Cerro 18 de Octubre
|
Y llegamos a diciembre del 2021, y se fue otro año, otro con pandemia, con la primera mitad más menos en cuarentenas y todo eso, y ya llevamos dos años en esa dinámica.
Como sea, entre el 2020 y 2021, a pesar de todo, se han sido sumando lindas y buenas cumbres al historial, buenos intentos, y exploraciones también, y además se dieron las cosas para ir a la montaña con personas que ubicaba hace muchos años, pero con quienes no había tenido la oportunidad de salir, y al mismo tiempo conocer gente nueva, en resumen, entre todo lo malo, siempre hay cosas buenas que rescatar.
Después de la cumbre del Amarillo de Colina, mis cordadas habituales entraron en receso, Willy fue papi, y Juan Carlos empezó la dieta (ojalá), así que para diciembre se me ocurrió preguntar a otros amigos quien tenía la posibilidad de hacer un “sanguche” con el feriado del 8 de diciembre. Fernanda Weinstein aceptó la invitación.
Mi idea en un comienzo era una salida de cinco días, de sábado a miércoles, pero compromisos académicos de la cordada la acortaron a cuatro días, y finalmente a tres y medio. Como sea, con eso tendríamos que hacer algo.
Lo seco del año y el calor infernal de algunos días hacen difícil en estas fechas escoger objetivos, mi idea primaria era el Echaurren, pero después recordé el cajón de río Claro, el que es afluente del Maipo, y que conozco bien hasta su confluencia con el estero Godoy, de cuando subimos el cerro La Pala. Después viene la quebrada Los Patos, por ahí está el cerro La Punta que solo tiene rutas desde la VI región, además de que el mapa muestra un montón de lagunas y puntos que podrían poner a la zona como de alto potencial para primeros ascensos o búsqueda de montañas desconocidas. Esa fue mi propuesta.
Fernanda no enganchó rápido con la idea, y estuvimos algunos días dándonos vueltas con más alternativas, solo para terminar donde empezamos. La idea principal seria el ascenso del cerro La Punta, sin rutas desde la RM, y al parecer con solo un ascenso, y la exploración del cordón completo que cierra la quebrada Los Patos, ya que desde el cerro La Pala, siguiendo el filo hacia el sur y luego doblando al oeste y luego al norte, para completar la herradura que cierra el valle, se ven en el mapa muchos puntos que podrían ser buenos objetivos, pero claro, hay que verlos en terreno para ver qué tan relevantes son. Y, por último, y no menos importante, conocer las lagunas que aparecen en los mapas.
Foto: Fotografía tomada durante el primer ascenso del cerro La Pala; en primer plano se ve el torreón cumbrero del cerro La Pala, a su izquierda una cumbre inescalada ubicada al fondo del estero Godoy, y a su derecha todo el cordón de montañas que cierra el fondo del cajón del estero Los Patos. La -en ese entonces- P-3657, es la primera cumbre de derecha a izquierda, claramente identificable por un farellón rocoso bajo su zona de cumbre. |
Tenía muy poca información, y el primer punto que me preocupaba era la entrada al cajón del estero Los Patos desde el río Claro, ya que en los mapas se ve un acarreo de esos de categoría infernal, precedido de una especie de arenal o pendiente de tierra suelta y erosionada de apariencia demoniaca, nada muy motivante si además el pronóstico para el fin de semana decía que iba a hacer bastante calor.
Los datos de un amigo arriero me aclararon algunas dudas, todo lo que se ve en los mapas existe, pero según él, un buen sendero nos podía ayudar mucho, ya que ese cajón, que no tiene visitas con fines deportivos -registradas al menos- si es usado por arrieros para llevar sus vacas a pastar en una zona de vegas que esta al fondo. Benditos arrieros que tienen senderos hasta en los lugares más alejados.
Y así, con más dudas que cerezas, perdón, certezas, partimos.
Día uno.
