Primer ascenso a la pared sur del San Francisco.
Autor: Ludwig Krahl.
Se efectuó el 8, 9 y 10 de diciembre de 1945, y en ella tomaron parte Eberhard Meier y el relatante, ambos socios del Club Alemán de Excursionismo de Santiago.
Esta ascensión es otra de las que marcan el comienzo de una nueva modalidad en el andinismo chileno, y ella consiste en ascender un cerro por su lado más difícil. El fin perseguido en esta modalidad es valorizar la ascensión como tal y tratar de abolir el concepto clásico del andinismo, que por mucho que se diga en contra, en el fondo no es otra cosa que cargar un bulto y echar a andar.
Su principal característica es luchar por cada metro, por la satisfacción de vencer ese metro, y para ello se requiere naturalmente una técnica suficientemente desarrollada como para poder vencer todas las dificultades.
En la noche del 7 al 8 de diciembre subimos en camión a Lo Valdés, donde llegamos cerca de las dos de la madrugada. A pesar de la hora avanzada, seguimos inmediatamente a la laguna del Morado, llegando allá al amanecer. Teníamos que obrar de esta manera por cuanto sólo teníamos dos días para la ascensión, teniendo que estar de regreso en Lo Valdés a las seis de la tarde del segundo día, hora en que el camión partiría de bajada a Santiago.
Después de un corto sueño junto a la laguna del Morado, seguimos a las siete de la mañana en demanda del ventisquero del cerro San Francisco. La primera parte fue fácil; subimos la lengua del ventisquero del cerro del Morado dejándola luego a nuestra derecha, para tomar un corto pedazo de rodado firme que nos conduce sobre la lengua de nuestro ventisquero. Aquí nos amarramos con 30 metros de cuerda entre los dos, y damos comienzo a la ascensión propiamente dicha.
Primero subimos por una canaleta de rodados llena de pedazos de hielo y nieve a mano izquierda. Más arriba una muralla de hielo vertical nos obliga a subir 50 metros por roca pulida por los rodados y muy inclinada, pero buena para escalar, pasando nuevamente al centro del ventisquero por donde ascendimos durante todo el resto del día cortando escalones en el hielo cristalino. Al anochecer estábamos aun en la mitad del ventisquero, justamente saliendo de la parte más quebrada del mismo. Estábamos cerca de los 4.000 metros, al borde de una grieta que atravesaba el ventisquero de lado a lado, y que a esa hora resultó ser infranqueable. En un intento de escalar la muralla superior de la grieta con clavos de hielo, se desprende uno de ellos por estar mal enterrado por la oscuridad, y caigo sobre una delgada capa de nieve que cubría la grieta en esa parte, afortunadamente sin pasar de largo.
Nos preparamos para pasar la noche en ese lugar, y bajar a la mañana siguiente a Lo Valdés.
Nos cubrimos con el Zdarsky-Sack, especie de carpa impermeable muy liviana en forma de saco, con que se cubren en Europa los alpinistas para pasar la noche en plena muralla, y esperamos el amanecer. A pesar de estar sobre el hielo, la noche no resultó ser tan fría como esperábamos, estábamos en un lugar abrigado y no corría viento, sólo algunas piedras pasaban a veces zumbando cerca de nosotros.
AI salir el sol preparamos desayuno; contemplamos con asombro que el hielo comienza a gotear apenas lo tocan los rayos solares; la temperatura no había bajado lo suficiente durante la noche. Mientras nos desayunamos se desprende repentinamente a veinte metros de nosotros un enorme bloque de hielo de la muralla exterior de la grieta en que estábamos, y cae con gran estrépito más o menos por donde habíamos ascendido el día anterior. El hielo debajo de nosotros se estremece en tal forma que a cada momento esperábamos ser arrastrados al abismo; pero ello no sucedió. No había ni que pensar en bajar por donde habíamos subido; no llegaríamos con vida a la base del cerro, la mejor solución era alcanzar la cumbre y bajar por una de las rutas fáciles del Yeso o del Cortaderas, cosa que suponía la demora de por lo menos un día, con la consiguiente alarma en Santiago.
Pasamos la grieta con todo éxito y seguimos ascendiendo. Ahora el panorama se nos presenta más despejado, estamos al comienzo de la parte superior o cuenca de recepción del ventisquero, más amplia y menos quebrada que la parte media. Pescamos la cresta a mano derecha, que nos conduce a las rocas debajo de la cumbre. Durante el transcurso de la mañana se desprende otro enorme rodado de hielo debajo de nosotros, durando la caída de los bloques casi dos minutos. Lentamente nos acercamos a la roca. Nos asombramos de la enorme altura en que estamos; el cerro Mirador, que según la carta de excursionismo tiene 4.320 metros de altitud, está ya casi 200 metros debajo de nosotros, y la cumbre sur del Morado se nos acerca cada vez más.
Ya cerca de las rocas nos toca atravesar una canaleta helada y, no bien estamos al otro lado, baja por la misma un rodado de nieve. Más arriba nosotros mismos desprendemos involuntariamente rodados de nieve al avanzar, porque ésta se halla suelta sobre la capa de hielo.
La roca misma, al igual que la del lado sur del cerro Morado, es firme y muy buena para escalar. Ascendemos por ella tratando de cruzar lentamente hacia la derecha, lo que nos obliga a cruzar frecuentemente canaletas de hielo cristalino cubiertas de nieve suelta. Tenemos que hacer uso de todos nuestros clavos para asegurarnos en las pasadas más difíciles.
Alcanzamos la cresta poco después de las siete de la tarde, saliendo a sólo treinta metros de la cumbre del cerro, cuando ya temíamos tener que pasar otra noche en plena muralla. Habíamos demorado dos días completos en la ascensión.
El tarro que habíamos encontrado y vuelto a dejar en la cumbre el año 1943, cuando efectuamos la primera ascensión desde el estero Cortaderas, había sido perforado por un rayo, incluso la tarjeta que habíamos dejado en aquel entonces. El altímetro de Meier marca 4.500 metros. En una tarjeta dejada por Eugenio Gehrung en la cumbre, después de efectuar la segunda ascensión desde el lado del Yeso el año 1935, éste dejó indicado que el altímetro marcó 4.480 metros en la cumbre.
La bajada hacia el estero Cortaderas efectuada el día siguiente no tuvo dificultades, por cuanto ya conocíamos la ruta. En la tarde hacemos a pie el trayecto desde el estero Cortaderas hasta El Romeral, a lo largo del río Yeso, alcanzando el tren a Santiago.
En el camino de regreso, Meier afortunadamente se encuentra con las expediciones de socorro, que con los mejores andinistas de Santiago se hallaban en camino a Lo Valdés en dos autos particulares, volviéndose éstas después de comprobar que estábamos a salvo.
Quiero repetir aquí nuestros más sinceros agradecimientos para todos los que con tanta presteza y buena voluntad se ofrecieron a rescatarnos.
Relato: Publicado originalmente en la Revista Andina N.º52. Mayo-Junio de 1946.
Fotografías: Originales de la primera ascensión a la Pared Sur del cerro San Francisco. Diapositivas a color de 35mm, tomadas por Eberhard Meier Bornet, y digitalizadas y ordenadas por Sergio Kunstman Zolezzi y Enrique Schneider Beuchat. Parte del archivo histórico del Club Alemán Andino (D.A.V).
"Los lugares más oscuros del infierno, están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral."
Dante Alighieri.