Expedición al Lago y Monte O’Higgins

La Federación de Andinismo y Excursionismo de Chile, a insinuación de los jefes chilenos de la Expedición Chileno-Japonesa a los Andes Patagónicos 1958, había considerado la posibilidad de realizar para el verano de 1960 una expedición de reconocimiento y exploración de la Cadena del Monte O'Higgins, previa a una futura expedición en grande de esta institución.

La realización de una nueva expedición en conjunto con los alpinistas japoneses de la Universidad de Kobe, a los Andes Centrales, postergó esta posibilidad de explorar esta parte de nuestro territorio. En estas circunstancias, la Asociación Universitaria ofreció a la Federación realizar esta Expedición, presentando para ello el plan y el programa a realizar, con el compromiso de entregar los informes, croquis, mapas, conclusiones, etc, que serian de propiedad de la Federación.

Mediante los esfuerzos unidos de la Federación y la Asociación Universitaria, se realizaron todos los preparativos, se trazaron los planes respectivos de exploración, con la posible ubicación de campamentos y un eventual asalto a la cumbre. Se confeccionaron las listas de alimentos, de vestuario y equipo, tarea fácil, por cuanto se tenían preparados aquellos productos de la experiencia en otras expediciones.

El grupo expedicionario estaba formado por Waldo Espinoza, soltero, topógrafo, con bastante experiencia en los Andes Centrales, Ceodomir Marangunic, soltero, estudiante de Geología en la Universidad de Chile, muy buen escalador en roca, con buena experiencia en los Andes Centrales y algunas excursiones al macizo de Paine y ventisquero Grey, Francisco Vivanco, soltero, empleado, también con mucha experiencia en alta montana y Eduardo García, casado, profesor de estado, que actuó como Jefe del grupo, con bastante experiencia en los Andes Centrales y en la Patagonia.

Superadas las dificultades del transporte aéreo hasta Punta Arenas, que estuvieron a punto de dar al traste con la expedición, el día 3 de febrero partió el grupo hacia dicha ciudad, donde se reunirían con Marangunic. Debieron pernoctar en Puerto Montt, debido a una falla en un motor, llegando al día siguiente a su destino.

Desde Punta Arenas partirían por tierra hacia el Lago O’Higgins, debiendo sin embargo antes resolver serias dificultades derivadas de haberse echado a perder el vehículo con que contaban. Por tal razón, solamente el día 10 partieron en la primera jornada que finalizó en Cerro Castillo, a 325 km de Punta Arenas, luego de cruzar la frontera Argentina en río Pescado. Al día siguiente cruzaron nuevamente la frontera, esta vez hacia Chile, continuando hasta el pueblo de Calafate (kilometro 727), donde debían realizar algunas compras. A últimas, horas de la tarde, reanudaron la marcha, debiendo cruzar el Río Santa Cruz en balsa y más tarde el Río La Leona en igual forma, pernoctando a avanzadas horas en una casa deshabitada.

Al día siguiente se levantaron temprano, balseando el Río La Leona por última vez, prosiguiendo el viaje sin alternativas hasta el pueblecito Lago San Martín y luego hasta la bahía Maipú en el lago O’Higgins, donde les habían informado que estaba el señor Francisco Fernández, dueño del barquito que hace el tráfico en el lago. El barco había estado inmovilizado durante mes y medio y estaba listo para salir al día siguiente. Esa tarde llovió.

El día 13 debido al fuerte viento el patrón del barco anunció que postergaría el viaje hasta el día siguiente; no resolviéndose a esperar, trataron de conseguir caballos para hacer el viaje por tierra hasta el lado chileno, debiendo desistir, pues los caballos estaban repartidos en los campos y necesitaban dos días para traerlos, además que no habían suficientes aperos para las cargas. El viaje en estas condiciones demoraría tres días, en lugar de las 7 horas que demoraría el barco.

