Cerro Asociación
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Después de subir el Nevado de Olivares, hicimos un intento al Risopatrón, que si bien no salió bien nos dio información valiosa para volver a intentarlo, luego, tratamos de abrir una ruta nueva en el Picarte Norte, pero la amarilla cúpula final, de un conglomerado de tierra dura similar a lo que habíamos visto en el Olivares, pero de pendiente fuerte, nos impidió la cumbre, en la bajada tuvimos la primera situación riesgosa de todo el viaje, cuando unas piedras bastante grande pasaron rodando muy cerca nuestro.
Después intentamos el Juncal Chico, una montana que tenía muchas ganas de subir, se ve muy impresionante llenando la vista hacia el norte desde donde uno lo mire, con solo dos o tres ascensos previos, al parecer ninguno hasta su cumbre principal, era un objetivo tentador, pero tuvimos que rendirnos ante lo evidente, el día había comenzado nublado y muy frío, con fuertes ráfagas de viento y la aproximación salió algo más larga de lo calculado, a pesar de que ya la conocíamos de nuestro ascenso a la Punta Policha.
La escalada del primer nevero estuvo bien, pero la entrada a la zona mixta nos mostró una realidad que intuíamos pero quizá no queríamos ver, la roca era muy mala y estaba mezclada con nieve inconsistente, era tarde, estaba helado, ese día particularmente la motivación no parecía estar muy alta, una caída de piedras de casi un minuto donde por suerte ninguna nos golpeó, acabó con el intento.
Lo estábamos pasando bien, siempre alegres y todo eso, pero aquella primera semana con seis cumbres ahora se veía algo lejana, esa sensación de que nos íbamos a comer la zona ya había pasado, tres intentos fallidos igual golpean, lo que parecía mucho tiempo para hacer muchas cosas ya no parecía tanto al ver pasar los días, el clima se mantenía inestable, estábamos permanentemente cerca de los cero grados todo el tiempo, incluso dentro del refugio, el viento azotaba y azotaba sin piedad... en fin, había que mantener la cabeza tranquila y enfocada.
Ya no teníamos más objetivos en esta zona, habíamos descartado las montañas más altas como el Nevado del Plomo o el Juncal, ya que los campamentos altos estarían expuestos a peores condiciones que las que teníamos abajo en el glaciar, las que de por si ya eran bastante duras, mi predicción de un mes de octubre bueno, como los había tenido en el glaciar Mañke, el Universidad o el Cortaderal, se cayó, porque justo este año fue como los antiguos, más lluvioso y con más nieve, cosa buena sin duda, pero que nos tenía algo apaleados. Así que optamos por mudarnos al glaciar Olivares Gama para iniciar la segunda etapa del viaje.
Originalmente íbamos a bajar en dirección sur por el glaciar Juncal Sur, rodear el Nevado Sierra Blanca por toda su base y después subir hacia el norte por el Olivares Gama, este plan era largo pero bastante seguro, algo latero quizá, pero sin mayores dificultades, muy sencillo quizá para dos tipos rudos como nosotros, así que lo desechamos, y optamos por pasarnos directo por el portezuelo que hay entre el Nevado de Olivares y el Picarte Norte, el que esta a unos 5.000 metros, y que nos iba a exigir subir unos 400 a 500 metros de pendiente fuerte con mochilas muy pesadas, pero bueno, somos tipos rudos... que tanto...
Partimos, con las mochilas al tope, dejando atrás aquel refugio que nos había cobijado tan bien por tantos días. El día estaba bueno, pero el pronóstico indicaba tormenta para mañana, por eso pretendíamos pasar al otro lado para usar ese día de mal clima como descanso.
Aproximamos a la base de la Sierra Blanca por terreno conocido, llegamos cansados, obviamente nos demoramos más que otras veces, pero no pensamos nunca en un campamento intermedio, el portezuelo se veía engañosamente cerca, pero sabíamos que era cosa de perspectiva, aun faltaba mucho. En la subida nos alcanzó la noche, eso más el cansancio de la jornada, y de todas las jornadas anteriores, más el hecho de no conocer la bajada hacia el Olivares Gama, nos hizo decidir que la mejor opción era hacer una cueva y pasar la noche ahí.
Paleamos nieve un montón de rato, logramos entrar, molidos ya, nos acomodamos como pudimos, y ahí nos quedamos, en la noche dormitaba y miraba la entrada de la cueva para asegurarme de que no se tapara por completo, la noche estuvo calma, pero al alumbrar con la linterna hacia afuera me di cuenta de que ya estaba plumillando, el mal tiempo había llegado, y nosotros metidos en un hoyo en plena ladera de una montana.
