Diente del Diablo

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  • Altitud: 3.943 msnm.
  • Ubicación: Cajón del Yesillo - RM.
  • Fecha: Septiembre del 2021.
  • Integrantes:
    • Elvis Acevedo (Perros Alpinos)
  • Ruta: Cara Oeste - Nueva Ruta A.C.A.B (All Climbing are Beautifull)

El año 2014 después de un hermoso viaje a la cordillera Real de Bolivia, organizamos una masiva salida al cerro San Simón; era la primera vez que entrábamos a esa quebrada. Todo salió estupendamente, hicimos cumbre con un día hermoso, y lo pasamos requete bien, además de conocer un sector muy dejado de lado a pesar de estar tan a la mano, y que presentaba hartas alternativas de montañas poco conocidas, e incluso sin nombre.

Fue por esta quebrada que se hizo el primer ascenso al cerro Diablo, si, el mismo que ahora se sube por el cajón de Lo Valdés, por lo que era más menos obvio que las dos montañas más visibles del sector, los cerros Yesillo y Coyesillo, aparte del San Simón -que es el estandarte de la zona- tienen que haber sido ascendidas mientras se exploraba la ruta al Diablo. Son montañas pequeñas es comparación a algunos de sus vecinos, como el Retumbadero Alto, pero en mi opinión bastante estéticas; simplemente bonitas.

Volvimos al sector el año 2017 a subir el cerro Yesillo, o también llamado cerro La Gringa (horrible…) en época veraniega, y ahora ya conocíamos el sector con nieve, y seco, hermoso en ambas condiciones.

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Foto: Cerros Yesillo (izq) y Coyesillo (der). La ruta para el Diente del Diablo va hacia el portezuelo que separa la quebrada El Yesillo, del cajón del mismo nombre, a la izquierda del cerro Yesillo.

Desde la cumbre del Yesillo vimos “pal otro lao”, el cajón del Yesillo (si, para el norte es quebrada El Yesillo, para el sur es cajón del Yesillo, cosas del IGM...) y se deducía la ruta que habían seguido para el Diablo, bastante larga. Me llamaron la atención los contrafuertes rocosos más al norte del Diablo, podía ser el Diente del Diablo, pero como no estaba bien ubicado espacialmente, no me convencí, hasta que de regreso agarré el mapa y con sorpresa me di cuenta que si era el Diente, y que sus laderas occidentales caen limpiamente al cajón del Yesillo. Lo deje ahí, en el tintero de las cosas por hacer, que está bastante rebalsado…

Tiempo después regresé a subir el Coyesillo, la otra cumbre más visible desde el campamento. Con una cámara más “cotota” pude sacar mejores fotos de la ladera oeste del Diente; también me di cuenta que desde el filo que separa las quebradas El Salto de El Yesillo, se asoman los torreones cumbreros del Diente, tan identificables por sus colores y vetas negras. Increíble es que a veces uno pasa por lugares sin fijarse bien en lo que se ve alrededor.

Pero desde la cumbre del Coyesillo también vi la P-3568, que destacaba mucho más de lo calculado, se veía muy llamativa, y decidí ir por ella, el Diente tendría que esperar…

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Foto: Nuestro ya clásico campamento en la quebrada El Yesillo…

Y subimos la P-3568, ahora Punta Ulrich; un primer ascenso en un sector cercano, un objetivo más cumplido. Ahora venía un fin de semana largo, y aunque mis amigos en general prefirieron la fiesta u otros cerros hacia el sur, opté por usar esos días para ir al Diente del Diablo de una buena vez.

Subí el Diente el año 2004, por la ruta normal desde Lo Valdés, no me creía que hubiesen pasado 17 años ya. Me informé todo lo posible de las rutas del Diente, que ya sabía, pero por si se me había pasado algo por ahí, y no había nada por el lado oeste; seguramente al abrirse los itinerarios por el cajón de Lo Valdés, pensar en aproximar por esta otra quebrada, no tenía mucho sentido práctico; pero el montañismo de exploración no siempre es práctico.