A las 10 horas del día siguiente y luego de haber subido las 21 personas que harían el viaje, zarparon en medio de la alegría de todos. Sin embargo, luego de haber recorrido unos 150 mts, hubo de regresar porque debido a la sobrecarga, entraba agua por todos lados.

Se descargaron alrededor de 1.800 kg, de aquello que no se consideró más importante, en lo que se empleó el resto del día. Esa noche llovió bastante e hizo frío y al amanecer aparecieron los cerros cercanos nevados. El viento está relativamente calmo y a propósito para hacer la travesía, pero hay que arreglar el cable del timón y más tarde el patrón resuelve calafatear el barco, por lo que Vivanco y Marangunic se ponen a ayudarlo, mientras otros sacan la carga de las bodegas para colocarla a un costado, inclinando de esta manera el barco para hacer mejor el trabajo.

En esta forma transcurren los días 15, 16, 17 y 18 de febrero, no resolviéndose a hacer el viaje el patrón, a pesar del asentimiento del capitán, por estimar que debido al fuerte viento, el lago estará muy bravo. Por tal motivo el grupo luego de muchos trajines, consigue algunos caballos para partir por tierra con lo más indispensable, pero afortunadamente el día 19 se resuelve la partida, que se inicia a las 10 de la mañana.

El viaje es maravilloso, a pesar de que hace frío. El cruce hacia el lado chileno se hace con toda felicidad y en medio de una calma que a juicio de los entendidos, es excepcional. Al pasar a aguas chilenas, el paisaje se hace más alpino; los bosques más tupidos y comienza a verse a través de las nubes bajas la cadena O’Higgins. Al fondo del brazo SO se ve el Ventisquero O’Higgins y más a la izquierda, su objetivo: la casa de Lucho Mancilla.

A poco se cruzan con una embarcación en la que va la Expedición de Eric Shipton que ha permanecido en la zona desde diciembre y cuyo objetivo era el Monte Lautaro, que es un volcán, del cual han recogido muestras. Se detienen para entregarles correspondencia, no ocultando su escepticismo al conocer el destino de los chilenos, dado lo avanzado de la estación y a que el ventisquero está ya muy agrietado.

Desembarcan en la casa de Lucho Mancilla y su señora, Doña Carmela, donde almuerzan junto con otras 8 personas. Bajo una fría llovizna acarrearon su equipo desde la playa hasta la casa, y una vez que el barco continuó su itinerario llevándose al resto de los pasajeros, los cuatro andinistas provistos de sus impermeables plásticos salieron a hacer una inspección a la cancha de aterrizaje que está al otro lado del lago, el cual en esta parte parece más bien un río de unos 50 mts de ancho, debiendo cruzarlo en bote.

En la tarde llueve a cántaros, por lo que deciden que al día siguiente partan Vivanco y García con lo más indispensable (saco de dormir, zelsack) para ubicar un lugar, donde instalar el Campamento Base, debiendo seguirlos el resto con los caballos que les proporcionara Lucho Mancilla, o a pie en caso de que la lluvia continúe, como así acontece.

La casa de Lucho Mancilla está pegada al cerro, por el que sube un sendero bastante empinado por entre un bosque de coigues. Después de una hora tres cuartos de subida, se llega a un cañadón, donde la pendiente se aplana; es un verdadero portezuelo en aquel cordón que corre al SE del Ventisquero O’Higgins. Instalado el Campamento Base, regresan Espinoza y Marangunic a la casa de Lucho Mancilla.

El 21 de febrero amanece un día esplendido, descendiendo Vivanco y García por unas enormes morrenas buscando un camino hacia el ventisquero y una vez en el hielo, buscar una pasada hacia el otro lado. El primer tercio no presenta dificultades (hielo negro recubierto con deshechos). El tercio medio es de hielo blando, muy blanco, con ondulaciones, pero sin problemas grandes. El tercer tercio se vislumbra más difícil, pero en ningún caso imposible.

