Cerro Hipólito

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  • Altitud: 2.364 msnm.
  • Ubicación: CHPS - Región de Magallanes y la Antártica Chilena.
  • Fecha: Noviembre del 2022.
  • Integrantes:
    • Pablo Besser (D.A.V)
    • Tomás Torres (C.A.U)
    • Elvis Acevedo (P. Alpinos)
  • Ruta: Cara Norte y Arista NE - Primera Ascención Absoluta.

Día 1… oportuno: Santiago - Muerto Varas… perdón; Puerto Varas…

Pablo y Tomás me pasaron a buscar muy de madrugada, como a las 04:00 creo, y partimos en dirección al sur, rumbo a los hielos patagónicos. Pero para eso quedaba un largo viaje aun…

El viaje por la Panamericana fue todo lo entretenido que puede ser un viaje en línea casi recta, alguna lluvia fuerte amenizó el trayecto, algún café, y algo para comer cada cierto tiempo, y así  nos fuimos comiendo rápidamente los kilómetros hasta llegar a media tarde a Puerto Varas, hermosa ciudad a orillas del lago Llanquihue fundada el 12 de febrero de 1854, y con unos 44.000 habitantes, donde amablemente nos alojaría Mauricio Rojas, amigo de Pablo e integrante de la expedición que el año 98 cruzó el Campo de Hielo Patagónico Sur completito.

El recibimiento fue muy cálido y amable, Mauricio es un tipo muy simpático, resulta agradable de manera instantánea, así que el resto de la tarde se nos fue en comer, tomar cerveza, y básicamente hablar sobre historias de montañas y otras cosas. Tomás fue al centro de la ciudad a no sé qué, y yo salí a dar una vuelta para disfrutar el atardecer que estaba muy bonito.

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Foto: Atardecer en Puerto Varas.

Todos de vuelta seguimos comiendo y al poco rato nos fuimos a dormir, teníamos que levantarnos muy temprano para lograr conectar los ferrys que debíamos tomar al día siguiente.

Día 2… tengo tos: Mu… Puerto Varas - Caleta La Arena - Hornopirén - Leptepu - Caleta Gonzalo - Puyuhuapi.

Temprano nos levantamos y después de las despedidas tomamos rumbo a Caleta La Arena, pequeña localidad ubicada en el margen norte del estuario de Reloncaví y donde viven unas 245 personas, para tomar el primer ferry del día. Llegamos a buena hora, abordaje y bajar a estirar un poco las piernas, el día helado aun y con bastante nubosidad, los muchachos se quedaron en la camioneta viendo películas creo, o series, y leyendo comics en el caso de Tomás. Yo prefiero los espacios más abiertos.

Cerca ya de Hornopirén, “La Puerta Norte” de la Carretera Austral, fundada el 3 de octubre de 1939 y con 3.600 habitantes más menos, me fui a la camioneta para el desembarco. Todo normal, y ahora a buscar el siguiente ferry, íbamos a buena hora, así que llegamos a la caleta, nos pusimos a la fila, y tuvimos tiempo de caminar un poco, comprar café, y sacar algunas fotos, el día ya estaba bastante despejado y todo se veía muy bonito, colores vivos y aire limpio, igual que en Santiago…

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Foto: Hornopirén; segundo ferry del día.

Luego de la espera llegó el barquito, más grande esta vez, se habían acumulado bastantes autos y lo que sería una constante del viaje, muchos zorrones en moto, o viejos jubilados no sé, probablemente una mezcla de ambos, brasileros y argentinos en su mayoría, en grupos grandes, era divertido verlos bajarse y caminar torcidos como vaqueros, nos reímos mucho de ellos… pero se notaba que disfrutaban a pesar de tener según yo las caderas dislocadas de tanto estar en la misma posición, al final eso es lo importante, pasarlo bien.

Abordamos. Este trayecto era más largo y la verdad lo disfruté mucho, el día estaba precioso y el recorrido es muy lindo, fiordos, cascadas, mucha vegetación, y claro, salmoneras… que ganas de andar con un lanzacohetes portátil…

A ratos había viento y se ponía bastante frío, pero era cosa de irse al otro lado del barco. Después de unas tres horas y media hicimos un trasbordo corto en Caleta Leptepu, en el sector sur del fiordo Comau, donde después de menos de diez minutos manejando llegamos a la Caleta Fiordo Largo, para abordar otra vez, y navegando por el Fiordo Reñihue llegar a la Caleta Gonzalo, la de la rampa chueca.

Nos llamó la atención que la rampa de desembarco no quedaba alineada con el barco, creo que fue la única vez que vimos eso, y con Pablo nos preguntábamos qué onda, aunque quizá fue el contratista más barato, o quizá tiene una explicación lógica, nunca lo sabremos creo.

Nuevamente a tierra y a manejar por un camino bastante malo a ratos. En este sector hay infraestructura del Parque Pumalín, aunque no se veía mucho movimiento en ellas. También se supone que hay algunos senderos que se pueden recorrer.

Ahora estábamos en el último tramo del día, bastante pesado, mientras Tomás y Pablo se iban turnando el manejo, porque yo tengo la licencia vencida. Fuimos pasando diversos hitos geográficos, lago Negro, lago Blanco, Santa Bárbara, Chaitén, por donde pasamos sin perder mucho tiempo, para después seguir bordeando el río Amarillo que después cambia de nombre a río Yelcho, pasar por la orilla del lago homónimo hasta llegar villa Santa Lucia -fundada el 24 de febrero de 1982- o lo queda de ella, donde las huellas del aluvión que arrasó la localidad el 16 de diciembre del 2017 aún son dolorosamente visibles. Esta catástrofe les costó la vida a 21 personas y dejó un desaparecido.

Luego seguimos al sur orillando y cruzando el río Frío que más al sur pasa a llamarse río Palena, para cruzarlo de nuevo, y poco después llegar a La Junta, donde hicimos el intento de buscar alojamiento, pero la verdad estaba todo bastante muerto en estas fechas, así que continuamos disfrutando de la vista del lago Risopatrón para llegar pocos minutos después a Puyuhuapi, donde si encontramos una cómoda cabaña, y después de instalarnos, nos fuimos a tomar una cerveza y comer una hamburguesa (salió verso sin mayor esfuerzo) para dar por finalizada una jornada bastante extensa.

Algo de orden en las mochilas, y a dormir.

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Foto: Merecidas cervezas en Puyuhuapi…

Día 3… sin estrés: Puyuhuapi - Villa Amengual (Desayuno) - Villa Cerro Castillo (Almuerzo) - Puerto Guadal.

Tempranito cargamos las mochilas, salí a dar una vuelta por si podía encontrar algo abierto para comprar cosas para el desayuno, pero estaba todo cerrado, me di una vuelta por la caleta, saqué algunas fotos y regresé a la cabaña, terminamos de ordenar y partimos.

Comenzó la jornada en dirección sur, cruzando el río Ventisqueros y bordeando y cruzando también el río Queulat, para continuar esta vez con el río Cisnes como compañero de viaje, hasta llegar a la villa Amengual; pequeño pueblito de unos 120 habitantes fundado en 1983, donde buscamos un lugar para tomar desayuno, y encontramos abierto el “Melinda”, un antiguo bus reconvertido en lugar de comida. Nos zampamos un café y unos churrascos creo, y continuamos. Desayuno de campeones.

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Foto: El "Melinda".

Satisfecho el dragón estomacal continuó el periplo motorizado cruzando la laguna de las Torres y siguiendo por la Ruta 7, alejándonos y acercándonos a ratos al río Mañihuales, hasta llegar a Coyhaique, donde pasamos de largo en dirección a villa Cerro Castillo, al costado del río Ibáñez, y con una hermosa vista de las bien conocidas montañas de la zona. Aquí el churrasco mañanero ya estaba bien digerido, así que buscamos donde almorzar.

Felices después de comer algo “a lo pobre” (“a lo pobre” cualquier cosa queda buena…) y tomarnos unas cervezas -menos Tomás porque tenía el turno de manejo- seguimos siempre por la Ruta 7, hasta toparnos justo en una inocente curva a los “amigos de lo ajeno”, perdón, al “amigo en su camino”, como sea, justo había un control de señores de verde que nos hicieron parar.

Aquí, mientras Pablo buscaba los papeles del auto porque no tenía idea donde estaban (mientras explicaba que era la camioneta de su señora…) el Carabinero le pidió a Tomás que le soplara el pituto, Tomás accedió feliz, y, buena cosa, el alcotest marcó cero, porque justo este cabro responsable no había bebido alcohol a la hora de almuerzo. Faltan personas así en el mundo…

Seguimos bordeando el lago Verde, cruzando y bordeando el río Ibáñez, dejando atrás la laguna Cofré, para retomar la dirección sur paralelos al río Murta, pasar de largo por Puerto Río Tranquilo y Bahía Mansa, y llegar finalmente a Puerto Guadal, lugar donde nos encontraríamos con nuestro enlace logístico Pascual, que era el responsable de la navegación por el lago O’Higgins.

Llegamos a la casa de Pascual, donde también están sus instalaciones de operador turístico (Turismo Kamel) y no estaba, andaba no sé dónde, pero por teléfono nos ayudó a coordinar el arriendo de una cabaña donde Pablo ya había alojado años antes en un anterior intento al volcán Lautaro.

Llegamos a la cabaña, cómoda, linda vista, chimenea, y justo el Max Villar andaba por la zona paseando un cliente, o algo así, y anuncio su visita para la noche. Salimos a comprar con Tomás víveres para tan magno encuentro y volvimos a la cabaña. A Max me lo había topado en febrero en laguna Verde, Puna de Atacama, y él había sido el compañero de Pablo en aquel intento al Lautaro años atrás, así que todo era muy familiar.

Buenas cervezas y harto pelambre, es que el medio de montaña chilensis da para mucho. Grata jornada y buen final, mañana ya teníamos que llegar por fin a villa O’Higgins.

Día 4… voy al teatro: Puerto Guadal - Puerto Yungay - Puerto Río Bravo - Villa O´Higgins.

Levantada tempranito (lindas vacaciones…) pasamos a buscar a Pascual y a cargar petróleo, mientras Tomás nos contaba la historia de un residente local y una gran casa en lamentable estado de conservación, básicamente por el descuido de aquel residente que prefería vivir en una casa chica al costado de la grande que estaba a punto de derrumbarse. Buena historia para comenzar el día.

Rapidito enrumbamos por la 265 con vistas al lago Bertrand, para después continuar paralelos al río Cochrane, y separarnos de él para llegar a la ciudad del mismo nombre, donde esta vez pasamos de largo, bordeamos el lago Esmeralda, cruzamos el río El Salto, vimos un poco más de lejos los lagos Chacabuco y Laguna Larga, dejamos atrás el lago Vargas, nos reencontramos con el río Cochrane, y volvimos a separarnos de él para llegar de una buena vez a la caleta Yungay, con tiempo de sobra. Solo 14.2 kilómetros nos separaban ya de villa O`Higgins…

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Foto: Caleta Yungay.

