La Gran Travesía Andina

Relato del cruce invernal Chile - Argentina en Randonné, a través del Paso de las Pircas.

El martes 15 de septiembre el cielo amaneció despejado, el aire estaba fresco y toda la montaña permanecía cubierta de un grueso manto de nieve. Cuando dejamos el sector de Farellones aprestándonos a iniciar la gran travesía andina hacia Argentina, aún no teníamos plena conciencia de la total longitud que teníamos por delante. La gran barrera montañosa con cumbres de 4, 5, y 6 mil metros de altitud se interponía como una colosal cadena de cimas rocosas y cubiertas de hielo ante nuestro objetivo de cruzar hasta el vecino país.

La idea de realizar un cruce de los Andes en invierno y utilizando esquíes como modelos de transporte empezó a germinar en nosotros hacía ya bastante tiempo atrás, cuando algunos libros de historia nos hablaban de antiguos y secretos "pasos" cordilleranos que unían las ciudades de Santiago y Mendoza en el pasado. Habrían sido contrabandistas y aventureros los que utilizaban estos lugares para moverse de un lado a otro de la Cordillera de los Andes. Incluso se piensa que Manuel Rodríguez habría sido guiado por arrieros en estos cruces durante la Independencia.

Entre estos pasos se cuentan el de Bermejo, aún utilizado en la actualidad y cercano al Paso de Libertadores, el paso de Piuquenes, el paso de Nieves Negras y el Paso de las Pircas. Este último fue el centro de nuestra atención durante los últimos años cuando comenzamos a estudiar el cruce futuro. Las características del Paso de las Pircas lo hicieron muy atractivo desde el comienzo para el objetivo de nuestra expedición: la cercanía relativa de Santiago, la gran cantidad de nieve acumulada en sus laderas y la altura de sus portezuelos nos parecieron factores determinantes en la elección final de la ruta.

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Foto: Durante la subida al Portezuelo del Cepo.

Después de muchos preparativos y entrenamiento al fin el "Día D" llegó. Y gracias a patrocinadores y auspiciadores pudimos tener finalmente todo a punto para dar comienzo a la gran aventura andina.

La Expedición estaba lista, y los expedicionarios también: Jorge Sáez, Nelson Rivera y yo mismo constituíamos el pequeño gran equipo humano, que junto a una gran cantidad de material y elementos de montaña deberíamos realizar el singular cruce.

En los últimos días que los santiaguinos se aprestaban a celebrar las fiestas patrias, nosotros dábamos los últimos toques al equipo y el listado de alimentación que debíamos cargar en las mochilas durante la travesía.

Con unos 25 kilos de peso en cada mochila iniciamos aquel 15 de septiembre la ruta entre montes nevados que nos llevaría muchos días más tarde hasta el "otro lado" de la cordillera. La radio nos unió con los amigos de Santiago desde las primeras horas de marcha, ya que manteníamos contacto diario en horarios establecidos con anterioridad. Todo el material técnico fue estudiado con detención ya que debíamos contar con una amplia autonomía y con un gran margen de seguridad. El mapa de la zona y la brújula y el altímetro fueron asimismo elementos fundamentales en la orientación, sobretodo aquellos días de mal tiempo y con poca visibilidad.

El recorrido total de la travesía sumó unos 165 kilómetros que cubrimos en 10 días completos de expedición. Las jornadas se fueron alternando entre cansadoras subidas a elevados collados, con largos y continuos descensos por laderas con diferentes condiciones de nieve hasta el fondo de los valles.

Al final del primer día alcanzamos un lugar denominado "Piedra Numerada", a unos 3.400 mts de altura y muy cerca del Cerro El Plomo. Aquí las condiciones meteorológicas cambiaron bruscamente y un frente de mal tiempo que cubrió toda la zona central produjo una fuerte nevada en la montaña. El avance en los días siguientes se haría más lento y más cansador. Cuando el sol brilló de nuevo una gruesa capa de nieve polvo cubría todas las pendientes, y la subida hasta el portezuelo del Cepo nos tomó cerca de 8 horas.

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Foto: Campamento en el Paso de las Pircas.

Con un campamento a 4.200 mts de altura y una excelente vista hacia el Valle de Santiago instalamos nuestro segundo campamento de la expedición esperando que el buen tiempo no nos abandonara. Al día siguiente iniciamos el largo descenso hacia el valle del Río Olivares, en dirección este, y esquiando hasta el fondo del cajón por varias horas. Allí, por la poca altitud, la nieve estaba casi ausente y el río corría entre pequeños matorrales. Acampamos a orillas de un cristalino estero cuyas aguas aprovechamos para un merecido aseo completo de nuestro cansado cuerpo, ya que los días venideros sólo veríamos nieve.

Una vez decidida la ruta de ascensión hasta las Pircas, continuamos el avance teniendo ante nosotros un gran desnivel que cubrir hasta el punto fronterizo. El tiempo a vuelto a empeorar y por las noticias llegadas en la radio nos damos cuenta que un nuevo frente ha llegado a la región. No queremos perder más días y decidimos continuar hasta lo más alto aunque las condiciones climáticas se vuelvan muy adversas.

Subimos hasta el paso de Las Pircas en medio de un fuerte temporal de viento y nieve, y con una visibilidad casi nula. Nos orientamos cada cierto tiempo consultando la carta topográfica y chequeando la brújula y el altímetro. A las 6 de la tarde termina la ascensión. Ante nosotros está el hito demarcador colocado aquí en el año 1897 y derribado por el viento. Los nombres de Chile y Argentina están escritos en la placa metálica que ahora descansa en el suelo.

Nos encontramos a 4.830 metros de altitud y con un pie en cada país. Hacemos algunas fotos y tomas de video en medio de las fuertes ráfagas de viento mientras desplegamos ambas banderas en lo más alto de este punto geográfico común. Es la tarde del 21 de Septiembre y el color del horizonte nos indica que el mal tiempo pasará.

Armamos nuestro campamento en el mismo Paso y luego de aplanar una terraza en la nieve que nos dará su protección. Una vez dentro de la carpa y aislados del fuerte viento del exterior dedicamos varias horas a fundir nieve y preparar comida y alguna bebida caliente. El merecido descanso dentro de los sacos de pluma será la recompensa a la dura jornada vivida.

Al día siguiente amanece frío y completamente despejado. La luz del sol está radiante y quema fuerte. Toda la cordillera andina se muestra a nuestro alrededor con toda su sublime grandeza, y toda una larga y empinada pendiente nevada para deslizamos por ella hasta lo más profundo de los valles argentinos que ya no parecen tan lejanos...

Autor: Gastón Oyarzun.

NDLR: Extraído del Anuario de Montaña FEACH 1992.

 

"En la montaña, nada hay que reemplace la experiencia"

Louis Aldoubert.