Expedición Valenciana Andes Centrales 1972

Primera Parte: Chile.

I. La idea.

Hace ya muchos años aspirábamos a poder ir a explorar algún macizo montañoso grande y desconocido, que recordaríamos después en nuestras sierras cada fin de semana, en los fuegos de campamento, en las reuniones sobre las paredes de escalada de nuestra región. Soñábamos poder realizar algún día un gran viaje. Nuestra ilusión por las montañas fue en aumento, y no dejábamos ningún domingo ni fiesta sin salir a la montaña. Los veranos y los puentes, a Pirineos, Gredos... etcétera.

En España se comenzaron a hacer expediciones y también Valencia ha llegado a realizar las suyas. Las posibilidades son más y mejores para todos, dado el mayor nivel de vida alcanzado últimamente en España. Esto nos animó a organizar la nuestra, que seria parte de un objetivo más principal que el ir a escalar simplemente la Cordillera Andina.

Nuestra meta sería el Himalaya, pero los Andes tenían más posibilidades, por ser más conocidos y ofrecer una serie de ventajas para nosotros, dados los lazos de amistad que existen entre Miguel Gómez y los andinistas Chilenos, y también los conocimientos que éste obtuvo en sus cuatro años de estancia en aquella zona. Así que esta cordillera nos serviría de preparación para lanzarnos a objetivos más fuertes.

Una vez fijados éstos y las zonas que nos servirían para conseguir una aclimatación y un entrenamiento, nos pusimos a trabajar con gran ilusión y entusiasmo, quedando detallado todo el plan de acción.

II. El proyecto.

Primeramente se eligió la zona del Juncal Sur, por el Valle del Olivares, a unos 60 Km. en línea recta desde Santiago y al este de esta ciudad, ya que poseíamos abundante documentación cartográfica y fotográfica de la zona, así como información directa de Miguel Gómez.

Era pues, ésta una zona ideal para la aclimatación de los expedicionarios, hasta los 6.110 m. y que se podían alcanzar paulatinamente, ya que existen numerosas cumbres desde los 4.600 m. hasta los 6.110 m. Además, la zona ofrece la característica de que todas estas montañas o cotas se pueden alcanzar por rutas de ascensión sencillas, con lo que se consigue una aclimatación sin problemas, ya que se puede evacuar fácilmente.

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Foto: Glaciar Juncal Sur y Sierra Blanca.

Sin embargo estas montañas, aunque poseen una ruta de ascenso normal más fácil, tienen otras rutas no tan fáciles. Presenta la zona una serie de actividades de carácter alpino, pero a partir de la altura en que los Alpes terminan, teniendo estas escaladas un aliciente y una emoción diferentes, sobre todo si uno piensa que ha hecho el campamento de altura más alto que el Mont Blanc.

En esta primera zona se pensaba atacar, una vez probada la aptitud de los miembros de la Expedición para la altura, rutas tan interesantes como la arista sur del Nevado Plomo de 6.050 m., afilada y larga cresta que tortuosamente lleva desde 5.000 m. a 6.050 m. Y la pared sur del Nevado Juncal, de 6.110, también virgen y que se ha intentado un par de veces por otras expediciones, entre ellos, japoneses en 1967, constituyendo el problema un muro vertical de hielo de 1.900 m. con algunos espolones rocosos que emergen y que parece que en cualquier momento se ha de venir todo abajo.

Una vez estudiadas las zonas de aclimatación y entrene, se pasará a una segunda zona, donde las altitudes estarían entre 6.000 m. y 6.500 m., como lo era la zona del Tupungato, con su cumbre máxima de 6.500 m.

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Foto: Nevado del Plomo desde el Nevado Sierra Blanca.

Se trataba de instalar un campamento de altura entre los 5.900 m. y 6.000 m., y desde allí atacar varias cumbres como: El Nevado sin Nombre, El Cerro Alto, El Nudo del Pabellón, Nevado de los Piuquenes, El Cerro Bravard y el Volcán Tupungato. Todas estas cumbres estaban por encima de los 6.000 m., a excepción del Cerro Bravard de 5.900 m.

