Biguinoussenne
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En algún momento tuve una idea, partir a montañas aún más lejanas que las que ya había visitado en Sudamérica, ojala en un país de cultura completamente diferente a la nuestra, compartir, conocer, comprender y aprender de otras personas en latitudes lejanas.
Y ahora que estaba por terminar este viaje, tomándome un mate al lado de la chimenea, y viendo como estos nuevos amigos marroquíes jugaban con gran entusiasmo algún juego de cartas que nunca llegué a entender, comprendí lo acertado de mi idea y lo maravillosamente bien que todo había salido en las últimas semanas, a pesar incluso de los problemas que tuvimos que resolver en el camino.
Ya habíamos subido un montón de cerros en pocos días, reído, conversado, y conocido a estas grandes personas de vida sencilla que el destino nos puso por delante, me sentía completamente satisfecho y alegre, contento del solo hecho de estar aquí, y además, nos quedaba un día más para intentar otra cumbre, el físico aguantaba a pesar de que casi no habíamos parado desde que llegamos. Ocho montañas habíamos escalado y queríamos la última, y por una ruta algo más compleja. Nos decidimos por la directa de la cara NE del Biguinoussenne.
Foto: Entrada a la quebrada Tizi'n Tadat, con el Dedo de Tadat al fondo, y un oportuno pajarraco. |
Averiguamos un par de cosas, cenamos bien conversando con unos franceses y españoles que andaban por la zona, y nos acostamos temprano, al día siguiente nos levantaríamos igual que todos los días que partíamos a la montaña, a las 05:00 am.
Sonó el despertador y arriba, el clima inestable de los últimos días dio paso a un día despejado pero muy helado, las montañas estaban bastante cargadas de nieve por las ultimas nevadas, y el cerro que pretendíamos subir no tenía ningún indicio de huellas, ya que no está en el circuito de los más populares del sector, como el Toubkal o el Ras por su ruta normal.
Caminamos en oscuridad un rato, bajando un poco y subiendo después por unos acarreos nevados donde a ratos pillábamos una huella difusa y tapada de blanco. Nos asomamos a una profunda quebrada y traveseamos en bajada marcando profundas huellas en la nieve para llegar a la parte baja de la quebrada misma.
Desde aquí ascendimos un par de horas por terreno de diversa dificultad, aunque más bien tranquilo, con nieve honda y algún pequeño promontorio nevado más empinado, hasta que llegamos al punto por donde debíamos decidir si seguir por la ruta normal, lo que implicaba salir de la nieve y continuar la subida por desagradables acarreos, o mantenernos en la nieve para ir por alguna de las rutas más empinadas del Biguinoussenne, sabiendo que el terreno se ponía más complejo.
Eso ya lo habíamos decidido antes de partir, así que continuamos la subida directa enfrentando un inmediato cambio de pendiente, para superar un estrecho canalón que se formaba entre dos promontorios rocosos. Solo íbamos con piolet de marcha, así que subimos con cuidado, ya que la pasada tenía una pendiente más que respetable, de unos 70º y con una caída larga, y si bien la nieve permitía hacer una huella cómoda, a ratos había tramos duros de varios metros donde había que avanzar apoyados solo en las puntas delanteras de los crampones. Entretenido.
Foto: Cortas y empinadas canaletas con nieve y hielo en el Biguinoussenne. |
Y así continuamos conectando palas de nieve con cortos canalones rocosos con verglás o nieve dura por un buen rato. La ruta fue la más difícil de todas las que hicimos en Marruecos, muy laberíntica, fácil perderse, pero el Dedo de Tadat, en el filo de la ruta normal, nos servía para mantenernos relativamente ubicados.
Una pasada en roca con hielo nos hizo concentrarnos más aún, después unos metros de nieve dura hasta que se comenzó a poner más profunda y nos permitió respirar un poco más tranquilos. Unos cuantos metros de nieve y salimos al filo, estábamos cerca de la cumbre.