Tomé la micro que va desde San José de Maipo a Baños Morales un viernes 17 de septiembre, me bajé frente al “velo de la novia”, como le dice la gente de la zona (no “chorro de la gringa”) y comencé una aproximación que a estas alturas ya me sé de memoria. Subí tranquilo, me alegró ver que el último temporal había dejado algo más de nieve, cuando estuvimos en esta misma zona un mes atrás, subiendo la Punta Ulrich, daba pena ver lo seco que estaba todo para la fecha.

Llegué al portezuelo que separa ambas quebradas (El Salto de El Yesillo) cuando me alcanzó a caballo un arriero jovencito que nos habíamos topado en la bajada la vez anterior. Nos quedamos conversando un rato y me pidió ayuda para arrear unas ovejas, cosa que hice sin mucho éxito.

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Foto: Cara oeste del Diente del Diablo desde el portezuelo.

Después de mi frustrado intento de convertirme en arriero, bajé por el sendero que cuando está seco lleva directo a la gran roca del campamento, pero cuando esta tapado por nieve en algunos sectores, se pone algo incómodo en algunas zonas un poco expuestas.

Como sea llegué abajo; por el frente otro grupo de cuatro personas bajó siguiendo la aproximación que se usa para ir al Retumbadero Alto, desviándose y bajando al fondo de la quebrada; nunca la he usado, me habían dicho que era algo erosionada, pero no pareció que tuvieran problemas para bajar. De todas formas ellos siguieron de largo para acampar más al fondo, irían al San Simón supongo, yo me quedé en mi roca de siempre, aunque podría haber avanzado más por la hora, tampoco ganaba tanto, yo iba al portezuelo que está a la izquierda (este) del Yesillo, y según recordaba no había muchos lugares planos en esa subida como para armar la carpa, salvo al final. Entre subir con peso, y hacerlo mañana más liviano, preferí lo segundo, además estaba cansado y tenía hambre…

Armé la carpa y disfruté un hermoso atardecer de montaña…

Puse el despertador a las 04:00 como para levantarme a las 08:00… pero para sorpresa mía apenas sonó me sentía listo para salir del saco. A las 04:30 ya estaba caminando.

Caminé alumbrado por mi linterna buscando la subida más tranquila hacia el portezuelo. Este tramo es sencillo, no tiene ninguna dificultad. Mientras caminaba vi un resplandor en el cielo, y alcancé a ver un pedazo de estrella fugaz, no la típica línea que uno ve siempre, una gigante, grande, gruesa, de un tono azul verdoso tirando a calipso, por lo que debe haber estado compuesta de magnesio o cobre ionizado (se me salió lo químico…) fue pulento…

Avancé más rápido de lo calculado, así que caminé un poco más lento (de lo habitual) para no llegar al portezuelo a oscuras, ya que tenía que ver bien como pasar al otro lado. Se forman cornisas hacia el sur.

Como a pesar de ir más lento me aproximaba raudamente al portezuelo, busqué abrigo al alero de una gran roca, de esas que, por el calor, dejan un surco profundo a su alrededor. Ahí me ubiqué para esconderme un poco. Estaba oscuro, pero por la hora calculaba que en unos 15 minutos debía comenzar a aclarar, así que aproveché de ganar tiempo, me puse los crampones, las polainas, algo de jugo, sus frutos secos, y extrañé no tener a mano un termito con té…

Mientras estaba en eso, aclaró…

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Foto: Vista desde “La Gran Piedra del Placer”…

Continué la subida; en pocos minutos llegué al portezuelo, y vi la cara oeste del Diente, toda nevada, con algunos sectores de acarreo en el centro. Me acerqué al borde con cuidado. Este portezuelo forma cornisas grandes desde el centro hacia la derecha (oeste), en dirección a la cumbre del Yesillo, las cuales son más pequeñas llegando al centro, y hacia la izquierda (este) desaparecen, dejando eso si un paredón vertical de unos cuantos metros de nieve blanda, que también va bajando en altura hacia la izquierda. Así que subí un poco por el portezuelo buscando un punto débil para pasarme al otro cajón.