El objetivo era alcanzar una adaptación de los expedicionarios a altitudes entre 6.000 m. y 6.500 m., lo que impondría un paso intermedio y casi definitivo para atacar la Pared Sur del Aconcagua, que era nuestra tercera zona de acción.

En la zona del Aconcagua pensábamos atacar principalmente la Pared Sur, pero si el clima u otras circunstancias no nos lo permitían, existían otros objetivos en esta montaña, también muy interesantes, como el filo SE, no escalado; arista que va desde el collado del Aconcagua con el Cerro Almacenes, y que no se le observen grandes dificultades; únicamente un espolón rocoso del que no hemos podido apreciar su problema por hallarse muy distante de nosotros, pero que parece ser una ruta muy interesante para alcanzar la cumbre de esta gran montaña.

Otra ruta era el filo S-W, también muy interesante, pero ya alcanzado en 1954 por Fernando Grajales, Francisco Ibáñez, el Doctor Marmillod y señora. Ruta que había explorado en años anteriores el matrimonio Marmillod, y que partió desde la plaza de Mulas hasta 5.500 m. aproximadamente donde establecieron un campamento de altura para después continuar flanqueando la Pared Oeste y trasponer al filo SW, ruta totalmente oculta de la vertiente Oeste y de Plaza Mulas.

Miguel Gómez

Foto: Miguel Gómez.

El problema de esta ruta estriba en localizar, entre un sinnúmero, de farellones y gargantas estrechas, la que da el paso, entre este maremágnum de estrechas canaletas, a la parte superior, cerca de los 6.500 m, donde unos acarreos fáciles llevan hasta un gran cono de hielo que se sitúa en toda la arista sur, y por ella, sin mayores dificultades a la cumbre sur, de 6.982 m, siguiendo la arista hasta el collado con la cumbre norte, se desciende por la ruta normal del Aconcagua.

Es uno de los itinerarios más bellos de toda la cordillera Andina ya que se recorre un filo de S a N, que domina a todas las restantes cumbres en más de 1.200 m, y tiene el Pacifico a la izquierda y la gran llanura de la Pampa Argentina a la derecha. No hace falta decir los maravillosos efectos del amanecer y puesta de sol. Esta ruta fue intentada en 1965 por los componentes de la expedición C.A.E. Manolo Moreno (QEPD) y Miguel Gómez, donde no se logró el éxito al intentarlo en malas condiciones climáticas.

III. La organización.

Con no pocas dificultades, al igual que toda expedición de este tipo, conseguimos los permisos finales y la financiación de la misma. Para los permisos contamos desde un principio con la ayuda de la Federación Española de Montañismo que, a pesar de que era una expedición organizada por un grupo de socios de nuestro querido Centro Excursionista de Valencia, no puso ningún inconveniente.

Nuestra entidad no escatimó en ningún momento su apoyo moral y económico, a pesar de las precarias circunstancias económicas del momento. Aunque éramos un grupo de amigos, una vez cuajada la idea quisimos hacer participes de este proyecto, que en definitiva había sido siempre un sueño de todos aquellos montañeros un poco nuestros "padres", y que compartiesen la alegría del éxito.

Una vez organizado el equipo de trabajo, rápidamente confeccionamos el anteproyecto y lo presentamos a la F.E.M. para su aprobación. También confeccionamos un álbum con fotografías a modo de resumen gráfico de la historia montañera de Valencia. Una vez aprobada nuestra expedición y con nuestra historia gráfica fuimos a comunicarlo a las autoridades, que acogieron el proyecto con gran entusiasmo, prometiéndonos su apoyo.

