Expedición Italiana de 1934 al Nevado Juncal

Relato de la ascensión de Gabriele Boccalatte y Piero Zanetti.

Expedición Conde Aldo Bonacossa.

Traducción del italiano por Enzo Gandolfo Raab.

Del Portezuelo de Lo Navarro a 32° 51' latitud sur, al Portezuelo del Morado a 33° 20', se forma en la frontera de Chile con Argentina una barrera rocosa dirigida de Norte a Sur, que se mantiene por sobre los 4000 metros de altura y que comprende en su parte central a tres grandes grupos de cerros que se elevan sobre los 6200 msnm y que se llaman El Grupo de Los Leones, El Grupo del Juncal, y El Nevado del Plomo.

Reichert en su libro La Exploración de la Cordillera, publicado en 1929, describe de esta zona:

"Al sur de la cumbre se encuentra el portezuelo de Navarro, 4171 m, y sigue luego la alta e inaccesible cresta de nevadas montañas con 5900 mts, hasta 6500 mts, hasta el Paso de las Pircas a 4898 mts. Inmediata al cerro Polleras, 4898 mts, y al portezuelo Morado al pie del cerro Chimbote, 5623 mts...

...Al sur del Paso Navarro, la montaña toma el aspecto en su forma más abrupta. La línea de la cresta está situada a 5000 y 5500 mts. Se destacan picos de más de 6000 mts de altura envueltos en un mar de hielo entre los cuales domina el macizo central del Nevado del Juncal y el Nevado del Plomo. Las emergentes cumbres situadas a más de 5000 mts son casi inaccesibles, pues la única posibilidad de llegar a ellas es a través de los cortados campos de hielo. Los grandes ventisqueros están ocultos detrás de altos muros y no son visibles en toda su extensión desde el este u oeste. La zona de máximo aislamiento sólo puede ser vista una vez logrado el acceso detrás de los murallones.”

Continuamos con la relación de Reichert:

“Dirigiéndonos hacia el norte los ojos se detienen en una aparición de aspecto fascinante ocasionada por la arquitectura agreste y los colores sombríos de los cerros Leones, situados al otro lado del Divortia Acquarum, en territorio chileno...

...En forma de paredes lisas e inaccesibles se levanta esta magnífica montaña, dominando como obelisco gigantesco todo el valles del Juncal, acorazado por todas partes por paredones casi verticales de más de 1100 metros de altura...

...El cerro Alto los Leones, que puede figurar como símbolo de las llanuras chilenas precordilleranas, nunca perderá su virginidad, pues la accesibilidad de su cumbre nos parece quedar fuera del límite de lo posible. El macizo Nevado del Juncal se compone de tres cumbres (Rectificación: son cuatro: Cumbre Principal, Cumbre Sur, Cumbre Chilena y Nevado de los Leones), constituyendo desde su más alta cima una muralla que se dispara sobre los 5000 mts formando cuatro picos rocosos que terminan apoyándose con el Alto de los Leones con aproximadamente 5500 mts. Las características generales del macizo son distintas del resto de las montañas andinas. El conjunto de paredes altísimas, emergentes, precipitadas, con dominio de las líneas verticales de agudos cantos, entremezclados con fuertes glaciaciones, le otorgan su característica”

Juncal

Foto: Juncal y Alto de los Leones.

El punto de partida y albergue es Río Blanco a 1450 mts, una amena villa bañada por el Río Aconcagua, y después de una cómoda cabalgata en mulas se llega a la conjunción de los Ríos Blanco y Leones. Después de otras seis horas a lomo de mula, atravesando un extenso valle pedregoso y árido, se llega a 2550 mts, a una cuenca plana teniendo de fondo las imponentes paredes del Alto de los Leones y una muralla de casi 300 metros de la cual mana y se precipita una espectacular cascada.

