Primer Ascenso Cumbre Este del Chimbote y Cerro Reichert
Participantes: Dr. Arturo Larraín (S.C.Ch) y Enrique Araya (G.S).
Arriero: Félix Gallardo (Las Condes).
El Cerro Chimbote, joya andina engastada en nuestra Cordillera Central, había constituído desde hace tiempo un hechizo para el andinista. Cuando por primera vez lo contemplamos, hace de esto más de 10 años desde la cumbre del Volcán Tupungatito, y luego cuando pudimos admirarlo más de cerca al fondo de la Quebrada de Ortega, nos cautivó la gracia de sus formas alpinas, cuando a travéz de la bruma de la tarde, emergía su elegante y agreste silueta casi verticalmente, y acariciamos el proyecto de hollar alguna vez su cima.
La partida de la Expedición fué fijada para el 12 de Enero, y abandonamos Santiago en un jeep facilitado por el Ejército. Alrededor de las 9 A.M llegamos a los corrales de "El Tollo", y cerca de las 11 Horas, partimos para remontar el Cajón del Río Molina. Todo marchó perfectamente hasta el curso medio del Río, antes de la confluencia del Estero Tinajas. A dicho nivel el río de encajona y es preciso atravesarlo innumerables veces, y a las 17 hrs, doblamos la curva del Río Cepo y 20 minutos mas tarde, en la vecindad del Estero de las Bayas, finalizamos la primera jornada.
Foto: Cerro Chimbote. |
Al día siguiente, remontamos el curso superior del Río Cepo, llegamos a "Piedra Numerada" a las 11:55 hrs para reanudar la marcha a las 13:20 hrs, subiendo el Portezuelo del Cepo, y bajando al Cajón de Paramillo. A las 18:00 hrs arribamos al Valle de Olivares, donde instalamos un confortable campamento. |
La tercera jornada la iniciamos a las 08:50 del día 14. Después de recorrer algunos kilómetros río arriba y de vadearlo poco después del hermoso salto del Estero Esmeralda, nos encontramos frente a la presunta entrada hacia el misterioso "Paso de las Pircas", cuya ruta apenas conocíamos por referencias.
Gallardo, con la intución propia de nuestros baqueanos, "olfateó" esta posible puerta de acceso, iniciando la subida en una empinadisima cuesta conocida como de "Las Pirquitas", y en la cual encontramos algunas huellas. Estimo que este tramo es realmente el más árduo y penoso de toda la marcha hacia la "Ruta de los Libertadores".
En dos oportunidades estuvimos a punto de lamentar un serio percance, pues las mulas botaban la carga enredandose. Por fin a mediodía habiamos terminado la subida de la cuesta y nos descolgábamos al Cajón del famoso Estero de las Pircas. Como habiamos tenido conocimiento por una anterior expedición de que las barrosas aguas de este estero eran venenosas, tal vez por arrastrar excesivas substancias minerales en disolución (La profusión de piedras de todos los colores en este valle, tal vez atestigua la riqueza en yacimientos mineros) proseguimos la marcha hacia el valle superior a fin de pernoctar en la vecindad de una vertiente de deshielo.
A las 18:00 hrs dábamos término a la jornada, instalando un campamento en un lugar pedregoso y desolado, inmediato al estero, desprovisto de leña y forraje, y tan árido que lo bautizamos como "El Peladero". Las mulas debieron regresar aguas abajo a fin de encontrar terrenos pastosos. El tiempo continuaba esplendido y nada hacía presagiar las penurias de la siguiente jornada de viaje.
Al otro día Gallardo nos pasó a recoger temprano con sus mulas, según habiamos convenido, y después de un frugal desayuno partimos a las 09:30 hrs. La ruta a seguir constituía un enigma. Subímos frente a nuestro campamento un fuerte lomaje de acarreos y tras algunas horas de continuo zig-zag cruzamos diagonalmente hacia la derecha, a fin de salvar los numerosos farellones rocosos. |
Foto: Vista del Chimbote durante la aproximación al Tupungato. |
Felizmente dimos con el paso, y a las 13:30 hrs pisábamos los portezuelos limítrofes de las Pircas, de 4827 mts.
Ambos portezuelos conducen a dos "esteritos" que más adelante se juntan para dar nacimiento al cauce principal del estero que conduce a Las Toscas. El descenso por este cajón resulta penoso. Ya poco después de bajar del portezuelo, hubimos de practicar un pasaje para las mulas, a través de un campo de penitentes.