El tramo entre caleta Yungay y puerto Río Bravo, a través del lago Cisnes, es relativamente corto y bastante amigable, aunque el día estaba frío pudimos disfrutar algunas buenas vistas a pesar de lo atestado de vehículos y motos que estaba la barcaza.

Desembarcamos y a seguir al sur, paralelos por un tramo al río Año Nuevo, para luego dejarlo atrás y continuar por un camino de ripio que acá tenía algunos tramos bastante sueltos, pasamos a un costado del lago Varas y llegamos al lago Cisnes (que no es el mismo del cruce en barcaza…) y después de algunas vueltas más, por fin, después de cuatro días, arribar a Villa O`Higgins…

Yo tenía el Cóccix a la altura de lo que quedaba de mis riñones, el Sacrum más menos por dónde va el estómago, y las L1 a la L5 llegando a la faringe, pero no me quejo, ya que el esfuerzo mayor lo hicieron Pablo y Tomás que manejaron todo el trayecto, y, además, a pesar de lo rudo del viaje, fue bonito pasar por algunos lugares después de tantos años de haberlos recorrido en mis tiempos de mochilero aventurero indigente… hoy solo me queda lo indigente…

En Villa O´Higgins nos quedamos en la casa de Pascual. El resto del día se nos fue en llevar el barril de petróleo a la barcaza, con las consiguientes maniobras para subirlo a la camioneta, bajarlo de la camioneta, y subirlo a la barcaza, bajar el equipo de la camioneta, y ahora si hacer el orden final de que se quedaba y que partía con nosotros a la montaña.

Salimos a comer algo, con Tomás fuimos a comprar unos recuerditos al lugar que vende recuerditos, y alguna vuelta loca para recorrer las calles de esta villa que debería haber crecido mucho más en todos estos años, debido a su estratégica ubicación. Ya casi al final de la jornada con Pablo fuimos a visitar a “Campitos”, otro operador turístico de la zona, la visita no fue solamente por amistad, Pablo buscaba donde dejar la camioneta más resguardada por todos los días que íbamos a estar afuera. Todo salió bien.

Después, a dormir, ahora si comenzaba lo bueno…

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Foto: Villa O´Higgins...

Día 5… me despierto de un brinco: Villa O´Higgins - Navegación Brazo Santa Lucía del Lago O´Higgins - C1.

Tempranito -para no variar- nos levantamos, tiramos todas las mochilas, trineos, esquís, y un balón de gas de 35 arriba de la camioneta, y partimos a la bahía Bahamondes, bajamos todo, lo cargamos en la barcaza, y comenzaron todas las maniobras necesarias para el zarpe. Con Tomás tratábamos de ayudar en lo que pudiéramos, mientras Pablo, experto navegante que ya hizo todos los cursos de capitán de… se manejaba de un lado a otro con las cuerdas y nudos. Yo solo me preocupaba de no terminar en el agua.

Zarpamos y comenzó la navegación, el lago estaba en calma, el sol comenzaba a iluminar las cumbres de las montañas que nos rodeaban, todo hermoso, momento de aquellos que quedan en el recuerdo. Con nosotros de colados unos funcionarios del INDAP que tenían que visitar algunas de las doce familias que viven en diferentes puntos del lago O`Higgins y que son apoyados de diferentes formas por el Estado, mucho o poco, difícil decirlo. Es bueno poblar zonas remotas bajo ese concepto país de “hacer soberanía”, pero la verdad es que también se podría cuidar y proteger solo bajo el concepto de conservación, y no intervención.

El lago O`Higgins es como un pulpo de ocho brazos, o cuatro brazos más la cabeza, que sería el sector argentino donde lo llaman San Martin; el que parte de villa O`Higgins corresponde al brazo noreste, el binacional, y por el llegamos en algunas horas y después de girar de dirección sur a noroeste, al centro, donde pudimos ver la “Isla Central” y las casas de sus habitantes, increíble lugar para quedarse a vivir ahí…

Comiendo pizza recién hecha (para eso era el balón de gas de 35…) fuimos dejando atrás el brazo noroeste y nos adentramos en el brazo Santa Lucía, como le llaman los locales, y después de ver como la lancha Soberanía nos alcanzaba, pasaba, y dejaba atrás, nos fuimos acercando poco a poco a la playa de desembarco.

Pasamos antes a la bahía Pescado, ya que los funcionarios del INDAP tenían que llevarle algunas cosas a la familia que vive ahí. Atracamos en un viejo y desvencijado muelle que daba claras señales de que el lago puede a llegar a subir bastante su nivel, o que mucho tiempo atrás era aún más profundo de lo que es en la actualidad, tuvimos tiempo para bajar y recorrer un poco, fue divertido, me gusta conocer este tipo de lugares, no todo es pura montaña en los viajes. Después de un rato algo más largo de lo que pensábamos, continuamos navegando.

Nos adentramos más en el brazo Santa Lucia y Los Mellizos hicieron su aparición, dos tremendas montañas de las cuales solo el Mellizo Oeste tiene una ascensión el año 1965 por los hermanos Skvarca (argentinos). Ellos ingresaron por el glaciar Huemul o Mellizo Sur según la carta IGM, hicieron un intento por la cara oeste donde fallaron, y volvieron a intentar esta vez por la cara noreste, por donde lograron llegar a la cumbre. El Mellizo Este no tiene ascensos ni intentos.

Estas montañas también son conocidas como cerro Steffen (el oeste) y Kruger (el este), pero esta denominación no la dieron los hermanos Skvarca, sino una expedición argentina el año 1962 (Hardt, Gertis y Gebahuer) pertenecientes todos al Club Andino de Bariloche.

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Foto: Bahía Pescado.

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Foto: Los Mellizos, o cerros Steffen y Kruger.

Durante el trayecto por el lago también pudimos admirar otros colosos, como el volcán Lautaro, que a pesar de estar tan lejos parecía estar al alcance de la mano, el monte O`Higgins, y el Ambrosio Oeste, además de muchas otras montañas, si hasta el Fitz Roy asomó su cumbre a la distancia.

Con la playa a la vista Pascual bajó la velocidad y comenzó a acercarse con cuidado a la orilla para tantear donde desembarcar, mientras con una vara de varios metros intentábamos medir de manera aproximada la profundidad. Al costado de un sector rocoso logramos instalar el bote, bajar, y amarrarlo a unas rocas grandes, no sin antes pasar algunos apuros, sobre todo el ayudante de Pascual.

Logramos estabilizar la barcaza y comenzamos a desembarcar todas las cosas, era un lugar un poco incómodo, pero a pocos metros mejoraba. Una vez concluida la maniobra nos despedimos y nuestro querido “barquito manicero” se alejó, dejándonos solos… completamente solos…

Lo primero fue trasladar las cosas a un lugar más amigable; con un par de viajes lo hicimos rápido, luego armamos las mochilas para unos cinco o seis días, el resto de las cosas las vendríamos a buscar después, se suponía que estábamos en medio de una ventana de varios días de buen tiempo, así que queríamos aprovechar de hacer un intento rápido al cerro Azul.

A todo esto, nuestro plan original era intentar entrar al CHPS por el glaciar Huemul o Mellizo Sur, intuyendo la ruta que pudo haber usado la expedición argentina de 1965, y desde ahí intentar algunas cumbres y bajar en dirección sur por el hielo para salir por el glaciar O´Higgins… uno hace planes, pero…

El lugar era hermoso, la playa del lago daba lugar después de algunos cientos de metros a un bosque que se intuía espeso, cosa no menor si uno anda con esquís en la mochila. Tomamos bien un senderito desde la entrada, pero en algún punto lo perdí y me vi rodeado por una vegetación bastante cerrada que dificultaba mucho el avance, además de los esquís chocando y enganchando con cada rama que encontraban. Fue un tramo agotador y muy latero, pero a punta de improperios algo avanzaba. En algún punto Tomás me pegó un grito, los chicos habían agarrado bien el camino así que al parecer no habían tenido mayores problemas.

Con sus indicaciones logré encontrar de nuevo la huella, el paisaje se abrió un poco, a pesar de que salí bastante lateado de este tramo no podía dejar de admirar el reflejo de los Mellizos en una laguna sin nombre que nos encontramos, después vinieron algunos tramos más tranquilos de bosque más abierto, con pastizales, arboles altos, y el sol que ya se acercaba al horizonte.

Avancé mucho y sentí que de nuevo había pasado de largo, me devolví un poco, pegué unos silbidos y me respondió Tomás, que me indicó donde estaban instalando la carpa mientras él iba a buscar agua.

El lugar era muy bonito, rodeado de verde por todas partes, árboles y mucha vegetación. En un claro instalamos la carpa, había sido una jornada corta de caminata, pero el bosque y el peso de la mochila me dejaron medio cansado, ya no quedaba mucha luz así que no tenía sentido avanzar más arriesgando a que nos pillara la oscuridad.

Paso algún rato y como Tomás se demoraba salí a silbarle un poco por si andaba perdido, en estos bosques no es tan difícil desorientarse, pero venia bien, aproveché de regar un poco el pasto y volví a la carpa.

El resto de la jornada se nos fue en comer y ordenar algunas cosas, por fin ya estábamos trabajando.

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Foto: Nuestro barquito manicero en el punto de desembarco. Al fondo el Ambrosio Este.

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Foto: Playa de desembarco. De fondo los Mellizos.

Día 6... no encontraréis… (la pasada…): C1 - Glaciar Mellizo Sur (regreso) - C2.

Amanece temprano por estos lares y eso es una ventaja, ya que al levantarse con luz día empieza un poco a dar lo mismo la hora, hay una sensación de descanso. El día perfecto, estábamos metidos en medio de una estupenda ventana de buen clima, muy mal ubicados eso sí, pero si ya estábamos ahí solo quedaba agradecer el poder recorrer estos bellos paisajes con días tan bonitos, aunque sabíamos que el mal clima llegaría, tarde o temprano.

Desarmamos el campamento. Fue aquí que Pablo pinchó su colchoneta lo cual le trajo mucha alegría durante todo el resto del mes. Dejamos un pequeño depósito y comenzamos a caminar en medio de un bosque que a ratos se cerraba un poco y obligaba a buscar pasadas, pero que en general era mucho más abierto que el sector de entrada que cruzamos el día anterior.

De nuevo me desvié un poco por un claro qué me pareció que me podía ayudar mucho a avanzar, Pablo partió embalado sin mirar atrás y se había metido por una zona muy densa de vegetación para mi gusto, de todas formas, debíamos llegar a la orilla del río que sirve de desagüe a la laguna glaciar, por lo que no había forma de que nos fuéramos a perder mucho.