La financiación se resolvió a base de donaciones diversas: la venta de adhesivos motivo Expedición, la operación tarjeta postal, ayuda monetaria del C.E.V (Centro Excursionista de Valencia) ayuda monetaria "Marcol", industrias "Carmen", la venta de coletillas finales de los artículos publicados en "AS", para lo cual nos acompañaría Agustín Faus como reportero de este periódico deportivo.

Fueron colaboradores: El Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia, Excelentísima Diputación Provincial, Delegación del Ministerio de Información y Turismo y la aportación extraordinaria de nuestra Federación Nacional. También tuvimos la voluntaria donación del Grupo Regional de Alta Montaña y nuestra Federación Regional así como también la de El Águila, El Turia y Coca-Cola.

De las casas comerciales solamente las deportivas colaboraron; tres o cuatro de ellas, siendo la más importante "Esquí y Montaña", que realmente aportó con material una valiosa cuantía.

Y con esto queda el capitulo de la financiación comentado, aunque hay que aclarar que no todo el dinero se recibió en el momento antes de partir. Esto motivó que el presidente del Comité se entrevistase con la agencia de viajes y firmara una letra por el importe de los pasajes, pues el dinero recaudado en metálico lo necesitábamos para los gastos en los países a visitar.

IV. Viaje.

El viaje vio retrasada su partida en cuatro días, valiosísimos para el desarrollo de toda nuestra acción. Y así en lugar de partir el 15 de enero partimos el 19 del mismo mes. Este día a las ocho horas de la mañana emprendimos nuestro viaje, primero rumbo a Madrid en el TER, y después de despedirnos en Madrid de la F.E.M. y de otros amigos que nos llevaron al aeropuerto, el día 20 a las 9:50 h, partíamos rumbo al SSW. En un Boeing 707 de la LAN CHILE.

Rápidamente nos saluda un sol de amanecer de las grandes alturas, del que nos haríamos muy amigos en adelante. Teníamos previsto hacer escala en Buenos Aires y visitar la Embajada de España en esa ciudad, para ponerle en antecedentes de nuestros proyectos y de las fechas aproximadas, para que tomasen medidas al caso.

Esto se solucionó muy bien, después que el Ministro consejero de la Embajada se percató, por todos los documentos que le mostramos, de que se trataba de una expedición organizada y que sabia a dónde se dirigía y lo que se llevaba entre manos.

Algo más de 24 horas estuvimos en esta grandiosa ciudad, partiendo al atardecer del 21, rumbo Oeste y cara al sol poniente, por encima de la Cordillera Andina que se adivinaba en el horizonte. Dos horas más tarde a aterrizamos en el aeropuerto de Santiago de Chile, donde nos esperaba gran cantidad de amigos. Y tras el consabido trámite aduanero, en el que tomaron parte con sus "conocencias" los andinistas Chilenos, nos trasladaron a la ciudad, dándonos una cena de recepción.

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Foto: Juncal y Nevado del Plomo desde al aire.

Bien temprano, el día 22, nos pusimos en marcha para solucionar todos los asuntos de permisos y adquisición de víveres, ya que se había proyectado comprarlos en Santiago, así como otros utensilios y bagajes. Cinco días estuvimos en esta ciudad preparándolo todo y esperando el permiso de Fronteras y Límites, lo que tuvimos listo el miércoles 26.

El domingo 23 hicimos una salida a la cordillera, día que empleamos para contratar arriero y caballeras, comprobar el paso de Alfalfal, tomar contacto con la nueva montaña y con los compañeros Chilenos que habían de venir con nosotros.

Escalamos la conocida aguja Placa Roja, lugar de escuela de los chilenos, aguja de unos 300 mts de escalada de IV en roca del tipo andesita, que tanto habríamos de tocar en todas nuestras correrías andinas. Se encuentra esta aguja en el principio del corazón de la cordillera, por lo que tuvimos ocasión de apreciar el maravilloso cuadro que se ofrecía a nuestros ojos desde Baños Morales, lugar a 1.121 m, al final de Cajón del Maipo, de donde parten numerosísimas caravanas de montaña.