En esta cuenca establecemos el campo base, es el día 23 de febrero de 1934 y montamos una carpa grande que cobijará a Boccalatte, Zanetti y Brunnery una pequeña para don Federico Fickenscher, este último compañero que habíamos conocido en el albergue de Río Blanco y que nos aportaría una ayuda valiosísima con su experiencia durante nuestra peregrinación por aquellas montañas, y finalmente los tres arrieros bajo una inmensa roca como era habitual por sus costumbres indígenas. Las quince mulas se quedaron insólitamente libres a pastar por el llano.

A la noche nos quedamos admirando largamente nuestra montaña, había un poco de luna, pero era una noche clara, las negras masas rocosas aprécianos enormes e imbatibles. La Cordillera de los Piuquenes que cercaba la diestra de esta hondonada se nos presentaba festinada de juegos de agua que en su cresta superior contrastaban con el fondo oscuro del cielo.

Don Federico nos puso al corriente de todas las tratativas precedentes, dos o tres, porque muchos en Chile y Europa habían pensado que esa montaña era una muy bella victoria, pero no habían pasado de ser simples tentativas que corrían de boca en boca a juicio de Reichert.

Juncal

Pensábamos que nos habíamos propuesto desde mucho tiempo salir con la cumbre más alta del Nevado del Juncal, pero también ejercía una poderosa atracción la alta e imponente torre que se erguía sobre nuestras cabezas, fascinante y terrible. En aquel momento un meteorito, luminoso y grande como no habíamos visto antes, cruzó todo el cielo y vino a caer aparentemente en la cumbre del Alto.

Parecía un buen augurio y tomamos la decisión. La madrugada del día 24 de febrero partimos con dos arrieros y siete mulas, con dos tiendas pequeñas, sacos de dormir y víveres para cuatro días. Avanzamos sin dificultad y a medio día llegamos a una cota de 3880 mts, donde empezaba el hielo. Bajamos bultos y mandamos los arrieros de vuelta. Brunner se dedicó a preparar el almuerzo y montar las carpas mientras nosotros dábamos una mirada exploratoria tratando de ceñirnos a una ruta preconcebida.

Atravesamos toda la lengua glaciar y dimos con una lengua de hielo empinada por donde nos encaramamos hasta llegar al final a una ventana maravillosa entre dos muros negros y la vista se abría para ver el Aconcagua y el Tupungato, aquí se nos revelaba un nuevo y confinado mundo de piedras y probamos por primera vez el placer de una conquista virginal. Era una hora serena y sin viento. El altímetro marcaba 4280 mts.

La cresta norte del Alto se presentaba con un salto vertical de roca poco invitante. Allá arriba se aprecian los - para nosotros por primera vez vistos - penitentes, conformación de hielo desconocida en los Alpes. Boccalatte atravesó esta extraña formación y dio una mirada por si fuera posible encontrar la cresta como remontar el Alto, mientras Zanetti se dirigió derivando al Este que igualmente se presentaba con una pared de 2200 mts, que se veía larga y complicada. Aunque los reconocimientos no eran reconfortantes, se decidió hacer un intento al día siguiente.

Juncal

Pero entretanto a la una de la tarde había arribado al Campo Base el comandante de una escolta militar que el gobierno Chileno había enviado para acompañarnos durante la exploración del Grupo de los Leones, así es que bajamos al base para reconsiderar experiencias. El teniente León Dendal Englebert, hijo de inmigrantes belgas, resultó ser un simpatiquísimo oficial y con él y con sus soldados establecimos un muy cordial trato.

Los Chilenos estaban felices de que hubiéramos venido de Italia para conocer sus montañas e igualmente se enorgullecían de Don Federico que se había asentado en la zona demostrando un romántico amor por la Cordillera Andina. Cuando en la madrugada del 26 partimos en demanda de la cuenca superior a la cascada para alcanzar la vista del Nevado del Juncal al Alto de los Leones, semejábamos, entre ellos y nosotros, un pequeño ejército en marcha hacia cualquier guerra.