Caminé bastante y salí a un claro donde el terreno comenzaba a ponerse rocoso, el agua del río ya se escuchaba más cerca, los chicos venían más atrás, pero de un momento a otro salieron de entre las ramas y nos juntamos todos, seguimos avanzando en dirección de la laguna glaciar, con la esperanza de poder seguir el camino por su orilla, pero no se podía, farellones verticales que caían a pique al agua cortaban la pasada, al menos nos dimos cuenta antes siquiera de llegar a la orilla, así que no tuvimos que devolvernos, solo buscar otra pasada, la cual dedujimos por unos acarreos que subían hacia nuestra derecha; se veían muy lateros, pero la verdad en pocos minutos ganamos un filo, por el cual seguimos avanzando hasta ganar una espléndida vista de los Mellizos y su glaciar. Aquí nos volvimos a juntar para descansar, definir por donde seguir, y de qué condiciones parecía tener el glaciar como para transitar por él.

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Foto: Primer campamento de la expedición.

Lo que seguía, sin ser difícil, era algo laberíntico, debíamos bajar un poco, entre ramas y pastizales, una que otra pequeña laguna de deshielo, hasta llegar a un sector de rocas tipo “slabs”, lisas, de esas que quedan en los retrocesos glaciares, las cuales presentaban unas fisuras profundas por donde había proliferado mucha vegetación, es algo difícil de describir, pero se veía que no iba a ser muy rápido.

Como sea ganamos metros y metros, subimos y bajamos con más de alguna pasada expuesta, hasta llegar de una buena vez al borde de la laguna, y desde aquí por una playita arenosa y con piedras, a la base misma del glaciar. Se venía un momento crítico, debíamos definir si podíamos usar o no el glaciar para acceder al plateau del CHPS.

Durante la aproximación lo miramos mucho, parecía que en la parte central se podía andar bien, y abajo se veía un poco jodida la entrada, pero nada insuperable, de todas formas, la parte que veíamos correspondía más menos al primer tercio solamente.

Aquí hicimos uso de la tecnología, Pablo saco un Dron y lo echo a volar para ver qué onda el glaciar más arriba.

Las noticias fueron malas, el glaciar se desarmaba en profundas grietas de todo tipo y en todas direcciones, a veces parecía que se podía dar continuidad a la marcha, pero era difícil seguir un camino incluso con la vista aérea desde el Dron, a ras de suelo sería muy complicado.

En general los accesos al CHPS son complicados, seguramente este no era imposible, con menos equipo y en un intento rápido y liviano quizá pasábamos, pero andábamos en formato de un mes y con necesidad de portear, y el glaciar no estaba para pasar muchas veces de ida y vuelta, no con un riesgo razonable al menos…

Mazazo.

Como decía Pablo, estos son los recovecos que van quedando en Patagonia donde nadie se mete, bueno, casi nadie.

No le dimos muchas vueltas, no había muchas alternativas, no íbamos a entrar al hielo por este lado. Rápido comenzamos a barajar otros planes, y sin pensarlo demasiado, regresamos un rato hasta una explanada verde y cómoda que habíamos visto, y que estaba ideal para acampar.

Pablo logró comunicación con la civilización, y coordino que “Campitos” nos fuera a buscar al día siguiente, para trasladarnos a la punta Nahuelcar, y entrar al hielo por la ruta de los refugios de la DGA. Decir ruta es mucho, la gente de la DGA sube en helicóptero, pero es una ruta que Pablo se supone que conocía de su intento al Lautaro el 2016.

Nuevamente armamos un campamento muy agradable, con verde, buenas vistas, y con harto tiempo para descansar. El plan original ya no era posible, pero en general yo seguía feliz de andar metido por donde nadie se mete.

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Foto: Próximos al glaciar.

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Foto: En la base del glaciar Steffen o Mellizo.

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Foto: Segundo campamento de la expedición, después del fallido intento de ingresar al CHPS por el glaciar Steffen.

Día 7... Tomás sujeta el paquete... (de la carpa, para que no se vuele...): C2 - Playa lago O´Higgins - Rescate Campitos - Intento Desembarco en Punta Nahuelcar - Bahía Cóndor.

Levantada temprano una vez más. Se suponía nos iban a buscar tipo mediodía en el mismo lugar donde nos dejó la barcaza de Pascual, así que calculamos más menos cuantas horas nos demoraríamos en volver para llegar con tiempo.

De la vuelta no hay mucho que decir, creo que cada uno masticaba de manera personal el fallo de este primer intento, pero al mismo tiempo pensábamos en cómo sacar provecho a todo el tiempo del que disponíamos. Lo que más pensaba yo era que volvíamos a tener un día de sol maravilloso, y lo bueno que habría sido estar en algún campamento base con esta tremenda ventana, pero inocentemente pensaba que quizá podrían repetirse una o dos ventanas más de tres o cuatros días buenos en lo que restaba del mes.

Regresamos por los acarreos y el bosque sin mayores contratiempos, ya casi saliendo a la playa un zorrito nos siguió muy de cerca, Pablo entró extrañamente en pánico, no sé si pensaba que lo iba a morder o algo así, yo creo que andaba curioseando, igual con ataque de histeria y todo se las arregló para sacarle unas buenas fotos.

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Foto: Zorrito amigo de Pablo....

Llegamos a la playa, pasamos de largo al roquerío donde nos habían dejado un par de días antes, regresamos a buscar al depósito y volvimos, eran cerca de las 12:00, habíamos calculado muy bien.

Tomás, por instrucciones de “Campitos”, hizo una fogata para que nos vieran, pero era tan pequeña que apenas la veíamos nosotros mismos, de todas formas, el día estaba completamente calmado, así que seriamos visibles muy de lejos.

Con bastante puntualidad escuchamos los motores de la lancha de “Campitos”, bastante más aerodinámica que la de Pascual, y con dos motores gigantes. Se acercó a la orilla, y saludos de por medio, amarramos y comenzamos a cargar nuestras cosas.

Cortó el agua como un cuchillo caliente corta la mantequilla, y así, con los Mellizos de telón de fondo, nos despedimos del sector con una sensación amarga, al menos yo.

La lancha voló por el agua, salió del brazo Santa Lucía para internarse en el brazo O`Higgins, donde comenzamos a ver grandes trozos de hielo flotando. El oleaje también era bastante más fuerte en esta zona.

Intentamos acercarnos a la Punta Nahuelcar, pero a palabras de “Campitos” estaba peligroso por la cantidad de hielo y seracs que flotaban en el lago y que tenían casi cerrado el acceso, yo creo que no buscó mucho, pero ciertamente había mucho hielo en el agua. Frustración, parecía que nada quería resultarnos bien.

Por suerte “Campitos” tuvo una buena idea, llamó por radio a la bahía Cóndor, lugar donde habita un residente y montañero local, Leo Soto, y le preguntó si nos podía recibir. Leo tiene una lancha más pequeña, y quizá él podía intentar el desembarco a la mañana siguiente, esperando que durante la tarde y noche el viento juntara los seracs flotantes en alguna orilla. Leo dijo que podía, y nos devolvimos a la bahía Cóndor.

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Foto: Tomás “náufrago” Torres esperando la “extracción” …

Desembarcamos, Leo nos recibió con mucha amabilidad, junto a una gran cantidad de perros de los cuales al que más recordamos es a Limón, y un gato, Hipólito, que como buen gato no nos daba bola.

Pasamos el resto de la tarde entre mates y conversas, salí a dar una vuelta y recorrer un poco, el lugar tenía una vista muy bonita del lago, se veía mucho hielo, no estaba seguro de que pasaría al otro día, pero pensé que no sacaba nada con darle muchas vueltas, hay que dejar que las cosas simplemente sucedan…

Así terminó el séptimo día de viaje. A estas alturas teníamos más kilómetros navegados que caminados… pero estábamos contentos por el solo hecho de estar ahí…

Día 8... me como un bizcocho: Bahía Cóndor - Punta Nahuelcar - Porteo 1 - Punta Nahuelcar.

Nos levantamos temprano, Hipólito el gato ya nos había despertado para que le abriéramos la puerta. Tomamos desayuno, ordenamos las pocas cosas que habíamos subido a la cabaña y bajamos al lago.

La idea era que, con la lancha de Leo, más pequeña, y pensado que ojalá el lago estuviera más despejado de hielo, hoy si pudiéramos desembarcar en la Punta Nahuelcar.

Cargamos las cosas, bencina, al perro Limón, y partimos. El sol apenas aparecía sobre las montañas del lado argentino, e iluminaba las cumbres más altas, las cuales comenzaban de a poco a reflejarse en el lago, todo en limpios tonos prístinos. Llegamos al sector de los hielos flotantes, la lancha fue bordeando más por la orilla izquierda del brazo, a ratos no parecía muy diferente al día anterior, pero poco a poco fuimos encontrando pasadas sin necesidad de acercarnos tanto a los hielos, llegados a un punto la bahía se despejó y Leo gritó ¡Pasamos!

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Foto: Vista al lago O, Higgins desde la bahía Cóndor.

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Foto: Navegando…

Poco a poco nos fuimos aproximando a la orilla, se veía el pequeño refugio de la DGA que originalmente tenía otra ubicación, pero terminaron instalando en la bahía, salieron dos personas, alertadas por el ruido del motor seguramente.

Sin mayores problemas nos acercamos a la orilla rocosa donde pudimos amarrar la lancha y comenzar a descargar todo el equipo, después de eso fuimos a saludar a la gente de la DGA que estaba haciendo trabajos en el sector. Llevamos todo desde la zona rocosa a la playa de arena, la vista del glaciar Pirámide y varias montañas innominadas diseminadas por la zona entusiasmaban, me daban ganas de quedarme por ahí, e ir a investigar.

El plan para hoy era comenzar de inmediato los porteos, pero bajar a dormir en las cercanías del refugio, para el día siguiente subir con todo lo demás. El día volvía a estar soleado, tremenda ventana de buen tiempo que nos estábamos perdiendo.

Después de conversar un rato con los chicos DGA y despedirnos de Leo y de Limón, terminamos de ordenar y comenzamos a caminar. Cuando hay que portear yo me programo para un primer día algo más liviano, ya que el camino no es por sendero, y seguro tendremos que ir buscando pasadas y a veces equivocándose, y un segundo día más pesado, pero con el camino conocido, los demás parecían hacerlo a revés, primer día pesados y segundo livianos, así que esos primeros días anduvimos siempre descoordinados de ritmo de subida. Pablo había intentado el Lautaro subiendo por acá mismo, así que se supone que era el que conocía, pero después de la primera hora de subida me di cuenta de que mucho no se acordaba, así que tendríamos que ir buscando como si fuera primera vez.

