Cerro ANEC

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  • Altitud: 4.883 msnm.
  • Ubicación: Glaciar Olivares Gama - RM.
  • Fecha: Octubre del 2023.
  • Integrantes:
    • Wilson Acevedo (P. Alpinos)
    • Elvis Acevedo (P. Alpinos)
  • Ruta: Cara Sur.
  • Expedición: BMC - II.

Estábamos en un estado de felicidad y congelamiento máximo -al mismo tiempo- en la cumbre del Bahamonde, pero cuando ganó el frío comenzamos a bajar.

La idea era pasar a buscar las raquetas al portezuelo del Barroso y comenzar la subida del ANEC, este era nuestro último día de cerro antes de comenzar la bajada, se nos terminaba la expedición, volvíamos a casa.

La bajada fue rápida y sencilla, recogimos las raquetas y las subimos a un saliente de nieve para pasar a buscarlas al regreso, así no tendríamos que volver al portezuelo, y podríamos esquivar más fácilmente la desagradable zona de “sastrugis” que cruzamos en la mañana.

La subida era franca y sencilla, más pegada al borde que cae hacia las zonas mineras, por lo que desde este ángulo comenzamos a ver algunas instalaciones y mucha nieve sucia y amarillenta.

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Cramponeamos felices, el sol estaba alto, y por primera vez en todo el mes había poco viento, las vistas se abrían y rápidamente llegamos al filo que nos condujo por algunos sectores secos, a la cumbre del ANEC.

Nos abrazamos con Willy, que es mi sobrino segundo, y que a mi corta edad me hizo tío abuelo de su hijo, que es mi sobrino nieto, todo esto según la RAE...

Creo que la cumbre del ANEC fue la única de las nueve que subimos en el mes donde realmente pudimos estar bastante rato sin riesgo de hipotermia, pudimos hacer lo de siempre, leer el libro de cumbre, sacar fotos, observar la grotesca intervención de las mineras Los Bronces y Codelco Andina, y simplemente tirarnos un rato al sol y descansar un poco.

El ANEC era la última cumbre, lo sabíamos, por que queríamos arrancar antes del temporal pronosticado, así que solo teníamos el tiempo justo para bajar, y ajustados.

Era momento de pensar, un mes parece ser mucho tiempo, pero ya había pasado, ya regresábamos a casa, con nuestra gente, familias, amigos, un mes aislados, un mes sin verle la cara a nadie mas que a nosotros mismos, un mes de alegrías, frustraciones, incertidumbres, esfuerzos, cansancio, frío, esperanza, sensaciones, frío, miedos, dudas, más frío, un mes de vida intensa, una especie de concentrado de vida, una pulpa de experiencias...

Sacamos las últimas fotos y con el primer paso de bajada, comenzamos la vuelta a Santiago, con escala en los Andes...

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Foto: Cumbre del ANEC.

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Foto: Vuelta al campamento, de fondo los “Picartes” y el Nevado Sierra Blanca, más al fondo el cerro Tronco.

La bajada fue tranquila, silenciosa, personal, en algunos tramos íbamos juntos conversando cualquier tontera, después había distancia para que cada quien llenara su mente con lo que quisiera. Creo que de manera un poco infantil me iba despidiendo de todo, los glaciares, las rocas, las montañas, agradeciendo los días pasados en este lugar, y sin saber cuando volveré, si es que vuelvo, aunque en mis sueños regresaré una y mil veces...

Llegamos al campamento a las labores de siempre y a preparar la fuga, el día de mañana era el último bueno y después nos caía el temporal.

Despertamos temprano y comenzamos a ordenar, en un par de horas teníamos todo preparado, estábamos listos para abandonar este lugar que nos había servido de morada durante tantos días. Se me quedó un bastón enterrado que no pude encontrar...

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Foto: Altar, Bahamonde, Portezuelo del Barroso, ANEC y parte del Asociación.

Ciertamente era un día de bastante incertidumbre, sobre todo los primeros metros de bajada desde el Portezuelo Barriga, había leído más de una vez que el terreno era muy desagradable, y después de ver cómo eran el Nevado de Olivares y el Picarte Norte, me imaginaba que nos íbamos a encontrar ese terreno de tierra amarillenta dura como hielo negro, pero sabíamos que había bastante nieve, y esperábamos que esta llegara lo más arriba posible.

