Expedición Andes Colombianos 1974 y 1976.

Los Andes de Colombia bien pueden ser los antípodas para nosotros, debido a que se ubican al extremo opuesto del continente. Por lo mismo, deben haber sido poquísimos los andinistas y esquiadores chilenos que los hayan visitado. Uno de estos pocos pasó a ser el suscrito, quien realizó un viaje en 1974 y otra vez en 1976, dos viajes de visita, exploración y ascensiones.

Mis dos viajes se debieron a que, como trabajaba en los Estados Unidos, las cumbres colombianas me resultaban ser las más cercanas, y las más baratas, en comparación a cualquiera otra cordillera de importancia situada a igual distancia.

Los Andes de Colombia se dividen sencillamente en tres secciones: la Sierra Nevada de Santa Marta, a menos de 50 km. al sur del Caribe, con las mayores cimas de Colombia, (Pico Bolívar, 5.775m); la Cordillera Central, que nace a media distancia entre Medellín y Bogotá (Con el macizo del Huila, 5.350m como punto máximo) y que por ser volcánica es extensión norte de los Andes del Ecuador; y la Cordillera Oriental, conexión sur de los Andes de Venezuela y que tiene como punto máximo una única sierra muy glaciada, (La más glaciada del país) en la Sierra Nevada de Cocuy, con el Nevado Alto Ritacuba, 5.493m como punto máximo.

Las alturas de Colombia no se comparan con las de los países más al sur, pero compiten muy bien con ellas en otros aspectos que les son únicos. A más de sus picachos alpinos o volcánicos (estos últimos parecidos al Osorno y al Tronador, pero más altos) se encuentran en ellos enormes zonas llenas de lagos y lagunas y en las tundras ("Páramos") típicas de la combinación trópico-altura se desarrolla una vegetación magnífica, la de los "frailejones" y los senecios gigantes.

Se trata de plantas, no árboles, de tres metros de estatura, cuyo gigantismo es todavía una interrogante para los botánicos. Solamente en las fantásticas Montañas de la Luna (Ruwenzori), del Congo africano, o acaso también en los montes Cartensz, de Nueva Guinea, se podría encontrar algo semejante, que compita en formas de relieve, glaciación, ubicación sobre valles subtropicales húmedos, vegetación fantasma y niebla, con los Andes de Colombia.

Brevemente, las alturas colombianas fueron dominio de algunos extranjeros residentes en el país, hasta 1940, fecha en que el Colombo-Germano Erwin Kraus comenzó a apoderarse de las cumbres de su país. El es la gran figura del andinismo colombiano. La conquista de las cumbres colombianas no está aún terminada, debido quizás a que los Andes del Perú y Patagonia siempre atraen a todas las expediciones. Es posible que quede aún un 30 por ciento de ellas sin escalar; bastante si se considera que en todo el país no existen más de cien cumbres de hielo.

Mis dos viajes a Colombia se dirigieron inicialmente a la Cordillera Oriental, que me atraía poderosamente por su fama algo exótica de región casi única. Al fin de cuentas los dos viajes resultaron en lo siguiente:

Cordillera Central - 1974:

Llegué a Bogotá en Diciembre de 1974 y empecé activamente la búsqueda de un compañero cualquiera que me acompañara a la Cordillera Oriental. Pero tras de buscar inútilmente por diez días en direcciones que parecían no existir del todo, decidí abandonar mis planes de la Cordillera Oriental, demasiado glaciada para un escalador solitario, y encaminarme a la Central, a lo que viniera.

Mi forma de razonar era lógica; por ser volcánica, la región no ofrece grandes peligros, aún cuando tratara de escalar solo. Partí así a la ciudad andina de Manizales. Supe allí que una camión llevaba semanalmente turistas "a conocer la nieve" al Refugio del Ruiz, un edificio del Departamento Distrital de Turismo ubicado a 4.790m, al pie del gran Nevado de Ruiz. "El Ruiz", como lo llama afectuosamente la gente de Manizales.

Tal nevado (5.320 m) quedaba además situado dentro del recientemente inaugurado "Parque Nacional Los Nevados", de Colombia Central. Para mayor suerte, en la misma camioneta viajaba un cura belga, Philipe Rímmels, con el cual hice buenas migas, pues me resultó aficionado al alpinismo que él había practicado en Europa.

La misma tarde después de la llegada al Refugio partimos Rímmels y yo a tentar el fácil volcán La Olleta (4.855m), separado del refugio por una depresión que tuvimos que descender. Atacamos la pendiente Este del volcán y llegamos a la cima casi al caer la tarde. La nubosidad no nos permitió ver la extensa vista que se dice que se goza desde tal cumbre y sólo un cráter sombrío, recubierto de hielo, fue lo único que vimos.   

Al día siguiente, algo descompuestos por los rápidos cambios de altura que estábamos experimentando sin mucho entrenamiento, partimos otra vez Rímmels y yo a atacar al famoso Ruiz.