Luego de un rato me adelanté, andaba más liviano así que me resultaba más fácil ir buscando el camino, aunque tampoco era tan complejo el terreno, algunos desvíos cortos para terminar asomados a farellones verticales por donde no se podía pasar obligaban a deshacer los pasos, y en algunos tramos algunas pircas de piedra nos indicaban que íbamos bien, intentamos armar varias más para poder guiarnos en la bajada.

Así pasaban las horas con un calor bastante inusual para la zona, subiendo y bajando, destrepando una que otra pasada expuesta, hasta que llegamos a un punto donde una caja plástica abandonada por Pablo en su viaje anterior nos volvía a servir de indicador de que íbamos por buen camino.

Al rato llegamos a un punto donde no se veía de manera obvia por donde continuar, muchos acarreos, arenales, y la opción de intentar entrar al hielo y orillar por un tramo de glaciar sucio y bastante agrietado, por hoy lo desechamos pensando que mañana podríamos encontrar una pasada más sencilla. Armamos un depósito y comenzamos el regreso a la playa.

La bajada fue tranquila hasta llegar en la tardecita a la playa del desembarco, tomamos lo justo y fuimos a armar la carpa cerca del refugio, vuelta a conversar con los muchachos de la DGA los cuales nos alegraron la existencia con unas cervezas y algunas cositas para picar. Agradable convivencia con una tremenda vista.

Luego a la carpa para comer y ordenar un poco. El atardecer estaba perfecto, no había viento, no hacía frío, los chicos se metían a la carpa y no salían más, yo preferí tomarme mi sopa con crutones sentado en una roca mirando los hielos flotantes del lago, los cordones de montañas que nos rodeaban, y un incendio intencional que en la orilla opuesta desprendía bastante humo. Aunque era acotado, es una estúpida costumbre de algunos pobladores que creen que después sale pasto en la tierra quemada.

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Foto: Punta Nahuelcar.

Fui a caminar hacia el otro lado para ver la inmensa cascada de seracs del glaciar O`Higgins que aun llega al agua, quizá en algunos años más, al ritmo que retrocede, toque tierra, al igual que el glaciar Pirámide, que ya no llega al agua. Pensar que seguramente mucho tiempo atrás se deben haber juntado en uno solo. Triste ver los efectos del cambio climático de manera tan dramática.

Día 9... el potito se te mueve: Punta Nahuelcar - Campamento 1 (Expuesto, pero con agüita):

Nos levantamos tranquilos a ordenar todo lo que teníamos que subir, ahora nos íbamos de manera definitiva en pos de los hielos. Dejamos algunas cosas guardadas debajo del refugio, nos despedimos de nuestros amables anfitriones, y bajamos a la playa para comenzar la subida por las mismas huellas de ayer. Hoy era el día de mi porteo pesado, la diferencia es que era camino conocido, entonces en teoría debería ser algo más tranquilo.

La subida hasta el punto del depósito fue bastante agradable, sin mayores novedades, desde este punto se suponía que no faltaba mucho, pero para variar los recuerdos de Pablo eran algo borrosos, así que básicamente de nuevo no teníamos muy claro por donde seguir.

Miramos lo que el día anterior nos pareció la continuación lógica del recorrido, pero pronto quedaba cortada por farellones, o expuesta a un gigantesco acarreo de bajada por donde no tenía ninguna pinta de ser el camino, o no uno muy agradable al menos, subiendo y bajando, mirando de un lado a otro, fuimos considerando más viable la opción de entrar al glaciar en este punto, lo que desde arriba no nos había parecido muy buena idea, porque era evidente el festival de grietas que nos íbamos a comer estando arriba, pero cada vez estaba más complicado mantenerse por el borde.

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Foto: Segundo día de porteos, nótese el estupendo clima que extrañaríamos después…

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Foto: Glaciar O’Higgins.

Terminamos bajando mucho, y Tomás encontró un punto donde podríamos entrar al glaciar. Era el sector con menor altura en la muralla de hielo, era en realidad la única alternativa que teníamos, lo demás eran murallones extraplomados de muchos metros de altura que terminaban en mini lagunas, o al menos quiero pensar que eran minis, por donde no había ninguna posibilidad de montarse, el punto que encontró Tomás era la única debilidad del hielo en cientos de metros.

Para trepar Pablo subió sin mochila, instaló unos tornillos como en sus mejores tiempos juveniles, y después subimos todos, más las mochilas y los trineos, ayudados de la cuerda no nos tomó tanto rato la maniobra, arriba arreglamos las cosas y bastante animados comenzamos a caminar por el glaciar O’Higgins.

Los crampones crujían al pisar el hielo duro, con mucha piedra y tierra en esta zona cercana al borde, avanzamos bastante rato sin encontrar mayores dificultades, ninguna grieta nos cerró el paso de manera definitiva, y siempre fuimos encontrando pasadas sin perder mucho tiempo, hasta que en un punto los chicos salieron a tierra de nuevo, era tarde, parecía obvio buscar una salida, pero aunque esta fue cómoda y no tuvimos que hacer ninguna maniobra, salimos a un sector de acarreos y tierra donde no se podía instalar un campamento, no sabíamos cuánto faltaba para el lugar “oficial”, pero si sabíamos que aún no habíamos llegado.

No se veía un camino obvio, partimos para arriba por subidas arenosas bien pesadas, solo para terminar metidos en algunos sectores rocosos de slabs medio resbalosos que obligaban a ir bastante atentos, hasta que en un punto pareció que quedábamos bloqueados.

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Foto: Un meditabundo Tomás observa el horizonte imaginando alguna pasada por el hielo. Al final el camino sería por la zona sucia del glaciar.

Había un tramo corto que trepar, muy expuesto y con el peso que llevábamos en la espalda se hacía complicado, ahí nos quedamos parados buscando pasadas que parecían no aparecer nunca, hasta que maniobras más y menos, terminamos pasando, caminamos algunos minutos más y encontramos un lugar, muy expuesto al viento, pero bastante plano como para instalar la carpa, y con agua cerca. Ya era tarde, el clima parecía que se podía descomponer, caían sus gotas a ratos, soplaba viento fuerte, y lo principal, no se veía por donde continuar. Decidimos armar el campamento en este punto.

Había sido un día pesado, no cumplimos lo planeado, que era llegar al campamento correcto, y volver a buscar las cosas del depósito, pero en ese minuto daba un poco igual, ni siquiera teníamos claro por donde seguir al día siguiente…

El lugar era expuesto al viento, así que nos tomamos un rato para armar un muro de piedras que protegiera un poco la carpa, juntamos agua y dejamos las cosas bien aseguradas. Una vez instalados, y ya con algo de lluvia nos dedicamos a comer y descansar.

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Foto: Campamento intermedio. El lugar era expuesto, pero tenía agua cerca, y una bonita vista.

Día 10… sabañón en los pies: Campamento 1 - Campamento 2.

Despertamos temprano, día con nubes y mucho viento en el lugar donde estábamos; desarmamos campamento con cuidado para que nada se volara, y comenzamos a bajar por un acarreo suelto. De una u otra forma logramos avanzar y terminamos llegando a la entrada de la quebrada que tenía que conducirnos al refugio de la DGA, lejos aún.

Comenzamos a subir y después de poco rato llegamos a un plano muy bonito, con agua, algo de verde, y un buen sector para armar un campamento, después venía la subida final en dirección al refugio y al hielo, pero aun teníamos un depósito abajo, así que decidimos no alargar tanto los puntos en los que teníamos cosas. Era temprano, pero encontramos un lugar estupendo para acampar, comparado con el del día anterior, así que fue un día de media jornada, con algo de descanso.

Instalamos la carpa, aprovechamos de secar cosas y nos relajamos bastante, los chicos metidos dentro de la carpa, yo afuera, tomando fotos y disfrutando el entorno, era un lugar muy lindo realmente, y todo estaba muy tranquilo, a veces caían gotas, lo que ya es habitual, después el viento secaba todo, fue una tarde muy agradable para reponer energías.

Al día siguiente queríamos volver a buscar las cosas del depósito y subirlas lo más cerca posible del refugio, en el punto donde se entra al CHPS, sentía que íbamos algo atrasados, pero los trayectos eran largos y el terreno no tan sencillo, lo importante es que de a poco íbamos avanzando, lo preocupante, es que el clima había estado muy decente, sabíamos que en algún momento tenía que llegar la maldad…

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Foto: Campamento feliz...

Día 11... entonces: Campamento 2 - Regreso a Porteo 1 - Vuelta a Campamento 2 - Porteo al CHPS - Regreso a Campamento 2

Nos levantamos relajados, desayunamos y nos preparamos para bajar por las cosas del depósito, el día parecía estar estable, nublado, pero sin lluvia.

Bajamos rápido hasta el hielo, no íbamos a seguir el mismo recorrido del día anterior, habíamos visto un punto de entrada al glaciar cerca de donde estábamos, lo fuimos a ver y estaba perfecto, con poco esfuerzo logramos subir a los hielos y comenzar a caminar en pos del lugar por donde habíamos entrado hace dos días.

Grietas por todas partes, pero visibles, en el sector lateral del glaciar el terreno es hielo duro, cubierto de tierra y piedrecilla, con una que otra gran roca apoyada en nada, y muchas grietas abiertas, a veces poco profundas pero que cortan la pasada, a veces más profundas de lo que uno quisiera.

En general avanzamos sin grandes complicaciones, solo en un punto quedamos bastante bloqueados, Pablo pasó por un lugar descriteriado, Tomás no quiso y a mí no me pareció muy buena idea, nos separamos, vi a Tomás haciendo equilibrio y dando un salto que desde lejos no me pareció muy agradable, seguramente una pasada expuesta, en este sector estaba muy complicado encontrar un buen camino. Según yo vi una mejor alternativa, pero terminé avanzando a caballito por un filo de 30 centímetros con una caída a las oscuras fauces de una grieta por un lado, y una algo menos horripilante al otro lado, con viento complicando todo. Al final no sé cuál de las tres opciones fue la peor.

Pasé, pero no me hizo gracia pensar en pasar por ahí al regreso, con la mochila pesada. De todas formas, nunca hacíamos el mismo camino, en estos terrenos es prácticamente imposible encontrar puntos de referencia cercanos, todo es muy similar, simplemente la descripción gráfica del caos.

Llegamos al punto de salida, un tornillo, cuerda con un asa, y bajamos a pulso, no era necesario rapelar, pero la elongación tampoco daba para bajar sin nada, eran poco más de dos metros hasta el suelo creo. Luego una absolutamente latera subida por acarreos, y llegamos al lugar donde estaban nuestras cositas.