La escalada fue espléndida, llena de vistas de la cordillera, terminando algo tarde esta jornada llena y maravillosa de nuestro primer contacto.

Placa Roja

Foto: Placa Roja.

Ultimados detalles de compras y visitas oficiales a la Federación de Andinismo y al presidente del Consejo Nacional de Deportes, deseándonos muchos éxitos en ambas partes, por fin, el miércoles día 26 a mediodía supimos que teníamos el permiso para salir a la cordillera.

Aunque era algo difícil, por mediación de Agapito Palacios, conseguimos un autobús alquilado para trasladarnos a la cordillera con nuestro equipo y material, cosa que logramos a las 3:30 de la tarde. Tomamos el Cajón del Maipo para torcer a la izquierda, por el vaho del Colorado.

Hicimos alto en el último puesto de carabineros y tras el parte de rigor continuamos el viaje hasta Alfalfal. Ya no quedaba más carretera; el lugar era extraordinariamente bello, una especie de oasis, ya que hasta allí la cordillera era bastante seca y árida. Bruscamente cambia al entrar por la tranquera y nos hallamos bajo la sombra de numerosos sauces y chacayes; al poner el pie en tierra lo hicimos sobre un verde y mullido césped.

V. Comienza la acción.

Hicimos noche al raso y el autobús se dio la vuelta. Nuestro arriero ya estaba esperándonos con sus mulas que andaban paciendo por los alrededores. El durmió entre los pellones de su montura, nosotros dentro de nuestros sacos. La noche fue serena y profunda, la espesura de los árboles ocultaba las estrellas. Llevábamos 10 días de retraso sobre lo previsto, hicimos cálculos y recortamos nuestro programa: el corte iba a ser la zona del Tupungato.

Antes del amanecer, Walter, nuestro arriero, ya había laceado las caballerías y las iba equipando. No obstante hasta las 8 no nos pusimos en marcha, pues había que preparar muy bien las cargas, ya que el camino era difícil y las bestias semi salvajes.

A horcajadas sobre nuestras monturas - los taxis de la cordillera - nuestro corazón se hinchaba de alegría como chiquillos con juguetes nuevos. Nos acordábamos de todos aquellos que desprendidamente, lucharon para que este momento fuese posible. Pero !Cuidado!, no había que descuidarse; una rama mas baja que las demás roza la cabeza y casi nos saca un ojo. Había otras más gruesas que había que esquivar ladeándose a un lado de la montaña.

Nos íbamos adentrando por el valle que se estrechaba formando un cañón; las paredes eran de granito, de aspecto redondeado y descascarillado. Las plantas de carácter desértico, brotaban de entre las piedras. Abajo rugía el río de aguas turbias que bajan del Tupungato y del Olivares; como adelantadas venían del corazón de la cordillera a darnos la bienvenida.

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Foto: Valle del Olivares y glaciar Juncal Sur al fondo, desde el Portezuelo La Paloma.

El recorrido esta preñado de alicientes naturales: plantas, rocas, río, polvareda, algún pájaro... y muchos pasos difíciles para ir sobre una mula, desconfiados para no ser disparados jinete y montura terraplén abajo hasta el río. A medio día cruzamos el Río Tupungato por un puente colgante; algunos lo hacen pie a tierra, y tomamos contacto con un cabrerío, casa de pastores de cabras que nos venden queso. Es nuestra comida de mediodía.

Sigue la marcha monótona, el sol calienta y el polvo se pega en la cara. Íbamos azuzando las mulas porque queríamos llegar de día. Acampamos a la vista del final, donde ya se veían nuestras montañas: Cerro Tronco (5.650 m), Riso Patrón (5.750 m) y Nevado Plomo  (6.050 m). Rápidamente, tras una frugal cena nos encontrábamos aquí y allá arrebujados en nuestros sacos y sobre la arena del pedregal, que todavía estaba caliente.