Se trata de un volcán enorme, de muchas cimas y posiblemente también con varios cráteres. Es de lamentar que no se le haya mantenido su antiguo nombre Chibcha; Cumianday, la "montaña blanca", que es lo que es, pues el hielo lo cubre como casquete compacto hasta los 4.700m. El ascenso fue fácil, equipé a Rímmels como pude, compartiendo mi equipo con él y llegamos a la cima a mediodía.

La nubosidad típicamente tropical nos impidió ver la gran extensión de Colombia que se debe dominar desde tan elevada cumbre. Descendimos sin inconvenientes. Rímmels debía bajar a Manizales al día siguiente y me quedé solo. Pero al saber después en la caseta de los guardabosques del nuevo parque nacional que un camión que recogía sacos de papas por la región pasaría por allí cerca, decidí irme al gran Lago Otún, vecino a la región inmediatamente al sur del Ruiz.

En la Finca Campo Alegre un muchacho arriero me llevó con mi modesta carga al sector oriental del lago, al día siguiente mi viaje solitario por este sector dio un resultado interesante, descubrí que el Nevado del Quindío (5.400m en los mapas) no existía y que en su lugar se alzaba la Cordillera del Quindío, una serie de agujitas y morros - sin nieve - pero de no más de 4.900m; tampoco existía el Nevado La Paloma (5.000m en los mapas).

Marché a intentar la cúpula de blanco puro del Nevado Santa Isabel (5.100m), ascendido pocas veces. Un campamento a 4.200m bajo lluvia, frío y niebla, pasó como pesadilla y alcancé hasta los 4.500m o acaso más. Al día siguiente me retiré al notar que las nubes se acercaban de nuevo al picacho principal. Sabía que como escalador solitario arriesgaba mucho y decidí abandonar del todo. Con esto terminaron mis andanzas colombianas de 1974.

Cordillera Oriental - 1976:

Mi viaje de 1974 me dejó en claro una cosa, que no podía esperar hallar compañeros en Colombia cuándo y dónde yo lo necesitara. Pero me fijé en un detalle interesante y que me habría de inducir a efectuar un nuevo viaje: los "Parameros" (campesinos de los páramos altos) usaban como calzado nacional, botas de goma de media caña, con las que podían fácilmente penetrar en nieve y hielo y aún escalar montañas. Esto hacía de cualquier "paramero" un compañero en potencia.

Volví dos años después a Colombia y esta vez no perdí tiempo en buscar compañía. Compré los víveres necesarios para 15 días y marché en autobús hasta el pueblo de Guicán, donde abordé un camión lechero que milagrosamente me dejó al terminar el camino carrozable, a unos 15 km de la base de los nevados del sector central-sur de la Cordillera Oriental de Colombia.

Sucedió lo que yo esperaba, un muchacho campesino de 16 años, Mateo López, calzado con buena botas de agua aceptó jugarse conmigo la vida en algún nevado, yendo por una recompensa en metálico, a más de su sueldo de "cuidandero" ("Marucho").

Partimos el 22 de Diciembre al Valle Concavito y pusimos un campamento a 4.100m. Mi objetivo era escalar el nevado "5.047" mts, al que pronto llegamos a conocer con el nombre de Nevado Gorro Blanco. En la mañana del 23, Mateo y yo ascendimos el pedregoso alto valle, cruzamos la hoya glacial norte del nevado y a mediodía, bajo un sol tropical directo, alcanzamos el filo principal.

Hasta allí todo había ido bien, considerando que mi acompañante nunca había pisado la nieve antes, que no tenía equipo apropiado excepto sus propias botas y un par de grampones de cuatro puntas que yo había traído, y que sólo teníamos una picota. El resto fue malo. Al alcanzar la cima norte (5.000m) constatamos que una torre de hielo con una agujita de roca, a la que se llegaba por un filo empinado, era mayor. Era un hecho que con nuestros pobres equipos no podíamos hacer más.

Lo irónico del caso era que yo había traído un compañero para asegurarme el triunfo y en realidad era él el que me hacía fracasar. Yo no lo podía abandonar en terreno glaciado y agrietado para continuar solo la ascensión. "Los inexpertos son de la responsabilidad de los más expertos", me dije, como razón decisiva al ordenar la bajada. Llegamos al anochecer al "Campo-Base", que era la casa del muchacho en Valle de La Cueva. Aún me quedaban 10 días de vacaciones y algún dinero y confiaba todavía en hacer algo más.

El 25 partí otra vez. El arriero me dejó solo en el anfiteatro glacial de la Laguna de la Sierra, hermoso paraje rodeado de altos y muy atractivos picachos: el gran Nevado del Púlpito (5.210m), varios picachos inescalados de casi 5.000m, el Pico Púlpito (5.100m), el Pico Los Portales (5.223m) y el gran Nevado del Cóncavo (5.300m).