El viento estaba poderoso, así que comimos algo, ordenamos, y no nos quedamos mucho rato, partimos de vuelta rapidito. Llegamos al hielo, maniobras para volver a subir, y el camino de regreso sin mayores inconvenientes, pero no tan fluido tampoco, siempre mirando por donde seguir, siempre encontrando alguna grieta que corta la pasada, algunas veces bajando y subiendo con las puntas delanteras de los crampones cuando no eran tan profundas, y así, poco a poco quedamos más menos frente a la quebrada, y gracias a un papel confort que había dejado Pablo encontramos el punto de salida sin tanto sufrimiento.

Subimos rápido al lugar de campamento, dejamos algunas cosas, cargamos otras, y partimos para arriba. Subimos algunas horas pasando por lugares muy bonitos, un plano con un riachuelo corriendo en el centro, algunos sectores de slabs y poco a poco el terreno se fue trasformando en las clásicas morrenas que dejan los glaciares al retroceder, con varias lagunas en el camino.

Algunos sube y baja y llegamos al borde del hielo, nuestra entrada definitiva al Campo de Hielo Patagónico Sur. Otro depósito, y vuelta a la carpa, mañana por fin nos íbamos de una buena vez hasta el refugio de la DGA.

La bajada rápida y relajada, las labores de campamento habituales, agua, comer, conversar, sentir el olor de los pies de Tomás, lo típico…

Fue un buen y trabajado día.

Día 12… puro goce: Campamento 2 - Refugio DGA Nunatak O´Higgins.

Levantada y a trabajar, como todos los días.

Desayuno, desarmar campamento y partir hacia arriba. Tramo tranquilo, día nuboso, pero relativamente tranquilo, siempre mucho viento. Llegamos rápido al depósito, acomodamos las cosas, cargamos un poco más y entramos al CHPS sin complicaciones, una buena entrada pensé.

El primer tramo es sencillo, bastante plano, cada vez más blanco en la medida que nos acercamos a la meseta principal, y sectores con grietas fáciles de identificar y saltar. El día de a poco se fue nublando y poniéndose más helado y ventoso, ráfagas de lluvia caían por momentos. Un buen rato después llegamos a la base del Nunatak O´Higgins, aquí había que subir por un sector glaciar que tenía nieve profunda, así que nos encordamos.

Esta parte estuvo más pesada de lo calculado, la nieve estaba profunda en algunos tramos, y la parte final era por una pendiente fuerte, con bastante peso, mucho viento, frío, y ahora una lluvia constante, llegamos a un plano que nos acercó a las rocas por donde se suponía que debíamos subir al Nunatak, y después al refugio, pero íbamos a tientas, los recuerdos de Pablo del lugar como siempre eran algo más que borrosos.

Entramos a tierra firme por cualquier parte, y con algunas trepadas llegamos a terreno más cómodo, el terreno es de roca lisa, con trincheras que las separan y por donde fuimos avanzando de un lado a otro, como por un laberinto, hasta que en algún punto vimos los refugios a los lejos, y después de otro rato de subidas, bajadas y trepes, llegamos por fin.

Me quedé afuera un rato mirando el paisaje antes de entrar, el viento secaba un poco, pero seguía lloviendo así que entré. El refugio de la DGA es amplio y cómodo, aunque definitivamente podrían tenerlo mucho mejor arreglado, mucho cariño no le ponen.

Nos acomodamos, aproveché la comodidad para ponerme ropa seca y sacarme los zapatos, llegamos bastante mojados, así que lo primero fue zamparse una sopa de crutones, y registrar un poco a ver que podíamos encontrar. No había casi nada útil.

Era algo tarde y el clima se había descompuesto, así que no podíamos bajar a buscar las cosas en la entrada del CHPS ese mismo día, de todas formas, la subida había sido larga y muchas ganas de bajar tampoco teníamos.

Pasamos el resto de la tarde intentando planificar en base a los pronósticos que nos llegaban, que no eran muy buenos, nuestras opciones cercanas eran el volcán Lautaro, los cerros Ambrosios y el monte O’Higgins, más algunas cumbres más bajas que a mí me gustan mucho pero que Pablo desprecia por pequeñas. Lo primero era bajar a buscar nuestras cosas, lo malo es que los próximos días se comenzaban a ver más complicados en cuanto a clima. No le dimos más vueltas y pasamos una buena tarde en la calidez del refugio, mañana veríamos como amanecía y que podíamos hacer…

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Foto: Refugio de la DGA en el Nunatak O´Higgins.

Día 13… más me crece: Refugio DGA - Regreso a buscar Porteo 2 - Refugio DGA.

Día para ir a buscar lo último que nos quedaba de equipo repartido por la ruta, y pensar por fin en escalar algo. Salimos a buena hora, el clima pintaba bueno, o sea, sin tormentas, que ya es mucho pedir. Bajamos encordados el primer tramo, bastante enterrados en la huella del día anterior. Llegamos al hielo duro, me quité la cuerda, este tramo era casi plano y las grietas estaban a la vista, no era necesario ir encordados. Lo recorrimos rápido hasta llegar al punto donde debíamos salir del hielo, y subir unos pocos metros hasta el lugar donde habíamos dejado el último de nuestros porteos.

Ahí nos juntamos todos, comimos algo, ordenamos las cosas, y descansamos disfrutando una brisa algo excesiva para mi gusto, luego de eso nos dispusimos a regresar, el día ya estaba más nublado, pero se mantenía estable.

La vuelta fue tranquila en el sector de hielo, al llegar a las pendientes de nieve sobre hielo nos encordamos otra vez, me fui primero siguiendo las huellas que Tomás abrió el día anterior y que repasamos de bajada, a pesar de eso me enterraba bastante igual, esta zona estaba en malas condiciones.

Cerca ya de donde entramos a la roca el día anterior, Pablo se puso sus esquís por primera vez en el viaje, probando una súper fijación espectacularmente liviana y aerodinámica que mandó a pedir a Plutón, era un tramo corto, pero supongo que estaba ansioso por esquiar. Con Tomás seguimos caminando, habíamos subido los esquís el día anterior.

Recorrimos un poco más por la nieve hasta encontrar una entrada a la roca mucho más decente que la que habíamos hecho, dejamos algo de equipo que solo usaríamos al entrar al hielo, y nos fuimos al refugio a comer.

Resto de la tarde, labores domésticas y planificar.

Día 14... entonces... (otra vez…): Refugio DGA.

Durante el debate del día anterior, llegamos a la conclusión de que llevábamos bastantes días de corrido trabajando y algo de cansancio había, también muchas cosas mojadas, así que optamos por darnos un día de descanso y desde ahora, con todo nuestro equipo a mano, comenzar a ver los objetivos.

Ley de “Murphy”, el día descanso fue día “de cumbre”, más menos, cielo azul, mayormente despejado, el volcán Lautaro mostrando toda su magnificencia a la distancia, y la cadena del O´Higgins, a pesar de eso, tapada por nubes.

Así como nos había pasado en esos soleados días de porteo, volvíamos a estar mal ubicados en un día en que se podría haber intentado una cumbre, pero bueno, aquí juega el azar, es imposible planificar al detalle el pronóstico y menos viajando desde Santiago.

Así que ya sin sufrir, nos dedicamos a rezongar, reparar algunas cosas, preparar los trineos, secar lo mojado, y simplemente disfrutar la soberbia vista que se tiene de este sector del Campo de Hielo Patagónico Sur. ¿Los planes? En teoría venían algo así como dos días y medio o tres bastante estables, así que optamos por hacer un intento al volcán Lautaro. Yo pensaba que íbamos algo justos, bastaba que el pronóstico no se cumpliera por horas y nos quedaríamos con las ganas, tampoco se planificaba con la intención de aguantar un eventual mal clima en un campamento avanzado para esperar la oportunidad de subir, era todo o nada. No me parecía tan buen plan, pero la presencia del Lautaro era casi hipnótica en el horizonte. ¿Y si se cumplía el pronóstico? La sola posibilidad, por mínima que fuera, de intentar su cumbre, me alentó.

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Foto: Volcán Lautaro.

Día 15... rápidos como un lince: Refugio DGA - CB Lautaro.

Amaneció tapado, pero nos preparamos para partir igual. Entramos al hielo con whiteout, no se veía nada, moviéndonos a pura brújula, aunque era evidente que el rumbo era algo errático, es que a ratos aparecían grietas que nos obligaban a hacer algunos rodeos. Poco a poco aparecieron algunos claros en el cielo, y también de a poco las nubes se fueron disipando. Cerca del mediodía ya teníamos una jornada de cielos parciales y bastante calor.

Aunque a ratos es algo monótono avanzar por un plateau de hielo arrastrando un trineo, los paisajes eran de una majestuosidad tal, que al menos en mi caso, no paraba de sentirme agradecido por la sola posibilidad de estar ahí. Es una experiencia alucinante.

Al final del día fueron algo así como 16 kilómetros que avanzamos desde el Nunatak O’Higgins hasta el campo base del Lautaro, donde llegamos a preparar un buen muro de hielo, hidratarnos, comer, y esperar que el clima nos diera la oportunidad de intentar la cumbre.

Mientras, Tomás analizaba los pros y contras de subir montañas que tienen seracs colgantes sobre la cabeza de uno, algo que le inquietaba un poco, creo que mi experiencia en cordilleras peruanas me ayudaba en ese sentido, “lo que tenga que caer caerá y no podemos hacer nada al respecto” le decía… para tranquilizarlo…

Nos acostamos llenos de ilusiones…

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Foto: Campamento en la base del volcán Lautaro.

Día 16... no la veréis (la cumbre): CB Lautaro - Refugio DGA.

Nos levantamos llenos de desilusiones.

Nos asomamos a las tres o cuatro de la mañana creo y no se veía nada, también caía algo de plumilla, pues nada, no habría volcán Lautaro esta vez, y peor, según lo planificado debíamos regresar hoy mismo al refugio. Debimos prepararnos para estar unos días acá pensaba, esperando la ventana, pero también era cierto que estaba pronosticado un temporal más violento de lo habitual, así que nada, nos jugamos a una ventana cortísima que no llegó, ahora teníamos que arrancar de vuelta.

El día comenzó no muy bien, bastante viento y poca visibilidad, algunos tramos con pendiente en bajada me preocupaban dado mi escaso nivel de esquí, eso era al comienzo, después todo era bastante plano.

Pablo es esquiador experto y lamentablemente no le importa mucho si los demás no esquían como él, así que mientras él bajaba rápido y se quejaba de lo lento de los demás, o básicamente de mí, un par de tirones de cuerda me mandaron al suelo. Tuvo suerte de que fuéramos encordados a una distancia suficiente. Tomás, bastante más amigable, me hecho una mano el par de veces que terminé horizontal.

Una vez en el plano el clima se puso algo más estable, nubes altas y buena visual, poco viento, algo de lluvia a ratos, unos duchazos esporádicos, básicamente el día ideal para desplazarse por el hielo, irónicamente si hay mucho sol todo se vuelve un horno, no es agradable. Avanzamos a buen ritmo abriendo el camino con Tomás durante todo el día, era evidente que venía el temporal, queríamos llegar al refugio antes de que se quedara la pelotera.