Como sea la noche fue tranquila y no se desato -gracias a todas las divinidades celestiales de todos los universos conocidos y por conocer- la tormenta, ya que, en la mañana, cuando comenzó a nevar fuerte, la nieve comenzó a entrar a raudales en la improvisada cueva, si eso hubiese ocurrido en la noche, lo habríamos pasado bastante mal.
Foto: Cueva de nieve. |
Salimos antes de quedar enterrados, y cubrimos esos 300 metros que nos quedaban en medio de un temporal de nieve y viento de aquellos, Willy se puso la capa de héroe haciendo los trabajos más pesados, y yo lo ayudé como pude, al final, la pendiente que parecía que no iba a terminar nunca, cedió, y llegamos al portezuelo, al maldito portezuelo.
Como todo portezuelo que se precie de tal, en plena tormenta estaba siendo barrido por ráfagas fuertes que movían la nieve en todas direcciones, a pesar de eso, habiendo llegado a este punto la verdad no estábamos ni ahí con nada, solo nos quedaba bajar.
Mientras ordenábamos algunas cosas, miré hacia la cordillera Ferrosa, y me fijé que en algunos sectores las nubes comenzaban a disiparse, se veían algunos claros de cielo azul, y aunque el viento se mantenía fuerte y aun caía nieve, era evidente que la tormenta estaba llegando a su fin. Cuando por fin comenzamos a bajar, la zona del Olivares Gama estaba incluso mas despejada, se veían montañas lejanas como el Altar y La Paloma, y en lontananza, hacia la costa, cielo azul intenso.
Foto: En el portezuelo. |
Bajamos sin mayores problemas salvo la tremenda cantidad de nieve que se había acumulado en estas horas de tormenta, y donde ahora nos hundíamos hasta el cogote, pero terminamos llegando al plateau con un atardecer soleado y con poco viento. A veces es muy surrealista el día a día en las montañas...
Aliviados de no tener que armar la carpa en medio de un temporal, comenzamos a construir nuestro murito de nieve, íbamos a estar varios días acá y el campamento tenía que aguantar. Estábamos molidos, por lo que todo fue muy lento, meter sierra, luego pala, después acomodar, y repetir, más tarde armar la carpa, y al final vaciar las mochilas. No se cuanto nos demoramos en todo, pero cuando entré a la carpa estaba como zombi.
Después de eso, cuatro días de tormenta donde lo mas entretenido de la jornada era a salir a palear la nieve que se acumulaba entre la carpa y el muro, que terminó convertido en un foso, ya que la nieve que se acumuló alrededor alcanzó el nivel de la parte alta de la muralla.
Foto: Campamento en el glaciar Olivares Gama; de fondo, el Asociación, se alcanzan a ver a la izquierda el ANEC y el Bahamonde. |
Pasaban los días, aquella sensación cumbrera se sentía muy lejana, ya no nos quedaba mucho tiempo para hacer cosas, con los días perdidos por mal clima el plan de ir al Olivares Beta quedó descartado, teníamos tiempo para unos dos intentos más, ya que Fernanda nos había enviado el pronóstico del clima, que anunciaba medio metro más de nieve para el fin de semana donde teníamos pensado salir, así que tendríamos que arrancar un par de días antes para hacerlo con un margen de seguridad razonable.
El quinto día de nuestra llegada amaneció nublado, pero sin tormenta, estábamos hasta el ajo y decidimos salir por alguna cumbre estuviera como estuviera el día...
Nos fuimos al más cercano, el Picarte, que desde este lado tiene una hermosa forma piramidal. Mi compa Elías Lira lo subió desde acá, pero en pleno invierno, más nevado, así que de la canaleta que le permitió pasar la barrera de farellones verticales de mala roca que defendía la pirámide final, ni rastro. La ruta normal, si se le puede llamar así, ascendía por la arista oeste, y a esta fuimos, pero la base era nuevamente un acarreo de tierra dura y fuerte pendiente que a estas alturas de la vida me tienen hasta las gónadas, no sé de qué estaban hechos los montañeros de antaño, pero esos terrenos que están en un limbo entre lo técnico y lo chalero, donde no puedes asegurar, pero donde prácticamente tienes que ir cavando cada huella en una tierra más dura que el hielo y con una pendiente de 60 grados, y si te caes terminas 500 metros más abajo, me desagradan mucho, así que di dos pasos y dije chao, mil metros de esto ni a palos. Le grité a Willy que me regresaba, pegó un grito, de frustración supongo, tal vez quería seguir, como sea, no le di ni una sola vuelta, me volví y comencé a bajar.