Bajamos por el glaciar en dirección al portezuelo, la subida original, de cuando se podía usar el cajón de Barriga como aproximación, está cargada al oeste del portezuelo, no sé porque, nosotros estábamos en el otro lado.

Comenzamos a mirar por el borde, buscando alguna canaleta de nieve que ojalá llegara hasta el mismo portezuelo, pero no había, estaba claro que para llegar a la nieve no podríamos evitar el tener que bajar algunos metros de unos sectores de tierra dura y amarillenta de fuerte pendiente, panorama nada agradable considerando el peso que llevábamos en la espalda.

En un momento Willy me pega un grito y me dice que encontró un lugar, lo alcanzo, miro, son como diez metros de acarreo y después, a la derecha, haciendo una travesía de unos cinco metros se ve nieve, la cual presumimos, por que no se ve directamente, conecta con una pala de nieve más lejana y que parece llegar hasta el valle. Es tan mal lugar como cualquiera pienso, y nos mandamos para abajo.

El terreno es horrible, un verdadero resbalín de 500 metros; vamos bajando paso a paso, le doy unos metros a mi compañero para tener tiempo de intentar esquivarlo en caso de resbalar, hacía mucho tiempo que no tenía la sensación de un peligro real, de que las cosas se podían torcer con suma facilidad.

De todas formas bajamos tranquilos y poco a poco, Willy llegó al punto donde debía travesear, lo logró con un gran esfuerzo, intentando clavar las puntas delanteras de los crampones en la tierra y agarrando con las manos cualquier cosa que pareciera una saliente, fue un momento tenso, nada agradable, pero logró llegar a la nieve y ahí ya estaba seguro, además se asomó y según él además el nevero era continuo, nos servía para bajar, eso fue un gran alivio, ya que de no ser así no sé cómo habríamos vuelto a subir ese tramo de regreso al portezuelo.

Me tocaba a mí, bajé despacio, sin ningún apuro, la vista hacia abajo no presagiaba nada bueno en caso de resbalar, pero no le daba importancia, solo me concentraba en el metro que tenía por delante, dando un paso, y solo dando el otro cuando sentía el pie firme, mientras mi compañero se había sacado la mochila y estaba atento a tratar de agarrarme como pudiera en caso de caer, cosa que a todas luces habría sido inútil, nos habríamos ido juntos cuesta abajo. Pero ahí estaba mi guacho…

Con paciencia llegué al punto donde debía hacer el traverse, vi a Willy muy forzado en esta maniobra y bajé un par de metros más hasta un lugar que parecía un poco menos malo, con el piolet traté de cavar una saliente para el pie, en el segundo intento lo logré, quedo bastante decente, ahí podría poner el pie derecho e impulsarme para acercarme a la nieve. Si el agarre tallado cedía, sería todo.

No le di muchas vueltas y me impulsé, todo aguantó, Willy seguía atento para agarrarme, pero al dar el segundo paso ya salí del canalón resbalín e incluso si me caía acá me iba a arrastrar unos metros hasta unas salientes de tierra donde en teoría quedaría atascado. Nada de eso pasó, unos cuantos pasos más en puntas delanteras sobre la tierra, y logré bajar a la nieve, con el corazón que casi se me salía por las orejas...

Me asomé para confirmar lo que Willy me había dicho, gran alivio, la pendiente de nieve estaba empinada, pero era continua, no más acarreos de tierra amarillenta y dura como palo.

Descansé un poco y comenzamos a bajar, todo parecía estar bien.

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Foto: Justo después de superar el acarreo duro desde el portezuelo.

La bajada por la nieve fue larga, tediosa y agotadora, a ratos de cara a la pendiente debido a la inclinación, después caminando, el peso de las mochilas hace muy complicadas estas maniobras, pero fuimos ganando metros y terminamos llegando al valle... por fin...

Decir que estábamos alegres sería decir poco, no era euforia, yo creo que más bien era alivio, sin duda había sido un tramo muy complicado y expuesto el que habíamos bajado, ahora todo era físico, ya sin peligros tan grandes, salvo ir por algunos sectores de nieve escuchando el río pasar por debajo. Nada agradable tampoco.