La escarcha del amanecer nos despertó; hacia un frío algo húmedo. Estábamos cerca del agua y algunas charcas estaban heladas. Ya nos encontrábamos en plena cordillera, los glaciares se divisaban al fondo.

Nuevamente la monotonía del paso cansino de la mula nos zarandeó con rítmico vaivén. A veces, el camino cortado por un profundo torrente o terraplén. Otras veces hay que vadear el río. Estos pequeños problemas dan un cierto aliciente, pues sin darnos cuenta vamos a ver quién es mejor jinete y hacemos carreras. Algunas vacas se alejan más de nuestro paso, ya que todo el valle se halla con ganado vacuno. A pesar de todo la monotonía que supone y el dolor que produce la silla de montar, acaban por aburrirnos. Estábamos tan cerca de nuestras montañas que ya no se veían las cimas; sólo barrancos y pedreras inmensas.

Cerca del mediodía alcanzamos el final del valle. Tratamos de localizar restos de campamentos anteriores pero es inútil; el cambio geológico del terreno es tremendo. Los movimientos sísmicos han hecho de las suyas y todo está totalmente desfigurado. De todas formas había que desmontar y descargar la tropa.

Una vez descargado todo dimos un bocado muy breve y Walter parte con su tropilla hacia abajo. ¡Hasta el 10 de febrero, Walter! ¡Te esperamos! ¡Buen viaje!. Acto seguido nos pusimos manos a la obra, a clasificar bien el material y alimentación. Nos contamos: Miguel Gómez, Ángel Tebar, Amadeo Botella, Antonio Martl, Juanjo García, Patricio Soto, Eduardo Garreaux y Maximiliano Martínez. Esa tarde mismo hacemos un transporte de víveres y material, pero regresamos al campamento base 1.

Había que flanquear el Valle del Olivares; es amplio, de un declive suave, pero que finaliza cortado a pico con un desnivel de más de 1.000 m. A la derecha e izquierda caen frondosas cascadas.

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Foto: Fin del Valle de Olivares, cerrado por la impresionante pared de la Loma Rabona.

Aquella noche nos dormimos arrullados por el tronar de aquellas tremendas cascadas y algo asustados por si se producía un temblor de tierra y nos caían toneladas de piedras y tierra de las alturas, cosa tan normal allí, o quien sabe, quizás todo un glaciar suspendido 2.000 mts más arriba. Nuestro lecho se hallaba cuarteado por terremotos anteriores.

No tan temprano como nuestro arriero nos levantamos y tras volver a pesar los víveres y el material elegido, nos pusimos en marcha, definitivamente para ya no volver hasta el final de nuestro programa. Maxi se volvió a Santiago. Sobre la 1 de la tarde nos encontramos en el lugar de nuestro campamento base II. Pasamos la tarde organizando y redistribuyendo. Otros preparando comida (tallarines con porotos): Pato Soto siempre estaba dispuesto a cocinar, y le gustaba sobre todo preparar este, su plato predilecto.

La acción se proyecta de la siguiente manera: Primero se hará una aclimatación más rápida de lo previsto, y después se atacará, en vista de estos primeros resultados obtenidos, a la pared sur del Nevado Juncal, y la cumbre Chilena, considerada virgen hasta el momento.

Tras este breve acuerdo nos disponemos el resto del día a preparar los equipos y los víveres y material para el día siguiente empezar las ascensiones a los cerros Riso-Patrón y Tronco.

Es el día 29 de enero; bien temprano ya estamos desayunados, pues Pato Soto desde antes de amanecer está trajinando con las ollas y los anafes (nombre que se le da en Chile por los Andinistas a los hornillos de campaña). Con el paso lento, en marcha en dirección de la canaleta empinadísima y directa que nos ha de llevar al collado alto del Riso-Patrón, haciéndonos salvar un desnivel de unos 1.500 m. en una sola jornada.