Se presentó un cruce del río que corría vertiginoso y con cierta profundidad. Uno de los arrieros pretendiendo dar un ejemplo se lanzó con la bestia de un salto, pero fue arrastrado rápidamente por la corriente, salvándose el animal no sin ciertas magulladuras.

Después de este tragicómico episodio, se decidió descender dando un largo rodeo que nos significó dos días de cabalgatas que nos dejaron con el corazón apretado a la garganta. Se concluyó finalmente que el Alto de Leones con toda su formación rocosa y precipicios eran menos benignos que el Nevado del Juncal. El 28 de febrero re-descendimos a Río Blanco para aprovisionarnos y alojarnos en el Refugio Militar.

Chequeamos los altímetros y después de un “consejo de guerra” en que participamos todos y con las cartas y fotos existentes, se acordó desistir de la ruta del Río los Leones y buscar la otra ruta del cajón Monos de Agua. Ya en terreno nos dimos cuenta que dicho cajón se desviaba del objetivo y como ya oscurecía nos batimos en retirada. A la mañana siguiente atacamos directamente por el ventisquero en dirección al Nevado.

Juncal

Aquí el glaciar se arrastra por el fondo del Valle, y nuestras mulas hicieron el milagro para salir a las morrenas a la derecha del hielo. En medio de grandes bloques de presencia de un campamento y estos oscuros concurrentes nos reforzaron en nuestra convicción de que al fin estábamos en la posición correcta. Renunciamos a la carpa de alta montaña, conformándonos con los sacos de pluma, provisiones para tres días y las herramientas y cuerdas necesarias. En principio los chilenos nos ofrecieron portar las carpas, pero considerando de que la ascensión se retardaría y perdería agilidad, descartamos la ayuda y a las once de la mañana iniciamos la salida a la cumbre.

Logramos llegar a un recodo del Ventisquero en que este se divide hacia el Sur y Este con una impresionante silla nevada por la que ascendimos quemando etapas. Abandonamos esta ruta para meternos en un escarpado y móvil acarreo remontándolo siempre hacia nuestra derecha, buscando un filo de roca destacado que habíamos observado desde abajo.

Cruzamos varias gargantas hasta llegar a una chimenea recubierta de hielo que se precipitaba por unos mil metros hasta rematar en el glaciar inferior. Aquí nos dimos un respiro y tomamos una colación antes de empezar a atacar la roca. Estábamos a 3700 mts. Ubicamos una estrecha grieta y rematamos sobre una losa muy inclinada, que con dificultades superamos, después vino un centenar de metros de acarreo, otro salto y vuelta a los acarreos.

Al final del trayecto y ante una imponente roca, sorpresa, una alegre cascada que fue causante de un retraso al programa que nos habíamos impuesto. Finalmente llegamos a los 4350 mts donde ubicamos un cómodo y seguro lugar para vivaquear. Estábamos flanqueados por dos gigantescos gendarmes y el lugar semejaba a un cómodo balcón y a cientos de metros bajo nosotros, se extendía un jardín de penitentes. Estábamos cansadísimos. Después de bello crepúsculo, surgió una inmensa luna llena que inundó de blanca luz la profundidad de las quebradas trazando luminosas vías y provocándonos un misterioso sentir. Bebimos té y nos sumergimos en los sacos. La temperatura marcaba -5 grados.

Juncal

A la mañana siguiente, tras haber pasado una noche casi insomnes, esperamos el sol que nos trajo vida y calor a nuestros cuerpos. Era el 3 de marzo. A las siete de la mañana iniciamos la marcha, era tarde, pero no tanto. Decidimos que podríamos lograr la cumbre y retornar al vivac al anochecer, basándonos en promedio de 200 metros de desnivel por hora, que era lo que habíamos desarrollado hasta aquí. El cálculo era prudente considerando que tuvimos que superar ciertas dificultades y el natural retardamiento propio de la altura, y concluiríamos haciendo cima a las 17 horas, a tiempo para iniciar el descenso por el hielo, justo antes del oscurecer, y por último la bajada por la roca y acarreos podíamos lograr aún con luz de luna.