Me pasaron a buscar a la casita (ventajas de vivir en San José) y enfilamos sin inconvenientes hasta la entrada del Fundo Cruz de Piedra. Si, ese del que es dueño el guatón prepotente de Gasco. Pero esta vez nuestro recorrido no tenía nada que ver con ellos, ya que la idea era entrar por el estero Piuquencillo, subir al filo que separa ambos cajones (Piuquencillo y río Claro) y caer al otro lado por un marcado sendero que ya habíamos recorrido muchas veces años atrás; la ahora llamada “Ruta de la Trucha”…
No recuerdo bien cuando descubrimos esta metida, supongo que en los tiempos en que buscábamos la forma de entrar a Cruz de Piedra de manera ilegal, pero es un acceso libre que en los años anteriores nos ha permitido intentar y subir cerros como el Extravío, La Pala (modestia aparte, un pedazo de cerro), y otros que nos han mandado de vuelta más de una vez.
Cruzamos el estero que venía con más agua de lo calculado, y subimos la primera parte hasta el filo que separa ambos cajones. Mucho calor en este tramo, con poco viento y un sol inclemente llegué más transpirado que caballo de feria, recordando que en el filo siempre hay mucho viento. Por suerte eso no ha cambiado. Descansamos un poco y comenzamos la larga bajada hacia el río Claro. Este tramo es por un sendero bien marcado y de poca pendiente, que baja gradualmente hasta llegar a un ranchito de arrieros, a cota ya con el río, no sin antes hacer una clásica parada a descansar en una roca aplomada que da buena sombra, y que está ahí desde siempre…
Desde acá el sendero por la ladera norte tiene algunos tramos bastante malos, y algunos cruces de quebradas bien desagradables, pero se mantiene bien marcado y es fácil de seguir. Después nos enteramos de que los arrieros abrieron un tramo por la orilla opuesta, que después se junta con este mismo camino poco antes del cajón del estero Godoy, claro que hay que cruzar el río más veces. En fin, es bueno saber que existe esa alternativa.
Foto: Cajón de río Claro. El sendero de aproximación va por la ladera norte (izquierda). De fondo, el Palo Plantado y el Alto de los Sapos. |
El día soleado, pero gracias a Eolo bastante soportable. Llegamos después de algunas horas al viejo árbol que sirve de guía para saber dónde cruzar el estero, ahí descansamos un rato a la sombrita y después metimos los pies al agua, cosa bastante agradable esta vez. Seguimos el camino bastante suelto, y caímos a las vegas que se forman en la confluencia del estero Godoy con el río Claro, lugar que usamos de campamento base cuando subimos el cerro La Pala.
Estaba lleno de vacas, y no logré encontrar el maravilloso y verde prado donde acampamos aquella vez, todo se veía más seco y sucio, pero de todas formas era temprano, así que decidimos ganar tiempo y avanzar más hacia el fondo del cajón. Me sentí un poco descorazonado pensando que ya no existía aquel hermoso lugar de campamento, los años más secos quizá, en fin…
Entre conversaciones de papers y ciencia avanzamos cerca del río hasta que nos vimos obligados a tomar la ladera, ya estábamos entrando a terreno desconocido, y tan desconocido era que no pillamos más sendero y tuvimos que irnos por una ladera incómoda de piedras, tierra suelta, arbustos, ortigas (donde obviamente me apoyé) para lograr avanzar y volver a bajar al río, cerca ya de donde comienza la subida que al girar al sur (izquierda) entra al cajón del estero Los Patos, y siguiendo al NO, superando un tapón rocoso, sigue al cajón de los Mosquitos (que nombrecito…) que es básicamente el mismo río Claro en su tercio superior.
Ya eran alrededor de las 18:00 horas, y no sabíamos que tan arriba podríamos encontrar un buen lugar para acampar, así que decidimos dar por terminada la jornada.
Foto: El arbolito lleva años indicando el punto donde se debe pasar a la ladera sur del cajón, muy útil para los despistados, ya que en este tramo plano el sendero se pierde un poco entre matorrales. De fondo, el cerro La Pala. |
Bombazo revolucionario.
