Primer Ascenso al Cerro Tronco

La primera impresión que se tiene de este Cerro al recorrer el Valle Olivares en dirección al Gran Salto o al bajar del Paso del Cepo por el Estero Paramillo, es en realidad la de un tronco de árbol cortado.

A nosotros, los porteños, esta magnífica cumbre nos había entusiasmado ya en Enero de 1959. Durante nuestras ascensiones cerca del paso de las Pircas nos habíamos podido dar cuenta de que grandes paredones casi verticales por el lado Este y un filo muy difícil de escalar por el lado Sur impedirían allí el éxito de cualquier intento.

Por el Oeste, sin embargo, el Cerro Tronco tiene un punto débil. Una canaleta, cerrada en la parte superior por el frente de un pequeño glaciar colgante, permite quizás la ascensión de escaladores bien preparados. Una vez superadas las dificultades que presenta esta canaleta uno se encontraría dentro de un gran circo, formado por el Cerro Risopatrón (5.750m) al Norte y el Cerro Tronco al Sur, unidos estos dos mediante un agudo filo por el Este.

La parte más baja de este circo esta a más o menos 4.800m de altura. Desde el filo cumbrero del Risopatrón baja un glaciar colgante, que al reunirse con otro glaciar de menos pendiente proveniente del Cerro Tronco, forma el glaciar que termina en la canaleta ya mencionada. Una vez aquí, la ascensión del Cerro Tronco se hace fácil.

El problema se reduce por lo tanto a encontrar una ruta de acceso a este circo recién descrito. Fuera de la canaleta existe aquí una segunda posibilidad, que consiste en ascender el Cerro Risopatrón por la ruta normal desde el Norte hasta el filo cumbrero a más o menos 5.300m, y desde aquí bajar el glaciar colgante.     

Cerro Tronco

Foto: Cerro Tronco desde la Vega Honda.

La ascensión

El 4 de Enero llegan Wilfred Siegel y Gerd Fresenius del Club Alemán de Excursionismo Santiago al campamento base cerca del Gran Salto Olivares (2.800m). Este campamento lo habíamos instalado nosotros seis, todos miembros del C.A.E. Valparaíso algunos días antes.

Desde allí habíamos ascendido los Cerros Altar, Nevado Olivares y Cerro Bahamonde como entrenamiento y para obtener una buena aclimatación.

Una inspección de la canaleta esa misma tarde nos hace renunciar a toda esperanza de poder superarla. La roca está cubierta en partes por hielo, y un gran cono de pedazos de hielo en la parte inferior nos dice que de vez en cuando inmensos seracs provenientes del glaciar deben caer por la canaleta abajo. Esto basta para hacernos cambiar de parecer y decidirnos a tomar la segunda ruta que nos es conocida hasta el filo del Risopatrón, pero que es mucho más larga.

Es así que temprano al día siguiente W. Siegel, G. Fresenius, Karl-Heinz Winter y Walter Stehr, los dos últimos del C.A.E. Valparaíso, partimos hacia el primer campamento alto. Llevamos provisiones para siete días y dos carpas, además del equipo corriente. Luego de avanzar hasta el fondo del Valle Olivares, encontramos sin dificultad el paso a través de los paredones que lo limitan, dejando el Glaciar Juncal-Sur a nuestra izquierda.

Después de siete duras horas instalamos nuestro primer campamento a 4.200m sobre las morrenas del Glaciar Risopatrón. Debido a que nuestros compañeros de Santiago no se han podido aclimatar antes, decidimos descansar el día siguiente. En la tarde transportamos el campamento hasta el borde del glaciar Risopatrón.

Así el 7 de enero ya nos encontramos temprano sobre el glaciar, buscando una ruta entre los seracs y grietas. Al llegar a la cuenca superior del glaciar estamos ya en pleno sol, que reblandece la nieve, que en esta época aún cubre las grietas. Esto, además del peso de nuestro equipo, nos hace avanzar muy lentamente. Pero a pesar de todo podemos acampar después de diez horas en el filo del Risopatrón a 5.300m. En la tarde se había producido una ligera nevazón, pero poco antes de la puesta del sol el cielo se despeja, presentándosenos un espectáculo maravilloso.

Loma Rabona

Foto: La impresionante Pared Sur de la Loma Rabona, la cual cierra por el norte el Valle de Olivares.

Todos sentimos en mayor o menor grado los efectos de la altura, pero no nos debemos dejar dominar por la puna, ya que la verdadera ascensión comienza aquí y lo más difícil queda todavía por delante. Fresenius pasa una mala noche, y se ve obligado a bajar al campamento base acompañado por Winter, afectado bastante por la intensa radiación solar. Llevan solo el mínimo de alimentos consigo, dejando el resto como reserva para nosotros que íbamos a intentar la ascensión.