A nuestro modo, en la seguridad de nuestros cálculos, dejamos en nuestro vivac los sacos de dormir, los cortaviento, la ropa más pesada y partimos con lo más indispensable en equipamiento. Atravesamos hacia una chimenea que se encumbraba a nuestra derecha en forma muy accidentada y por ella logramos finalmente superar esta última grada. Desde este punto debimos recorrer toda la cresta que perfila el cerro, largo trazo, a veces fáciles rocas o intrincados hielos con nieve penitentes.

A la izquierda junto a un serac bien característico, que se formaba por un gendarme que separaba los hielos de la pared de hielo, decidimos darnos un respiro y estudiar el resto del trayecto por ascender. El altímetro indicaba una cota de 4850 mts. Desde esta ubicación dominábamos gran parte de la montaña que se revelaba en toda su grandiosidad y misterio. Un poco más abajo de nosotros se iniciaba el siniestro, largo y precipitado ventisquero que en su parte inferior habíamos cruzado para establecer el vivac.

Juncal

Foto: Filo de cumbres del Nevado Juncal.

Frente a nosotros se elevaba una negra pared poco tranquilizante y sobre ella se mantenía en vilo, por un milagro de gravedad y equilibro, una larga cornisa; pensábamos como esto lo verían desde abajo los que nos estarían observando. Al término de la pared comenzaba un amplio canal de hielo, con abundantes señas de recientes avalanchas de piedras que se habrían descolgado y recorrido derechamente por más de 600 metros hacia un bastión de bellísimos seracs.

Observamos detenidamente el plano inclinado bajo la pared terminal del Nevado. La prudencia nos indicaba contornar toda la base y no atacar directamente de frente. Al momento de partir, como a 500 metros de nosotros se desprendió de la pared del Nevado una enorme avalancha de nieve y hielo trazando un recorrido de unos miles de metros, cubriendo todo el valle de polvo blanco. Este humo de nieve continuó larga y sostenidamente resplandeciendo como si se tratara de una gigantesca caldera. Era todo un espectáculo impresionante que nos hacía pensar en los relatos de los Himalayas.

Prosiguieron sólo Boccalatte y Zanetti. Brunner no se sentía bien y haciéndose cargo que era un factor retardante para los otros dos, optó por regresar y esperarnos en el vivac. Admiramos su gesto, pero no sin pena lo vimos emprender lentamente su regreso. Después de haber subido por la cresta del glaciar y contornar toda la base de la pared rocosa, entramos a la canaleta. Era sumamente escarpada pero los penitentes disimulaban el impresionante ángulo y nos imaginábamos como subiendo por gradas naturales, pero a su vez ellos nos obligaban a hacer contorsiones y recuperar el equilibrio en forma agotadora.

Juncal

De cuando en cuando pasaban silbando las piedras que nos obligaban a cubrirnos detrás de las puntas, pero vanamente por cuanto ya habían pasado zumbando. Esperábamos que a la salida de la canaleta la cosa se tranquilizara. Vano deseo. Se inició el cambio con unos penitentes aún más altos y no se vislumbraba un término de la canaleta. Sin darnos descanso proseguimos por dos horas, siempre manteniéndonos por el borde izquierdo hasta que finalmente arribamos al borde inclinado a las tres de la tarde.

De aquí en adelante se veía el ventisquero libre de penitentes, pero recorrido por largas grietas. Esta parte final del cerro semejaba un gran abanico de grandes ondas que se hacían más escarpadas a medida que se centraban en la cima del Nevado del Juncal. Pronto nos percatamos de que de las otras dos cumbres señaladas por Klatt y Fickenscher con 5930 mts existe una notoria diferencia, la cumbre sur es casi 100 metros inferior a la más alejada de nosotros y separada por un suave lomaje que bruscamente se precipita en forma escarpada.

