Cuchillo Khuno
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Tras cinco semanas dando vueltas por Perú, me había trasladado en bus desde Cusco hasta La Paz, y aquí estaba, en una de mis ciudades favoritas de Sudamérica, alojado en una pequeña pero cómoda hostal de la calle Sagárnaga, descansando algunos días, recorriendo una vez más sus pintorescas calles, y visitando nuestra sede local, el Bar Inglés...
El plan era simple, después de comprar algunos víveres me iría al campo base de la laguna Chiar Kotta, donde tendría un par de días para hacer algunas cosas mientras llegaba la cordada -Fernanda Weinstein- que venía viajando desde Santiago. Así que después de algunas compras en el supermercado, algo de jarana, bastante poco descanso, y muchas papas fritas, partí a un lugar que ya conocía de dos expediciones anteriores.
Estaba cambiado, lo primero diferente fue un cobro antes de llegar a Rinconada, lo que antes no pasaba, era poco la verdad, pero indicio de cambios mayores...
Rinconada ya no era como lo recordaba, tampoco había crecido mucho en cuanto a casas, pero al llegar se me acercó una persona que me ofreció llevar las cosas al campamento en moto. ¿En moto? Pregunté... si, ahora hay un camino que llega hasta el base, solo los grupos más grandes usan mulas. Como yo estaba solo era el cliente perfecto.
Y bueno, mi idea es siempre ayudar un poco a la economía local, así que acepté, pensando en como estaría el sector del CB que recordaba tan lindo, ahora que un camino apto para motos llegaba a él. No solo eso, había dos refugios en el sector, que ya tenían algunos años funcionando, ahí recordé que mi última visita a la zona fue casi hace diez años, los otros viajes fueron a la cordillera Quimsa Cruz. No sabía mucho que esperar la verdad, solo quería que todo estuviera igual...
Comencé a caminar por el sendero que en un principio me resultó familiar, hasta interceptar el nuevo camino de motos. Seguí por él, comenzando a ganar las vistas de montañas conocidas, varias de las cuales ya había subido, me sentía en casa, iba contento...
En un par de horas llegué al borde de la laguna Chiar Kotta, en ese lugar está el primer refugio, un par de casuchas, muchas carpas -todas iguales- ubicadas en lo que podría decirse el patio, mucho gringo dando vueltas, típica escena de grupos grandes guiados... nada interesante podría pasar ahí, seguí caminando...
Juan (que no se llama Juan, pero no recuerdo el nombre…) el dueño de la moto y quien vive en Rinconada, es el propietario o administrador (ni idea) del segundo refugio, y me había dicho que dejaría mis cosas en él; este se encuentra en el otro extremo de la laguna, en el lugar típico de campamento, y si, efectivamente la moto llega hasta ahí, facilitando el trasporte de cosas a grupos pequeños, y contaminando acústicamente el sector con el ruido de la moto todos los días varias veces al día.
Foto: Campamento base, a la izquierda el refugio. |
Fui al refugio, de ladrillo, adentro un par de mesas y algunas colchonetas, nada más, es básicamente un techo, había unos argentinos, conversé un rato y después me puse a buscar mis cosas, no las encontraba, al dar la vuelta completa una niña muy simpática se asomó y me preguntó si era el “tipo que tenia que buscar sus cosas”... si le dije, estaban adentro...
Me trató de convencer de usar el refugio, era barato, pero no se veía ni muy limpio ni muy acogedor, cortésmente decliné la invitación y me fui a buscar alguna pirca libre. Se veían un par de expediciones comerciales con sus gigantes carpas de circo rodeadas de otras más pequeñas... lo típico...
Me ubiqué en una pirca algo pequeña, y cerca mío unas chicas desarmaban su campamento en una pirca mucho mejor, me puse a comer algo y tomar un poco de jugo haciéndome el loco para esperar que salieran y usar esa pirca. Al rato ya estaba armando la carpa en el lugar que había quedado libre. Regalón.
Tarde libre el resto del día, cerveza, comida y lectura. Salí a dar un par de vueltas, pero me costaba ubicarme, reconocer los lugares que recordaba de viajes pasados. Fui a mirar el Ilusión y el Ilusioncita, y grande fue mi decepción al verlos muy secos, la temporada realmente había sido mala en cuanto a nevazones, no se veían muy motivantes la verdad, me dio pena, ambos cerros eran de los principales motivos por lo que estaba acá de vuelta.