Hemos elegido esta ruta, porque en la exploración del día anterior hemos podido comprobar que los glaciares se encuentran recubiertos de penitentes, curiosas formaciones de nieve dura en los glaciares de esta cordillera Andina, a consecuencia de dos constantes: el viento del sur, y la dirección un tanto oblicua de los rayos solares; sus dimensiones varían entre unos centímetros a principio de temporada hasta 1'50 y 2 m.; siendo los más normales entre 70 cm y 1'20 m.

La garganta es muy estrecha ya desde casi el principio, pues se ataca directamente una pared rocosa, entre III° y IV°, de unos 50 mts para continuar por unas pendientes de acarreo (pedreras), muy duro por haberse humedecido por el chorrear del deshielo de las nieves que hay por todas partes de la canaleta y que al llegar la noche se hiela.

Estas pendientes generalmente se van empinando hasta rematarse en chimeneas cortas. En este nuestro primer día de ascensión en que vamos a rebasar los 5.000 m, cuenta no rebasada nunca por la mayoría de los expedicionarios, es la prueba que la necesidad por falta de tiempo nos obliga a realizar. Por ello en todos los alpinistas se acusa el esfuerzo que realizan para salvar este desnivel de 1.500 mts sin haber sido aclimatados previamente a cotas intermedias.

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Foto: Nevado del Plomo, Nevado del Rincón y Risopatrón.

Algunos de los compañeros, al final del día y casi a los 5.200 el efecto de la altura les produjo malestar bastante agudo. A los 5.200 instalamos nuestro campamento de altura para el Riso-Patrón y Cerro Tronco. Llegada la noche el frío es muy intenso y muy cansados por la jornada habida nos metemos rápidamente en las tiendas.

Es el día 30 de enero y partimos dos cordadas hacia nuestros objetivos. Toni, Garreaux y Botella hacia el Riso-Patrón; Patricio Soto y yo hacia el Cerro Tronco, del que supongamos que una de sus tres cumbres había de ser virgen; Ángel Tébar se queda en el campamento alto afectado por el mal de altura.

La cordada del Riso-Patrón, tras alcanzar su cota máxima 5.720 m., regresa al campamento y junto con Tébar descienden al Campamento Base a través de la ruta del Glaciar, confirmando lo penoso que hubiese sido el subir por esta ruta y llegando a última hora del día al campamento base.

Patricio Soto y yo, tras recorrer las tres cumbres del Cerro Tronco regresamos al campamento alto al que llegamos a las 2 de la madrugada.

Nos metimos en nuestra tienda a esperar el nuevo día y con luz solar iniciar el descenso a nuestro campamento base. Hemos realizado dos jornadas muy duras debido a la falta de aclimatación y entrene, pero ahora ya las tenemos y tras un breve descanso en CB estaremos dispuestos a atacar mayores alturas.

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Foto: Cerro Tronco desde el Risopatrón. Gentileza Ulrich Lorber.

Todos reunidos en el CB número 2, hacemos consejo, en el que principalmente sopesamos la actividad que podemos realizar. Optamos por dividirnos en dos grupos; un grupo, Ángel y Juanjo, irían hacia la Cordillera de Sierra Blanca, para escalar picos de 5.000m y 5.200m hasta conseguir una aclimatación más óptima y contando con su criterio para que cuando considerasen que su estado físico de adaptación a la altura y el esfuerzo a realizar en ella, estuviesen en condiciones para lanzarse a cotas de 6.000m, como seria el Cerro Nevado del Plomo de 6.050m.

El otro grupo atacaría la Pared Sur del Juncal, hasta alcanzar la cumbre Chilena de este Nevado, la que se consideraba virgen hasta la fecha. Este día, 3 de febrero lo aprovechamos para hacer un reconocimiento y exploración de toda la parte NE de Sierra Blanca, que hasta ahora permaneció oculta desde nuestros observatorios del CB número 2.