Los últimos metros también tuvimos que ganarlos de a poco, rocas sueltas con una capa de nieve blanda hacían que el terreno fuera de cuidado, a pesar de que era menos vertical. Un par de pasadas y divisamos la pirca cumbrera, pero sabíamos que el cerro tenía dos cumbres de casi la misma altura, ambas marcadas con pirquitas de piedra, y que la principal era -como siempre- la más lejana.
Foto: Cumbre principal desde la cumbre no principal. |
Pasamos por la primera cumbre, y luego bajamos unos metros para conectar un filo que remataba con una corta subida hasta la pirca de la cumbre principal, estábamos arriba, nuestra última cumbre en el Alto Atlas, nueve intentos, nueve logros, las montañas de Marruecos nos recibieron con los brazos abiertos, felices quizá de recibir visitantes de tierras tan lejanas…
La vista era maravillosa, se veía al frente toda la cadena del Toubkal y varias de las cumbres que habíamos ascendido los días anteriores. Yo sabía que la vista iba a ser buena y quería sacar buenas fotos de todos los cerros, pero una tormenta de arena, proveniente del mismísimo desierto del Sahara, hacía que todo se viera muy brumoso.
Por las rechupallas pensé, el Akioud, por su posición central era el cerro con mejor vista, y lo subimos con tormenta y una visibilidad de cinco metros, y el Biguinoussenne, estaba justo frente a la cadena del Toubkal, ideal para sacar una estupenda foto de la travesía que hicimos, y todo se veía brumoso producto de la tormenta de arena. En fin, nada que hacer, no tenía sentido darle muchas vueltas, así que me dedique un buen rato a disfrutar de las sensaciones, sabiendo que con el primer paso de bajada ya comenzaba nuestro regreso a Chile.
Foto: Tormenta de arena entrando desde el Sahara. |
Me sentía muy contento y satisfecho, había planificado un viaje a montañas lejanas, y había salido perfecto, demasiado bien, me sentía demasiado agradecido de todo, de la posibilidad de estar ahí, de la gente que conocimos, de las montañas, del país, de la vida misma. Sacamos las últimas fotos, comimos algunos frutos secos, y nos hidratamos un poco antes de comenzar a bajar. Habíamos decidido bajar por la ruta normal, más tranquila y relajada.
Descendimos todo el filo hasta llegar al portezuelo que separa el Biguinoussenne del Tadat, pasando antes por el famoso “Dedo de Tadat”, una formación rocosa con varias rutas de unos dos o tres largos de escalada tradicional. Extrañe no andar con algo de equipo para haberlo intentado.
La primera mitad de la bajada por la ruta normal del cerro va por una huella bastante difusa entre acarreos de piedras grandes, bastante lateros, desde donde a ratos podíamos ver nuestras huellas por la ruta directa. Como a la mitad, donde las dificultades terminan, se pasa del terreno seco de la ruta normal a la nieve, y se conectan las huellas de la primera parte de la ruta que subimos en la mañana.
Foto: El "Dedo de Tadat" y de fondo el Cerro Tadat. |
Había sol pero no hacía mucho calor, sin embargo en algunas partes igual me hundí bastante en la nieve, hasta la cintura cuando pase por arriba de algún hoyo profundo.
Luego de algunas horas de bajada llegamos a la salida de la quebrada, con vista a los refugios. Acá nos quedamos un rato, sintiendo esa permanente contradicción de alegría-pena cuando se termina un viaje que se ha disfrutado un montón. La alegría de todo lo realizado, de volver con los seres queridos, la pena de tener que dejar estos días de vida montañera que tan pleno me hacen sentir, sin más preocupaciones que decidir qué cerro voy a intentar al día siguiente.
Disfrutamos de nuestra última noche en el refugio, comimos, "mateamos", compartimos con estas grandes personas que tan buenos recuerdos me dejaron. Al día siguiente la despedida fue sincera y emocional, después de tantos días ahí nos habíamos encariñado con ellos, y ellos también con nosotros, la mayoría solo aloja un par de días para subir el Toubkal y nada más, nosotros llevábamos una semana en el lugar, y nos paseábamos como dueños de casa.