Armada la carpa previo chapuzón refrescante en un maravilloso pozón de aguas temperadas, nos dispusimos a cocinar. Dispusimos dijo el barza porque en realidad fue Fernanda quien amablemente se ofreció, después de contarle de que en general mis compañeros no me dejaban cocinar mucho porque según ellos lo hago mal. (Estoy de acuerdo)
Yo estaba de lo mejor inflando mi colchoneta y escuchando a lo lejos algunas quejas sobre la llama de la cocinilla, cuando de un momento a otro solo se escuchó en un tremendo PUUUUUUUMMM!!!
Mire la colchoneta, pensando en que quizá con mi tremenda capacidad pulmonar la había reventado, después recordé que ni siquiera entreno y descarté esa alternativa, me sentí inmerso nuevamente en aquellas protestas del 2019 esquivando lacrimógenas y escuchando balazos, pero volví en mí mismo y de inmediato mire hacia afuera y vi a Fernanda tapándose la cara con ambos brazos, la conclusión fue obvia, un meteorito, pero no vi nada similar, así que ahora sí, la segunda conclusión obvia, una piedra gigante que cayó de las laderas superiores, pero tampoco había rastro de algo así, y por último, lo menos obvio, el balón de gas, había explotado… todas estas conclusiones y razonamientos se dieron en el espacio de dos segundos y medio…
Salí corriendo y pensando en lo terrible de la situación, imaginando los pobres caracoquesos repartidos por el suelo, con lo mucho que me gustan, y además con atún… naa, mentira, fui directo donde mi compañera que aún se tapaba la cara y tiritaba del susto…
Me aseguré que no tuviera lesiones en la cara, y trate de calmarla, de a poco fuimos analizando lo sucedido y tratamos de sacarnos la tensión de encima, el balón de gas le explotó a medio metro de distancia, suerte que no saltaron pedazos de fierro o cosas que pudieran haberle hecho daño. Después de un rato, además del susto, agradecimos que no pasó nada grave.
Llevo muchos años haciendo montaña, y nunca me había pasado algo así…
Fuera de las tallas con las que uno escribe, con el relajo que dan los días pasados, fue un susto de aquellos, y solo pensar en que pudo ser mucho peor, hace que uno agradezca profundamente que el incidente no tuviera ninguna consecuencia, salvo quedarnos con medio gas para cuatro días.
Así que chao a los fideos y bienvenido el puré que gasta casi nada de gas…
Foto: De recuerdo... |
Día dos.
Dormimos bien, despertamos temprano, a ver si al menos por un rato evitábamos el calor más rancio. Hoy debíamos avanzar y entrar de lleno en terreno desconocido, me emociona eso, a pesar de que sabía que la subida para quedar a cota con la quebrada Los Patos iba a estar pesada, tenía la esperanza de que luego el cajón fuera amplio y más menos plano, hasta llegar a la zona de lagunas, al mismo tiempo recordaba que en general las cosas nunca se dan como uno quiere…
Después del desayuno y de desarmar el campamento partimos. Tomamos apenas salimos una huella muy marcada, cosa importante, ya que hoy había puntos que nos podían dar muchos problemas si nos salíamos del camino de arrieros.
Al poco rato llegamos al primero. Los arrieros le llaman “El Arenal”, yo lo había visto en Google Earth como una mancha clara de tierra que se veía apestosa incluso en las fotos, realmente era una zona de tierra y acarreo suelto, a veces duro, bastante empinado, y a sus buenos cientos de metros sobre el río, afortunadamente la huella hizo su cruce más fácil de lo pensado, pero la verdad es que sin huella cruzar por ahí sería bastante jodido.
Salimos luego a la zona por donde bajan las aguas del estero Los Patos, con bastante más vegetación y algunos pozones y cascadas bien bonitos. A los pies de una descansamos un rato.
