Huamanripa
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Llevaba unos días recorriendo la hermosa quebrada Quilcayhuanca, que debe ser una de las más lindas de esta zona de la cordillera Blanca, con unas mezclas brutales de verdes intensos y blancos glaciares, mucha vegetación y a mucha altura, a 4.000 metros acá es fácil encontrar muchos arbustos altos, algunos árboles, flores de diversos colores y mucho pasto, algo llamativo para uno que está acostumbrado a los pedregales y matas espinudas de la zona central de los Andes chilenos.
Había estado estudiando montañas como el Ranrapalca, el Chinchey o el Nevado San Juan, impresionantes todas, ninguna daba para un intento en solitario sin arriesgarse mucho, así que descartadas esas ideas opté por algo más sencillo antes de volver a Huaraz, a encontrarme con mi cordada que había viajado desde Santiago una semana después que yo.
Tenía dos opciones, el Nevado Huapi y el cerro Huamanripa, que flanquean hacia ambos costados, norte y sur, o este y oeste ni idea, el portezuelo que permite pasar de la quebrada Quilcayhuanca a la quebrada Cojup. Me la jugué a intentar ambos.
Foto: Tomando café en el CB. De fondo el nevado Huapi. |
Salí temprano de mi campamento, había nevado en la noche, así que esa pequeña capa de nieve fresca hacia más incómodo el trayecto en algunos tramos, sobre todo los acarreos donde se puede meter el pie en algún hoyo oculto.
El día estaba hermoso y frío, despejado, pero todos los días amanecían así y más menos al medio día se nublaba y se venía el duchazo de las tardes, lluvia o nieve, o a veces ambas, así que tenía que intentar ser rápido.
Primero me propuse ir al Huapi, que se ve más llamativo por ser un cerro glaciado, poco antes del portezuelo me desvié y enfile directo al filo que me tenía que llevar a la base de la ruta, a medio camino me encontré con una caseta y una antena arruinando por completo el paisaje, que de todas se formas era bastante impresionante en todas direcciones, Ranrapalca, Palcaraju, Ishinca hacia el norte, o sur, o donde sea, más todas las montañas que había estado mirando los últimos días mientras paseaba por la quebrada Quilcayhuanca.
Le di por el filo que tenía bastantes pasadas rocosas que con la nieve caída se estaban poniendo algo complicadas, en un punto saqué la cámara con zoom para poder mirar bien la entrada a la zona glaciar del Huapi, y estaba fea, unas grietas gigantes y unos puentes de nieve que seguramente aguantarían pero que no me interesaba confirmar pasando desencordado, se veía lindo, el tramo más caótico no era muy largo, después parecía ceder y la ruta terminaba en una arista acornisada bastante angosta y estética.
Foto: Nevado San Juan. |
Me desanimé un poco, pero continué para poder ver si se abrían otras alternativas que me permitirán esquivar la zona glaciar más complicada, pero no había nada, ahora entendía un poco la cara que había puesto el administrador del hostal donde me alojaba cuando le dije que venía al Huapi solo...
Me devolví, no le di muchas vueltas, estando solo y en otro país no es momento de locuras ni gestas heroicas. Recorrí el filo de regreso, y en el punto por donde salí de la cara sur, o norte, ni idea, seguí de largo en dirección al portezuelo, tenía buena vista del Huamanripa, con algo de nieve, pero sin glaciar, es un cerro seco, aunque la parte final se veía bastante angosta. Decidí ir a probar para no volver zapatero.
Foto: El impresionante Huantsán… |
Foto: Palcaraju… |
La bajada al portezuelo no fue todo lo sencilla que me imaginaba, tuve que destrepar tramos bastante verticales de terreno mixto, pero de una u otra forma me las arreglé para llegar.
Desde acá, en un lugar absolutamente repleto de pircas, como es clásico en Perú, comencé a subir. La trepada no era difícil pero las nubes ya habían cubierto el cielo y comenzaba a soplar un fuerte viento, la temperatura también había bajado notoriamente, nada quedaba del hermoso día con sol y cielo azul con el que había despertado.
Sin duda gasté tiempo valioso en el intento al Huapi, ahora calculaba que me quedaban unos 100 metros para la cumbre, pero no sabía si el clima iba a aguantar, me chupé el dedo y medí el viento, calculé Pi al cuadrado menos el coseno de la tangente y decidí que igual llegaba.
Trepaba y trepaba y el cerro no se acababa, verso. Es un mal mundial esto de las antecumbres. De todas formas, y al igual que en todas partes, el cerro tiene que acabarse en algún punto, y ese es la cumbre (no más abajo...) y justo bajo el enésimo gendarme gigante que me topaba, vi que este tenía una mega pirca en la parte alta, tenía que ser la cumbre.
El día se veía cada vez más amenzanate, las nubes ya estaban tapando el San Juan y el Maparaju, justo al oeste, o al este, o al sur, que se yo, y eso significaba que estaban llegando en esa zona a los 5.000 metros, justo la altura por donde yo andaba dando tumbos, pronto me alcanzarían. Pero ya estaba cerquita...
Subí, me pegué un cabezazo con la pirca y... cumbre. Alegría y dolor de cabeza.
Foto: Paso Huapi, que divide las quebradas Quilcayhuanca y Cojup. De fondo el impresionante Ranrapalca. |
Foto: Papanatas en la cumbre… |
Alegría y frío, estaba contento, era un cerro sencillo, pero con una hermosa vista, el viento soplaba fuerte y se me colaba por los hoyos de los dedos de los guantes, pero me quedé un rato para sacar algunas fotos y grabar el lindo paisaje.
Estuve unos diez minutos en la cumbre y decidí bajar, a ver si lograba perder altura antes del chapuzón, pero casualmente ese día el clima se calmó, e incluso se despejó un poco durante el regreso, la pachamama apu espíritu elemental de la madre tierra me abrazaba con su calidez y amor y bla bla bla... todo eso...
La bajada se me hizo larga, pero ya tenía varios días de andar dando la hora en el cuerpo y estaba algo cansado, y poco aclimatado, en Perú siempre me cuesta más aclimatar, cosa extraña porque en Chile, Bolivia o Argentina la altura me afecta muy poco, pero acá no, así que pensé que ya era momento de volver a Huaraz a emborracharme para seguir aclimatando.
El regreso lo hice por la quebrada Cojup, pasando de nuevo por el portezuelo entre el Huamanripa y el Huapi, sin mayores problemas llegué a Pitec y desde ahí a Huaraz.
Buen comienzo de viaje.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“Un extraño encanto se desprende de la montaña que, al atardecer, tiene la belleza del otoño…”
Gastón Rebuffat.