No quería subir mucho, porque después tendría que bajar para rodear un gran paredón rocoso que se antepone a la cara oeste del cerro, pero ingenioso yo, me fijé que subiendo y haciendo un traverse, quizá podría pasar el paredón por arriba.

Me pasé de la quebrada al cajón del Yesillo, en mitad del traverse me di cuenta de que la nieve estaba más dura que el corazón de mi suegra, y la pendiente era bastante fuerte, en fin. Llegué al final solo para darme cuenta de que no se podía bajar por el otro lado, las cornisas ni siquiera me dejaron asomarme bien. Y bueno, tenía que intentarlo…

Baje por una canaleta, y al final le di un rodeo al paredón rocoso tal cual era el plan original, por nieve bastante blanda, esperando que más arriba no estuviera así, porque si no me iba a fundir antes de llegar a la mitad. Algunas huellas de desprendimientos me hicieron pasar con la oreja más atenta, hasta que completé la vuelta y comencé a subir, ya en plena cara oeste, por un terreno nuevo, con esa típica sensación de “que hago aquí, pero igual esta genial…”

La nieve mejoró, pude “cramponear” a la perfección, la pendiente era cómoda, variaba de unos 45 grados a pasadas cortas más empinadas de unos 60, según donde hubiera más nieve acumulada, pero en general se iba bastante bien. Me pasé por un sector de piedras de una pala de nieve a otra y subí derecho, viendo ya como el sol comenzaba a llegar a las rocas de más arriba, donde pretendía darme un descansito, ponerme bloqueador, lentes, y todo eso.

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Foto: Llegando al portezuelo que separa ambas cumbres del Diente del Diablo.

Llegué a una piedra que me había fijado como objetivo para descansar, pero arriba había un paredón grande donde se intuía una terraza cómoda y con una gran vista, opté por seguir, y como premio, pegarme un pestañazo a todo sol.

Llegué a la “Gran Piedra del Placer” y si, había un terrazón donde hasta un vivac se podría instalar. Acá me detuve, descansé, comí, me equipé con lo que faltaba, y aunque había pensado desabrigarme un poco, me di cuenta que al estar parado se sentía bastante frío. Me quedé emplumado.

Pestañazo de por medio, con sueños y todo, retomé la subida, ahora ya iba en línea recta hacia el “Canalón del Negro Matapacos”, que separa las cumbres norte y principal de la sur. Según yo, el canalón debía sacarme al mismo portezuelo al que se llega desde la ruta de Lo Valdés, pero como siempre en estos casos, hay que estar preparado para alguna sorpresa, es lo lindo de subir por donde nadie ha subido antes.

Pasé de una pendiente más amplia, al canalón, que es bastante más angosto. Con los torreones cumbreros encima mío debía ir más atento al sonido de las piedras, de las cuales algunas ya habían pasado rodando tranquilamente cerca mío, sin peligro, tampoco había huellas de caídas salvo en un tramo inferior donde parecía que había ocurrido un bombardeo.

Algunas partes más empinadas me sacaron a un borde desde donde pensé que se venía el último tramo, largo aun, pero sorpresa mía, como casi nunca pasa, esta vez fue al revés, me asomé y vi el portezuelo, la nieve terminaba un poco antes, en un paso angosto, para dejar unos metros de acarreo y llegar al portezuelo que separa ambas cumbres. Mi duda, ¿recordaría algo de cuando subí el 2004?

Al llegar recordé que generalmente no recuerdo ni lo que hice el día anterior, así que menos lo que hice 17 años antes, solo tenía pantallazos. De todas formas, caminé un poco y vi unas huellas, alguien había subido el día anterior, o incluso el mismo día, pero horas antes, me alegro ver las huellas…

Mi teoría de que las dos rutas (este y oeste) confluyen en el mismo portezuelo se confirmaba, por muy lógico que fuera, era algo que había que comprobar. Para subir a la cumbre se veía una sola pasada, las huellas iban a ella, no habría sido difícil recordar por donde iba el camino, ya que no hay tantas opciones, pero las huellas me sirvieron para subir más relajado.