Entrábamos ahora a otro tramo pesado, un acarreo gigantesco, no tan blando, de piedras medianas, pero bastante poco motivante, pero que también tenía una huella bastante fácil de seguir, aunque al comienzo nos equivocamos y continuamos por una que cruzaba el acarreo de manera perpendicular, después nos dimos cuenta de que nos estábamos alejando y recuperamos los pasos para conectar la huella que subía en forma casi directa a la entrada de la quebrada. La que habíamos tomado en un comienzo se dirigía al único punto por donde se ve una pasada para continuar por el cajón de río Claro, que después de este punto pasa a llamarse cajón de los Mosquitos, como ya habíamos mencionado antes.
Foto: “El Arenal”. La foto no lo hace ver tan terrible, pero si lo es, claro que la huella lo hace infinitamente más amigable de cruzar… |
Del acarreo poco que decir, salvo la linda vista de las cascadas y toboganes que se forman debido al fuerte desnivel que hay en un tramo de pocos metros. Lo demás, puras piedras…
Llegamos arriba, y por algunos tramos más rocosos terminamos entrando por fin a la quebrada Los Patos, con algunos sectores más verdes, pero en un comienzo bastante encajonados por grandes paredes a ambos costados. Las del sector este (izquierda) corresponden a la cara oeste del cerro La Pala, y las del otro lado, a lo que desde afuera parecía una cumbre puntuda y bastante independiente, pero que al día siguiente comprobamos que solo es el comienzo del filo que nace en dirección SO.
Foto: Al fondo, iluminada aún por el sol del atardecer, se ve la entrada de la quebrada Los Patos, la cumbre que se ve más destacada, al final no lo es tanto, pero no deja de ser... |
Luego de un rato de caminata llegamos a la “Caldera del Diablo”, un sector encajonado, casi sin viento, donde el calor se sentía bastante tóxico. Es un tramo donde el lecho del río es bastante amplio, y que al fondo esta taponado por una cascada que impide ver lo que viene más atrás.
Después de descansar un rato al alero de una roca que no daba nada de sombra, tomamos lo que parecía una huella por el lado este, que subía en un traverse ascendente por una zona de acarreos, para luego bajar al estero, cruzarlo, y seguir esta vez por el lado oeste del cajón, por otro sector de rocas grandes pero donde se podía seguir una huella relativamente clara, que después de otro rato nos dejó prácticamente debajo de la cascada que veíamos desde abajo. Aquí cruzamos de nuevo el estero, y subimos por un sector de verdes y húmedas vegas, muy bonito, ya que contrastaban mucho con lo árido de algunas otras zonas.
Una vez arriba de las vegas, Fernanda que iba más adelantada -como siempre- se fue directo por debajo de un farellón rocoso, cuando la alcancé vi el terreno por el que había pasado y me pareció poco amigable, otro acarreo suelto y expuesto con el río bastantes metros más abajo. Busqué como pasar cómodo, y aunque había una zona que no veía tan terrible, pensé que no era un sector para pasar con animales, e imaginé que debía haber otra pasada. Le grité a Fernanda que iba a mirar por arriba del farellón, y que nos encontráramos al otro lado.
Foto: La “Caldera del Diablo”, zona sin viento y muy requete calurosa. Hay senderos por ambos lados… |
Me devolví un poco y subí, volví a terreno de pastos verdes y cuevas de cururos, llegué arriba y se veía una pasada, incluso un sendero, maravilloso, el cruce fue fácil, y cuando me asomé al otro lado ¡chan!, el final del valle, un sector amplio de verdes pastizales y el cordón de montañas que cierran el cajón en forma de “U”, ninguna montaña conocida. Hermoso. Aunque de las lagunas ni rastro aún…
Bajé rápido, dejé la mochila y me asomé a ver si venia la cordada, y después de un rato de buscar me gritó desde la comodidad que le daba la sombra de un pedazo de roca varias decenas de metros más al fondo del valle. Y uno preocupado…
Descansamos un rato en la base de este gran boulder, había una sensación de alegría, estábamos ya en el fondo del valle, este se ensanchaba, había mucho verde, corría una brisa refrescante, el estero bajaba raudo con sus aguas claras, se veían cumbres de las que no se sabe nada, ya no hacía calor, todo perfecto, salvo por qué no se veía ninguna laguna.