Mientras tanto Marangunic y Espinoza provistos de dos cargueros han acarreado el equipo hasta el campamento, ocupando el resto del día en seleccionar los alimentos, material y equipo y en instalar un depósito sobre el ventisquero mismo a una distancia de una hora tres cuartos. A las 9:15 de la mañana del 22 de febrero inician el cruce del ventisquero para instalar en su otra orilla el Campamento N° 1. El Ventisquero O’Higgins tiene una anchura de 2.000 a 2.500m.

Dos horas después llegaban al depósito, descendiendo luego en dirección al lago, por ser la zona menos agrietada, sin embargo el hielo durísimo recubierto en parte por ceniza y arena finísima, era apenas arañado por los grampones. El tiempo que se mostraba amenazante empeoró, y luego de las primeras gotas de lluvia se transformó en un verdadero diluvio, acompañado con un viento huracanado que al fin los hizo regresar totalmente mojados, a pesar de sus impermeables plásticos.

El día 23 amaneció despejado y radiante, por lo que a las 8:50 horas inician el descenso hacia el depósito a orillas del ventisquero; la parte central de este no presenta dificultades, pero la orilla opuesta les opone unos juegos de grietas que los demoran en su avance. Después de cruzar el borde del ventisquero, advierten que el terreno se aplana y buscan allí un lugar donde instalar una carpa nylon para cuatro personas, que constituye el Campamento N° 1. Regresan al depósito para traer el resto de la carga y a las 19:50 horas están nuevamente en el Campamento N° 1.

El día 24 avanzan para buscar la ubicación del Campamento N° 2 en medio de un tiempo espléndido. Toman por la morrena, venciendo un paredón vertical de 5 mts y al cabo de 4 horas ubican el nuevo campamento, regresando de inmediato al N° 1 a buscar el resto del equipo, haciéndolo esta vez por el ventisquero que comprueban es más fácil, para llegar nuevamente al Campamento N° 2, a las 18 horas.

El 25 de febrero reanudan el avance por la morrena, advirtiendo que el ventisquero tuerce hacia el Oeste y forma en la orilla con la morrena enormes nudos de grietas, encontrando unos canalones de roca muy hermosos y cristalinas lagunas. Al extremo del canalón, bajan hacia el ventisquero ubicando el Campamento N° 3. Desde lo alto de la morrena se domina un maravilloso panorama hacia el Oeste, viendo por primera vez el plateau del Hielo Patagónico y el Volcán Lautaro.

Vivanco tiene desde el día anterior molestias en una rodilla, la que se advierte hinchada y con líquido, por lo que proceden a vendársela resolviendo que se quede en el Campamento 3 mientras el resto regresa a buscar el equipo, encargándole realizar labores de campamento, con lo cual a su regreso encuentran la comida lista y la carpa armada, ganando así tiempo.

El día 26 amanece un poco nublado, emprendiendo el camino a 9:30 horas, internándose en el ventisquero. Tienen que vencer un desnivel de seracs que les exige tallar algunos escalones, vislumbrando ya la parte de atrás de la cumbre del O’Higgins.

Al llegar a un lugar en que un nuevo ventisquero se une al O’Higgins, surge ante sus ojos un panorama maravilloso. Se ve el Monte O’Higgins desde el SO, todo cubierto de hielo, con su cumbre inferior hacia el Oeste y entre las dos baja una impresionante cascada de hielo, única ruta para ascenderlo por este lado. En la confluencia de ese nuevo glaciar instalan el Campamento N° 4 a las 13:30 horas.

Dejando a Vivanco en este Campamento, el resto regresa para hacer el segundo transporte; caen gruesos goterones. Con el objeto de apurarse, bajan sin grampones, demorando dos horas al Campamento N°3. De regreso encuentran nuevamente el campamento armado y la comida lista, comiendo en las carpas debido al frío reinante y a las esporádicas gotas de lluvia.

