorrido, sin ser montañas muy grandes, me llamaban lo suficiente la atención para ir a subirlas. Eso fue el año 2014
Foto: De izquierda a derecha, la P-3568, la P-3543 (Punta Schneider, atrás) y la P-3528, desde la cumbre del Coyesillo. |
El 2017 fuimos con el “pelao” Correa a subir la P-3502, llamada extraoficialmente cerro La Gringa, y que nosotros llamamos Yesillo, en una salida que me mostró lo equivocado que estaba al pensar que esa quebrada sería bonita solo con nieve. En pleno enero era un lugar con agua, vegas, y muy acogedor; me encantó.
Pasó largo tiempo, y solo después de los primeros seis meses de cuarentenas por la pandemia, me arranqué otra vez por esos lados, recién el 2020. Esta vez quería subir el cerro vecino al Yesillo, la P3507 -cerro Coyesillo- según mapa IGM, o 3441 según GPS, en un ascenso muy entretenido, donde por primera vez pude ver con otro ángulo las P-3568, la P-3528 y la P-3543.
La P-3543 la subieron amigos del DAV cuando bajaban del San Simón, y la bautizaron Punta Schneider. Desde el norte es un filo sencillo el que lleva a su cumbre, pero su cara sur es llamativamente vertical, las otras dos puntas, se camuflan mucho desde el San Simón, por eso cuando lo subí no logré identificarlas bien, pero desde la cumbre del Coyesillo tomaron una prominencia -sobre todo la P-3568- que me llamó la atención, y claro, si su altura es casi la misma del San Simón. Obvio había que ir.
Foto: Foto superior tomada en septiembre del 2019, y la inferior en agosto del 2020. |
Ya había investigado la zona, sabía de los ascensos realizados y lo que quedaba por hacer, tenía trabajo adelantado, teníamos dos cumbres, una “secundaria” como la P-3528, y otra que fuera de todo pronóstico, era sin duda alguna una cumbre principal. Le propuse la idea a los de siempre y Willy aceptó, así que después de organizar una que otra cosa partimos un fin de semana de agosto llenos de ilusiones por despacharnos una primera absoluta tan cerquita de la casa.
Comenzamos las primeras subidas, estábamos en agosto y no había nada de nieve, lo que me llamó mucho la atención, ya que el año pasado había subido en septiembre con nieve desde muy abajo; la cara este del cerro El Salto estaba seca, imposible intentar la ruta que se me había ocurrido en mi visita anterior, sabía que el año había sido seco, pero verlo plasmado en terreno de manera tan brutal me dio mucha pena. Encontramos casi nada de nieve hasta el mismo campamento, una gran roca que queda justo al final de la bajada que divide la quebrada El Salto, por donde se entra, de la quebrada El Yesillo, donde se instala el campamento. Llegamos temprano, pero ya con sombra, cosas del horario invernal.
No hacía mucho frío, así que aprovechamos de cocinar y tirar la talla afuera de la carpa un buen rato. Encontramos un globo de cumpleaños, de esos de helio que vuelan muy alto y después caen en cualquier parte. Increíble, quizá desde donde viajó y terminó cayendo acá. Lo guardamos y lo bajamos, pues simplemente era basura.
Desde el campamento no se ve el sector de cumbres al que íbamos, así que mañana tendríamos que deducir un poco la ruta, teniendo claro que debíamos apartarnos casi desde el comienzo de la ruta del San Simón.
Foto: Nuestro acogedor campamento. |
Salimos con las primeras luces, creo, pero al poco rato nos llegó solcito. Nos fuimos derecho entre vegas y los primeros neveros subiendo por el costado derecho (oeste) del cerro Coyesillo, y después de superar un acarreo que se veía mucho más agresivo de lo que al final fue, encontramos un nevero que nos permitió subir rapidito hasta el plateau superior donde ya había una cantidad de nieve respetable, que por su profundidad nos dimos cuenta de inmediato que nos haría traspirar.
Acá el panorama era confuso, a la derecha del Coyesillo se veían dos cumbres, cuando según yo solo debía haber una, pero el ángulo nos confundía. Sin saber bien cuál era la cumbre a la que realmente veníamos, comenzamos a subir en dirección al filo que separa al Coyesillo de la primera cumbre a la vista. La nieve blanda hizo el tramo pesado, ya estaba bastante caluroso, pero no quise desabrigarme mucho porque ninguno de los dos pasteles recordó poner el bloqueador en la mochila, así que tendría que tratar de taparme lo que más pudiera para no despellejarme en exceso.
Después de un rato llegamos al filo, hacia el sur se veía el cajón del Yesillo, y las cumbres de la zona del río Maipo, por donde habíamos estado explorando un par de semanas antes, y a nuestra derecha un tramo rocoso que sin verse difícil, no se veía muy amigable tampoco, no se distinguía nada que pareciera una cumbre, y cualquier punto que nos pusiéramos como objetivo implicaría pegarse una buena trepada por terreno mixto. No recordaba que en las fotos el cerro tuviera tramos de este tipo. En fin, había que seguir.