Así pues, partimos todos, excepto Botella y Garreaux, que descenderían al CB-I y continuar hasta Santiago, por motivo de que Amadeo se hallaba resentido de un golpe con una caballería en la marcha de aproximación por el Valle del Olivares. Este día lo pasamos de exploración y abastecimiento de rutas y campamentos y también nos sirvió como descanso y adaptación al medio ambiente.

El día 4 Ángel y Juanjo ascienden por la arista Este al Nevado Sierra Blanca (o Federación) de 5.050 m, descienden y atraviesan todo el valle para instalar un nuevo campamento de altura al Nevado del Plomo. Mientras tanto, la cordada de Tony, Pato Soto y yo, tras haber hecho noche en el campamento avanzado, atacamos la Pared Sur del Juncal, un tanto sobrecogedor por sus seracs a punto de desprenderse y muros verticales de hielo. El día es espléndido y temprano nos ponemos a escalar por un couloire por el que suponemos que cuando el sol calienta han de caer bastantes piedras, por lo que decidimos rápidamente trasladarnos fuera de él.

Después continuamos escalando entre muros de hielo y seracs, absortos por las dificultades, sin percatarnos de que el día va llegando a su fin; por tanto decidimos buscar el espolón rocoso central de la pared tratando de encontrar un camino más factible y alguna plataforma donde montar un vivac algo más cómodo que sobre el hielo, pues ya estábamos a la altura de dicho espolón.

En la roca los largos se suceden sin fin y pronto la noche nos alcanza sin haber logrado dar con una plataforma adecuada para nuestra pernocta. Ya oscuro, localizamos una minúscula plataforma en la que apenas caben dos personas. Decidimos quedarnos y a la luz de nuestras linternas instalamos el vivac; preparamos algo de comer, a base de sujetar el hornillo con las manos; más tarde, debido a lo incómodo. Pato Soto decide trasladarse a una postura más cómoda, introduciéndose en una fisura horizontal; bastante precaria fue la noche, en la que prácticamente no pegamos un ojo.

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Foto: En la Pared Sur del Juncal.

Al amanecer hay que salir de los sacos, ponerse en marcha y aferrarse a las rocas; hemos de escalar con guantes, haciendo más difíciles los pasos. Unas horas habríamos de caminar aún por este espolón rocoso, en el que tuvimos que superar dificultades de hasta 5º, siendo lo más desagradable el estado de descomposición de la roca.

Por último, el espolón se nos presentaba bastante impracticable, por lo que hubimos de pasar de nuevo a los corredores de hielo finales y, largo tras largo, con la monotonía característica de la escalada en hielo (Si se puede considerar "monotonía" escalar ascendiendo pendientes de 70º de hielo), llegamos a la arista final y después de un breve reposo continuamos por una arista rocosa pero fácil, hasta la cumbre Chilena del Nevado Juncal, en la que no hallamos testimonios de ascensiones realizadas anteriormente a esta cumbre, por lo que consideramos la nuestra como primera mundial.

A las 4 de la tarde aproximadamente llegamos a la cima, y tras unas breves fotografías iniciamos el descenso en dirección a la cumbre central para descender por la arista de los japoneses en su expedición de 1967. En un principio pensamos instalar un vivac donde la noche nos sorprendiera, pero en el descenso vimos que no era gran problema la ruta, por lo que continuamos bajando hasta nuestro campo alto, al que llegamos a las 11 de la noche.

Hicimos noche en él, un tanto cansados, y al día siguiente sin prisas, lo desmontamos para iniciar el retorno al base. Al poco de haber reemprendido el camino de regreso divisamos unos equipos, sin podernos imaginar de quién pudiera ser, puesto que suponíamos a nuestros compañeros escalando en Sierra Blanca, pero una vez llegados al lugar donde se encontraban, vimos que se trataba de un campamento que habían instalado Ángel y Juanjo, en el que nos decían por una nota escrita, que se hallaban escalando el Nevado Plomo, y que regresarían esa misma noche al base. Acto seguido les comunicamos, también por nota escrita, de nuestro éxito.

