Expedición Ítalo - Chilena a los Andes Colombianos

En Enero de 1957, dos escaladores italianos, uno chileno y un arriero colombiano, estábamos acampados en la vertiente sur de la Sierra Nevada de Santa Marta, la porción norte de los Andes colombianos y que los indios regionales conocen con el nombre de Chundúa, las Montañas de los muertos.

Todo se debió a una serie de circunstancias. Falto de compañeros invité a un famoso alpinista, Piero Ghiglione, a esta expedición, el cual a su vez invitó a un compatriota, Silvio Morra. Así nació la expedición Ítalo-Chilena. Nuestro plan era ascender tantas montañas como nos fuera posible, particularmente las del sector oriental, aún inescaladas, pero al arribar a Colombia supe que una expedición científica inglesa operaría en el mismo sector, por lo cual nuestros planes fueron cambiados, pues era hecho que los ingleses acapararían los servicios de los pocos arrieros de la zona, por lo tanto nos limitamos a penetrar al sector sur, el más conocido.

Los Chundúas están ubicados en el norte de Colombia a unos 45 kilómetros del mar Caribe, lo que los hace las más altas montañas costaneras del mundo, pues sus elevaciones mayores llegan a los 5.775m. Son famosos desde fines del siglo pasado por las visitas del geógrafo Eliseo Réclus y del botánico Wollastón.

En 1939 una expedición norteamericana de la Sociedad Geográfica de Nueva York, exploró y cartografió la sierra, y posteriormente escaladores de diferentes países continuaron la labor, a tal punto que hasta ahora sólo unos seis picachos de más de 5.000m. quedan inescalados. Ellos entraban en nuestra lista de ambiciosos proyectos.

Penetramos por el gran puerto de Barranquilla y desde las ciudades montañesas de Valledupar y Pueblo Bello, continuamos hasta alcanzar el campo base, erigido a unos 4.400m. El trayecto es interesante, particularmente por las aldeas indias de los Arhuacos, misteriosa raza de extraña apariencia asiática que habita los valles subtropicales andinos, por la vegetación de espelethias semi-arborescentes y por los rebaños de toros y caballos salvajes que recorren los valles altos.

Los Arhuacos son una raza verdaderamente digna de estudio; no se conoce su origen. Se prevé también la pronta desaparición de ella, pues está en franca decadencia. Actualmente no quedan más de 1200 indios en la zona visitada por nosotros.

Los conquistadores españoles los bautizaron Aureo-Huaco, que es una combinación de palabras indias y castellanas que significa "los que esconden oro". En realidad hay oro en la región vecina al sur-este de sierra, en el Valle del gran río César.

En Pueblo Bello contratamos a un excelente arriero, Jesús Zapata, que trabajó además como cargador y escalador activo. Resultó al final de cuentas, el más sólido del grupo. En los primeros días de enero de 1957 ya estábamos en el campo-base. Desde allí partimos primeramente a un intento al hermoso cerro El Guardián (5.285m.), cuya cuchilla Sur-Este teníamos planeado seguir hasta la afilada cumbre. Más arriba a 4.900m, sólo se encuentra hielo, especialmente cornisas. La nieve en su forma original casi no existe.

Guardían

Foto: Guardián (Evelio Echevarría)

Los lagos glaciales de aguas azules se encuentran hasta los 4.700m. La roca es excelente, pues es principalmente granito amarillo.

Desde el campo-base partimos al intento del Guardián, pero no estábamos destinados a triunfar. Las continuas cuchillas de roca que hay que atravesar nos dejaron poco tiempo para el intento mismo, por lo cual nos decidimos a intentar la cara norte del Pico Tairona de 5.000m, más cercano y más fácil. Además por su baja altura seria buen entrenamiento para todos.

Trepamos fácilmente por la roca de firme granito y al atardecer llegamos a una cumbre del filo culminante, sólo para convencernos de que la cumbre principal estaba muy distante aún. Tuvimos que contentarnos con una media victoria y abandonamos al Tairona para descender al campo-base, en el cual descansamos un día.

El día 7 de enero yo partí a un intento rápido a un cerro de roca ubicado al sur del campo-base, que pensé me daría una excelente vista, no sólo a las grandes montañas de los Chundúas, sino también a las selvas de Ariguaní y Fundación, hacia el Oeste.

Demoré cuatro horas en llegar a la cumbre principal, de 4.600m. (Primera ascensión) a la cual bauticé "El Observatorio". La vista en realidad sobrepasó mis esperanzas. Los Chundúas se mostraban recortados maravillosamente contra el cielo de puro azul - casi negro - de la sierra, y los valles selváticos contrastaban con las blancas montañas.

Descendí apremiado por la hora de regresar al campo-base y participar en los planes de mis compañeros. Entre éstos entraba tomar un film en el filo principal de la sierra, a unos 5.300m, lo que significaría acarrear una pesada carga con el equipo filmador a esa altura. Por desgracia los escaladores alpinos no estaban acostumbrados a llevar grandes cargas, por lo cual el peso recayó en el excelente arriero Zapata, que tomó a su cargo no menos de 35 kgs,y también en mis espaldas, ya que yo estaba mejor aclimatado, llevando por mi parte 30 kgs.

La instalación de campamentos llevó dos días penosos de marchas y ascensos hasta lograr ubicarnos en unas lagunillas heladas a unos 4.800m a los pies de los dos gigantes de la región, el Pico Colón (5.775m) y el Pico Bolívar (5.773m).

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Foto: Los Glaciares del Pico Colón desde los 5.200m (Evelio Echevarria)

La más desagradable característica de la sierra es su interminable sucesión de cuchillas rocosas en todas direcciones, que es necesario ascender para luego descender al lado opuesto. Así, los cuatro llegamos bastante maltrechos al lugar proyectado. Al día siguiente escalamos por el hielo hasta instalarnos en la cuchilla principal de la sierra, a unos 5.300m. Mientras Zapata y yo terminábamos de llevar las cargas hasta esa altura, Morra tomó el film y Ghiglione pudo cumplir en solitario la tercera ascensión del Pico Colón, por su fácil cuchilla del Este. Después descendimos al campo-alto de 4.800 m. Nos tomó aún dos días más regresar al campo-base.

Mis vacaciones se terminaban y en la mañana del 12 abandone a mis compañeros para bajar hasta la aldea india de Mamancanaca, donde pude obtener un caballo para continuar mis dos días de viaje hasta Pueblo Bello. El tiempo maravillosamente límpido de la Sierra me permitió ver en todo momento las grandes montañas.

Impresionan al viajero por su enormidad, por la aridez de sus faldeos y por sus abruptos paredones de granito y los hielos que cuelgan sobre ellos. Y en contraste las pequeñas aldeas indias a sus pies conmueven por su soledad y su pobreza.

Los Chundúas, las Montañas de los Muertos, dominan sobre ellos. Su presencia pesa sobre los indios, abrumándolos con su salvaje majestad. No es de extrañar que estas montañas sean para los Arhuacos - y quizás no sólo para ellos - Dioses todopoderosos.

Autor: Evelio Echeverría.

NDLR: Extraído del Anuario de Montaña FEACH 1959.

 

"El único símbolo de superioridad que conozco, es la bondad…"

Ludwing van Beethoven.