En mi fuero interno quería encontrarlas…
Caminamos con la tranquilidad de saber que íbamos a acampar en un lugar bonito, dejamos atrás las vegas y fuimos ganando algunas terrazas entre cortos acarreos, directo a la base de las montañas que cierran el cordón por el lado SO, cuando al asomarnos en una de las últimas subidas, apareció, si, en todo su esplendor, bastante grande, calmada, reflejando la luz de un sol que ya comenzaba a bajar, una hermosa laguna sin nombre, una de tantas que se suponía debían haber en la zona, pero no importa, el objetivo del día estaba cumplido, llegamos al fondo del cajón, y además encontramos una de las lagunas después de una jornada bastante pesada. Eso es felicidad.
Se vino el chapuzón…
Encontramos un buen lugar para armar la carpa, comimos puré de nuevo, muy bueno, y disfrutamos de un atardecer muy pero muy relajante, en un rincón olvidado y desconocido de nuestra cordillera, que ni siquiera esta tan alejado, otro rincón oculto a los ojos del montañismo actual, más enfocado en buscar el “éxito social” a través de lo más fácil y conocido.
El atardecer fue muy agradable, di la vuelta a la laguna un par de veces y encontré otra más pequeña, ya iban dos, disfruté los colores de la puesta de sol y regresé al campamento a comer y ver si la cordada había despertado.
Muy buen segundo día, y lo mejor de todo, sin explosiones de ningún tipo…
Foto: ¡¡Chan!!, se abrió la vista del valle. Se alcanza a ver en la parte baja la gran roca donde descansaba la cordada… |
Decisiones.
Estábamos a tiro de cañón para decidir qué hacer, sabíamos que el cerro La Punta estaba “por ahí”, pero también la opción de ascensos a cerros sin nombre ni historia previa, el problema era que Fernanda debía estar el miércoles lo más temprano posible en Santiago, y eso significaba que el día de intento de cumbre, también debíamos bajar todo lo posible, lo que nos acortaba las horas para intentar algo. Eso me desanimaba un poco, me hubiera gustado tener el día completo para explorar y subir.
Por suerte Fernanda logró contagiarme su ánimo y decidimos partir temprano, pensado en La Punta, pero abiertos a lo que el terreno nos fuera mostrando.
Foto: Hermoso y apacible lugar para el campamento 2. El farellón rocoso justo arriba a la derecha de la carpa, es la P-3657, aunque la cumbre -más atrás- no es visible desde abajo. |
Día tres.
Tempranito despertamos, desayunamos, y con las primeras luces ya estábamos enfilando hacia el filo que caía del enorme murallón rocoso que parecía ser la primera cumbre del cordón, aunque la cumbre parecía estar más atrás, no visible desde el campamento. Después aparentemente el filo continuaba en una seguidilla de cumbres en dirección SO, lo malo, desde abajo las laderas y acarreos que nos permitirían avanzar, se veían bastante poco amigables, y tampoco sabíamos si el filo seria transitable o una arista filuda de torreones de roca suelta. Tendríamos que ver paso a paso.
Ganamos el primer filo por un acarreo suelto pero corto, luego un terreno bastante amigable, con pequeñas lagunas de deshielo, la vista comenzaba a abrirse y el paisaje se presentaba hermoso, el sol ya asomaba y teñía de colores rojizos todo lo que se alcanzaba a ver. Cruzando un pequeño nevero llegamos al filo, miramos hacia arriba y si, se podía continuar.
Seguimos.
En este punto el amanecer del nuevo día estaba en todo su esplendor, también ganamos la vista de todo el tramo superior del cajón de río Claro, y otras quebradas paralelas, y si, muchas cumbres sin nombres ni historia. Hacia el NO se veían muchas de las clásicas, San José y Marmolejo (visibles desde algunos puntos del acercamiento también) Loma Larga, Mesón Alto, El Plomo, las montañas de la cordillera Ferrosa, y muy al fondo la vista llegaba incluso al Aconcagua pasando por el Juncal y el Alto de los Leones.
