Cerro Garfio
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Habían pasado varios meses desde que nuestro hermano Elvis nos hiciera una invitación a rememorar viejos tiempos con algún cerrito desconocido que estuviera por ahí, de esos que son poco visitados, que no destacan por su altura, pero que tienen una ubicación envidiable con respecto a otros grandotes, y que no constituyen técnicamente alguna preparación demasiado extrema.
Así que me puse a buscar en conjunto con Fabián, siempre en contacto los tres, para decidirnos definitivamente por el Cerro “El Garfio”, de casi dos mil metros de altura, y ubicado en un sector que al menos yo no conocía, lo cual lo hacia mas atractivo aun. Comenzamos la preparación y coordinación de fechas hace unos meses, hasta que coincidimos en un día sábado.
Cada uno con su equipamiento, mi mochila bien cerrada ocultaría perfectamente el exceso de agua, chocolates, atún, fideos, linternas, y cuerda de 40 mm que llevaba, sin embargo algunos cototos y el ir tercero en la fila, tendían a delatarme.
Foto: Panorámicas durante el ascenso. |
Para no sentir las extrañas miradas de mis compañeros (onda, ¿Que llevará?) miraba los cóndores, que se me venían encima a ratos, seguro tras el atún. En fin, en la supercamioneta de apoyo logístico embarcamos hacia Caleu. Yo siempre precavido acampe en la Plaza de Maipú, ya que me recogerían a las 07:30, igual fue bueno, me tiraron hartas monedas. El camino hacia Caleu fue entretenido. Hace tiempo que no conversábamos, así que entre temas diversos fuimos coordinando próximas salidas. |
Los bastones atrás y los expedicionarios adelante. Ya pasábamos el peaje de Lampa, donde instantáneamente casi por reflejo cada uno tenia la luca en la mano, así de solidarios, pero considerando que Fabián estaba mas cerca del cajero, le dimos la oportunidad de pagar.
Tomando el empalme que conduce a Rungue y luego a Caleu, el paisaje se mostraba asombroso. Mucho verde, muchos lomajes, un verdadero paisaje rustico. Waze (navegador) hizo su aporte, pero una vez mas la vida nos demostraría que los mejores indicadores de ruta son los lugareños, gente del pueblo, amable y siempre presta a ayudar. Un arriero primero y un joven después, nos conducirían al camino correcto, cuesta arriba, hasta un letrero que decía “Portezuelo”.
Estábamos en el lugar indicado, las 632 huellas que recorrimos antes sirvieron para ponernos de acuerdo en los detalles de futuros ascensos. Ya mi mochila, claro, iba casi vacía, y no empezaba aun a subir. Con tanta vuelta atacó el hambre. Pasaba inadvertido, pero acomodaba mi mochila para hacerla mas ligera, ya me había dado cuenta que no me comería ni la mitad de lo que traía, pero seguía complicándome el cototo que asomaba de la botella de Coca Cola de tres litros que llevaba a tope con agua, mas una Coca de medio. |
Foto: Fabián y Elvis en el filo, durante la bajada. |
Si me hidrataba mucho, tenía Coca Cola para deshidratarme y así, me tomaba toda el agua y bajaba más liviano. Ahí es donde pienso….y me admiro.
El ascenso discurre entre mucha vegetación, a un ritmo suave, vi que pronto mis hermanos eran puntitos en el horizonte, así que apreté y deje la fotografía para mas tarde. Bordeando el filo para retomarlo mas adelante, lo cual a la larga nos acortó y facilito el ataque a la cumbre.
El paisaje se abría, mostrándonos la cordillera en toda su magnitud. Sus roquitas por ahí, entretenidas, más al menos que la vegetación que en algunos tramos se volvía bastante tupida. A poco de retomar el filo, ya con mis hermanos arriba, me tocaba deshidratarme, así que su trago de Coca Cola y a seguir. Una suave brisa aparecía, lo que indicaba que el filo estaba cerca. Mi botella de tres litros ya se asomaba por el cierre y a esa altura no me importaba ya. Pero las frontales las metí más abajo...y el equipo de vivac también...con el atún.
Foto: Edwin y Fabián en la cumbre del Garfio. |
Y así llegamos. Elvis primero, mientras Fabián me esperaba y me contactaba por teléfono para saber a cuantos kilómetros venia, y si necesitaba cuerda auxiliar. Pero estaba cerca, entretenido con las piedras que están antes de llegar a la cima, tratando de sacar el pie de un agujero...pero entretenido. Me preparaba para ese glorioso momento de vernos reunidos los tres de nuevo en una cima, no se cuanto, 15, 18 o 20 años después si mal no recuerdo. |
Allá estaba la Cordillera de los Andes, gloriosa, una vista plena de lado a lado, Aconcagua incluido y el deseo cumplido de vernos juntos de nuevo, en otra etapa de nuestras vidas, y después pensaba yo, como pasa el tiempo y cambia todo…bueno, casi todo, menos mi manera de armar mi mochila.
Así, 20 años no es nada. Y vamos por la próxima.
Autor: Edwin Acevedo.
"Tanto vivir entre piedras, se me hizo que conversaban. Voces no he sentido nunca, pero el alma no me engaña"
Atahualpa Yupanqui.