Llegamos bien, con luz y tranquilos, pudimos acomodarnos bien a esperar el temporal y mascar la frustración de un viaje que ya llevaba 16 días y donde nos habíamos hecho nada más que pasear.

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Foto: De vuelta al refugio…

Días 17 al 19... el refugio se te mueve: Refugio DGA.

El temporal llegó, y fuerte, nos tuvo tres días metidos en el refugio sin posibilidad de hacer nada más que sentir como crujía todo, y mirar por la ventana la nieve que caía en forma horizontal producto del viento, el cual se escuchaba silbar con fuerza. Fueron días tranquilos de mucho análisis personal en mi caso, de lectura, conversa, de comer el pan que hacía Tomás con una harina vencida que encontramos, y principalmente analizar que alternativas nos iban quedando para no volver con las manos vacías.

Son días que pueden llegar a inquietar mucho a una persona no acostumbrada, por suerte la experiencia acá juega un rol importante, tantas veces encerrados en una carpa por culpa del mal tiempo, tantas veces regresando sin cumplir algún objetivo por culpa del clima… no era nada nuevo, es parte de la vivencia. Aun teníamos días y lo que teníamos que hacer era buscar la forma de usarlos de manera eficiente, según nuestra esperanza, tenía que venir una ventana de buen clima, era lo lógico, necesitábamos unos dos o tres días estables para sacar un buen objetivo, pero la verdad no sabíamos a ciencia cierta si esa lógica climática se iba a cumplir, en el CHPS nada parece actuar con total lógica.

Día 20... todo se siente: Refugio DGA - C1.1.

Mejoró el clima y decidimos movernos en dirección al valle glaciar que cae desde los cerros “Ambrosios”, con la esperanza de poder intentar alguno de los inescalados de la zona, tal vez el Ambrosio Este, o quien sabe, el mismísimo O`Higgins que tiene solo un ascenso.

El día no fue agradable, nos metimos directo por un campo de grietas que nos hizo dar muchas vueltas y avanzar poco, una vez afuera y aproximándonos al plano todo se hizo algo más fluido, por un rato, hasta que llegamos a la zona donde corría mucha agua sobre el hielo, en forma de riachuelos, pozones, y algo que parecía un lago más grande y que tuvimos la precaución de mantener a cierta distancia.

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Foto: Ambrosio Oeste.

El terreno era malo y la verdad es que trabajamos muy mal coordinados, desencordados daría lo mismo, pero íbamos encordados los tres, teníamos que funcionar como uno solo, y eso no pasaba.

Después de un día completo de malos ratos logramos salir a terreno un poco más agradable, y por la hora comenzamos a buscar un punto para acampar. Estábamos a un par de kilómetros de la entrada del valle glaciar, algo alejados de las zonas desde donde podía caer material. El clima había estado bueno, principalmente sol sin mucho calor, quedaba un rato de luz y el entorno se teñía con esos colores que hacen olvidar las penurias. El paisaje estaba hermoso.

Luego de armar el muro con bloques de nieve, trabajo que siempre toma un buen rato, y armar la carpa, ya estábamos adentro intentando en mi caso digerir las experiencias del día, para sacar las conclusiones correspondientes. Labores de campamento, comer, revisar pronósticos, lo típico. Luego, a dormir.

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Foto: Tomás en al campamento “Ambrosios”. Nótese el palo de escoba que usó como bastón durante la expedición.

Día 21... acá no me apuno: C1.1 – C1.2.

Amaneció menos bueno que el día anterior, pero parecía que aguantaba; desarmamos todo, dejamos algún pequeño depósito para recoger al regreso, y partimos con la intención de montar un campamento base para cual fuera el cerro que quisiéramos intentar, o que tuviéramos la oportunidad de intentar.

El terreno estaba disparejo y con hielo en un comienzo, mucho volcamiento y atasco de los trineos en este tramo, pero fueron un par de horas y después se emparejó, lo que nos permitió hacer un gran rodeo para esquivar una zona de hielo pulido, y por pendientes suaves entrar a la cuenca glaciar.

Acá fue solo subir paso a paso mientras veíamos como el clima comenzaba a cerrase, las nubes bajaban y lo cubrían todo, el viento aumentaba la intensidad y comenzaba a plumillar.

Fue una jornada de trabajo corta, llegamos a un punto en donde no podíamos avanzar más sin comenzar a subir los cerros que cierran la cuenca glaciar, estábamos en un buen lugar para instalar un campamento, en la base de los “Ambrosios” y la P-2364, con una vista brutal y hermosa de todo el plateau del CHPS -cuando se podía ver algo-. Decidimos instalarnos y jugarnos todas las fichas a que estando acá, nos llegaran de regalo un par de días buenos.

Día 22... todavía tengo tos: C1.1.

Todo el día malo. Tomás salió en la mañana y estuvo un par de horas bajo una intensa lluvia reparando y reforzando el muro, con Pablo pensamos que talvez tenía ganas de estar solo un rato y optamos por quedarnos calentitos dentro de la carpa. Luego entró Tomás y estuvo un buen rato explicándonos su obra de ingeniería con el muro de protección. Así como lo planteaba, parecía que el muro hubiese quedado indestructible.

Rato después, mientras me pegaba un pestañazo, una ráfaga de viento derribó parte del muro y este cayó en mi cabeza. Buena forma de despertar.

Salimos los tres y estuvimos su buen par de horas reparando y reforzando el muro. Aun no entendemos que hizo Tomás toda la mañana…

Resto del día en labores cotidianas. Pocas esperanzas de que el clima mejore. Nos van quedando menos días.

Día 23... felices los tres: C1.1 - Cumbre - C1.1.

Amaneció malo, lluvia, nieve, el olor a pata de Tomás, los pelambres de Pablo, nada parecía cambiar respecto a otros días. No había ventana, no teníamos oportunidad de nada, la montaña no quería darnos nada… me dormí de nuevo un rato más…

Tomás sale fuera de la carpa y dice que el cielo está abriendo, Pablo se asoma y me despierta para que salgamos, todo el campamento comienza a moverse y equiparse. Yo, no les creo mucho la verdad, me asomo y sí que sí, se ven los “Ambrosios”, el CHPS, el Lautaro en el horizonte… pero es casi mediodía, no sé bien que podemos hacer partiendo tan tarde, en fin, equiparse y partir… algo haremos.

Ya equipados nos encordamos y comenzamos a subir por un terreno aparentemente sencillo, pero que al poco andar nos dimos cuenta de que tenía muchas grietas ocultas. Con más de alguna caída en ellas comenzamos a subir hacia el collado que separa a los Ambrosios del O’Higgins y la P-2364, en este punto el clima parecía aguantar, pero habiendo partido cerca del mediodía descartamos el Ambrosio y el O’Higgins porque argumentos más argumentos menos, no teníamos el tiempo necesario para ir y volver con seguridad. El clima “aguantaba” pero no parecía ser una ventana muy extensa. Optamos por ir a la P-2364 ya que era el único objetivo por el momento que, siendo realistas, tenía verdaderas opciones de éxito.

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Foto: Camino al portezuelo. A la izquierda el Ambrosio Este.

Para ir al objetivo tuvimos que devolvernos un tramo, ya que con el entusiasmo original habíamos partido al Ambrosio Este. En poco tiempo llegamos a la base de la pirámide final de la P-2364, acá nos pusimos crampones ya que venía un tramo de subida en pendiente más fuerte, Pablo se acalambró y Tomás tuvo que masajearlo y ayudarlo con los crampones. Después de eso partimos para subir el tramo final. Me reí mucho con la escena debo admitir. El sol avanzaba rápidamente hacia el horizonte y las nubes algo desordenadas aun, comenzaban a apropiarse del cielo.

Subimos rápido la pendiente de nieve para llegar a una especie de portezuelo entre un gran gendarme de roca y la filuda pendiente de nieve final que llevaba a la cumbre, no podía ser de otra forma, el final debía ser estético, a la altura del lugar…

Nos desencordamos y partimos a la cumbre, cada uno concentrado en sus propios pasos, el terreno era sencillo, pero en algunos tramos la pendiente era fuerte y la exposición fuerte. Salimos a la parte alta, y quedaba por recorrer un filo angosto al comienzo y que se puso más cómodo en las cercanías de la cumbre… cumbre… lo habíamos logrado.

Alegría, felicidad, abrazos, viento, frío, nubes, una vista difícil de describir, sensaciones imposibles de traspasar a un texto.

Teníamos nuestra cumbre, una primera ascensión en Campo de Hielo Patagónico Sur, aproximando por una cuenca glaciar jamás antes recorrida. No parecía que fuéramos a tener tiempo para el O’Higgins o los Ambrosios, aunque la esperanza todavía estaba.

Estuvimos un buen rato, lo justo en estas condiciones, estaba muy helado, pero principalmente era tarde, las nubes revoloteaban por todas las cumbres circundantes y la posibilidad de que el tiempo nos jugara una mala pasada no parecía tan remota. Disfrutamos lo último y comenzamos a bajar.

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Foto: P-2364, ahora, cerro Hipólito.

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Foto: Llegando a la cumbre.

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Foto: Tomás y Pablo en la cumbre.

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Foto: Volcán Lautaro a la distancia; se vienen las nubes…

Con cuidado en el primer tramo que era el más expuesto, llegamos al portezuelo, bajamos la pendiente siguiendo nuestras propias huellas y bajo ella nos volvimos a encordar. Pablo y Tomás parecían ansiosos por bajar rápido, la posibilidad de que el viento tapara la huella los complicaba, ciertamente el terreno tenía varias grietas importantes, pero yo sentía que teníamos todo bastante controlado, que no era necesario tanto apuro. Hubiese querido sacarle una última foto al O’Higgins enrojecido por las luces del crepúsculo, pero el apuro de los chicos me lo impidió.

Como sea bajamos a buen ritmo, sin parar, fuimos pasando las grietas, Tomás cayó en una, pero poco a poco avanzamos directo al campamento. Fue en este tramo final, que, a pesar del apuro de mis compañeros, la visual de kilómetros y kilómetros de hielo frente a mí, iluminados por las ultimas luces del día, me llenó por completo, fue un momento indescriptible para mí, estábamos en el tramo final, una línea recta hasta la carpa, siempre con grietas, pero sencillo, pero el viento, la luz, la obvia sensación de alegría por la cumbre… sentí que todo había valido la pena.

Llegamos a la carpa, Tomás entró rápido, Pablo se quedó grabando un rato, yo intenté enrollar la cuerda que era un verdadero alambre, lo dejé para después. Entré a la carpa a comer y a disfrutar la calidez del hogar, porque esa carpa era nuestro hogar en estos lejanos parajes.