El día de la bajada el clima amaneció bastante malo. Cuando salimos del refugio nevaba suavemente pero había mucho viento y frío, lo cual fue mejorando en la medida que perdíamos altura.
Foto: Comienza el regreso. |
A mitad de camino el día permanecía nublado, pero ya estaba bastante agradable, y cuando llegamos a Imlil, incluso había sol, aunque la temperatura no subía mucho.
Habían muchos españoles registrándose en el control policial, nosotros nos despedimos de nuestro mulero, un chico joven, de unos 15 o 16 años creo yo, acostumbrado a esa vida sencilla y feliz, que nos regaló su mejor sonrisa y un sincero abrazo por el tiempo que compartimos.
Después nos metimos en un local a tomar un desayuno "bereber" mientras esperábamos el trasporte. Té, muy rico, son muy buenos para él té acá, y es todo un tema el cómo lo sirven desde la tetera a unos vasos que acá en Chile usaríamos para unos tequilazos. En resumen aprendí que el té debe tener espuma, sino lo devuelven a la tetera y lo sirven de nuevo. Esto iba acompañado de una especie de tortilla que se untaba en algo similar a lo que uno usa para comer alcachofas. Todo un mundo.
Llegó nuestro trasporte, y bajo raudo, mucho en mi opinión, desde Imlil a Marrakech, donde nos fuimos a alojar en el mismo Riad en que nos quedamos al llegar. El día de llegada se desató un temporal diluviano, lo que no impidió que saliéramos a recorrer un poco y a comer algo, mientras el agua caía a raudales y la gente corría de un lado a otro, aunque en general la actividad no paraba por el agua.
Foto: El hermoso pueblo de Imlil, entrada a las montañas del Alto Atlas Marroquí. |
El resto de los días que nos quedaban -que eran pocos- fueron de turisteo y descanso. Mi sobrino que andaba de viaje por España llegó a juntarse con nosotros, y así recorrimos un poco más de esta ciudad, la “ciudad roja”, ya que por decreto todas las construcciones deben ser de este color, que no es un rojo intenso, sino más bien algo así como el polvo de ladrillo. Es algo normal en algunas ciudades marroquíes, Casablanca es Blanca, y Sidimaruroch es azul, muy ingenioso.
Fuimos a los jardines de Menara, algunos museos, más jardines, su hamburguesa en el mall, tumbas, pizza, y solo nos faltó entrar al cine, pero a decir verdad la película no tiraba ninguna pinta.
El día de partida el mismo chofer que nos trajo de Imlil nos fue a dejar al aeropuerto, ahí pasamos los controles como pudimos. Yo no pongo que soy químico porque a veces me trae problemas, pero mi hermano que es contador, perdió mucho tiempo intentando explicar que hace un contador, parece que pensaban que era un contador de cuentos o algo así, mejor poner administrativo.
Foto: Callejoncitos de Marrakech. |
Volamos a Madrid, como teníamos algunas horas antes del viaje a Santiago dejamos las cosas en la consigna (no busquen la guardarropía…) y tomamos el metro para salir a dar una vuelta. Fuimos a lo más cercano, tampoco teníamos tanto tiempo, por lejos lo más importante fue buscar un lugar donde poder tomarnos una buena cerveza, porque en Marrakech no encontramos nada (está prohibido el alcohol en Marruecos)
Después de disfrutar la cerveza regresamos al aeropuerto, abordamos el avión, me vi como tres películas más y regresamos a Chile, a pensar ya en algún nuevo viaje a algún lugar cercano o lejano, pero con montañas, porque eso es lo que hacemos, subimos montañas…
Autor: Elvis Acevedo.
"Quienes viajan a la cima de las montañas, están medio enamorados de sí mismos y medio enamorados del olvido..."
Robert MacFarlane.