El 27 seleccionan equipo, alimentos y combustible para 5 días, dejando el resto en un depósito bien visible y parten advirtiendo que el tiempo se presenta peor. Entran por el nuevo ventisquero que han bautizado "Isabel Riquelme", caminando en dirección de la cascada de hielo, cuya parte superior ya no es visible por las nubes bajas. El primer tramo resulta fácil, pero luego la marcha se hace lenta debido a la presencia de nudos de grietas. Se encuentran a 1.300m, límite de las nieves perpetuas.

A las 14:10 horas hacen alto para almorzar al pie de la cascada, sentándose sobre las mochilas y cubriéndose con un zeltsack para protegerse del viento y la lluvia mezclada con nieve que caía a ratos. Al continuar advierten que la cascada de hielo ha sido cubierta totalmente por las nubes, impidiéndoles la niebla ver más allá de 30 mts. Sortean numerosas grietas debiendo en algunos tramos tallar escalones. Una grieta de 5 a 8 mts de ancho les bloquea el paso, debiendo recorrerla en toda su longitud hasta encontrar un paso de más o menos 1 metro de ancho, donde sirviéndose de tres piolets para formar peldaños, logran cruzar. Un poco más arriba buscan un lugar que les parece más abrigado y luego de aplanar un pequeño espacio, instalan el Campamento N° 5 a 2.200m de altura.

El tiempo ha empeorado abiertamente y durante la noche sienten inquietud ante el tronar de los aludes que caían a cada lado de la cascada. Además el fuerte viento soltaba constantemente los tirantes de la carpa la que empezó a mojarse por dentro.

El 28 de febrero el tiempo se presenta pésimo. Sin embargo luego de desayunar se ponen en marcha por un canalón de hielo rodeado de seracs. La pendiente es pronunciada y deben cruzar una enorme rimaya por un afilado puente de hielo. Hay que tallar escalones para descender de él y luego para vencer el obstáculo por el otro lado. Se hace necesario poner sumo cuidado para evitar las grietas y elegir la ruta, pues hay una intensa neblina, agudizada por la llovizna y fuertes rachas de viento que hacen peligrar la estabilidad, debiendo soportarlas fuertemente anclados con el piolet.

A las 14:30 horas ubican un lugar para instalar el Campamento N°6, pues el tiempo está cada vez peor, sintiéndose empapados. Con los serruchos de nieve y palas, cavan un hoyo, aprovechando los bloques sacados para edificar una pared alrededor del mismo. Tres horas, hostigados fuertemente por la nieve y el frío, les llevó preparar este reparo ubicado a 2.370m.

El día 29 deben permanecer en la carpa pues nieva intensamente; entretienen el tiempo jugando a las cartas y haciendo deducciones sobre las posibilidades de que mejore el tiempo. El 1° de marzo amanece espléndido, sin una nube. Absoluta calma y frío penetrante. La nieve blanca disimula algunas grietas; las grandes, sin embargo, son bastante visibles, aunque sus bordes son una trampa mortal. La cumbre que esperan alcanzar ese día. Está bastante lejos aún y se presenta con una sucesión de hongos, típicos en la Patagonia.

Entre la cumbre y el Campamento N°6 se ven todavía grandes desplomes y grietas; es necesario elegir una ruta que los evite. El grupo avanza hacia un portezuelo ubicado al Norte de ella y de allí tuerce hacia la cumbre propiamente tal. Esta tiene un desplome de unos 80 mts desde su punto más alto al nevé y unos 20 mts en sus partes de menor altura. Estas paredes están formadas por los característicos hongos gigantes.