Foto: Esos pequeños momentos que justifican todo el esfuerzo… |
Foto: Llegamos al filo, y si, se podía continuar… seguimos… |
Esos pequeños momentos, esos pocos minutos de poder observar un paisaje tan sublime, solos, sin ruido, sin nada alrededor, tienen mucha más intensidad para el alma que seis meses de vida de ciudad…
Seguimos.
Continuamos por el filo, el acarreo no estaba tan terrible, y luego de algunos trepes fáciles por sectores rocosos ganamos la vista de lo que venía. Al fondo ya se divisaba algo que parecía ser la primera cumbre del filo, tendríamos que confirmarlo estando arriba, si era solo un punto en un filo ascendente, o al otro lado el filo bajaba hacia un portezuelo con la cumbre siguiente.
Este tramo fue sencillo, una caminata tranquila por un filo bastante amplio, y con una vista que nos permitió encontrar todas las demás lagunas que nos faltaban. Eran alrededor de once lagunas de diferentes tamaños y colores, ubicadas en un plateau superior, cerca de donde estábamos acampando, pero no a la vista. Ahora sabiendo donde están podremos llegar a ellas la próxima vez. El lugar era realmente hermoso.
Foto: Lagunas, lagunas, y más lagunas… |
Subimos y llegamos a la P-3657, luego venia una bajada bastante pronunciada, y la cumbre que seguía en el filo era un torreón rocoso vertical para el cual no estábamos equipados, hasta aquí llegaríamos hoy, la primera cumbre del cordón, luego se ven dos más bastante destacadas, y el cerro La Punta debería ser la siguiente, no visible desde donde estábamos. Fue una subida rápida, no nos dimos ni cuenta, hubo que despabilar un poco para asumir que estábamos en la cumbre.
Con el pasar de los minutos nos fuimos ubicando, tomando alturas y coordenadas, vinieron las fotos y felicitaciones, había sido una aproximación bastante pesada como para volver con las manos vacías, y si bien no le habíamos apuntado al cerro La Punta -cosas de la exploración- hicimos un hermoso primer ascenso en un sector absolutamente olvidado por el montañismo nacional, “mapeamos” la zona completa, calibramos todo su potencial, y también sabemos por dónde ir a La Punta para la próxima vez. En resumen, pura alegría.
Y acampamos al lado de una lagunita…
Era temprano, así que estuvimos un buen rato en la cumbre, disfrutamos mucho el momento, realmente me sentía muy satisfecho por el cierre de fin de año. Le dimos vueltas un rato al tema del nombre para esta cumbre, yo lo tenía pensado hace rato para alguna ocasión como esta, pero no sabía si a Fernanda le parecería muy bien, lo tiré así como en voz baja, medio colado, como por el costado, pero le gustó, la decisión fue rápida. Cerro 18 de octubre.
La bajada a la carpa fue bastante rápida, ya con más sol apareció el calor y todo comenzó a ser menos lindo, pero nada, veníamos contentos.
Descansamos un rato, desarmamos el campamento y comenzamos la bajada.
Foto: Cumbre en la P-3657, ahora cerro 18 de Octubre. |
No hay mucho que decir de ella, calurosa, larga, pesada, no digamos que un paseo muy agradable, en algunas partes nos salimos de la huella, algo de jugo también, tener agua cerca ayudaba mucho a mantener el ánimo, pero de una u otra forma ganamos terreno y llegamos al lugar del primer campamento. Descansamos un rato y seguimos, Fernanda quería llegar al lugar del primer cruce del río, pasado el estero Godoy, para acortar la jornada siguiente, yo no recordaba nada muy agradable para acampar por ahí, pero, en fin, era como el último lugar donde podríamos acomodarnos de alguna forma.
Le apuntamos bien a la huella que cruza “El Arenal”, menos mal, y pasamos por el tramo sin huella que en la ida se me hizo tan latero. Ahora fue menos desagradable, salvo porque vimos una huella que iba por el otro lado del río y que nos habría hecho la vida mucho más fácil. Ahora ya la conocemos.