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Foto: Cerca ya de la cumbre…

Me pasé para el otro lado del paredón, subí por unos acarreos medio sueltos, trepé por aquí, trepé por allá, nieve en el tramo final con un algún paso expuesto, me salí de la huella sin darme cuenta y subí directo cuando vi ese triangulo metálico que alguien dejó en la cumbre, adornado con esas banderas de moda de una cultura que esta al otro lado del mundo, y que están tan rotas que pronto terminaran siendo solo basura en el fondo de algún valle, llevadas por el implacable viento…

Cumbre...

El día estaba espectacular, completamente despejado, mucho viento y frío eso sí, seguía emplumado. Fue bastante emocionante para mi volver a un lugar en el que había estado tantos años atrás, y pensar en todo lo que ha pasado en estos años, cumbres, amigos que ya no están, y tantas cosas, además de la alegría por contribuir con una nueva ruta a uno de los grandes clásicos de la zona central. Día redondo.

Estuve un buen rato, saqué fotos para todos lados, tomé algunas coordenadas, pero el frío y el viento hicieron lo suyo en este viejo y maltratado cuerpo, y decidí bajar.

Destrepé con cuidado de no mandarme un espectáculo, ya que estando solo cualquier cosa menor se trasforma en algo serio. Llegué al portezuelo, agarré el piolet y el bastón que había dejado acá, y me mandé para abajo.

La bajada fue tranquila, había pensado en destrepar de cara a la pendiente alguno de los tramos más parados, pero no fue necesario, me fui de frente aprovechando mis huellas, lo que hizo la bajada muy rápida y fluida. En algún punto me “desemplume” a pesar de que el día seguía helado y ventoso. Llegué a la base de la cara oeste, tendría que subir otra vez para alcanzar el punto desde donde bajé del otro lado, no se veía muy acogedora la subida, la nieve estaba bastante profunda.

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Foto: Cumbre…

Así que cuando iba en la mitad me mandé un traverse a la izquierda que me sacó a un sector donde el paredón vertical de nieve blanda tenía poco menos de dos metros. Con un par de patadas salí arriba, y me pasé del cajón, a la quebrada El Yesillo. Aquí sentí el relajo, fue como llegar al campamento, aunque aún faltaba, pero era terreno fácil y conocido.

Tomé algunas fotos y me mandé para abajo gritando eufórico de pura alegría, todo lo veía hermoso, hasta yo mismo, el sol del atardecer le daba a las montañas un tono rojizo maravilloso, iba contento, esta vez nos tocó alegría absoluta.

Llegué a la carpa, comí todo lo que era comestible, y aunque tenía la posibilidad de quedarme más días intentando las otras cumbres que me faltan de la zona, opté por bajar al día siguiente; ya me sentía lleno con lo realizado, además de cansado. Podría incluso haber bajado el mismo día, perfectamente, pero estaba tan contento que quise ver un último atardecer en la montaña antes de volver a la ciudad.

Al otro día desperté rezongando con el solcito, tomé desayuno, ordené todo, y decidí bajar por el otro lado, por la ruta de la ladera este de la quebrada, para conocerla también. Fue un sendero tranquilo que me saco al filo, el cual baja en línea casi recta hasta el camino, pasando por el monolito de los hermanos Planella, que hace tiempo quería conocer. La bajada también me permitió sacar fotos desde otros ángulos. Al final fue bien buena idea.

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Foto: Apuntando directo a la cara oeste del Diente…

Ya en el camino fui a un kiosco a tomarme un tecito, el día se había nublado y hacía mucho viento y frío, pude hacer dedo, pero preferí esperar la micro, la cual paso puntual a las 15:30 y desde ahí a casita…

Fin de la historia.

Autor: Elvis Acevedo Riquelme.

Resumen de las ascensiones del Grupo al Cerro Diente del Diablo:

Noviembre del 2004: Elvis Acevedo. Cara Este.

Diciembre del 2005: Jaime Wastavino y Juan Carlos Caro. Cara Este.

Septiembre del 2021: Elvis Acevedo. Cara Oeste - Ruta Nueva.

 

“Inspirar pasión entre la familia y los amigos, tiene más valor que estar vivo por ellos…”

Alex Lowe.