El valle muy árido, escaso de aguas y sin pastos, parece interminable. Por fin al atardecer tras 9 horas de marcha divisamos unas veguitas pastosas, ya en el mismo valle del Río Las Toscas, e instalamos nuestro Campo Base. En el mismo lugar hallamos demostraciones de un reciente campamento argentino. A pesar del cansancio estabábamos contentos, pues habíamos logrado flanquear en mula, el legendario paso, de aquellos turbulentos días de nuestra independencia.
El siguiente día fue dedicado a un relativo descanso, y en la tarde efectuamos una exploración por la morrena del ventisquero Polleras. En este glaciar, que no evidencia signos de regresión, hallamos hermosas lagunas horadadas en el seno del glaciar a 15 o más metros de profundidad.
Este reconocimiento fué en extremo importante y nos permitió convencernos de que la única ruta posible de acceso al Chimbote la constituía la estribación norte. En efecto, habíamos ya constatado la inaccesibilidad de sus paredes Oriental, Sur y Occidental del macizo, esta última, en la cual cifrábamos algunas esperanzas, se nos demostró luego impracticable, pues veíase erizada de escarpados farellones. Con este dato regresamos al campamento.
El 17 de Enero a las 08:00 horas abandonamos en campo base en mulas silleras y solo con ruck-sacks aprovisionados. Poco tiempo más tarde debimos abandonar las cabalgaduras y subir a pie la quebrada de acarreos morrenicos, por donde desciende una lengua del Ventisquero Polleras IV.
Foto: Reichert desde el Paso de las Pircas. |
Eran las 12:00 horas, en una altitud que calculamos en 4400 mts. A 100 mts por debajo, la parte desnuda del glaciar recubierto de altos penitentes y con cerca de 30 kgs sobre cada espalda. Después de atravesar numerosas crestas y farellones llegamos a una pendiente de acarreos donde Araya encuentra un fósil muy bien conservado (Amonite). En su vecindad, y cerca de una vertiente de deshielo, encontramos huellas, seguramente de la anterior expedición chilena intentada desde el Valle del Alto Colorado. Muy fatigados instalamos nuestro campamento alto, eran las 16:00 hrs. Calculamos la altura en 4800 mts. |
Después de preparar una infusión caliente de té con limón y de ingerir alimentos ligeros nos metimos en nuestros sacos de dormir. Afuera caían leves plumillas de nieve.
El 18 de Enero era nuestro día memorable y la expectación no nos permitió conciliar bien el sueño, asi es que ya a las 5 de la mañana, nos encontramos vestidos. Tras un frugal desayuno constituimos la cordada y emprendimos la ascensión final, a las 06:00 de la madrugada.
Desde el campamento podían trazarse dos rutas hacia el "Plateau" vecino a la cumbre: por la izquierda, al costado del vecino glaciar colgante, y por la derecha, a través de una estribación. Elegímos esta última por estimar que el ventisquero, al hallarse recubierto de altos penitentes, nos retardaría mucho la ascensión. No obstante nuestra vía se demostro erizada de dificultades, la roca bastante escarpada requería un constante y laborioso trabajo y a menudo, el recurso de verdaderas prácticas académicas.
Premunidos de la doble cuerda, y de clavos, mosquetones y martillo de roca, logramos salvar uno a uno estos obstáculos. En una ocasión, la tarea nos resultó en extremo pesada, escalabamos un canalón de pronunciada pendiente, después de haber ejecutado un peligroso "Travers" y no faltaría mas de dos metros para lograr un pasaje hacia los farellones superiores, pero dada la exesiva pendiente de la roca y la falta de buenos agarraderos llevábamos más de una hora escalando este tramo.
En tal circunstancia decidimos que Araya se apoyase en mis hombros en busca de sostenes. El resultado fué que Araya no logró encontrar los presuntos agarraderos y con el peso, yo perdí los sostenes de pie y ambos rodamos algunos metros por la canaleta con las consiguientes magudalluras y desgarros de la ropa, pero por desgracía cortóse la lazada de mi piolet, y este rodó sin ser posible recuperarlo. La liberación de este callejón sin salida la permitió por fin una bendita chimenea de roca inmediata, por la cual se arrastró Araya hasta allar una salida de escape, suspendiéndome luego con la cuerda. |
Foto: Cerro Reichert desde la cumbre del Cerro Cepo. |
Poco después del mediodía pisábamos finalmente una especie de planicie nevada que une las cumbres Norte y Oeste del macizo. Cerca de allí, elévanse casi verticalmente los torreones finales de la cumbre norte, la más elevada del cerro.
Buscamos luego un pasaje que nos permitiera acercarnos más a la cima principal, y la hallamos en un canalón rocoso en el flanco septentrional del torreón. Desde aquí distínguese ya 3 picachos de altitud muy similar, ofreciendo la de más al norte, sus paredones casi aplomados.