Pero mi objetivo era el atractivo Nevado Pan de Azúcar (5.174m), triángulo de hielo asentado sobre roca de arenisca roja. Establecí el Campo-Alto a 4.500m y esa noche sufrí un ataque de conjuntivitis, debido a que me pasé una hora tomando fotos sin las antiparras. Al día siguiente me sentí mejor y partí al intento. La roca de la base me obligó a alternar chimeneas empinadas y cuando emergí de ellas, a los 4.800m, vi el camino abierto hasta la cima, por hielo firme y duro. A las 12 alcancé la cumbre. La vista amplia como esperaba abarcaba la mitad sur de la Cordillera Oriental y aún me pareció que vi los Andes de Venezuela, a 230 km al noreste.

Mi tercer y último viaje se hizo al Valle de las Plazuelas, en el sector central de la Cordillera Oriental, que esperaba que me diera una visión amplia hacia la mitad norte de la misma, pero inesperadamente el gran Nevado Los Corrales (5.300m) me cerró el horizonte. Con todo partí a intentar un picacho de roca y hielo parecido a una carpa y acepté al efecto la compañía del arriero Arturo López, padre de mi compañero del Gorro Blanco.

Desde un campamento a 4.500m recorrimos las plataformas de roca rojiza que nos llevaron al pie del picacho principal. A los 4900m, debimos ponernos grampones y cuerdas. Mi compañero, otra vez equipado con los grampones de cuatro puntas que yo le había prestado, subió con destreza por una pendiente de casi 50 grados. Cien metros empinados nos dejaron en las rocas de la cumbre, en la que erigimos un gran monolito de piedras.

Calculé la altura en 5.050m, basándome en el cercano Gorro Blanco (5.047m), al sureste. El nombre del picacho nuestro según Arturo López, era Nevado del Chiflón, que no figura en los mapas. Altamente satisfecho con una primera ascensión, con esto daba mis ascensiones por terminadas, ya que era evidente, por lo que podía ver desde la misma cumbre del Nevado del Chiflón, que no había muchos cerros que no tuvieran glaciares agrietados o pendientes demasiado empinadas para nuestras capacidades.

Aún, sin embargo, realicé una útil labor geográfica, recogiendo nombres de cerros y nevados, entrevistando al efecto un buen número de "parameros" y revisados mapas y cartas. Creo que en este sentido mi labor fue completa. Véase la calidad de los nombres campesinos, en comparación a aquellos asignados a diferentes cumbres por andinistas y turistas.

Los siguientes son los nombres que yo hice registrar en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, la mayor autoridad geográfica de Colombia. Los nombres en paréntesis son los que usaban anteriormente los andinistas:

Ahora:

  • Pico Los Portones (El Picacho)
  • Nevado de Guicán (Ritacuba Norte)
  • Nevado Los Corrales (San Pablín Norte)
  • Nevado Banco Ancho (San Pablín Sur)
  • Nevado Los Portales (Pico Daniel Trumpy)
  • Pico Púlpito (Pico Toti Gansser)
  • Campanario (Campanilla Grande)
  • Pico Blanco (Pico Helvecia)
Con esta labor cumplida, no me quedaba sino emprender mi viaje de regreso a casa. Mateo López cargó en un caballito lo que me quedaba de carga y en ésa, mi última mañana en las Andes de Colombia, desfilé por varias horas ante las refulgentes cimas nevadas, que brillaban erguidas al sol tropical.

Al llegar al lugar donde el sendero se doblaba bruscamente hacia abajo para comenzar un abrupto descenso al valle tropical, me detuve a admirar por última vez el extraordinario brillo y colorido de aquella parte de la gran cadena andina. Y lo último que de ella se me grabó en la mente y en las pupilas fueron precisamente sus colores: el blanco de las nevadas, el verde de la vegetación, el azul de los lagos, los tres colores de las alturas colombianas y casi simbólicas de una aventura cuyo fin ya estaba encima.

Ficha Técnica:

1) Cordillera Central:

Volcán La Olleta: 4.855m: E. Echeverría (Con P. Rímmels, de Bélgica); ascensión. 10-XII-1974.
Nevado del Ruiz: 5.320m: E. Echeverría (Con P. Rímmels de Bélgica); ascensión. 11-XII-1974.
Nevado Santa Isabel: 5.100m: E. Echeverría; intento hasta 4.500m. 14-XII-1974.

2) Cordillera Oriental:

Nevado Cerro Blanco: 5.047m: E. Echeverría (Con M. López, de Colombia); intento hasta 5.000m. 23-XII-1976.
Nevado Pan de Azúcar: 5.174m: E. Echeverría; séptima ascensión. 26-XII-1976.
Nevado del Chiflón: 5.050m: E. Echeverría (Con A. López, de Colombia); Primera Ascensión. 31-XII-1976.

Autor: Evelio Echeverría C

NDLR: Extraído del Anuario FEACH 1973 - 1977.

 

"La auténtica meta no es alcanzar la frontera más lejana, sino una perfección que no conoce ningún límite..."

Rabindranath Tagore.