Luego de habernos encordado y haber convenido en qué maniobras debíamos hacer en caso de que alguno de nosotros cayese a una grieta, atacamos la parte clave de la ruta hacia la cumbre: el descenso por el Glaciar para alcanzar el circo entre Risopatrón y Tronco. Siegel, que es el que tiene más experiencia en hielo, va como primero.

En gran parte el glaciar está cubierto por pequeños penitentes, de medio metro de altura, lo que nos favorece mucho. Hacemos un intento sin éxito a la derecha, que nos cuesta una hora. Logramos descender luego por el centro, cruzando varias rimayas. Doblando después algo a la izquierda, llegamos a un grupo de rocas, cerca del borde del glaciar. Pero nuestras esperanzas de encontrar terreno más fácil no se cumplen. Paredones verticales nos obligan a seguir en el hielo.

Descendemos un largo trecho con una fuerte pendiente de hielo muy duro. Los grampones apenas agarran. Nos acercamos a una inmensa grieta, que además de su gran ancho tiene sus bordes a diferentes alturas. La típica forma de las rimayas. Unos cuantos metros sobre el borde superior debemos hacer un largo trayecto en dirección Este, hasta encontrar por fin, al pie de grandes seracs, un puente de hielo. Lo cruzamos bien asegurados y !!!hemos logrado llegar al circo!!!

Habíamos partido del filo a las 12 y ya son las 7 de la tarde. Atravesamos la parte baja de la cuenca e instalamos nuestro campamento sobre una morrena en la falda del Cerro Tronco, a más o menos 4.900m. Después de haber preparado rápidamente algo para comer, seguimos hacia la cumbre aprovechando la luz de la luna. Estamos en óptimas condiciones físicas y la nieve, endurecida por el frío, nos permite avanzar muy bien.

Cerro Tronco

Foto: Cerro Tronco desde el Risopatrón. Gentileza Ulrich Lorber.

Primero nos mantenemos sobre el glaciar, para luego ascender el último tramo sobre terreno de acarreo. A la medianoche del 9 al 10 de enero alcanzamos la cumbre. Un fuerte apretón de manos expresa lo que sentimos.

Erigimos un monolito y en una caja de lata dejamos las tarjetas y los banderines de nuestros clubes. Estamos rodeados por el inmenso paisaje cordillerano, ahora bañado por la luz de la luna. Al Sur se extiende el Valle Olivares.

Sabemos que en el Estero Paramillo están acampando nuestros compañeros. Hacemos señas con una linterna, pero nos olvidamos que a esta hora están durmiendo. Seguimos por el filo de la cumbre hacia el Este, y en media hora alcanzamos un picacho que resulta ser algo más bajo que la cumbre Oeste. De ahí distinguimos la cumbre Noreste, que tiene aún menos altura.

Con los últimos rayos de la luna llegamos de vuelta al campamento, que alcanzamos a las tres de la madrugada. A la mañana siguiente nos damos cuenta de que dejamos olvidada una máquina fotográfica en la cumbre Este. Debido al buen tiempo podemos permitirnos emprender su recuperación. Tenemos la esperanza de poder tomar ahora algunas fotografías desde la cumbre, lo que en la noche no pudimos hacer. Pero poco antes de alcanzarla, una espesa niebla nos impide toda visibilidad. Sin embargo, logramos encontrar la máquina. Esta excursión nos cuesta cinco horas.

De vuelta en el campamento, desarmamos rápidamente la carpa y emprendemos el regreso. La niebla cubre todo el glaciar, pero afortunadamente las huellas del día anterior no se han borrado aún. El ascenso se nos hace mucho menos difícil que el descenso del día anterior, y llegamos así en solo tres horas al filo del Risopatrón, donde acampamos.

El día siguiente amanece radiante. Las provisiones siempre escasas, están prácticamente agotadas. Perdemos una hora hasta poder ponernos nuestros zapatos. A pesar de haberlos dejado en la carpa se han congelado. Descendemos el Glaciar Risopatrón por la misma ruta de ascenso. Abajo nos perdemos varias veces en medio de los seracs y las grietas.

Es mediodía y hace un calor insoportable. Finalmente logramos alcanzar el lugar de nuestro campamento al borde del Glaciar. Las provisiones que encontramos allá y un largo descanso nos reponen. Más abajo somos recibidos por Winter y Fresenius, quienes habían subido con nuevas provisiones para auxiliarnos o para hacer un segundo intento en caso de que el nuestro fallara. Ambos contribuyeron en forma determinante al éxito de la ascensión.

Autor: Walter Stehr.

NDLR: Extraído del Anuario de Montaña FEACH 1960 y complementado con fotos de las Expediciones al Glaciar Juncal Sur 2006 y 2010 de los Perros Alpinos, más colaboraciones de Ulrich Lorber.

 

"La gente gravita hacia entornos que recompensan sus inclinaciones hereditarias."

E.O Wilson.