El panorama desde el Campamento N°6 era fantástico, y se ha ido ampliando cada vez más a medida que el grupo asciende. Al llegar al portezuelo, el panorama hace vibrar lo más hondo de las sensibles fibras de los montañeros. Las elegantes y terribles figuras de "Los Mellizos", "Cerro Azul" y en primer plano la fina aguja del cerro "Alesna", los dejan mudos de admiración. Las máquinas fotográficas trabajan febrilmente. El camino hacia la cumbre es ya fácil. Al llegar a su base, es necesario poner el máximo de atención y cuidado para la ascensión por entre los hongos. No es necesario tallar escalones. La flora que componen los hongos, permite avanzar, pero no constituyen un soporte muy firme.

Al fin a las 12:05 horas se llega a la ansiada cumbre del Monte O’Higgins, de 3.050m, según el altímetro. La belleza del panorama es indescriptible. Se admira desde el macizo del San Valentín, al Norte.; algo del Arenales, Los Mellizos, Cerro Azul, Cerro Innominado, Alesna, Cóndor, etc.

Al Este parte del lago O’Higgins - San Martín y se vislumbra el Cerro Kachaike. Al Sur, la vista es más hermosa aún: el Fitz Roy se ve nítidamente y más a la derecha el increíble Torre, el Cordón Adela, el Cordón Marconi. En un plano más cercano, el Cordón Gaea, el cerro Pirámide, el cerro Gorra Blanca, el Monte Cagliero, el Vespignani; más a la derecha, el Cordón Mariano Moreno y el Cordón Pio XI, cuyo punto más alto es el Volcán Lautaro. Al Oeste la enorme planicie del Hielo Patagónico y algunas islas de cumbres nevadas de los canales magallánicos.

Media hora permanecieron en esta maravillosa cumbre, después de lo cual descendieron al Campamento N°6, el que levantaron, continuando inmediatamente al Campamento N° 5, y luego al Campamento N° 4, al que llegan a las 20 horas. El 2 de marzo el tiempo se presenta nuboso. Se levantan tarde y luego de recoger el campamento y el depósito dejado a la ida, debiendo dejar muchas cosas abandonadas, pues el peso de las mochilas es agobiador. La marcha es lenta y después de 6 horas deben instalar un campamento próximo al N° 2 de la subida.

El 3 de marzo el tiempo continua nublado, saliendo las 8:30 horas del campamento. Al pasar el Campamento N° 1, nuevas cargas incrementan el peso de sus mochilas. En las travesías anteriores se habían roto grampones. Ahora a García se le quiebra uno y más adelante, Espinoza sufre el mismo fenómeno.

El cruce del ventisquero resulta muy penoso por el peso de las mochilas y la inestabilidad en los filos de hielo, por los grampones quebrados. Llevan cruzadas las tres cuartas partes del ventisquero, cuando a Vivanco se le quiebra también un grampón. El tiempo es frío y llueve en forma intermitente. Casi agotados llegan al Campamento Base, a pesar de contar con la eficaz ayuda de don Lucho Mancilla.

El día 4 levantan el Base, llevando esta vez el equipo en las cabalgaduras traídas por Mancilla; sin embargo, la lluvia y el barro les molestan bastante, llegando a su casa a las 15 horas. El día 5 emprendieron el viaje por tierra hacia Bahía Maipú, en sucesivas etapas.

El día 7, Espinoza y García efectúan la ascensión del Cerro Martínez de Rosas, de 2.200m desde donde tienen una amplia vista de la cordillera patagónica.

El día 8 llegan a la Bahía Maipú, donde los esperaba desde hacía dos días la camioneta que los llevaría hasta Punta Arenas, a cuya ciudad, luego de caminar todo el día, llegan al mediodía del 10. Aquí permanecieron una semana en espera del avión que el día 18 los condujo hasta Puerto Montt, donde al día siguiente tomaron un avión transporte que los condujo a Santiago, dando así terminada la Expedición al Lago y Cadena O’Higgins.

Autor: Profesor Eduardo García Soto.

NDLR: Extraído del Anuario FEACH 1960.

 

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Consejo de Yvon Chouinard para la escalada en hielo.