Extrañamente recuerdo poco de esa tarde, supongo que comimos y nos acostamos, si recuerdo al momento de meterme al saco una sensación de alivio por haber podido cumplir alguno de los objetivos, quizá no los principales, pero en estos lejanos lugares si uno no tiene capacidad de improvisación para adaptarse a las condiciones es poco probable lograr subir alguna montaña.

Fue un buen tuto el de esa noche…

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Foto: Durante la bajada.

Día 24... mal clima para rato: C1.1.

Al final nuestra tan ansiada ventana de buen tiempo duró como diez horas, eso fue todo lo que nos dio el CHPS para hacer algo, y algo hicimos, pero durante la noche el clima volvió a estropearse y amaneció malo.

Ese día nos quedamos en el campamento, no porque estuviéramos cansados para comenzar el regreso, sino porque estábamos estirando el chicle a ver si otra ventanita nos permitía un intento rápido al monte O’Higgins, pero estuvimos el día nadando entre esperanzas e incertidumbres…

Al final y sacando cuentas, ya comenzábamos a estar medio justos para el regreso, teniendo en cuenta que las barcazas no navegan con cualquier clima por el lago, no teníamos ya mucho espacio en tiempo para grandes estrategias, debíamos bajar.

Día 25... me levanto con ahínco: C1.1 - Refugio DGA Nunatak O’Higgins.

Levantada y a desarmar el campamento, se terminó todo, había que volver. Pena por algunos objetivos no logrados, alegría por lo que si pudimos hacer, cierta incertidumbre sobre el futuro de los hielos y las estrategias para nuevas expediciones, el cambio climático está pegando fuerte, y en esas zonas es muy notorio, en fin, muchas sensaciones, hay ganas de volver con los seres queridos, también ganas de poder quedarse y hacer más cosas, y bueno, muchas cosas revolviendo la cabeza…

Comenzamos la bajada con un día nublado y bastante ventoso, este tramo debía ser sencillo, de subida lo fue, en las bajadas hay que esforzarse más por mantener el control del trineo que a veces se adelanta y termina enredado entre las cuerdas y los tirantes. Cosas sencillas de manejar en un grupo más compacto, no es nuestro caso. Mi trineo toma vida propia varias veces, se adelanta en la bajada, se enreda en los esquís, cuesta mantenerlo controlado, Pablo muestra aquí toda su experiencia en los hielos, maneja el trineo casi sin problemas, pero se impacienta cuando los demás no podemos hacer lo mismo.

Hay bastantes grietas en el camino, pequeñas, y que no implican peligro, pero me imagino la zona en verano y no es un lugar en el quisiera estar. De un momento a otro estamos sobre hielo, no entiendo, porque la subida la negociamos solo por nieve, pero ahora nos desviamos antes y bajamos directo por el hielo. El terreno es incómodo, con ondulaciones, el trineo se atasca, hay agua, se resbala todo, en algún punto tenemos que sacarnos los esquís y avanzar caminando, el trineo cae en hendiduras, Pablo se aburre, se saca la cuerda y se adelanta, con Tomás nos vamos tranquilos, el terreno no es peligroso, estamos sobre hielo pulido y no hay grietas. Con Tomás le damos y con algunos inconvenientes más por el terreno logramos llegar a la nieve nuevamente.

Encordarse otra vez, ya está relativamente despejado y la temperatura sube, el día es agradable, claro, tendremos que lidiar con riachuelos de diferente tamaño que corren sobre el hielo, pozones, a lo lejos parece haber incluso una laguna, en este tramo recuerdo partes bastante complejas durante la subida, será un día rudo pienso, hay que mentalizarse y trabajar lo que sea necesario para llegar al Nunatak, al final también tenemos que ir atentos para hacer un rodeo bastante grande y no meternos en la zona de grietas que cruzamos en la ida. En fin, hay que resolver las cosas paso a paso.

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Foto: Saliendo de la zona de hielo pulido de la cuenca de los “Ambrosios”…

Le damos todo el día, que por suerte está bueno, salvo algunas partes con mucha agua en la superficie vamos avanzando sin sufrir mucho, o menos de lo que yo me había mentalizado, vamos más cargados al oeste, seguramente eso nos permite evitar varias de las zonas complicadas que tuvimos que cruzar en la subida.

En alguna parte dejamos atrás los sectores de hielo más pulido y riachuelos líquidos y entramos de nuevo al reino de las nieves, y el plateau casi plano se extiende por kilómetros y kilómetros. Vamos atentos a rodear las grietas, rodear las grietas, rodear las grietas, me repito como un mantra, miro atentamente, meternos en ese terreno con lo cansado que estamos sería muy mala idea.

Tomás abre un buen rato, casi completando el rodeo, está aburrido, es monótono marchar así, yo la verdad las últimas horas voy más relajado y feliz, el paisaje es precioso, el día relativamente bueno, al parecer le estamos apuntando bien al camino y estamos dejando las grietas a nuestra izquierda, a una distancia razonablemente segura, las que vamos cruzando son pequeñas y no revisten problemas.

Relevo a Tomás justo cuando decidimos quebrar casi en noventa grados para dirigirnos al Nunatak, el terreno es bueno, pero hay más grietas y son trasversales, hay que tener cuidado, cuando son paralelas es muy poco probable caer si vamos con esquís, pero al pasarlas trasversalmente el peligro es mayor.

Poco a poco avanzamos, encontramos rastros de la huella de ida y eso facilita mucho el trabajo, el terreno esta más ondulado y tenemos que cruzar el último sector de grietas, por la pasada que usamos de ida, que debe ser la única opción de pasar rápido y no meternos en algún problema mayor.

Voy tranquilo, mirando bien el terreno, Pablo atrás reclama, que más allá, que por el otro lado, que te estas desviando… hace semanas ya que no pongo atención a esas quejas…

A veces se me pierde la huella entre tanto blanco, luego la encuentro, de un momento a otro salimos del último sector de grietas y entramos a un plano nevado fácil que va directo al Nunatak, acá la única dificultad es que algunas pendientes tienden a volcar los trineos, pero avanzamos, y acortamos la distancia hasta llegar aun con sol a la entrada al sector rocoso del Nunatak O’Higgins… ¡llegamos!

Bastante alivio, nos desequipamos y subimos solo con lo necesario, llegamos al refugio de la DGA, llegué al final, me quedé afuera dejando que el viento me secara, mirando el paisaje, disfrutando las sensaciones… intensas sensaciones…

Día 26… ni lo penséis: Refugio DGA Nunatak O’Higgins.

Día malo, cuéntate una nueva, descansamos, miramos por la ventana, pensamos a ratos que quizá no estaba tan malo, después nos arrepentíamos, en fin, mañana habría que comenzar a bajar estuviera como estuviera…

Día 27… cocino con un soplete: Refugio DGA Nunatak O’Higgins - Campamento Intermedio.

Preparamos todo para partir estando dentro del refugio, afuera algo de sol, pero una ventolera que hacía crujir todo. Salimos, y creo que gracias al peso de las mochilas fue que no partimos volando. La bajada desde el refugio por el Nunatak fue compleja, mucho, pero cuando digo mucho, es mucho viento, del patagónico, y frío, nos hacía pensar que todo el día en esas condiciones iba a ser bastante duro.

Llegamos al depósito, nos pusimos los esquís, ordenamos las ultimas cosas y partimos. Los chicos pusieron sus mochilas en el trineo, no le encontré mucho sentido, venía primero un tramo principalmente de bajada, iba a ser incómodo, después uno de hielo que siempre hicimos caminando, hielo duro, no apto para los trineos, después salíamos del mundo de los hielos por un rato para entrar en terreno seco. Me dejé la mochila puesta y llevé el trineo vacío aleteando feliz alrededor mío…

Para variar Pablo bajo sin mayores problemas, yo también, solo por llevar la mochila en la espalda, Tomás sufrió por hacerle caso a la estrategia de su mentor.

Problemas más problemas menos llegamos al hielo y nos desencordamos, este tramo tiene grietas grandes pero visibles, solo hay que ir atento a no pasar por encima de ninguna mancha de nieve fresca.
El día ya había mejorado bastante, estaba nublado, y a ratos las nubes se abrían un poco para dejar pasar los rayos del sol y darnos una despedida en buena onda de este sector del CHPS, aun teníamos que recorrer un último tramo, pero ese era problema para otro día.

Salimos del hielo en una zona fácil, sin rapeles, sin desescalar, sin nada, solo bajar y recuperar por un acarreo corto para llegar al lugar que muchos días atrás -ahora tal vez una eternidad- usamos como depósito.

Continuamos la bajada por terreno de acarreos y lagunas, ya fuera del CHPS, llegamos al plano valle por donde corre un hermoso riachuelo y que indica que estamos cerca del lugar donde debemos acampar, mismo lugar que usamos en la subida.

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Foto: Listos para bajar…

En una de las últimas bajadas nos pega un viento demoniaco, y con los trineos puestos en la mochila hay que esforzarse bastante para no salir volando, o irse derechamente al suelo. Fue muy duro bajar este tramo con semejante ventolera, me preguntaba si los chicos -que estaban más abajo- la habían pasado igual de mal que yo en este tramo. Tomás después me contó que si se fue al suelo… me sentí mejor…

Ya con el sector de campamento a la vista bajé el ritmo, había algo de sol, pero las nubes individuales dejaban caer agua como casi todos los días durante un rato, eterno ciclo de mojarse y secarse casi al mismo tiempo. Me senté en una piedra, no tenía apuro por llegar, era temprano, buena luz, paisaje lindo, en fin, me quedé pegado en mis pensamientos mucho rato, ya íbamos de regreso, faltaba bastante aun, pero ya íbamos de vuelta, eso me alegraba, pero al mismo tiempo ya comenzaba a extrañar la dinámica de los hielos milenarios, esa dura dinámica de mal clima, espera, tensión, esperanza, alegría, etc. etc.

Llegué al lugar de campamento y armamos la carpa, secamos algunas cosas, lo clásico, los chicos se embutieron dentro de la fiel North Face de una, yo me quedé afuera, no solo por el olor de los pies de Tomás sino porque estaba lindo el entorno, este es un campamento muy agradable, las pocas gotas que caían no eran suficientes para hacerme entrar rápido. Disfruté un rato las sensaciones y cuando llovió más fuerte me entré. Después las clásicas labores de campamento y a dormir.

Día 28… quedé morocho: Campamento Intermedio - Refugio DGA Punta Nahuelcar.

Día duro el que se nos venia.

Desarmamos el campamento, hoy debíamos llegar a la Punta Nahuelcar, al otro refugio de la DGA, a esperar que nuestro barquito manicero nos viniera a buscar.