Al mismo tiempo que me di la vuelta pensé que si bien el día estaba mas o menos, tirando para menos, tampoco estaba tan mal, al menos no estaba nevando, lo que era mucho en comparación a los días anteriores, así que me dije a mi mismo, mismo, ya me levanté y me vestí, ya estamos afuera, hagamos algo...
El objetivo era obvio por la cercanía, y aunque me hubiese gustado recorrer esa arista un día soleado, era lo que había y punto. Partimos a la base de la arista sur del Asociación.
La ruta se veía elegante y estética, una larga y fina arista, no parecía tener grandes dificultades, pero desde abajo solo la veíamos de lado, ni idea si era ancha o delgada, o si algún corte o resalte de alguna cosa nos podía cortar el paso. Sentía que andábamos con la mala racha encima, así que no pensé mucho en la ruta, solo comencé a caminar hasta el incido de la arista, en pleno glaciar Olivares Gama.
Mientras nos aproximábamos, el viento nos azotaba fuerte, pero pensaba que por fin estaba en este glaciar, que hace tanto quería conocer, esperaba que antes de tener que bajar nos regalara un día más disfrutón de buen clima, para poder apreciar toda su belleza a cabalidad.
Llegamos al comienzo mismo de la arista, la enganchamos con una subida por nieve bastante blanda, y comenzamos de lleno a subir por ella, el comienzo se veía tranquilo, la pendiente era cómoda aunque algunos resaltes más empinados y con algo de hielo nos hacían poner atención. Aunque la sensación de exposición era baja, el mayor problema era la visual, estaba nublado, todo muy blanco grisáceo, no habían sombras, el viento no permitía sacarse las antiparras, y se perdían los detalles de la ruta, en algunos tramos era incómodo avanzar casi a tientas esperando que la vista no jugara una mala pasada.
Foto: Inicio de la ruta. Foto tomada días después de regreso del cerro ANEC. |
Seguimos comiéndonos los metros, el día estaba helado, pero sentíamos que la ruta no podía ser muy larga, ganábamos altura, y aparecieron unas secciones de roca que se veían desde abajo, así que no podía faltar mucho. Perdimos unos metros en una bajada, y rematamos una cúpula de nieve, Willy se devolvió unos metros en cierto punto donde al parecer el filo era muy angosto, bajamos por el lado este, subimos un poco más y listo... cumbre, pirca, viento y nubes...
Estábamos listos, habíamos abierto nuestra ruta, habíamos subido esa hermosa arista que vimos desde la cumbre del Nevado de Olivares, con un día francamente malo pero manejable. Fue una cumbre fría, en todo sentido, climático y humano, quizá estábamos algo desgastados en ese momento después del cruce, la cueva en la nieve, y las tormentas de la última semana.
Vimos la caja de cumbre y el libro, pero las hojas estaban muy pegoteadas, no logramos revisarlo bien, de todas formas, no íbamos a estar mucho rato en la cumbre, estaba muy helado. Sacamos algunas fotos, miramos alrededor, la línea de nubes parecía estar al alcance de la mano, registramos un segundo punto que también parecía cumbre, y comenzamos a bajar.
Foto: Cumbre. |
El regreso fue tranquilo, a ratos perdía todo relieve y tenía que mirar muy bien donde poner el pie, aparecían sectores de hielo y cortos escalones de fuerte pendiente que no se veían bien. Ya en la parte final el viento amaino bastante, se comenzaron a ver algunos claros de cielo azul, y algo de sol nos iluminó el alma, el mal tiempo ya estaba pasando, tendríamos al menos un par de días lindos para rematar la expedición, y salir sin tanto sufrimiento antes del anunciado temporal que se venía para el fin de semana.
Llegamos a la carpa, aprovechamos de hacer algunas reparaciones y sacar toda la nieve acumulada entre ella y el muro, la pala es tu amiga me decía...
Y esa fue nuestra ruta al Asociación, un día de sensaciones extrañas, pero de resultado final alegre, donde se me quedó el bolso de los crampones en la cumbre por si algún día alguien va, y el viento no se lo lleva, cosa poco probable en verdad. No todo puede ser perfecto.
La ruta la bautizamos "Arista de los Pampinos", en memoria de los alrededor de 2.200 a 3.300 obreros salitreros asesinados el 21-12-1907 por el Ejército de Chile en la escuela Santa María, solo por pedir mínimas mejoras laborales.
Estando cercana la fecha de un nuevo aniversario, en su recuerdo.
Autor: Elvis Acevedo Riquelme.
“Es maravilloso estar de vuelta. Volver entre las montañas que nos recuerdan nuestra vulnerabilidad, nuestra última falta de control sobre el mundo en que vivimos, montañas que la humildad demanda, y producir tanta paz a cambio…”
Alex Lowe.