Por terreno mixto y expuesto, bastante entretenido, ganamos el filo, y vimos más al oeste la cumbre a la que íbamos, lo que desde abajo parecía otra cumbre, no era más que un largo filo rocoso que iba hasta la P-3568, pero que no podíamos usar de ruta. Lata, se veía lejos, parecía que la seguidilla de rebotes se alargaba. No me causó gracia.
Algo escalamos por el filo, pero no podíamos seguir, tampoco tenía mucho sentido como ruta, después de rabiar un rato decidimos regresar. Cosas que pasan cuando uno anda por sectores sin información previa, sabemos que es así, pasa bastante, pero esta vez por un motivo más personal iba con muchas ganas de la cumbre, por lo que el rebote me dejó más apenado que lo habitual.
Para no destrepar toda la subida, que no era muy sencillo de hacer, vimos una bajada más fácil por una canaleta, hacia el lado oeste, donde agarrábamos nieve, y después una bajada larga pero tranquila. Decidimos bajar por ahí.
Foto: P-3568, ahora Punta Ulrich. |
Unos metros por un acarreo parado y llegué a la nieve, que estaba más dura de lo que había pensado, así que le grité a Willy que mejor nos poníamos los crampones, no tenía ganas de llegar tan rápido al fondo. Bajé un poco pegando fuerte con los zapatos hasta una roca donde me pude acomodar bien, me puse las puntas y cuando iba a comenzar a bajar miré la cumbre, y que va, que desde acá no se veía tan lejos como desde arriba. Y bueno pensé, que tanto…
Comencé un largo traverse, le pegué el grito a Willy y estuvo de acuerdo, entré en esos trances que no son muy habituales en mí, recordé la cumbre del Mesoncito, en la Sierra Negra, después del intento al Budapest, en la bajada, también lo vi a mano, y también fui, concentrado, sin parar, con la mente pensando solo en una cosa.
Los metros que nos separaban de la subida final los ganamos rápido, parecía que Willy venía cansado, pero venía, que era lo importante. Cuando comencé a subir de manera directa el último tramo, sentí que estábamos listos, salvo que nos encontráramos alguna dificultad imprevista, como a veces también pasa. No le di más vueltas, dejé de pensar en la cumbre mientras subía, bueno, más o menos.
Foto: Tramo final, la pasada esta por la izquierda. |
Terminé la nieve, llegué a un sector de rocas, parecía el final, pero no quise pensar mucho si era, a veces las cumbres se esconden mucho más atrás. Me saqué los crampones y partí. Probé por la derecha, imposible, me fui a la izquierda, gané unos metros y quedé bajo un nevero duro, sin crampones, hice un corto traverse para llegar a las rocas y saltarme la nieve, comencé a trepar, terreno sencillo, roca buena, todo disfrutón, llegué arriba, no pensé nada, solo me asomé, y vi que no había nada más que subir, que el filo comenzaba a bajar hacia el sur, que estábamos en la parte más alta, la cumbre de la P-3568… alegría
Que grata sensación, el día soleado y sin viento nos permitía una visual muy extensa y poco común, por su ubicación podíamos ver muchas cumbres desde ángulos poco habituales, todo un universo de aristas, filos, paredes, quebradas, valles, tanto por hacer…
Llegó Willy y celebramos, como no trajo su cámara y la mochila quedó abajo, tuve que ir a buscarla, las vistas eran demasiado buenas como para no tomar fotos. De pasada me traje unos duraznos en caja que se me cruzaron en el camino…
Foto: Cumbre. |
Estuvimos bastante rato, filmamos, fotografiamos, y dejamos una pirca de piedras bien sólida, sin basura, sin papeles, sin bolsas, no es necesario en estos tiempos. Bautizamos la cumbre como Punta Ulrich, en recuerdo de mi buen amigo Ulrich Lorber, fallecido hace poco tiempo, y quien fue además de un destacado montañista, gestor principal del Proyecto Nomenclatura, proyecto que se esforzó justamente en buscar este tipo de cumbres.
En tu recuerdo viejo…
Emociones más emociones menos, comenzamos a bajar. Se hizo larga y pesada por la nieve blanda, pero al final no fue tan larga. Llegamos tranquilos a la carpa, acomodamos las cosas con tiempo, y empezamos la subida para después tomar la bajada y bueno, es un poco latera la vuelta desde esta quebrada. Llegamos justitos de luz al auto, y después a disfrutar de un taco de aquellos…
Autor: Elvis Acevedo.
“El verdadero alpinista no es el que hace escaladas fantásticas por cinco años, sino el que por veinticinco años sigue haciendo ascensiones mayores y menores, y que puede sentirse feliz con todas ellas. Tal es el modo de ser de los grandes alpinistas, de los que ven a las montañas como montañas…”
Claire Eliane Engel.