La primera parte fue rápida, llegamos al punto done nuevamente debíamos montarnos al hielo, estaba colocándome mis crampones, Tomás ya iba subiendo, esta entrada y salida del hielo ya la habíamos hecho un par de veces durante la aproximación y los porteos, no tenía dificultades, por eso me extraño ver que Tomás se devolvía e intentaba por otro lado, creo que Pablo también se extrañó por que le dijimos que arriba estaba mejor, nos dijo que no, pero pajarones le insistimos, a pesar de que nosotros solo estábamos recordando la pasada de muchos días atrás.

Tomás volvió, pasó con dificultad, yo seguía extrañado, ciertamente el viento y la mochila gigante con esquís y trineos aumentan la dificultad, pero de verdad recordaba la pasada como tranquila, bastó que me asomara y entendí todo, el derretimiento de las últimas semanas desde que pasamos había moldeado “la pasada”, ahora era una cuchilla, fina, con caída vertical a ambos lados, y uno de esos lados además caía al agua… maravilloso.

Subí y el viento inmediatamente me hizo agacharme, trate de avanzar y el hielo duro estaba tan vertical que no encontré apoyo, terminé sentado a caballito, tratando de avanzar sin poder impulsarme con los pies que no arañaban nada, mirando a ambos costados y tratando de no pensar en una eventual caída, que de todas formas prefería que fuera al lado sin agua.

Tomás, amable como toda la expedición, me tiró la cuerda, la tomé, pero iba sin arnés, no teníamos que usarlo en este tramo, de todas formas, la agarré y me sirvió para ir ganando impulso, el viento fuerte le pegaba al trineo y el zarandeo era constante, creo que no fueron muchos minutos, pero fue algo tenso. Logré llegar a terreno más amigable.

A Pablo lo pudimos asegurar con un tornillo y de manera más racional, paso más rápido, pero fue un tramo que creo que nos dejó bastante tiritones.

Lo que vino fue igual que las otras veces que habíamos hecho este tramo, intentar apuntarle a un camino derecho que nos llevara al punto donde debíamos salir definitivamente del CHPS, fácil decirlo, el festival de grietas gigantes nos cortaba el paso permanentemente, estaba nublado y llovía finamente, el agua caía por la frente, hacía frío, avanzábamos y debíamos regresar, probábamos por un lado y no era, por otro y tampoco, a ratos parecía que avanzábamos en todas direcciones menos hacia donde teníamos que ir… llegaba a ser bastante agobiante…

Casi bloqueados por completo tuvimos que bajar y subir algunas grietas por terreno vertical para poder ganar metros, no había otra forma, pero de un momento a otro vi que Tomás y Pablo que iban algunas decenas de metros más adelante, paraban a sacarse las mochilas, estaban al borde del hielo, miré a mi alrededor y reconocí el lugar, habíamos llegado al punto de salida… alivio es decir poco…

Si la entrada fue más difícil que cuando la hicimos antes, la salida fue más fácil, no tuvimos que rapelar, el hielo había bajado y estirando los pies, y con algo de elongación forzada pudimos llegar al suelo y salir de los hielos. Fue una buena sensación, básicamente solo quedaba esfuerzo físico, pero no tramos complicados o peligrosos. Llovía fuertemente cuando salimos, estábamos empapados, avanzábamos, pero era un día triste, húmedo, frío, difícil, agotador… y aún quedaba mucho.

Tuvimos que subir un tramo de acarreos bastante largo, con fuerte lluvia, empapados, cuando salimos a la parte alta el viento nos secó un poco, acá comenzamos a avanzar por terreno más tranquilo, subidas, bajadas, pasto, tierra, rocas, todo muy dinámico pero relajado, una vez que salimos del hielo se acabó la tensión.

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Foto: Listos para bajar...

La bajada fue larga pero más tranquila, cuando ya teníamos el lago O’Higgins a la vista el relajo fue mayor, me saqué la capucha del cortaviento y dejé que la fina lluvia me empapara, total daba un poco lo mismo si me resfriaba. Fueron momentos gratos, me sentía feliz de sentir la lluvia, del paisaje, de los olores, de lo que habíamos hecho, de todo. Ya cerca del final incluso tuvimos algo de sol, fue como una despedida, todo parecía estar en armonía.

Casi llegando -era que no- nos perdimos, y nos costó bastante encontrar el refugio, pero al final lo hicimos, llegamos y nos acomodamos dentro…

Largo día…

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Foto: Llegando al refugio...

Día 29… ¡%&$#! el barco que se mueve: Refugio DGA Punta Nahuelcar - Villa O´Higgins.

Hoy debía llegar Pascual a buscarnos en su barquito manicero flotante, así que durante la mañana, después del desayuno, terminamos de ordenar todo y bajamos las cosas desde el refugio a la playa, cerca del lugar donde nos desembarcaron.

Luego vino la espera, caminé un par de veces al lugar donde tenía vista del lago, para ver si había mucho hielo flotando, el temor de que no pudieran venir a buscarnos estaba ahí, aunque no era nada tan terrible, ya teníamos ganas de volver.

En eso se me fue la mañana, mirando el lago, sacando fotos, haciendo algo de boulder en unas piedras, mientras los chicos estaban en el refugio. Después de un rato me iba a descansar y luego volvía a salir.

En una de esas secuencias, cuando ya me estaba parando para salir otra vez, miré por la ventana y lo vi, nuestro barquito, lento pero seguro…

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Foto: Nuestro barquito manicero llegando.

Felices como lombrices bajamos a la playa, recibimos a Pascual y comenzamos el trabajo de subir las cosas. A bordo venían unos chicos de no se donde que andaban en no se que cosa, pero que había que pasar a dejar a Candelario Mancilla en el camino de regreso.

El lago estaba muy “picado”, con bastante oleaje, así que el bote se movía mucho, en la primera parte fue divertido, nos tomamos unas cervezas, después estuvimos atentos a que Pablo no se fuera por la borda por curado, y al rato, cuando llamaron a almorzar, todos entramos a la hacinada cabina. Yo ya iba algo “tocado”, y el estar en un espacio muy cerrado no me ayudó mucho, así que salí, pero como nos movíamos mucho, tuve que sujetarme bastante firme para no terminar en el agua.

No estaba mareado, pero tampoco muy feliz, definitivamente no soy hombre de mar…

Cuando llegamos a la parte central del lago, y doblamos en dirección a Candelario Mancilla, vino un tramo de aguas calmadas, lo cual fue un verdadero alivio. Atracamos en Candelario y los chicos que iban con nosotros se bajaron, todo sirvió para descansar un poco, pero había que continuar la navegación.

Una vez en la zona central del lago, volvió el sufrimiento. Iba cansado de sujetarme fuerte pero no quería entrar, al menos afuera el aire fresco me aliviaba, además del agua que a veces caía dentro del bote. En eso estaba, intentando llevar de la mejor forma mis pesares, y tratando de calcular cuánto faltaba, cuando de un momento a otro… se paró el motor…

Ya nos había pasado cuando íbamos llegando a Candelario Mancilla, pero lo echaron a andar rápido, ahora pasaban los minutos y no pasaba nada. Miré a mi alrededor, estábamos flotando a la deriva muy cerca de la costa, de la -en este sector- rocosa costa. No era descabellado en un principio pensar en lo que podía pasar si la corriente nos arrojaba sobre ella. Nada bueno salió de mi mente en esos momentos.

Después de un rato nos dimos cuenta de que el bote era tan pesado, que apenas se movía de su posición. Un problema menos.

Así que ahí estuvimos un buen rato, con el bote zarandeándose por el oleaje, con Pascual y su ayudante entrando y saliendo de la parte baja de la máquina con cara de preocupación, y viendo como cada intento por poner en marcha el motor terminaba en una sucesión de ruidos ahogados.

Al final, gracias al Pulento, en uno de tantos intentos el motor partió. Alivio es decir poco…

Estaba tan molido que al final entré a la cabina, me senté, y quedé raja…

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Foto: Sobrellevando mis pesares…

Desperté cuando comenzaban las maniobras para atracar, que alegría da pisar tierra firme otra vez. En menos de una hora ya estábamos llevando los bolsos desde el bote hasta la camioneta de Pablo.

Desde ahí nos fuimos a la casa de Pascual, ahí nos pegamos un simulacro de duchazo, ya que el agua estaba así como “quitadita de hielo” nomás, y nos preparamos una buena comida. A Pablo y Tomás no les gustó mi técnica de pelar la cebolla con cáscara, y me hicieron a un lado. Mejor para mi…

Después supongo que nos fuimos a dormir, porque no recuerdo más…

Día 30... saca la cuenta: Villa O´Higgins - Puerto Bravo - Puerto Yungay - Cochrane - Coyhaique.

Despertamos, desayuno, y preparar la camioneta para la partida. Estos días ya queda poco por relatar, nuevamente comenzamos a aplanar kilómetros, esta vez de regreso a Santiago, mirando hermosos paisajes sureños por la ventana.

Conectamos los ferrys de Puerto Bravo y Puerto Yungay, paramos en Cochrane donde compramos unos pancitos con algo más unos jugos y nos pusimos a comer en la plaza, cual mochileros veinteañeros, y ya en la tarde llegamos a alojar en Coyhaique donde Tomás nos invitó a comer a un restaurante que está en la compañía de Bomberos y que estaba de lujo. Me agrada Tomás, buen cabro.

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Foto: Nuestro alojamiento en Villa O´Higgins.

Día 31… sácate uno: Coyhaique - Puyuhuapi (Almuerzo) - Chaitén (Ferry nocturno).

En la mañana salimos con Tomás a darnos una vuelta por la plaza para comprar algunos recuerditos, y pasamos a tomar desayuno a un local donde me tomé el café helado más delicioso que he probado en los últimos años, más la paila de huevos, el café, la torta, etc.

Luego de vuelta a la cabaña y partimos nuevamente, paramos a ponerle la patente a la camioneta que iba colgando de un tornillo, paramos en Puyuhuapi para almorzar en el mismo local donde nos tomamos unas cervezas en la ida, y seguimos hasta Chaitén, donde hicimos hora dando vueltas por la plaza, que les quedó muy bonita después de la reconstrucción, tomando once en algún café por ahí, y llegando la noche subiendo al ferry que nos llevaría después de algo agotador viaje nocturno a Puerto Montt.

Día 32… esta historia se acabos (tenía que hacerlo rimar…): Puerto Montt - Santiago.

1.034 kilómetros en un día. No esperen que escriba nada al respecto. Gracias Tomás y Pablo por manejar.

En la noche estábamos en casita, y colorín colorado, esta expedición se ha acabado…

Hipólito

Foto: Hipólito el gato.

Autor: Elvis "Cocho" Acevedo Riquelme.

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“En los momentos en que el viento se abatía, volvían a mi memoria las palabras de la simpática dueña de la pensión: ¡Gringo loco! Tiene casa, tiene chiquilla, tiene de todo, y se va a la cordillera a sufrir…”

Jürgen Luders. 1931.