Ello, unido al estado de descomposición de la roca, hace que no sea posible su escalamiento por los medios habituales. Nuestra atención se dirigió entonces hacia el picacho sur, de paredes también muy empinadas. El intento de escalarlo casi nos costó una desgracia, en efecto, habiendo yo escalado algunos metros del murallón y practicando una amarra de seguridad en una saliente, me encontre de pronto sin apoyos de mano.
En tal circustancia, advertí a mi compañero que se imponía el descenso inmediato, pero al bajar cedieron los sotenes de pie al desmoronarse la roca podrida de la superficie, y me despeñe boca abajo. Recibí un fuerte tirón de la soga que Araya mantenía tirante desde abajo, y basculé hacia un costado, lo cuál fue mi salvación, pues en ese instante se corto la cuerda, y el peñasco al cuál se aseguraba la lazada, desprendióse bruscamente arrastrando a otros del murallón. Caí felizmente sobre unos penitentes existentes en la base del picacho, pasando el peñasco grande en su caída, a corta distancia de mi lugar.
Foto: De izquierda a derecha, Nevado del Plomo, Risopatrón, Tronco y Reichert, entre otros. |
Repuestos del susto emprendimos el escalamiento del último picacho del centro, lo cuál hicimos con extrema cautela, pues nos hallábamos al borde de la cornisa de roca muy descompuesta, que une las cumbres Norte y Sur del macizo y cuya vertiente oriental, se corta abruptamente sobre el valle Chileno del Río Colorado.
Tendidos boca abajo, confeccionamos apresuradamente una especie de pirquita, guardando entre sus piedras una libreta de cumbres y un distintivo, y bajando de inmediato a la base. Eran las 14:00 horas. Nos dimos un abrazo e iniciamos el descenso, pero esta vez por la ruta del ventisquero colgante, a las 15:45 nos encontrábamos de nuevo en el campo alto y bajamos al valle a través de las faldas de acarreos del Valle Chimbote. A las 19:35 hrs alcanzábamos por fin el vivac, donde nos esperaba Gallardo.
La partida del campamento de Las Toscas se realizó a las 09:30 hrs del siguiente día. Llegados al portezuelo de las Pircas (13:20 hrs), abandonamos a Gallardo y su tropilla a fin de emprender la ascención del hermoso cerro ubicado al norte del paso (cuya altura se fija en la carta de los señores Klatt y Fickenscher en 5470 mts). Este cerro de forma cónica posee un bello ventisquero hacia el S.E, que da origen a las aguas de un estero secundario afluente de Las Toscas, a más de otros subsidiarios.
La ruta de ascensión la efectuamos flanquenado el picacho de un cerro antepuesto (NDLR: Punta Chuncho) y luego por la estribación meridional del cerro , al borde occidental del glaciar , pero en ningún instante hubimos de recurrir a los grampones. Eran las 17:00 hrs cuando písabamos la cumbre.
Desde allí domínanse ampliamente los macizos Juncales, y el vasto englaciamiento del sistema Olivares. Algunos cerros menores directamente al norte del puesto de observación, entre éste y el macizo del Nevado del Plomo y del Risopatrón, y algo más al oriente, las montañas Chorrillos. Directamente al oriente, domínase la mole del Cerro Tupungato.
Foto: Paso de las Pircas desde la cumbre del Cerro El Plomo. |
Después de confeccionar con lajas el tradicional "Cairn", y de depositar nuestros documentos de rigor, la estada en la cumbre no se prolongó mucho , pués había un viento helado y numerosos cúmulos cubrían el cielo. A las 19:00 hrs regresábamos al estero de las Pircas, y a las 20:00 hrs alcanzábamos nuestro campamento, bastante rendidos pero contentos. El tiempo había sido en general espléndido y en ningún instante habíamos sufrido los efectos de la puna.
El 20 de Enero pernoctábamos en el Cajón del Estero Paramillo, sin mayores incidencias. Nuestros víveres escaseaban y al día siguiente emprendimos la última jornada a Farellones. Allí llegamos por fín al mediodía, con neblina cerrada.
Gentilmente invitados por miembros andinistas de la Universidad de Chile, tuve oportunidad de asistir a una simpática merienda en honor del Señor Ministro de Educación, que iba ese domingo a visitar las obras del espléndido Refugio Universitario. Al anochecer partíamos en camión de regreso a la Capital...
Autor: Dr Arturo Larraín, Santiago 10 de Febrero de 1945.
NDLR: Extraído de Revista Andina Nº 44 y complementado con fotos del archivo de los Perros Alpinos.
"La cima es la mitad del camino"
Ed Visteurs.