Llegamos frente a la quebrada Godoy, descansamos un ratito y seguimos, ya estábamos cerca del vado del río, pero yo seguía mirando por aquí y por allá donde podría haber estado aquel hermoso pastizal donde acampé años atrás.
Y lo encontré…
Y estaba igual de hermoso…
Tan lindo estaba que Fernanda se tentó a acampar ahí, estábamos cerca del lugar donde habíamos pensado llegar ese día, y estaba demasiado bueno. Se vino el relajo, fin de la jornada. El último campamento fue de esos tipo “camping”, sobre el pastito, agua cerca, si solo extrañé tener a mano una buena cerveza, una pena. El resto de la tarde se nos fue en comer, descansar y analizar la salida y otros planes a futuro cercano. Fue una tarde muy agradable.
Después al tuto.
Foto: Ultimo hermoso, bello y amigable campamento… |
Último día…
Despertamos, desayuno; agradecimiento especial al cuarto de gas que apaño los cuatro días, desarmamos muy tranquilos y comenzamos la vuelta final.
Salvo que perdimos la huella en un tramo, el resto fue bastante tranquilo, con pocos descansos y una parte final muy calurosa y desagradable, llegamos al cruce del estero Piuquencillo, con el auto ya a la vista, donde por alguna razón extraña Fernanda se puso a jugar con sus bastones como si fueran barquitos, y los dejó irse por el estero…
Llegamos al auto y fuimos al puente a ver si podíamos divisarlos, atascados en una roca o algo así. Justo abajo del puente hicieron un dique con piedras para formar un pozón, así que yo estaba convencido de que no podían haber pasado de largo esa zona, y, de hecho, uno estaba flotando tranquilamente al lado del murallón. Bajamos y lo recuperamos.
Seguimos río arriba seguros de que el otro debía estar por ahí, en alguna parte, cuando de repente mi ojo biónico ve algo medio negro que no cuadra mucho en la imagen de un torrente de agua, con un poco de esfuerzo vi algo verdusco, pero como soy bastante corto de vista (de ahí el mérito de haberlo encontrado) le pregunte a la Fer si ella veía algo. Era.
Así que recuperamos los dos bastones. Todo perfecto.
Luego, regreso a la ciudad y a descansar. Estupenda salida, de esas en que todo (salvo el bombazo) sale bien, esforzada y productiva. Alegría total.
Sobre el nombre del cerro, si, es lo que piensan, bastante obvio, además. 18 de Octubre, en conmemoración de la fecha que dio inicio a las protestas ciudadanas que llevaron a tener un hermoso proceso constituyente para reemplazar la actual constitución escrita entre cuatro paredes en tiempos de una Dictadura genocida que le costó la vida a 3.227 personas, en memoria de aquellos que perdieron la vida (34 personas) durante estas protestas, víctimas de la represión por fuerzas del estado, en recuerdo de quienes perdieron un ojo, o tuvieron traumas oculares serios producto de los balines de carabineros disparados a la cara (460 personas) y de los 11.300 detenidos y 2.500 encarcelados de los cuales muchos aún permanecen presos sin juicios ni pruebas acusatorias. Prisión política en Chile en pleno 2021.
Si no le gusta pase de largo, el nombre del cerro prevalecerá.
Y así se termina este 2021, esperando con muchas ganas lo que viene el próximo año.
Seguimos, explorando...
Seguimos, documentando…
Seguimos, dando la pelea...
Y con el fascismo derrotado en las urnas de forma categórica, seguimos con la esperanza de un Chile ambiental, que respete y de buen uso a sus recursos naturales, con la esperanza por una política de accesos que nos permita conocer y aprender a querer y cuidar nuestros valles, ríos y glaciares, nuestra flora y fauna, en fin, con la esperanza de un Chile mejor. ¿Pasará?, quien sabe, pero al menos nos permitimos tener esa esperanza.
Seguimos.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“El más oscuro rincón del infierno, esta reservado para aquellos que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral…”
Dante Alighieri.