El resto del día recorrimos el cajón del estero Barriga, ese que se supone no podemos recorrer, ese que nos prohibieron por que nuestras leyes les permiten prohibírnoslo. Pero lo recorrimos igual.

Yo iba ocupando la energía de reserva, con los hombros completamente destruidos, aunque seguía feliz, extraña mezcla. Poco a poco mientras bajábamos iban apareciendo sectores sin nieve por donde corría el estero, algo de pasto, algunas plantitas, cada cosa que veía me alegraba después de estar un mes metido en un glaciar, parecía niño chico, como si viera una planta por primera vez...

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Foto: Llegando al cajón del estero Barriga, atrás quedan las dificultades de la bajada.

Fue una bajada larga y agotadora, donde a veces nos hundíamos en la nieve incluso con las raquetas puestas, pero al final llegamos a las primeras instalaciones de Codelco Andina, en la entrada del valle, obras de captación de agua, sin personal. Acá tomamos un camino vehicular en mal estado, y nos mandamos fuerte y derecho hasta el corazón mismo de la minera.

Este tramo fue solo poner un pie delante del otro, por un camino amplio, sin dificultades, al menos servía para relajar un poco el cerebro del permanente estado de alerta en que lo habíamos tenido encendido todo el día, cosa que también agota. Fuimos viendo más y más instalaciones, aparecieron los buses de personal yendo y viniendo, es absolutamente impresionante el nivel de intervención que produce el extractivismo, básicamente es la destrucción de un valle y todos los ecosistemas que dependan de él.

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Foto: Dice “Prohibido el Ingreso”, no la salida…

Llegamos al final del camino, justo en la intersección con el camino principal por donde había bastante tránsito, ahora venía lo entretenido, teníamos que esperar que nos vinieran a echar del lugar.

Nos sacamos -con gran alivio- las mochilas, que ya tenía medio incrustada en la espalada, y nos tiramos a un costado del camino, Willy más inquieto, hacía señales a algunos buses para que frenaran, pero yo sabía que no le iban a dar bola, no pueden, lo único que podíamos hacer era esperar, en algún momento iban a llegar. Más sabe el diablo…

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Foto: Willy a la orilla del camino…

Y así fue, primero llegó una camioneta con un flaco que fue bastante simpático y amable, nos preguntó de donde veíamos y todo lo que se les pueda ocurrir, le dijimos todo con algunos adornos y ciertas omisiones que consideramos necesarias, comenzó a llamar por radio y ahora todos comenzaron a pensar que hacer con nosotros. Como lo suponíamos -ya que no es primera vez que usamos la estrategia de salir por donde no se puede- alguno de los choferes de bus llamó por radio y reporto "dos personas sin casco y con mochilas tiradas al lado del camino"...

Después llegó otra camioneta con un tipo un poco más serio pero que también fue amable, estaban todos bastante sorprendidos con la historia de donde andábamos metidos, pero a estas alturas éramos todos amigos y la conversación era muy animada, es que somos muy simpáticos nosotros.

Llegó una tercera camioneta, con los encargados del tema "montaña" de la minera, básicamente quienes tienen que estar atentos -entre muchas otras cosas- a que tipos como nosotros no entren en la zona.

Al final fueron ellos quienes nos subieron a la camioneta y nos sacaron hasta río Blanco, nos fuimos conversando de manera muy cordial, mirando sorprendidos lo gigantesco que es el valle, la gran cantidad de paredes donde se podría escalar, me recordó un poco a El Alfalfal, se veía roca por todos lados y de buena calidad, pero instalaciones y casas y controles también, definitivamente un valle perdido...

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Llegamos a río Blanco, nos despedimos de nuestro “Codelco Andina Uber”, y cruzamos a comprarnos unas cervezas mientras esperábamos que el ex cuñado de Willy nos fuera a buscar, parecía increíble estar aquí, la expedición había terminado, y todo había salido bien. Y como lo dijo Eduardo García mucho tiempo antes que el viejo chanta de la pipa, la verdadera cumbre es cuando... y toda esa challa motivacional cursi.

Estaba buena la Cuzqueña.

Autor: Elvis Acevedo Riquelme.


“La vida se ve mejor desde arriba..”