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Foto: Ruta Valenciana a la Pared Sur del Juncal.

Por la noche de nuevo nos reunimos en el Campamento Base número 2, en el que hubo algo de jolgorio por los éxitos logrados, pero también hubo un nuevo consejo de guerra, puesto que los días habían corrido velozmente y la cita con nuestro arriero estaba fijada para el día 10, y estábamos a 6, prácticamente a 7, y habíamos de descender al CB; no se podía hacer gran cosa.

Toni y Pato Soto descenderían con Juanjo al Base I con lo que pudiesen de material y equipo, mientras que Ángel y yo podríamos intentar en un plan rápido la ascensión de alguna de las cumbres que por allí quedaban.

 El día 7 Ángel y yo, más temprano que los demás compañeros, nos marchamos rumbo al Glaciar Gamma del Olivares, para vivaquear lo más cerca posible del Cerro Picarte, de 5.030 m, nuestro nuevo objetivo por esta vez. A 4.700 mts hicimos nuestro vivac en lo que pareció un refugio de mineros muchos años abandonado.

El día tenia indicios de que no seria muy bueno climatológicamente, pero aún pudimos ascender esta cumbre por la ruta oeste, primera vez que se ascendía por este lado, ya que la cumbre habla sido ascendida en dos ocasiones más, pero por otras rutas distintas. El descenso lo realizamos por la cara SE, cayendo al Glaciar Sur del Juncal, ya familiar para nosotros.

Casi llegando al campamento, el que ya había sido abandonado por nuestros compañeros, empezó a llegarnos las ráfagas de viento con nieve, desatándose por fin el temporal con toda su fuerza una vez llegados a él y entrado en la tienda; ya estábamos en casa. Esa noche nos cayó una nueva nevada y el viento agitó nuestra frágil tienda.

A la mañana siguiente era ya día 10, y nuestro arriero supongamos que a media mañana llegaría a recogernos. Por ese motivo no queríamos llegar tarde al tren; a las 6 de la mañana ya estábamos en marcha. La montaña estaba diferente, algunas nubes deshilachadas se desprendían de la montaña como si fueran volcanes en actividad; el suelo estaba todo nevado, y nosotros ya cargados con las mochilas, al borde del balcón que forma esa gran caída del Valle del Olivares, nos volvimos hacia las montañas que íbamos a dejar, quizá quién sabe si para siempre.

    Hora y media más tarde nos reunimos con nuestros compañeros en el campamento base 1. Más tarde vimos aparecer una columna de polvo que emergía entre el caos morrénico; no podía ser otra cosa más que la tropilla de mulas de nuestro arriero Walter que, fiel a la cita, acudía presuroso con ganas de encontrarnos a todos vivitos y coleando (Como nos dijo al despedirse).

Rápidamente nos pusimos en marcha valle abajo otra vez al ritmo cansino de nuestras caballerías, un poco nostálgicos, pues a cada paso nos alejábamos más de este marco maravilloso del Cerro Tronco, Risopatrón, Nevado Plomo, Nevado Juncal, Cordillera Blanca, Cordillera Esmeralda, Salto del Olivares, los Cajones adyacentes, las cascadas que a nuestro paso nos saludaban, las florecillas tímidas que crecían en el áspero Valle...

 

Autor: Miguel Gómez Sánchez.

 

NDLR: Extraído de la Revista Española Riscos, del Centro Excursionista de Valencia y complementado con fotos del archivo del Grupo Perros Alpinos.

 

 

"Sin duda habrás oido hablar de la montaña bendita. Es la montaña más alta de nuestro mundo. Si alcanzases la cumbre, no tendrías nada más que un deseo: descender y estar con aquellos que viven en el valle. Por eso se llama la Montaña Bendita..."

Khalil Gibran.