Al día siguiente partí a subir el Jallayco, uno de los cerros útiles para aclimatar. Ya había ascendido el Austria años atrás, así que mientras esperaba que llegara Fernanda tenía tiempo para un par de cerros de aclimatación. El Jallayco era uno de esos cerros, se veía bastante bonito desde el campamento, nadie le da mucha pelota, lo que lo hacía más llamativo aún. La subida fue por acarreos de piedra suelta en la parte inferior, y después algunas zonas rocosas que me exigieron algunas trepadas, algún pequeño rastro de huella o pirca por aquí y por allá, pero la arista se hacía más estrecha y la cumbre no se veía cerca. Llegué a un punto donde una gran pirca de piedra marcaba, no sé, algo, era justo el punto donde ya no se podía seguir avanzando por la arista, cortes profundos le quitaban continuidad, y al parecer simplemente les dio por marcar la cumbre aquí.
Bueno, la cumbre no era, y lo que pensé que sería un paseo comenzaba a tomar pinta de rebote. Intenté continuar por la arista, pero no se podía, después bajé un poco y realicé una travesía por debajo de la arista, pensando en quedar abajo de los torreones cumbreros para ver si encontraba alguna subida por ahí. Terminé escalando unas placas bastante expuestas, trepando y destrepando, hasta que consideré que estaba arriesgando mucho y decidí volver, teniendo que deshacer algunas pasadas bastante expuestas...
Foto: Jallayco. |
Ya en la base y como tenia tiempo, seguí un sendero que va al portezuelo que divide los valles de la laguna Chiar Kotta con el que viene, la vista era linda, el Huayna Potosí se veía imponente, un cerro mas pequeño y cercano con una lengua glaciar me llamó la atención, estaba a una distancia que permitiría un intento jugado desde el campamento, o quizá con algún vivac por ahí. Le tomé bastantes fotos y lo agregué a la gigantesca carpeta de proyectos pendientes. Volví al campamento menos contento de lo que quisiera, pero, en fin, así son las montañas. Al otro día partí al Cuchillo Khuno, en dos días más llegaría Fernanda, lo que me dejaba un día para descansar (y ordenar la carpa…)
El Cuchillo es un cerro fácil, seco, sin glaciares, aunque en la parte alta tenia algo de nieve. Para llegar a su base me tuve que devolver por el mismo camino por el cual llegué al campamento, dejando atrás la laguna, y cuando consideré que estaba más menos en línea con la montaña, me salí del camino y me fui en pos de la base.
Pasando vegas, cruzando el río por un puentecito pequeño pero firme, viendo otra laguna más pequeña y algunos restos de piques mineros, alcancé la quebrada por la que pensaba subir. Esta tenía algunos carámbanos de hielo duro que se formaban en las zonas donde el agua se congelaba por las bajas temperaturas, el cerro era seco, pero tenía estas cosas que hacían más entretenida la subida.
Dejando atrás la parte más angosta y verde de la quebrada, quedé en la base de la pirámide final, lo que parecía una pendiente de tierra blanda y apestosa no lo fue tanto, y gané metros hasta llegar a la nieve, y poco después a la arista, desde donde tuve visual del valle siguiente y de montañas como el Eslovenia y el Jachani, ambas en la orbita de mis deseos...
El recorrido por la arista hasta la cumbre también fue dinámico, pasitos más angostos, uno que otro trepe adornado por la presencia de nieve, y listo, pirca y a cobrar, cumbre en el Cuchillo Khuno.
Un día tranquilo y poco ventoso, perfecto para subir una montaña, desde la cumbre tenía una vista poco común del cerro Austria y su cara sur.
Foto: Pirámide final. |
Esa cara la había mirado en viajes anteriores, pensando en que sería una ruta mucho mas dinámica y entretenida, incluso habíamos averiguado con los guías de la zona si alguno había subido por ella, nadie parecía saber nada y la verdad, tampoco parecía interesarles mucho, para ellos las rutas importantes son las que les permiten llevar clientes, al fin y al cabo, están ahí por trabajo.
Este año la cara estaba muy nevada, extraño considerando lo seco de otras montañas vecinas, pero se veía muy llamativa desde abajo, y desde la cumbre del Cuchillo la pude mirar mucho mejor y sacarle hartas fotos.
Foto: Cumbre. |
También se veía interesante la ruta de la arista que nace desde el portezuelo con el Cuchillo, pero esa si sabíamos que tenía ascensos, aunque se usa poquísimas veces. No le di muchas vueltas pero se veía como una estupenda alternativa.
Tomé fotos y disfruté las vistas, regresé siguiendo el mismo camino y en un par de horas estaba en la carpa, tenía que hacer aseo y ordenar porque en un par de días llegaba la cordada...
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“Las montañas ayudan a los hombres a despertar sueños dormidos”
H. Tazieff.