A la derecha continúa un dorso cerrando el anfiteatro con una cumbre que estimamos en 5700 mts. Para alcanzar la cumbre estimamos un tiempo de cuatro horas, el clima estaba variando, el cielo se había cubierto de oscuras nubes amenazantes y surgió un violento viento, la situación se tornaba amenazante. Quedaba descartada la idea que nos habíamos hecho para el retorno. La realidad era que, con suerte, alcanzaríamos la cumbre con las últimas luces del día y deberíamos pasar la noche allá arriba, con pocos alimentos y poca ropa para cubrirnos.

Abandonamos las cuerdas (manila) que con la humedad se nos hacían insoportablemente pesadas y reemprendimos la fatigosa salida. La pendiente de nieve se hacía más acentuada y el viento arreciaba, a la vez que el frío era intenso. Boccalatte punteaba por el hielo derechamente hacia la cumbre, mientras Zanetti se desvío hacia un espinazo de roca que emergía del hielo.

Juncal

Foto: Nevado Juncal y Nevado del Plomo.

No se podían dar más de veinte pasos sin tomar largo respiro de recuperación. El puntero percibe una suave ondulación en el hielo cristal que lo protegería del viento rasante, se esfuerza por alcanzarla y entra en un sector de nieve honda, aplastantemente, cansadora. Supera esa rampa y continúa hasta encontrar una pequeña placa de roca que debe bordear para alcanzar una cumbre fragmentada. Mientras tanto Zanetti continuaba remontando por el espinazo hasta que se junta con su compañero. Eran las siete de la tarde y el altímetro señalaba 6275 msnm.

A unos quince metros de la cima comienza a descender la pendiente que después de una larga depresión remata en la cumbre Oeste. Más allá de esta cima continúa un espinazo que gira lentamente al Norte y termina en una torre y que constituye el término del conjunto del Nevado. Se yergue el Nevado de Leones al Sur-Este, separado por un profundo valle se ubica al Nevado del Plomo recubierto de enormes masas glaciales y luego toda una selva de montañas que, aunque más bajas que el Nevado del Juncal, brillan en blancura por sus ventisqueros, y al Nor-Oeste, imponente como siempre con su gorro de hielo el Alto de los Leones.

Hicimos fotografías, depositamos los testimonios, incluida una bandera Italiana, y apuradamente emprendimos el descenso. La luz disminuía notoriamente y trataba de llegar lo más abajo posible. El cielo se presentaba cubierto casi totalmente y solo hacia el Océano Pacífico se vislumbraba una tenue y fina línea de claridad, de variante colorido desde el azul al violento intenso, que se magnificó hasta un rojo fuego y que pocos minutos después se esfumó dejándonos un marcado recuerdo que no se borraría en el resto de nuestros días.

Bajamos hacia el plano y rescatamos las cuerdas, y pronto llegó la oscuridad completa cuando ingresamos a los seracs. Las 20:30 horas y estábamos a 5500 mts. Nos acurrucamos entre dos penitentes y esperamos ansiando que la luz de luna nos permitiera llegar al vivac, porque nos sabíamos si podíamos resistir sin ropa de lana hasta la mañana.

A la una de la noche cambió el viento, el cielo se abrió y la luna se asomó sobre la erizada cresta que nos limitaba el cielo. Nos paramos, completamente entorpecidos, rígidos, pero nos pudimos mover y lentamente iniciamos el camino. A las cinco de la mañana una feble luz y una voz amiga nos acogía festivamente en el vivac.

Valparaíso, 29 de noviembre de 1999.

Fotografías: Ulrich Lorber.

 

“Mucho más que una disciplina para el cuerpo, el alpinismo es un lujo para el espiritu y un recurso para
el alma. Porque la montaña, para quien sabe verla, ofrece el aspecto de una sabiduria para conquistar y
poseer”

George Sonnier.